LA GUERRA DE UCRANIA Y LOS HACKERS 

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Hacker ruso en acción


Al parecer se reputa ya como un hecho inminente una invasión rusa a Ucrania, la que estuvo precedida hace pocos años por la que se realizara en su provincia de Crimea, luego en las que componen el Donbass, camuflada esta última por la presencia de ‘voluntarios’ rusos que atacaron dicho territorio en forma no oficial. Ahora -y luego de la reciente participación de tropas rusas en Kazakhstán para ‘preservar la paz’ e impedir una revolución de color prooccidental- vuelve a la palestra un viejo tema promovido especialmente por ese conjunto de hackers rusos, cibernéticos e intelectuales, encargados de deformar la realidad y generar en el seno de quienes, por no querer ser norteamericanos, tampoco desean ser rusos, una serie de lugares comunes y sofismas tratando de convencernos de las ventajas que proporcionaría a todos nosotros tal posibilidad de invasión.

El primero de ellos y principal consiste en considerar, tal como dijera el líder ruso Putin, como una tragedia histórica la disolución de la Unión Soviética, en tanto que, no solamente habría significado ello detener un impulso benefactor para la humanidad toda producido desde el antiguo zarismo, sino que habría brindado a su gran enemigo, que también lo sería de nosotros, los EEUU, o lo que suele calificarse como ‘mundo globalizado’, una excelente ocasión para expandirse por doquier sin hallar más el único obstáculo que lo detenía que era justamente ese conglomerado histórico tan necesario para nuestra libertad y ‘diversidad cultural’. Por tal motivo es que los hackers nos invitan calurosamente a apoyar la invasión rusa a Ucrania en tanto formaría parte de un proceso restaurador y que breguemos así por obtener una nueva URSS, esta vez ya no crudamente comunista como antes, sino más afín con el antiguo zarismo, lo que representaría la única posibilidad real para detener al imperialismo norteamericano y sus adláteres.

En lo que sigue contestaremos tales falsedades:

1) El rol de Rusia a lo largo de la historia reciente

El maestro Evola, en su inolvidable obra Rebelión contra el mundo moderno, resaltó sobremanera las semejanzas esenciales entre los dos imperios o al menos que pretenden ser tales, representados por EEUU y Rusia. En ambos casos existe una misma idea mesiánica de corte religioso que los sustenta pues se consideran por igual como el pueblo elegido enviado por Dios a la Tierra para hacer cumplir sus designios. Esto se lo ve en la misma Constitución de los EEUU la cual, tal como se formulara inicialmente, no fue pensada solamente para los 14 Estados que la elaboraron, sino para el mundo entero el cual debía con el tiempo confederarse o asociarse a tal conglomerado, o al menos asumir forzosamente su punto de vista y filosofía, considerado por ellos mesiánicamente como el superior a todos.

Una idea similar, aunque no precisamente bíblica o evangélica como en el primer caso, fue sustentada por la potencia de la Rusia zarista la cual se reputó como la expresión de un pueblo teóforo, encargado también de hacer triunfar los postulados de Dios, aunque en este caso por no ser su origen protestante como el norteamericano, el acento estaba puesto más en aspectos de corte ritualista, como los que separaban a la Iglesia romana católica de la bizantina, tratando así de resolver los distintos conflictos que se operaran en el seno de la cristiandad erigiéndose Moscú como la tercera Roma, la definitiva luego de la de Bizancio coartada por el avance musulmán, en representación todo ello del reino del Espíritu Santo. Sin embargo este ideal mesiánico no siempre estuvo signado expresamente por un motivo puramente religioso ya que con el pasar del tiempo en ambos casos dicho factor fue suplantado por el mero afán de dominio de tales naciones operando la religión en todo caso como un elemento secundario y convocante. Por lo tanto existió aquí una dialéctica entre el factor religioso comprendido en su aspecto esencialmente espiritual y sagrado con una orientación que en cambio hacía primar meramente el elemento puramente exterior del mismo, tal como sucederá luego.

Es de destacar al respecto que la postura tradicional del zarismo ruso ligado estrechamente a la cristiandad estuvo presente en varias circunstancias históricas, alcanzando su plenitud en la guerra contra Napoleón, el representante militar de los principios seculares y modernos originados en la Revolución Francesa y que fuera derrotado principalmente gracias al aporte de tal potencia militar. A posteriori el zarismo -y siempre en esa misma perspectiva tradicional- supo participar del espíritu de la Santa Alianza que agrupó a la totalidad de las monarquías europeas, con excepción de la británica influida por la masonería, para hacer frente a la subversión moderna motorizada principalmente por la Revolución Francesa y por las revueltas posteriores de 1848 y 1871. Sin embargo este conglomerado tradicional que junto a otros pudo detener por varias décadas el avance de la revolución terminó con el tiempo siendo infiltrado y disuelto por esas mismas fuerzas contra las que se combatía lo cual se plasmó en el fenómeno de la Primera Guerra Mundial en la cual el zarismo traicionó sus postulados aceptando aliarse con las democracias masónicas, inglesa, francesa y norteamericana, en contra de monarquías tradicionales como la austro-húngara y la otomana con las cuales compartía principios superiores por encima de formas religiosas o intereses nacionales singulares, haciendo primar en cambio meros apetitos políticos y económicos.

Este envión disociatorio, por el cual las fuerzas de la subversión lograron enfrentar entre sí a monarquías que deberían haber estado unidas, dio como resultado la supresión de todas ellas y el inicio de un proceso disolutorio que arriba hasta nuestros días respecto del cual sea el comunismo, que ha sido lo propio de la secuela de un zarismo degenerado, como el liberalismo, producto de la masonería y del encuadre mesiánico norteamericano propio del protestantismo, serán las consecuencias finales.

b) Comunismo y eurasianismo


El imperialismo ruso luego de su expresión zarista degenerada se manifestó a través del comunismo primero y luego del actual eurasianismo, que es una forma más actualizada del comunismo nacional instituido en su momento por Stalin. Así como este último, en oposición a su rival Trotsky, había convencido a los comunistas del mundo que debían dejar de ser internacionalistas y bregar por el triunfo de la Unión Soviética pues de tal manera se manifestaría ostensiblemente la superioridad de tal sistema sobre el capitalismo, la actual forma renovada por el Sr. Putin, quien reivindica tal pasado en forma ostensible, manifiesta también que si el imperio ruso se vuelve a constituir luego de la caída de la URSS, el mundo marchará a las mil maravillas y seremos todos libres y no sometidos más al poder globalizador de los EEUU y las mafias financieras que lo controlarían. No hay pues diferencias mayores entre estas tres expresiones imperialistas gestadas primero por un zarismo degenerado y luego por el comunismo y el actual euroasianismo o nacional comunismo (hay una pluralidad de nombres al respecto). Se trata en todos los casos de una misma oligarquía sedienta de poder y que finge liberar a los pueblos haciendo ostentación de su gran capacidad militar, pero en la práctica se trata de una dictadura sanguinaria que no ahorra medios para dominar a las personas.

c) ¿Cuál es el enemigo principal?


A diferencia de lo que sostienen los hackers rusos para los cuales el gran enemigo que tiene el planeta es el liberalismo y su patrón que son los EEUU y que por lo tanto debemos apoyar a Rusia, en tanto que nos liberará de tal flagelo, nosotros en cambio pensamos que es al revés. La sociedad democrática norteamericana, si bien en el fondo es lo mismo que la rusa ya que en ambos casos priman los principios de la modernidad (1), al menos permite la presencia de una cierta libertad de opinar y disentir, tal como lo estamos haciendo por ejemplo en estos momentos, cosa que no sucede en cambio con el gulag ruso en cualquiera de sus manifestaciones. En dicho universo sería inconcebible la existencia de un Navalny o de envenenamiento de opositores con polonio, tal como ha sucedido en abundancia con todo el exilio que se ha podido constatar.

Esto no significa en modo alguno embanderarse con tal sociedad sino por el contrario, en el conflicto que pueda haber entre ambos imperialismos, apoyar al norteamericano para que termine con el ruso. Y más aun bregar y apoyar a aquel gobernante que estereotipe las diferencias entre ambos imperialismos. En este aspecto reputamos que el bando demócrata cumple mejor la función que el republicano (2). Esto mismo es lo que hiciera Bin Laden en la guerra de Afganistán. Se alió con los EEUU para abatir al comunismo ruso en tal país para luego marchar contra los EEUU.

d) La guerra de Ucrania

Ya se calcula como un hecho inminente la invasión rusa a tal país y al respecto una fuerza tradicional debe denunciarla y enrolarse del bando de los defensores de la soberanía ucraniana. El imperialismo ruso debe ser suprimido del mismo modo que el norteamericano en segundo lugar. Debe sostenerse la necesidad de que Ucrania ingrese en forma decidida y plena a la OTAN y que Europa en su conjunto salga a defender, no meramente con presiones, la soberanía de tal país.



Notas

(1) Una de las confusiones que se han puesto en circulación para impulsar el apoyo a Rusia estriba en el hecho de que tal régimen combate la ideología de género, a los homosexuales y el aborto, que son en cambio impulsados por el mundo moderno. Al respecto queremos resaltar que, amén de que tal cosa también acontecía cuando gobernaba Stalin, a nosotros los tradicionalistas nos debe resultar en el fondo indiferente que una sociedad moderna estereotipe su proceso de degeneración la cual muchas veces puede ser hasta provechosa para acelerar su disolución. Lo tenemos que repetir una y mil veces: somos tradicionalistas, no conservadores. No tenemos nada que conservar de este orden moderno.

(2) Es de recordar los dos casos más recientes de gobernantes norteamericanos como Bush jr. y Trump. El primero se dejó impactar por un crucifijo que le mostró Putin desde su niñez, por el cual lo quiso convencer de que era cristiano. Esto sirvió para que no hiciera absolutamente nada ante la invasión rusa a Georgia. El segundo reputó también a Putin como un gran gobernante al que quería imitar. Por tal motivo en vez de aliarse con el movimiento mujaidin en contra de Rusia, tal como hicieran sus predecesores, se alió con Rusia a quien permitió invadir Siria para abatir al Estado Islámico.