MIRAR PARA ARRIBA


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Nunca como ahora una película producida por Netflix ha dado más claramente en la tecla respecto de lo que está pasando en estos días. Resumamos el argumento para quienes no la han visto. Una pareja de astrónomos hace un descubrimiento sensacional: un cometa de 10 km de diámetro se dirige hacia la Tierra de manera irreversible y su colisión con la misma produciría la desaparición de nuestro planeta. Ante esta eventualidad de catástrofe la única solución posible es lograr, con los medios tecnológicos existentes, desviar la trayectoria del mismo en modo tal de evitar el trágico choque. Pero henos aquí que cuando la pareja pretende hablar con quien está a cargo de la presidencia de los EEUU, una mujer, interpretada magistralmente por la actriz Meryl Streep, ésta se desentiende del problema dando en cambio prioridad a cuestiones intrascendentes de la politiquería vernácula, tal como es una costumbre inveterada de nuestra clase gobernante en democracia. Luego de haber fracasado también con la 'prensa seria', intentarán acudir a la opinión pública a través de la participación en un programa de audiencia masivo. Pero, debido al grado de estupidización colectiva propio de la era del paria en la que nos encontramos, deben hacerlo a través de un programa de chimentos de los que se está acostumbrado a consumir en abundancia. No sólo la información pasa una vez más desapercibida, a pesar de que no se oculta un solo detalle de la gravedad del problema, sino que es hasta motivo de burlas promovidas por locutores estúpidos y pagados de sí mismos, totalmente ciegos ante la realidad que los circunda. que se está acostumbrado a consumir en abundancia. No sólo la información pasa una vez más desapercibida, a pesar de que no se oculta un solo detalle de la gravedad del problema, sino que es hasta motivo de burlas promovidas por locutores estúpidos y pagados de sí mismos, totalmente ciegos ante la realidad que los circunda. intente acudir a la opinión pública a través de la participación en un programa de audiencia masivo. Pero, debido al grado de estupidización colectiva propio de la era del paria en la que nos encontramos, deben hacerlo a través de un programa de chimentos de los que se está acostumbrado a consumir en abundancia. No sólo la información pasa una vez más desapercibida, a pesar de que no se oculta un solo detalle de la gravedad del problema, sino que es hasta motivo de burlas promovidas por locutores estúpidos y pagados de sí mismos, totalmente ciegos ante la realidad que los circunda. 
Todo parece haber terminado para mal cuando repentinamente la presidenta cambia de opinión debido a informes de la ciencia oficial que corroboran lo que ya resulta una evidencia irrebatible. Entonces sucede que con gran decisión se ponen en marcha los mecanismos tecnológicos disponibles para lograr que en la atmósfera se logre desviar al cometa de su trayectoria. Pero de repente y cuando todo se estaba caminando, acontece un fenómeno inexplicable, los cohetes que han sido lanzados al espacio vuelven para atrás y todo cambia de golpe. La presidenta entonces convoca a una urgente reunión de gabinere de la que participa un gran magnate con la que ella estaba vinculada que manifiesta haber constatado que ese cometa es una verdadera mina de oro repleta de minerales valiosísimos que en caso de obtenerlos permitirían, junto a las opíparas ganancias que recabarían ambos, sanear la economía de la totalidad del planeta, trayendo a todos una gran era de abundancia colectiva. Propone entonces ir extrayéndolos en forma paulatina en modo tal que, a los cinco meses de tal tarea, que es cuando el cometa debería llegar a la Tierra, sólo quede del mismo una pequeñísima porción que cuanto más podría destruir una casa o producir la muerte de escasas personas. Aparece de este modo la lógica del capitalismo por la cual todo lo que es malo lo es apenas en apariencias, pues es en el fondo bueno en tanto que habría en última instancia un dios protector que velaría por nosotros impidiendo nuestra destrucción, en este caso enviándonos lo necesario para proveer a nuestra felicidad, trayendo a todos una gran era de abundancia colectiva.  es malo lo es apenas en apariencias, pues es en el fondo bueno en tanto que habría en última instancia un dios protector que velaría por nosotros impidiendo nuestra destrucción, en este caso enviándonos lo necesario para proveer a nuestra felicidad. 

La realidad resulta en cambio ser dramático, ninguna de estas maniobras da resultado siendo casi nulo lo que se llega a extraer y el cometa que era antes un punto invisible en el espacio cada vez se va aproximando más a la Tierra hasta llegar el momento en que arriba a verse su estela por lo cual el choque resultaría ya inminente. Y a tal respecto aparece aquí lo más interesante de la cinta que es ver cómo la humanidad atontada de los tiempos terminales, con su presidenta a la cabeza, utiliza este tiempo para distraerse en cosas estúpidas y negar la realidad hasta llegar a manifestar que no es conveniente mirar hacia arriba pues se trataría de un gran montaje pergeñado para esclavizarnos y asustarnos inútilmente.

La película guarda estrecha relación con la situación actual. Estalló en el mundo una tremenda pandemia universal por primera vez en nuestra historia, la que produce millones de muertes y lesiones severas en las personas y cuyo virus posee además una capacidad antes nunca vista de mutar y reproducirse. La suerte ha sido que se llegó a descubrir una vacuna en corto tiempo, del mismo que en la cinta aquí aludida un par de científicos pudo anticipar en cinco meses la llegada de un cometa. Pero como el virus muta de manera incontrolable, resulta indispensable vacunar a TODA la humanidad a fin de que no se generen cepas que logren sortear a las vacunas ya existentes, al mismo tiempo que llevar adelante acciones de cuidado intensísimo para evitar la expansión del virus. Pero para llegar a tal meta TODOS los laboratorios, y no solamente los que desarrollan la fórmula, deben trabajar al unísono en su producción. Por lo tanto resulta indispensablelibere cuanto antes las patentes medicinales. Pero sucede en cambio que los empresarios inventores, del mismo modo que el magnate que quería hacerse de los minerales del cometa aun corriendo el peligro del choque irreversible, no quieren perder sus ganancias, que ya son monumentales, manifestando en forma irresponsable que gracias al libre mercado es que se pueden desarrollar las vacunas, como si acaso los hombres de ciencia actuaran principalmente por dinero y no por vocación y la vida no fuera más importante que la economía. La realidad a todo esto ha sido la siguiente: África, que sólo pudo vacunar al 8% de su población, ya produjo dos nuevas cepas, la beta y la ómicron, India la delta y Brasil la gama entre otros. Y en el caso de la última de todas en aparecer, la ómicron, se ha comprobado que, debido a su alto grado de contagios, sortea a las vacunas. Pero nuevamente, por hallarnos en la era del paria, se combinan aquí diferentes factores que ayudan al virus a desarrollarse. Al egoísmo materialista de los grandes laboratorios debe asociarse la realidad virtual por la era cibernética en donde lo puramente imaginario suplanta lo real. Así pues nos hemos hallado con una sarta interminable de movimientos conspirativos antivacunas como nunca se viera antes, y que representan aquí a aquellos que en la cinta sugieren no mirar hacia arriba. Hemos oído al respecto las cosas más disparatadas. Desde que la pandemia fue inventada a propósito para disminuir la población del planeta, cosa que luego se cambió echándole la culpa de tal cosa a las vacunas. Desde que poseerían un microchip para controlarnos, como si acaso esta humanidad real no estuviera suficientemente esclavizada por los medios masivos de difusión. Hasta llegar al ridículo de que no había que vacunarse puesto que había vacunados que también se infectaban confundiendo así las causas con los efectos. Los vacunados se infectan no porque está mal hacerlo, sino al revés porque no se vacuna lo suficiente y se permite así al virus mutar.

A esto obviamente se asocia la presencia de gobiernos irresolutos y también víctimas de lo virtual que priorizan sus intereses mezquinos, como el magnate de la película o la antes aludida presidenta, antes que la salud de la población. Hemos visto así celebraciones masivas en plena pandemia, funerales de ídolos futboleros, fiestas de la democracia, conciertos masivos de rock y espectáculos deportivos multitudinarios. Lo cual no es sino la contracara del movimiento antivacunas, en donde en ambos casos se disocia lo virtual de lo real. Y del mismo modo se rechaza al Estado suplantándolo por la pseudolibertad producida por el culto por la virtualidad.

Pero no termina aquí el problema. Hemos presenciado cómo, en medio de este marasmo, imperialismos como el ruso, que no se resigna a la disolución de la antigua URSS, a través de sus conocidos hackers fomenta estos movimientos antivacunas promoviendo así protestas desestabilizadoras en los países contra los cuales pretenden combatir en una guerra inminente de invasión a la nación europea de Ucrania, actuar una vez más como el magnate del film que quería sacar provecho del problema existente. Los conocidos hackers Dugin y Slavin, en artículos recientes, invitan a no vacunarse y por lo tanto a rebelarse contra el pase sanitario o la vacunación obligatoria. De este modo mientras sus países Rusia* y también China vacunan y toman medidas estrictas contra la enfermedad, acá en cambio, aplicando la doble verdad incitan a hacer lo contrario.

La cinta aquí aludida concluye con la sensación severa de un planeta que marcha hacia su destrucción irreversible. Nosotros en cambio estamos a tiempo de cambiar el rumbo de las cosas. Frente al libertarismo hoy puesto en boga por el antivacunas, sostener en cambio la soberanía plena y absoluta del Estado, un Estado que actúe como tal y con normas claras y severas y no de manera irresoluta y puramente declamativa, tal como sucede en nuestros días, salvo en China. Sólo así se podrá vencer al mal que nos aqueja o al menos salir de la catástrofe a fin de poder constituir un mundo mejor.



*Debe sin embargo hacerse notar que al imperialismo ruso el tiro le está saliendo por la culata en la medida que también en el propio territorio ha cundido entre su población la idea de que no hay que vacunarse, generándose de este modo una pavorosa pandemia con altos grados de contagios y muertes.