EVOLA Y ALAIN DE BENOIST

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Reproducios aquí en dos partes separadas un texto de Alain de Benoist en donde critica a Evola, seguidamente sacaremos nuestras conclusiones. En tanto no ha sido traducido al castellano la traducción del italiano es nuestra.

"El gusto por el esoterismo, tal como florece en ciertos ambientes de derecha me deja sumamente contrariado. Durante casi un cuarto de siglo he leído con paciencia una importante cantidad de autores que pretendían revelar, bajo diferentes formas, verdades ‘escondidas’. Sacando alguna rara excepción (quizás Abellio), mi conclusión es que son todas charlatanerías y nada más que eso. Una vez aceptado esto, voy a decir que entiendo muy bien las razones de un tal éxito en tales ambientes. El esoterismo cristaliza en ellos una serie de tendencias: el elitismo, la fascinación por el Orden (con mayúscula), la creencia en una “historia secreta”, la idea de que las cosas no son nunca lo que parecen (y puesto que siempre existe un demiurgo malo, la lógica del chivo expiatorio nunca se aleja de todo esto), la convicción de que existen ‘iniciados’ que conservan secretos antiquísimos. Una literatura aburrida, puramente especulativa, que fastidia por su pretensión de ser vehículo de certezas ‘indiscutibles’. Sobre todo una literatura de compensación para todos aquellos que han resultado ineptos ante la vida real y creen de poder tomarse una revancha respecto de un mundo que desprecian imaginándose ser los depositarios de algún Grial invisible. Lamentablemente aun las ideas de Julius Evola entran en este contexto. Su difusión me parece que ha producido efectos positivos y negativos en igual medida. El ‘tradicionalismo’ es una escuela de falta de realismo. En realidad el verdadero secreto es finalmente que no hay secretos."

(Alain de Benoist, Ultimo anno, pg. 76-77)

Antes de criticar lo que dice respecto de Evola aclaremos previamente el tema del esoterismo. Decir que existe una verdad superior y metafísica a la cual se accede a través de una vía especial no accesible para todo el mundo no necesariamente tiene por qué implicar que una persona accede a tal vía, o se la inventa como supone Benoist, porque se ha fracasado en esta vida. Esto hace recordar las críticas que el psicoanálisis hacía respecto de la vida religiosa. De acuerdo al mismo ésta era el producto de un complejo de Edipo o de Electra mal curado y no superado, o de una frustración amorosa por lo que se buscaba una compensación en una realidad inventada. (Hoy en día ante la asidua presencia de curas abusadores, los psicoanalistas se hacen un verdadero festín al respecto). Es posible pensar en cambio que tal vía haya sido el producto no de una fuga sino de una superación o de la comprensión de un sentido superior de la existencia no motivado forzosamente por alguna frustración o en todo caso si ésta puede haber existido puede haber servido para comprender y tomar distancia de una realidad que se reputaba como irrelevante accediendo a otra superior. Se puede perfectamente aprender de las frustraciones y no necesariamente las mismas tienen porque ser el producto de una actitud de impotencia. Resulta una postura dogmática extrema suponer que sólo existe la realidad que captan nuestros sentidos y que cualquier otra que se conciba es el producto de la imaginación, a esto es a lo que conduce en el fondo la crítica de Benoist. En este aspecto el esoterismo puede ser concebido no como una falta, sino como una forma superior de realismo, como un hiperrealismo. Pero así como puede ser cierto que en algunos casos se accede a la experiencia religiosa por un trauma no superado en la vida sentimental, es cierto que también en algunos casos resulta válido sostener que el esoterismo o su simulacro, que es el ocultismo, es tomado en auxilio psicológico representando así una excusa ante la frustración ocasionada ante un mundo al cual no se puede hacer frente. Lo cual se suele manifiestar de dos maneras: o como una actitud fatalista según la cual al estar el mundo condenado a la destrucción o al sobrevenir luego un ciclo redentor, la actitud ante ello es la inacción resultando ello solidario con el derrotismo producido por la frustración antes aludida. Esta actitud la vemos en posturas cíclicas circulares y fatalistas del estilo de René Guénon para el cual los ciclos históricos se cumplen de manera irreversible y a una edad de hierro le sobreviene necesariamente una áurea, así como en forma más pedestre en esas actitudes conspirativas en exceso que reducen el accionar de la historia a fuerzas secretas o no tanto, tan poderosas frente a las cuales sólo se puede opinar y delatar pero nunca detener ni corregir. Pero esto no es lo que acontece con la obra de Evola para el cual el fatalismo no existe en modo alguno ya que hemos demostrado que en el mismo los ciclos históricos no son fatales ni el hombre se encuentra determinado por nada en la historia, ni por la clase, ni por la raza ni por la sociedad, respecto de la cual no es producto, sino en todo caso su productor. Insistimos en lo ya dicho. Benoist tiene una visión errada de Evola al que confunde con Guénon y con los ocultistas del estilo de Moyano y Serrano.

Por otra parte, si bien el autor se manifiesta como contrario al secretismo, el que sería una derivación de la actitud conspirativa y por extensión del mismo esoterismo llevado al terreno de la acción política, tanto de manifestar que "el único secreto es que no existen secretos", no vemos que el mismo se haya visto excluido, -ni con él ni con las personas con las cuales se ha juntado últimamente- de tal corriente y tendencia. Así pues lo hemos visto en los últimos tiempos en estrecha cercanía con los sectores complotistas respecto de la pandemia, tanto de haber aceptado la tesis trumpiana de que el covid fue el producto de una fuga de un laboratorio chino lanzada entre otras cosas para evitar que el populista Trump gane las elecciones nuevamente. Asimismo ha producido expresas convocatorias de apoyo a la posición del ruso Putin en colaboración estrecha con el autor Dugin para el cual dicho movimiento sería heredero del antiguo bolchevismo en su fase esotérica de vía de la mano izquierda. (Al respecto el aludido incluso quiso incluirlo a Evola en tal delirio) y que en tales elucubraciones enfermizas haya incluso contado en nuestro medio con apoyos de movimientos alocados, con figuras representativas del ocultismo más ridículo como las sectas tiroidarles y moyanistas que pretenden recrear la antigua raza hiperbórea. En fin tales situaciones hacen recordar el viejo dicho de que: dime con quien andas y te diré quién eres. O también que el muerto se ríe del degollado.

 

Continuamos en esta nota con las reflexiones surgidas a partir de una lectura de un texto autobiográfico de Alain de Benoist, cuya traducción sería El último año, escrito en 1999 en la finalización del pasado milenio. Es interesante resaltar en el mismo las críticas rotundas que dirige al pensamiento evoliano, lo cual es útil para establecer distancias cabales respecto de su manera de pensar y la sustentada por este Centro en tanto seguidor de la obra de Julius Evola. Extractamos aquí seguidamente un pasaje correspondiente al mes de septiembre del aludido año en donde explica cómo, ante una tarea encomendada, agregamos que por la Fundación Evola de Roma de hacer una introducción a Los hombres y las ruinas en su edición definitiva, lo difícil que le ha resultado tal tarea en tanto que, en especial en su aspecto político, su pensamiento le resulta de lo más desagradable y hostil. Acotemos, antes de iniciar con la reproducción del texto al que luego criticaremos como hiciéramos con el anterior, lo paradojal que resulta que una institución que debería velar por la difusión de la doctrina de Evola encargue nada de menos que a un reconocido enemigo de su pensamiento la elaboración de una introducción. Dejo a todos la reflexión al respecto. Ahí va el texto y luego de un tiempo para la lectura nos abocaremos a la crítica pertinente.

"Estoy concluyendo la edición definitiva de Los hombres y las ruinas de Julius Evola. Esta tarea, más larga de lo previsto, me ha llevado a retomar toda la problemática de lo político en Evola. He buscado de no mostrarme excesivamente crítico, pero no he podido disimular totalmente aquello que me parece profundamente equivocado en su pensamiento. La “política ideal”, tal como la concibe Evola, resulta finamente algo totalmente antipolítico. El hecho de que no sea para nada política aparece por otro lado desde el mismo inicio del texto que se basa en la negación de la autonomía de los principios políticos. Por lo demás, en la medida que se la propone como una prolongación de la metafísica, allí donde ella apunta a lo absoluto resulta por lo tanto inevitablemente indiferente a los contextos y a las posibilidades, la teoría evoliana se aproxima así a las ideologías totalitarias. Pero también me siento alejado de aquello que sería justo denominar como el fundamental individualismo de Evola, a pesar de su intento en camuflarlo bajo la temática de la “impersonalidad activa” (que no es otra cosa que su reformulación de aquello que en su juventud denominaba como “individuo absoluto”). Me siento lejos de su horror por el“colectivismo” y por su extraordinario desprecio por el pueblo. Todo lo cual revela los límites burgueses de su pensamiento. Me siento además alejado de de su hostilidad de principio respecto de todo aquello que es femenino, de sus fantasías respecto de las “sociedad de hombres”, de sus elucubraciones respecto de la “Tradición Primordial”, de su proclamado elitismo. Las únicas cosas que merecieron ser transmitidas lo fueron sólo por el pueblo, las élites siempre han traicionado. Me siento lejos de su concepción de la historia, de su tendencia hacia el solipsismo, de su rechazo respecto de cualquier dialéctica.

Evola queda como un maestro en lo que se refiere a la “ética individual”. Pero una “ética individual” no puede ser transferida a la política, puesto que no puede informar desde una discusión sobre el bien común. El sistema evoliano, en definitiva, me resulta ajeno. Por lo demás, non creo demasiado en quien piensa a través de sistemas. Prefiero a los teóricos no sistemáticos, aquellos en los cuales el pensamiento queda abierto a intuiciones o informaciones nuevas, que frente a aquello que acontece puedan generar una reformulación completa de sus ideas. Sorel y Proudhon, con todas sus contradicciones, valen más que Marx. Por el mismo motivo, Barrès vale vale más que Othmar Spann o de Maurras."

( Alain de Benoist, Ultimo anno, 18/09/99)

Yo creo que lo más positivo del texto que hemos difundido estriba en la breve frase en la que afirma que el sistema evoliano le resulta ajeno, de la misma manera que a los evolianos por reciprocidad les debería resultar totalmente ajeno el pensamiento de Benoist.

Benoist es un autor de izquierdas que se autocalifica como de derecha, pero hay que ser sincero en señalar que resulta sumamente difícil hallar en el mismo algún signo de tal ideología.

Empezando por su peculiar paganismo puesto en contraste con el cristianismo, al que califica burdamente como bolchevismo de la antigüedad, criticándolo por su totalitarismo, (también el fascismo se calificaba a sí mismo como un totalitarismo, no vemos que sea algo malo ser totalitario, todo depende del tipo de totalidad que se sustente) por la idea de querer imponer al mundo entero una misma idea de Dios. Al respecto lo contrasta con Roma en la cual todos los dioses de los pueblos sometidos ocupaban un lugar similar en un mismo panteón, no habiendo uno superior a otro. Es decir, según su peculiar punto de vista, había como una democracia espiritual, lo cual fomentaba el pluralismo cultural. Llega a decir al respecto que el actual sistema liberal globalizador en tanto quiere imponer un solo modelo político en el mundo entero es heredero del cristianismo. Claro se olvida decir que en Roma tal democracia de dioses sólo existía en la cabeza de Benoist, pues por encima de todos ellos había lo más parecido a un Dios uno que era el emperador contra el cual no se podía disputar su soberanía absoluta. Digamos al respecto que Evola también como Benoist rescata el paganismo, pero no lo pone en ese contraste ridículo con el cristianismo como hace este último en tanto reconoce que también en éste existe un ‘totalitarismo globalizador’ que tanto molesta a De Benoist, representado justamente por la figura del emperador, que es simultáneamente humano y divino y cuya voluntad es absolutamente soberana. Este verdadero y auténtico paganismo es falsificado con una parodia por el Sr. Benoist que obviamente debe por ello contrastar con Evola respecto del cual debe reconocerse su honestidad en aceptar tal contraste. Por lo que insistimos en que hay que tener una verdadera diarrea mental para haberle encargado al aludido desde la Fundación Evola de Roma, organismo encargado idealmente de difundir y preservar el legado del maestro, elaborar un prólogo de la más importante obra política de Evola.

De todos modos no podemos menos que sonreír ante la crítica de fondo que Benoist le dirige a Evola calificándolo como burgués por haber sostenido que la política debe subordinarse a la moral y ésta a la metafísica. Siempre supimos que ello fue lo opuesto exacto de la actitud burguesa para la cual lo que es materia y simple vida es el elemento esencial y que el bienestar material resulta la meta a lograr. B. nos hace recordar al respecto la crítica que Marx le dirigía a la burguesía en el uso de la religión como un opio de los pueblos. La burguesía sólo cree en el más acá, en lo físico, desdeña por lo tanto la metafísica, por lo cual sólo una profunda ignorancia o mala fe puede llevar a calificar a Evola como un burgués.

Pero hay que acotar que el que desdeña propiamente a la metafísica y por lo tanto más se aproxima al pensamiento burgués es justamente el autor, lo cual a su vez se manifiesta por su profundo rechazo por las élites, las cuales siempre habrían traicionado y por el contrario rinda un culto al pueblo, de allí su populismo, esa nefasta expresión última de la política moderna, que es la contracara del liberalismo y no su superación tal como supone el autor.

Para Benoist, como Dios no existe y tampoco la realidad metafísica, el pueblo es sinónimo de verdad. De allí su defensa exasperada de la democracia en lo cual obviamente debe discrepar con Evola. El critica al liberalismo al revés exacto de lo que hace el maestro. Si para Evola el defecto principal del mismo es haber impuesto la idea de democracia, que obviamente, como se trata de una utopía, es irrealizable, Benoist en cambio afirma que sí es perfectamente realizable si se despoja del liberalismo. De allí el populismo que comparte plenamente con el postmarxista Laclau, ya fallecido, y con su mujer Chantal Mouffle, a la que califica como la más gran politicóloga que hoy existe. Y no es de extrañar que en su obra manifieste también simpatías por el comandante Chávez. (¿La habrá tenido también por Fidel Castro?).

En pocas palabras el texto es sumamente útil para marcar las distancias con esta forma pensamiento de pseudo derecha -insisto no tiene nada de tal cosa- hoy aliada de Putin y de todas las formas más nefastas de populismo que existen. Dejamos para no aburrir demasiado para otro momento el dislate que manifiesta respecto del individualismo de Evola y su aparente confusión con la doctrina de la impersonalidad activa.