En defensa de la palabra




Hace pocos días, en contexto de la marcha por los derechos de la mujer del 8 de Marzo, comenzaron a circular videos en los cuales se mostraba a periodistas haciendo preguntas a los asistentes. Entre éstas había una que se destacaba; una cuestión que a primera vista, podría parecer simple o básica, pero que en tiempos enmarcados en la Edad de Hierro, el constructivismo y el antiesencialismo toma un cariz simbólico y complejo; esa pregunta es “¿Qué es la mujer?”, en la mayoría de los casos, la respuesta fue un sonoro silencio.

Simone de Beauvoire, filósofa clave del movimiento feminista de segunda ola, dijo que no se nace mujer, sino que “se llega a serlo”. Algunos años después, el psiquiatra y psicoanalista Jacques Lacan dirá que “la mujer no existe”, aportando su grano de arena a un post constructivismo basado en una pulverización semántica progresiva que vendrá a culminar en “definiciones” la una más confusa que la otra, como es el ejemplo siguiente, tomado de la escritora feminista Ariana Alonso Celorio: “la mujer es una posición política femenina en el sistema patriarcal de géneros, posición a la que se accede al socializar e interiorizar las relaciones de poder que «corresponden» a una mujer en la sociedad patriarcal.” (sic) Resulta un poco extraño leer, en una definición seria, una palabra entre comillas y la reiteración del mismo término a definir.

Por otro lado, recientemente apareció un artículo escrito por la diputada madrileña Beatriz Gimeno que expresaba que la lengua, la ortografía y el conocimiento de la gramática, en realidad, formarían parte de un “privilegio patriarcal”, por lo tanto, la lengua pasaría a ser una suerte de “aliado en la conspiración masculina por la explotación de la mujer”, el mismo debe ser dinamitado desde su raíz; todo esto sería posible con la adición o intercambio de ciertas vocales, sufijos y repeticiones gramaticales forzadas: nos referimos al llamado lenguaje inclusivo.

Ante este panorama se vuelve muy sugestiva la siguiente cita de Platón en su diálogo sobre lenguaje y etimología, Cratilo:

¡Querido Hermógenes! ¿No sabes que los primeros nombres que se impusieron a las cosas ya están sepultados, merced de la ornamentación y el tiempo, por los que quieren vestirlos de tragedia añadiendo y quitando letras por eufonía y retorciéndolos por todas partes? Esto lo hacen los que no se ocupan de la verdad y si de hacer figuras con la boca, así pues, introduciendo numerosas adiciones, terminan por conseguir que nadie comprenda lo que significa un nombre.” (Crátilo, 414d)

Es en este punto cuando el caos semántico se vuelve, para nosotros, un símbolo vivo más de la falta de centro aplicado a todos los aspectos en la etapa terminal del Kaliyuga. La palabra mujer es sólo un ejemplo que queremos utilizar para mostrar que la definición en su sentido socrático también está perdiendo validez para el hombre no diferenciado, volviéndolo presa de la ilusión de Protágoras cuando propuso que “el hombre es la medida de todas las cosas”.

De este modo, el ouroboros del progresismo empieza a comerse su propia cola, ya no es el vacío que deja Dios la tragedia del hombre posmoderno; el existencialismo fue asimilado y superado directamente por una lucha anti esencial por lo superfluo donde el mito y el símbolo se relegan, en el mejor de los casos a la superstición cientificista, astrológica o chamánica de moda. La palabra, como todo lo demás se democratiza, se manosea ad infinitum alejándola de su esencia, cerrando, de esta manera, otra puerta a la Eternidad.

En palabras del poeta alemán Hölderlin “el lenguaje es el bien mas precioso y a la vez más peligroso que se ha dado al hombre”, traspasa el mero signo para convertirse en símbolo y actúa operativamente junto a la Metafísica para darle forma al espejo opaco que reflejará, aunque sea indirectamente, la luz de la Verdad. Destruir el lenguaje es quitar otro radio en la rueda que nos acerca a la Divinidad y por esto defendemos la palabra rectificada, objetiva, ordenadora y eterna que alcanza su plenitud en el Verbo de Dios.

 

Rodrigo Villanueva

Buenos Aires (13/03/2023)