A 40 AÑOS DE UNA GESTA HEROICA

 

MALVINAS Y UCRANIA


Gral. Galtieri, sin tener los principios en claro, gestó el hecho principal de la historia argentina del siglo XX.


Se cumplen en estos días cuatro décadas del más importante hecho histórico del pasado siglo en la Argentina, un famoso y prodigioso dos de abril de 1982 fecha en la cual, tras 130 años de interminables claudicaciones ante la Inglaterra protestante en sus distintas manifestaciones ideológicas y culturales que determinaron nuestra situación de colonia vergonzante, se hizo por vez primera una pausa bélica ante tal estado de lamentable postración a fin de intentar, fallidamente, salir de tal situación. 

 

Finca de Rosas en Palermo destruida especialmente por el liberal Gral Roca en 1899 queriendo de esta forma simbolizar el ingreso al nuevo siglo,  el  que  debería haber  sido prodigioso para la Argentina sepultando su pasado reaccionario. Así nos fue.

El protestantismo en su versión calvinista y británica fue una concepción del mundo por la cual, al vedarle al hombre la posibilidad de conquistar la dimensión de la trascendencia, lo dejara en cambio recluido en la mera búsqueda de bienes materiales en un afán obsesivo por tener y poseer, dando así cabida con el tiempo a fenómenos tan antinaturales como el capitalismo individualista y liberal primero y el socialismo o capitalismo de Estado luego, ambas ideologías gemelas para las cuales la economía y no la dimensión espiritual y la trascendencia representa la meta esencial del hombre .

En contraste con tal postura la Argentina, en cuanto herencia histórica del antiguo virreinato del Río de la Plata expresó a través de un catolicismo raigal, mantuvo vivos durante buena parte del siglo XIX los valores del espíritu en contra del materialismo moderno que invadía al mundo; ello fue a través de la figura señera del Gran Restaurador de las leyes, Juan Manuel de Rosas, quien en tal perspectiva vedara el libre comercio con Gran Bretaña y Europa a fin de que la decadencia que ya se vivía en tal continente como producto de la Revolución Francesa no penetrara en estas tierras. El Estado para tal concepción del mundo era un ente sagrado y pontifical siendo el caudillo venerado como un pontífice en los templos, resaltando de esta manera el carácter gibelino del catolicismo rosista.

La lamentable confluencia de sectores, entre ellos la misma Iglesia Católica en alguna de sus expresiones, como la Compañía de Jesús cuya finalidad era cristianizar la revolución moderna y siendo por lo tanto aliada de Gran Bretaña y del liberalismo del partido unitario, dio cabida a la caída de tal régimen en 1852 en la batalla de Caseros, generándose desde ese entonces lo que puede señalarse como el verdadero inicio de nuestra era colonial en la cual la Argentina quedara expuesta al capitalismo anglosajón con políticos e ideólogos como Sarmiento y Alberdi que querían suplantar al gaucho argentino por el yanqui norteamericano y que lamentaban por ello haber sido colonizados por España que nos había traído retraso y mestizajes a diferencia de la producción de Inglaterra, los EEUU, quienes, gracias a su protestantismo raigal, pudieron convertirse en potencia.


1) La guerra de Malvinas como reacción antimoderna


La decadencia inaugurada en Caseros tuvo una serie de interminables profundizaciones y destrucciones de nuestro acervo por las cuales la línea liberal, en una forma tan religiosa como la católica y gibelina, también acudiera a ritos propiciatorios, tales como la destrucción de la mansión del Restaurador en el barrio de Palermo realizado curiosamente en 1899 por el presidente Roca como un signo claro de reverencia hacia el siglo nuevo por venir el cual habría de ser la coronación del mundo del progreso y la abundancia y por lo tanto la clausura del período de reacción personificada por tal figura emblemática.

Sin embargo tales ritos no sirvieron para obtener esa Argentina próspera y potencia que se exaltara en dichas gestas. El país fue saqueado literalmente en sus riquezas y el liberalismo, ligado luego a otras expresiones similares como el monetarismo y la convertibilidad, resultó un fraude histórico por el que nuestro patrimonio fue despojado con el tiempo convirtiéndonos de colonia próspera primero a decadente y terminal como en los tiempos actuales.

Pero hubo una pausa de dos meses en tal proceso descendente que fue la guerra de Malvinas que hoy evocamos. En aquel entonces gobernaba una junta militar que atravesaba un período de desgaste en tanto que, a pesar de haber salido victoriosa de la guerra que llevó a cabo contra la guerrilla marxista por la cual se nos quería insertar en la etapa más sórdida de la modernidad, la del capitalismo comunista por el cual, del mismo modo que en los países en que se aplicó, el progreso del materialismo se obtenía a fuerza de gulags, saltos hacia adelante, planes quinquenales, stakhanovismos, holodomores y demás formas de trabajo esclavizado, Lamentablemente en especial en su primera etapa, lo había hecho aplicando por contraste la ideología liberal tanto en economía por lo que se endeudara al país en forma vergonzante, como a nivel político en tanto que sostenía que, luego de una pausa correctiva determinada por la guerra contra el comunismo, el país iba a volver a ser gobernado ‘democráticamente’ por esa oligarquía depredadora conocida como los partidos políticos, garantía última del despliegue del capitalismo moderno en sus fases más sórdidas y terminales.

Sin embargo la nueva Junta Militar instaurada unos meses antes, posiblemente en la idea de perpetuarse en el poder producir un hecho convocante, en 1982 tomó la sana decisión de ocupar las islas Malvinas expulsando de ellas al invasor inglés. Al respecto cabe señalar que dicho enclave colonial británico, existente en una época en la cual tal potencia había superado esa etapa, representaba para el país e Hispanoamérica en general un rol esencial de vigilancia y control a fin de que en este suelo no volviera a cometerse la locura de implantarse lo que hoy se denomina como fundamentalismo, es decir un retorno al espíritu medieval de priorizar lo sagrado y la vida futura antes que el consumo, el lujo y el confort, tal como pregona en todas sus formas el capitalismo.

Aun así, mientras la contienda se intensificaba, a pesar de lo que sostenían los defensores a ultranza de la economía y la modernidad, tuvo que aparecer un vacío ideológico indispensable a ser llenado en tal epopeya cual debería haber sido el papel espiritual de una Iglesia católica que convocara a luchar contra el espíritu de la decadencia que arrollaba a la Argentina y al mundo entero en función de los valores que ella representaba ancestralmente. Pero es de acotar aquí que tal institución, lejos de haber impetrado por la victoria ante la herejía moderna y protestante, continuando con el mismo espíritu jesuíta que asomara en su seno en la época de Rosas, por el contrario se alió a la misma levantando por consigna una paz humillante y vergonzosa que significara la lisa y llana rendición sin haber combatido lo suficiente y además, lo esencial,

Lo que vino luego fue por todos conocidos. Tras la rendición de Puerto Argentino un infausto 14 de junio sobrevino la secuela de corrupción moderna y democrática. La oligarquía depredadora que había sido provisoriamente expulsada del Estado en 1976 volvió con ínfulas y espíritu de revancha a destruir lo que aun quedaba de país implantándonos el sistema más perverso que existe cual es la democracia pero llevado esta vez a todos los planos, no sólo al político, sino al de la sociedad toda,

A todo esto cabe acotar también que resultó una verdadera vergüenza haber percibido cómo el espíritu de rendición primó incluso en aquellos que por su postura espiritualista y católica más ortodoxa deberían haber estado al frente de tal epopeya hasta el final, siendo literalmente asombroso comprobar cómo militares del estilo del coronel Seineldín, exaltado como un héroe de tal epopeya, se vendieran a los políticos más nefastos como en su caso el corrupto oligarca Menem, cuando no a alguna de las formas más repulsivas del peronismo hoy existentes, entre los ejemplos más significativos y dramáticos.


2) Malvinas y Ucrania


Y dentro de tal óptica de la rendición aquí señalada no han faltado quienes, desde el universo de la desinformación, han querido en nuestros días hacer coincidir el valor de este aniversario con la actual invasión rusa a Ucrania tratando de resaltar falsamente la semejanza de que en ambos casos se ha estado luchando contra el mismo enemigo, la Otan con Inglaterra y los EEUU. Pero los hechos son significativamente distintos. El comunismo, hoy expresado en su variante nacional modificada cosméticamente, es un capitalismo de Estado tan economicista y moderno como el liberal individualista y agregamos que también lo es compulsivo pues la acumulación primitiva de capital que el individualista consigue atontando a la población al convertirla democráticamente en bestias que consumen en forma alocada, el otro en cambio lo logra a través de la violencia aplastando con tal praxis aun a aquellos hombres de la tradición dispuestos a resistir. El comunismo fue un fraude en donde la caída del muro significó más que su desaparición su acto de sinceramiento colectivo por el cual se hizo saber al mundo que se trató de un capitalismo más y para colmo violento. El mundo vio aparecer al fin ante la vista de todos esa misma oligarquía de multimillonarios disfrazados de proletarios y comunistas que era la famosa nomenclatura, denominada primera burocracia por Trotsky y nueva clase por Djilas. Con la caída del muro ya no se pudo más engañar a un conjunto de crédulos respecto de que de lo que se trataron era del socialismo y del mundo proletario que luchaba en contra de la burguesía capitalista,

Por eso hoy en día el discurso del imperialismo ruso no es más marxista sino de pretendida derecha y hasta en algunos casos ha llegado a disfrazarse de evoliano con sujetos delirantes como el Sr. Dugin. Aunque acotemos que ahora el aludido ideólogo multifacético se ha lanzado un discurso antinazi que contrasta con sus anteriores cercanías y coqueteos cotidianos con el nazismo europeo o indoario.


Conclusión


Hoy los tiempos son distintos y se hace indispensable más que nunca volver al espíritu originario que no pudo impulsarse hasta el final un glorioso dos de abril de 1982 en donde apenas pudieron sembrarse las semillas y atisbos de una verdadera revolución restauradora y tradicional, el retorno al espíritu rosista que es nuestra forma propia de superar la decadencia moderna.

Luego de la infausta rendición del 14 de junio, impetrada por el papa y el liberalismo con la complacencia silenciosa del capitalismo comunista, un grupo minoritario de argentinos levantó la consigna de que “Yo no me rendí”. Habiendo pasado ya casi 40 años de todo esto volvemos a sostenerla con el mismo vigor que antes y en la esperanza de que, si no nosotros, las generaciones futuras serán capaces de regresar a tal espíritu trunco.


Marcos Ghio

Buenos Aires, 2 de abril de 2022.