Los Textos Sagrados en el mundo actual


Consideramos que, dado que la sociedad contemporánea es una de las mas peculiares que jamás hayan existido, pues por una parte es profundamente ignorante de las cosas que en verdad son importantes y al mismo tiempo sabe mucho sobre cantidad de cosas que no tienen la menor relevancia, y por otro es extraordinariamente soberbia y arrogante descalificando como irrelevante todo lo que desconoce y/o no se ajusta a su vida cotidiana, nos parece adecuado primero señalar lo que no son los libros sagrados antes de aproximarnos a su valor mas significativo.

Desde luego hay toda clase de bibliografía relativa a los libros sagrados, desde los libros más serios y que tratan el tema de forma adecuada, que son los menos, hasta una enorme cantidad de libros escritos por especialistas de toda clase y que explican desde sus respectivas especialidades académicas qué es y qué valor tiene tal o cual libro sagrado al que le hayan dedicado sus estudios.

Y por supuesto, en otra categoría, abundan los libros escritos por autores superficiales, que aportan todo tipo de puntos de vista, incluidos aquellos que inventan toda clase de hipótesis fantasiosas sin tener el menor conocimiento sobre lo escriben. De este tipo de autores no nos ocuparemos aquí.

En el grupo de los especialistas, como los historiadores, filólogos, epistemólogos, teólogos, entre otros, los que se consideran mas “objetivos” y serios, y por lo tanto imparciales respecto al o los textos sagrados que estudian, se ciñen lo mas rigurosamente que pueden al método científico, es decir, hacen sus estudios y llegan a sus conclusiones basados en pruebas y también a cierta cantidad de relatos verificables que sean o provean de cierta consistencia. Los aspectos que no pueden ser ni comprobados, ni tampoco al menos razonablemente rastreables con relatos indirectos, se dejan como cuestiones de fe o creencias personales para el lector. Muchos de estos libros desde luego aportan datos y estudios valiosos, en especial para poder situar correctamente los textos analizados y su circunstancia histórica, entre otros aspectos interesantes que atañen a la circunstancia propia del texto estudiado.

De este modo, los especialistas en estudiar los libros sagrados, llámese la Biblia, el Corán, el Avesta, los Vedas, el Dhammapada, el Bhagavad Gita, el Canon Pali (Tripitaka), etc., son categorizados como expertos en “literatura”, ya sea religiosa, mística, sapiencial, ritualista, piadosa, poética, etc. Éstos resaltan también el origen histórico verificable más antiguo posible y las consistencias o inconsistencias en quién o quiénes se supone que son los autores-escritores, el estilo literario, si es homogéneo o si no lo es, si corresponde al de la época en cuestión o no, y muchos otros aspectos de ese tenor. Desde luego, todos estos expertos, dan por descartada “por falta de pruebas” cualquier intervención superior, entiéndase divina, directa, indirecta, o de cualquier otro tipo, reduciendo de hecho, todos los libros sagrados a una mera invención humana. Eso significa quitarles todo valor superior a esos textos, y situarlos casi al mismo nivel que cualquier novela, libro de texto, ensayo, y demás.

En el caso particular de la Biblia, uno de los aspectos que devora cantidad de tiempo de los especialistas en diferentes ramas, es el de determinar qué relatos son comprobables en términos de su veracidad y rigor históricos. Desde si realmente Moisés atravesó el Mar Rojo, o si Cristo resucitó o no, entre muchos otros. Obviamente, nunca han encontrado “pruebas” de ello en un sentido o en otro, lo que les sirve para reforzar sus preconcepciones “científicas”.

Así que al final, sin importar a qué autor especializado se lea, todos comparten el mismo problema de origen: su formación (post)moderna -¿o deberíamos decir deformación?-, su “rigor científico”, queriendo aproximarse y aplicar a los textos sagrados, los mismos métodos que se pueden utilizar para analizar el mundo sensible (y por lo tanto con las mismas limitaciones), como saber si una novela, realmente la escribió Julio Verne o no, o si la noticia publicada en el “diario X” relata lo mismo que lo publicado en el “diario y” el mismo día, y de no ser así, cuáles y por qué son las inconsistencias.

Tratar de aproximarse así a cualquier libro sagrado para conocerlo, entenderlo y valorar su contenido, es incorrecto, pues de hecho, antes de iniciar el estudio se parte de un error de concepto, tratar de aproximarse a <<un texto que es esencialmente de una naturaleza diferente>> a lo que el experto o especialista categoriza siempre, sin darse cuenta, como profano.

Bajo esta forma profana y científica de pretender llegar a validar la veracidad o no, la relevancia o no de un texto sagrado, ocurre con frecuencia que la atención se centra mayormente en la literalidad del texto, y el significado simbólico-espiritual (el mas valioso) se vuelve algo menos a lo que no solo el especialista en turno considere, sino que se vuelve moldeable al gusto de cada lector, es decir, se llega a la conclusión de que cada quien puede asignarle el significado que guste, lo que equivale, desde el otro extremo, a reducir ese texto sagrado a la inanidad de la relatividad individual.

Leer y entender un libro sagrado requiere de una aproximación totalmente diferente, si es que lo que se quiere es entenderlo en sus aspectos relevantes y no en sus aspectos mas exteriores y contingentes, lo que parece ser el patrón común al menos en los ámbitos académicos y de los expertos.

Algunos aspectos relevantes que se deben tener presentes previamente cuando se va a leer o estudiar un texto sagrado, son entre muchos otros, que quienes se tomaron la tarea de plasmarlo por escrito, no estaban pensando en un relato noticioso, ni histórico, ni en hacer “buena literatura”, tenían en mente transmitir de la mejor forma posible verdades espirituales, que son atemporales, y la mejor forma de hacerlo, es con símbolos o en su defecto, con relatos mitológicos, o por lo menos alegóricos, entendidas estas palabras en su sentido original y no lo que hoy apresuradamente se entiende, cuentos, inventos sentimentales o incluso cierto tipo de manipulación social de las clases dominantes respecto a las menos favorecidas económicamente. Para ello, hay que conocer, al menos un poco, a la civilización y su contexto que originó tal o cual texto sagrado. No se puede simplemente extrapolar y querer entender con los parámetros mentales actuales.

Gran variedad de pasajes pueden tener un cierto “soporte” histórico limitado, pero es solo un apoyo, una referencia sobre la cual construir y explicar la(s) verdad(es) espiritual(es) que se quiere(n) exponer, y por lo tanto, que van más allá de un simple relato histórico-literario ocasional.

Los libros sagrados no son literatura, ni libros de historia religiosa, ni una especie de crónica noticiosa primitiva para quienes vivieron en esos tiempos. Si fuera así, les pasaría lo mismo que le pasa al 99.9% de los libros, perderían relevancia en pocos años, a lo sumo en pocas décadas.

Conforme surgieron los diferentes libros sagrados, fue con la intención de preservar y heredar (transmitir, de Tradición) a las futuras generaciones, de la mejor forma posible, pero limitada, verdades trascendentales de lo divino, el mundo y lo humano y la conexión entre los tres.

Cada una de esas obras, desde su propia civilización, y por lo tanto con puntos de vista diferentes, pero no opuestos o excluyentes, haciendo un esfuerzo realmente notable, pues tratar de transmitir cierta(s) verdad(es) o principio(s) espiritual(es) con palabras escritas, es en extremo complejo, pero es la única forma de hacerlo cuando una Tradición se empieza a perder, y es mejor que quede algo que pueda ser transmitido al menos de forma parcial, con todos los riesgos que eso implica, a que dicha Tradición se pierda por completo.

Cuando se lee cualquier libro sagrado, lo importante es tener presente qué nos quiere mostrar a nivel interior, esencial, que atiende a la Naturaleza Humana Integral -y no ha determinado tipo de ser humano y su inmediata circunstancia- a su relación con lo Superior, el tiempo en este mundo, cómo ser una mejor persona mas allá de cuestiones morales y éticas temporales, sino en términos de realización metafísica.

Francisco Galarza


Enero de 2022.