TRUMP Y CRISTINA
Si bien para el consumo colectivo representan cosas antagónicas, en el fondo son lo mismo en lo esencial. En ambos casos la justicia ha hallado pruebas fundamentales para llevarlos a juicio, consistentes en algunos, como el de Trump en especial, en traición a la patria por haber guardado secretos nucleares en el baño de la propia casa y a merced de cualquiera de sus tantos visitantes. Y en los dos casos la defensa ha sido no demostrar que ello fuera falso, sino que se trataba de una persecución política para proscribirlos en las elecciones. Lo cual es falso pues los tiempos judiciales no permiten que no puedan presentarse. Ello sucede en tanto que los dos son populistas y rinden culto al pueblo, es decir a la masa pegajosa y sin nombre que se moviliza por pasiones y no por razones. Pero el caso de Trump resulta aun más repugnante, en especial por prestar atención a la chusma que lo circunda, que no casualmetne presenta la imagen de un cerdo como emblema. La consigna principal no es que la justicia o el derecho triunfen, sino que los Estados Unidos vuelvan a ser grandes. Bien sabemos que tal grandeza puramente material se ha obtenido violando los derechos humanos más elementales, lanzando bombas atómicas para terminar con enemigos con los que no tuvo el coraje de combatir o aun como el caso de Trump lanzando la madre de todas las bombas en los montes afganos. Queremos en antítesis con Trump que los EEUU vuelvan a ser pequeños, que se disuelvan en sus colonias originarias y que se libere al mundo de tal anomalía.