La figura de Pedro el Romano

 

 

En nuestro artículo de enero pasado La Iglesia Romana y el Papado hacia el final del camino, dejamos pendiente el desarrollo de la figura de Petrus Romanus, que de acuerdo a la profecía de San Malaquías, entre otras revelaciones privadas menos conocidas, será el último papa de la Iglesia.

Recordaremos que en el texto anterior, señalábamos que el actual ocupante activo del papado, Bergoglio, es una extraña anomalía que estrictamente no califica ni como Papa ni como antipapa, y por esa razón no aparece en la lista de San Malaquías; y que de hecho el Papa sigue soendo Benedicto XVI. Indicábamos también, para evitar todo posible error o confusión, que el papa Bergoglio no es Pedro el Romano, ni tampoco el Falso Profeta, y desde luego agregamos ahora, no es el Anticristo.

A continuación, intentaremos esbozar al menos algunos aspectos significativos de la figura de Pedro el Romano y su posible contexto, desde un punto de vista no sólo estrictamente cristiano católico.

En la Biblia y más exactamente en el Nuevo Testamento, no hay mención expresa ni tampoco implícita de esta última figura papal, aunque existen diferentes versículos que se pueden asociar en mayor o menor medida a los herederos de Jesucristo en la transmisión de sus enseñanzas, que se extenderá hasta el fin de los tiempos.

En cuanto al nombre, Pedro el Romano o Petrus Romanus, parece mayormente simbólico y no una indicación de que este futuro último papa adopte este nombre, pero no se puede excluir esa posibilidad.

Antes de que surja este último Papa, y de acuerdo tanto a lo descrito en el Nuevo Testamento como en varias revelaciones privadas que complementan y/o aclaran la revelación de los evangelios, la situación de la humanidad en general, y de la Iglesia en particular será de gran deterioro espiritual, al grado de ser esta última una auténtica Anti Iglesia si se le puede llamar así, la cual tendrá un último cisma o fractura muy serio, y que la gran mayoría tanto del clero como de los laicos, preferirán a esa Iglesia cismática; la cual de hecho ya es una realidad, que simplemente falta hacerse evidente. Es de muchos conocido el largo y lento camino de deterioro del cristianismo en general, desde el Conflicto de las Investiduras, el surgimiento del protestantismo, etc. hasta el S. XX. Solo hay que ver, en particular, todo el camino recorrido por la Iglesia de Roma desde el Concilio Vaticano II, cuando se plegó por completo al mundo moderno, hasta llegar a los excesos actuales. Hay indicios significativos de que esa fractura o conflicto final de la Iglesia y sus repercusiones no está lejos en el tiempo.

El punto a destacar aquí, es que la elección de Bergoglio como papa fue totalmente irregular, no canónica para usar un término más preciso. Previo al cónclave una mayoría de cardenales ya se habían puesto de acuerdo para nombrar a Bergoglio como papa y él lo supo y estuvo conforme, lo cual es causa, bajo el derecho canónico de excomunión ipso facto para todos los involucrados. Y como Bergoglio está excomulgado, todos los cardenales que ha nombrado, no son válidos, por lo que si hoy se tuviera que elegir a otro sucesor en el trono de Pedro, no hay suficientes cardenales válidos para hacerlo. En otras palabras, la cadena de transmisión del relevo papal se rompió con la elección de Bergoglio y no se puede reparar.



Esto se vincula con algunas revelaciones privadas (Bto. Amadio del S. XIII, las apariciones de la virgen en el Escorial del 18 de diciembre de 1981, la Salette en 1846, la de San Francisco de Paula, el Bto. Nicolás Factor y San Juan Bosco, todos ellos haciendo referencia a un último Papa de la Iglesia) que señalan, será elegido con la asistencia del Cielo, lo cual es de la mayor relevancia, pues cuando falte Bergoglio, el sucesor elegido, aparentemente bajo el procedimiento habitual, podría ser el Falso Profeta, quien a su vez será la mano derecha del Anticristo y su principal promotor.

Hay que señalar que tanto la figura del Falso Profeta como la del Anticristo no deben ser entendidas exclusivamente como individuos que podrían surgir en un futuro, posiblemente cercano, sino que deben ser entendidas primero y más importante, como símbolos de una época de extrema decadencia espiritual. Son la expresión más baja, alejada e invertida de la Normalidad.

El Anticristo representa de manera amplia al mundo (post)moderno, que es la única civilización que se ha desarrollado en oposición completa a toda civilización normal, tradicional o al menos parcialmente tradicional; y el Falso Profeta, que es su vocero y principal promotor, es la ciencia moderna, que no admite o no le importa, ninguna otra realidad que no sea la del mundo sensible, y toda explicación debe partir y regresar de este mundo tangible, sin dar espacio a ninguna otra. Cabe mencionar que la figura del Falso Profeta surge o surgirá poco antes de la del Anticristo.

En el proceso regresivo de manifestación, actualmente en su fase final, se tiende a alcanzar un punto límite, que coincidiría con el agotamiento de las últimas posibilidades -y al mismo tiempo, las más bajas y degradantes- de expresión del actual ciclo, lo que se representa, de forma muy elíptica en el judaísmo y en el cristianismo con la denominada Abominación Desoladora, que lo representan justamente estas 2 figuras antes descritas. Haciendo a un lado por ahora las limitaciones inherentes de los monoteísmos, la mayoría de los estudiosos del tema explican este concepto como el punto en el cual, desde la óptica judía, el nuevo templo a construir será profanado en forma similar a como lo hizo Antíoco IV, y desde el punto de vista cristiano, la mayoría se inclinan a que esa abominación ocurrirá cuando se prohíba la misa y por lo tanto la eucaristía, entre otras variantes. Sin embargo, tomando en cuenta que el Concilio Vaticano II modificó los rituales de los sacramentos, entre ellos el de la misa, se puede decir que la misa no cumple el ritual adecuado desde hace más de 50 años. Desde la óptica judía, su entendimiento del evento también es inadecuado y limitado.

Esto se debe a que las religiones monoteístas, abordan la escatología, entre muchos otros asuntos, desde su particular punto de vista, mayormente exterior y desde una aproximación histórica, pasiva y devocional, y hacen exclusiva su explicación como la única válida, cuando el fin de un ciclo de manifestación, necesariamente es de alcance universal y total. Así que debe buscarse un significado más amplio y a la vez más profundo en estas figuras y eventos.

Estas figuras, entendidas como la expresión límite de una civilización “al revés” o incluso de dos personas o grupo de personas que representen de manera eminente, personalizada y final esta extrema desviación o anormalidad, también tendrán su contra parte, una desde luego por el Restaurador, más conocido como el Mesías, que dependiendo de la religión/doctrina, tiene distintos nombres, pero se trata de una misma figura simbólica, que al alcanzarse un máximo de caos, se debería generar una corrección extrema para concluir el ciclo con un reordenamiento final, y en algún punto, podrá iniciar otro bajo un marco de normalidad restaurada o recuperada.

Esa figura del Mesías, con distintas características y alcances dependiendo de la religión o Tradición que lo describa (Kalki, Maitreya, el Mahdi, Jesucristo, etc.) es quien representa el regreso a la Normalidad regia y jerárquica, frente al máximo desorden y alejamiento del Centro, el Anticristo. El Falso Profeta, es la figura al revés y alejada de lo verdaderamente religioso, al cual se le opone la figura de la restauración religiosa, en el caso particular del cristianismo, Pedro el Romano, que simboliza aproximadamente en términos eminentes al Pontífex Universal, al hacedor, o en este caso, restaurador de puentes con la trascendencia. En cierto modo, ambas figuras, el Mesías y Pedro el Romano, sintetizan y renuevan la autoridad regia y sacerdotal o de manera más amplia, Imperial y Espiritual.

Vale la pena señalar un punto muy interesante, que en algunas de las revelaciones privadas señalan que Petrus Romanus no surgirá de la alta jerarquía sacerdotal, es decir, no será elegido de entre obispos y/o cardenales de la Iglesia remanente, se dice expresamente que provendrá de fuera, lo que deja abierta la posibilidad a cualquier persona, claro de algún modo especial, ya que será elegido de forma extraordinaria, con asistencia del Cielo. Esto tiene concordancia con el hecho de que el verdadero sucesor papal, no puede surgir de una cadena de transmisión espiritual rota, y que sea de fuera de la Iglesia, también le da cierto carácter universal, incluso posiblemente ecuménico superior.

Pedro el Romano representa la restauración tanto del sacerdocio, como de la vida religiosa, justo antes del cierre del ciclo actual, así como el Mesías y su regreso representa el enderezamiento final y así transmitir la estafeta a la siguiente humanidad en un nuevo ciclo.

Regresando a la profecía de San Malaquías, se deduce que hay un cambio cualitativo relevante entre el anterior papa, Benedicto XVI y el surgimiento de Pedro el Romano, ya que este es el único papa al que Malaquías le dedica un párrafo descriptivo, que da entender que la situación previa a su aparición será muy grave, y que cuando esta figura papal final esté cumpliendo su función llegará el final, que no queda claro si se refiere al final de la Iglesia, al final de una etapa, del ciclo como tal, u otra posible explicación. Aquí el texto: “En persecución extrema, en la Santa Iglesia Romana reinará Pedro el Romano quien cuidará a su rebaño entre muchas tribulaciones, tras lo cual la ciudad de las siete colinas será destruida y el Juez Terrible juzgará a su pueblo. Fin.”

También, Sta. Hildegarda, San Cesáreo, Sta Brígida y el Beato Bernardino de Bustis, afirman que antes de la llegada de este último Papa, durante unos 18 meses se quedará vacante la sede de Pedro, lo que no quiere decir, que falte una figura papal, pues el referido Falso Profeta, que se señalaba, será extremadamente popular y hará las veces de papa. Esa futura figura papal invertida, podría ser el sucesor de Bergoglio. De hecho, el actual papa, con todo su actuar, podría ser considerado como su precursor.

Desde luego no hay forma de saber cuánto tiempo falta para que Petrus Romanus surja, ya sea como una expresión clara de renovación religiosa, incluso como un individuo específico, pero puede suponerse razonablemente, que si tanto San Malaquías como en algunas otras revelaciones privadas, no se hizo referencia alguna a ningún papa posterior a Benedicto XVI excepto Petrus Romanus, los eventos podrían estar por acelerarse y agudizarse aún más, y ofrecer así mayor claridad respecto a su significado más relevante y específico, mientras transcurre el actual intervalo entre estas dos figuras papales.



Francisco Galarza

Mayo 9, de 2021.