CABALGAR EL TIGRE EN EL SIGLO XXI



A propósito de los 60 años trascurridos de la publicación de la obra «Cabalgar el Tigre» del Barón Julius Evola, hasta los tiempos que actualmente vivimos y atravesamos, es oportuno efectuar ciertas consideraciones y señalar ciertos estados de hecho que desde hace décadas se han desarrollado plenamente y “normalizado” sobre este Mundo Moderno.

La primera de ellas es que en el mismo ya no existe ninguna realidad plenamente espiritual y metafísica, y que por ende ya no tenemos anter nosotros más atisbo alguno de un Mundo de la Tradición en el verdadero sentido haciéndonos notoria la esencia de lo que es realmente tradicional y metafísico. Por tal grave circunstancia constatamos fehacientemente la gran descomposición, degradación y autodestrucción de la sociedad, la familia, la educación, la universidad, las instituciones, el Estado, la política (que desembocó en mera politiquería), la música, el sexo, así como la descomposición y degradación de la misma religión (el fenómeno de la segunda religiosidad) en estos tiempos crepusculares.

También cabe destacar la profunda confusión que impera respecto de las ideologías políticas modernas, desde la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética a fines del siglo pasado. Vemos así aparecer términos politiqueros y ambiguos, tales como “centro-derecha”, “centro-izquierda” o simplemente “centro”. Todos ellos comprendidos como modos de indicar que uno no es exclusivamente de “derecha” o de izquierda” o de “extrema-izquierda” o de “extrema-derecha” o “ultraderecha”. Expresiones también como “anarco-liberalismo”, “marxismo cultural”, “progresía”, “indigenismo”, “nacional-bolchevismo”, “QAnon”, “eurasianismo”, “tercera posición, “cuarta posición” etcétera. Vemos a su vez aparecer mezclas híbridas y grotescas entre neonazismo con bolchevismo soviético rusófilo o con liberalismo conservador republicano filo-estadounidense y más expresiones risibles y ridículas. Con esto claramente se constata la gran confusión y degeneración de las ideologías políticas modernas que se establecieron a partir de la Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica y de la Revolución Francesa en la segunda mitad del siglo XVIII.

En realidad cabe acotar aquí que todo lo mencionado es puramente Izquierda y no genuina Derecha. Que en consecuencia, ante este estado de profunda absurdidad en la que ha caído la pseudopolítica de nuestro tiempo, es menester aplicar el principio de apoliteia, que significa: no vincularse ni participar (tampoco apoyar ni votar) en el sistema político democrático electoral, tampoco unirse ni crear partidos políticos para intentar salvar, resucitar o conservar algo de esta caduca civilización burguesa conservadora-puritana o del militarismo rígido nacionalista o del marxismo ortodoxo “tradicional” de antaño. Cuando en realidad no hay nada que rescatar ni conservar del viejo orden moderno, que allanó el camino para el advenimiento y consolidación del Quinto Estado de la Edad del Paria… En donde ya no existen principios éticos ni morales en la actividad pública, política y de gobierno, en donde ya no se busca el bienestar común ni el buen funcionamiento del Estado; sino el mero enriquecimiento desmesurado y el goce desaforado de los apetitos carnales y terrenales de nuestra parasitaria clase política que desfalca y saquea el erario nacional del Estado para perseguir y consumar sus fines de lumpen-paria, lumpen-proletario y lumpen-burgués… Estos son pues ya nuestros gobernantes en potencia e impotencia de estos tiempos exacerbados, acordes a la Edad Oscura que estamos atravesado: el Kali Yuga que revelaron las tradiciones indoarias.

Asimismo, las nuevas generaciones que nacieron a partir de la segunda mitad del siglo XX, en este “Mundo libre” de democracias organizadas, liberales, constitucionales, progresistas ubicadas en los cinco continentes, sobre todo, las generaciones que nacieron en la década de los ochenta para adelante, se han encontrado desde un comienzo inmersas y sumergidas en toda esta avalancha decadente, degenerada, autodestructiva y de gran enfermedad que produjo el colapso de la civilización moderna para pasar a esta incivilización postmoderna que lamentablemente rige, “orienta” y que ya determina los destinos de la “juventud” de estos tiempos crepusculares.

Constatamos pues que ya desde la niñez para entrar a la adolescencia, los jóvenes han estado inmersos y expuestos -de manera voluntaria e involuntaria, pero decisivamente voluntaria de todas maneras- en la vulgaridad lumpen-paria, la drogadicción, el alcoholismo, la promiscuidad sexual, la pornografía, la tecnolatría (la genuflexión, el apego maniático y la devoción pasiva hacia cada chuchería tecnológica artificial que se inventa), la ludopatía (videojuegos), la delincuencia juvenil (pandillas criminales, “maras salvatruchas”, sicariato etc.); y sumidos en graves trastornos alimenticios (bulimia, anorexia y obesidad mórbida), psíquicos y mentales en mayores procesos autodestructivos de despersonalización, tendiendo hacia lo más subhumano e infrahumano de la condición humana casi sin punto de no retorno. En donde paradójicamente e irónicamente, parte de estas juventudes no se encuentran privadas de las comodidades materiales ni de las nuevas innovaciones tecnológicas que se implementan, ni privados de los placeres y del hedonismo carnal que les proporciona esta Sociedad de Consumos. Que en consecuencia todo lo anteriormente mencionado, vislumbra un mundo abismalmente peligroso, y que manifiesta el verdadero infierno en la tierra que ya se da desde temprano.

Precisamente, lo anteriormente mencionado configura lo tóxico, lo ponzoñoso, la gran enfermedad, que inexorablemente e inevitablemente estas juventudes se encuentran expuestas y empantanadas dentro de estos venenos propios de la civilización burguesa que se degenera y degrada cada vez más. Que evidentemente tal como vemos por lo anteriormente mencionado, se configura y simboliza a través de la imagen de un «Tigre» (o «Dragón») que directamente o indirectamente devora y tritura a las nuevas generaciones. Que en efecto, a dicha «Bestia» no se la puede enfrentar frontalmente, porque uno de igual manera terminaría fulminado y devorado. Y peor aún, porque el individuo (el hombre fugaz) de estos tiempos no cuenta con fundamentos sólidos y perennes, como también no cuenta con instituciones verdaderamente operativas y funcionales; y que a la par no cuenta con un Estado fuerte, orgánico y articulado que lo guíe y oriente para pasar de ser un mero «individuo» a ser «persona». Como también, la ausencia de un Estado centrado que garantice el orden, la estabilidad y la tranquilidad plena sobre la sociedad y la nación de un país. Que en consecuencia, dicho individuo se encuentra desprotegido, “abandonado” y vulnerable ante los embates de esta civilización moderna, que cada vez entra en estados más graves de caos, anarquía y disolución.

Y sin embargo, para los pocos que se dan cuenta y son conscientes (y que realmente son pocos) del presente estado de cosas, de este mundo (precisamente el Mundo Moderno) que ha entrado, francamente, en un punto de no retorno de enorme desorden y autodestrucción (como la descomposición y destrucción del alma humana). Evola, en su obra «Cabalgar el Tigre», configura al «tipo humano diferenciado» (con su propia ley interior acorde a su propia naturaleza consustancial) … Siendo este «hombre diferenciado», que sube por encima del lomo del «Tigre» (de la «Bestia») superándolo para dominarlo, vencerlo y consecuentemente darle muerte… No evadiendo la realidad calamitosa y caótica en la que se encuentra (queriendo o no queriendo dichas circunstancias adversas, problemáticas, confusas y/o peligrosas), sino que decide no evitar ni evadir la realidad. Más bien opta por encarar al «Tigre», pero aplicando otras tácticas (¿La Vía de la Mano Izquierda?) donde si va a poder lidiar, simpatizar y confundir a la «Bestia» para finalmente dominarla y destruirla en última instancia. Pues de manera contraria, enfrentando al «Tigre» directamente, como indicamos antes, dicho individuo terminaría vencido y pulverizado.

En suma, inferimos, que es imposible evitar al «Tigre» de la postmodernidad, sobre todo para los que hemos nacido en las últimas décadas del siglo pasado. Pero sí podemos encarar, lidiar e intentar montar a la «Fiera» para acoplarse y armonizar con esta (esto no quiere decir que uno se vuelva toxicómano, promiscuo sexual o alcohólico). Como táctica, estrategia y maniobra de poder sobrevivir en un mundo (post)moderno que se torna cada vez más peligroso y hostil para los hombres diferenciados y con principios que todavía quedan en estos tiempos terminales tremendamente agitados y convulsos.





Juan Carlos Casalino Antezana

21 de Diciembre del 2021