METAPOLÍTICA

UN ESTILO DE VIDA PARA LA CASTA DE LOS GUERREROS

En esta segunda nota el autor tradicionalista Julián Ramírez sigue relatándonos en forma clara y sintética los lineamientos generales del pensamiento tradicional alternativo, el cual no es una plataforma electoral, ni una monótona crítica de la dirigencia y la corrupción, sino principalmente la formulación de una concepción del mundo de disyuntiva.
En el nº 11 de El Fortín nos referíamos a la necesidad de reconstruir la casta de los guerreros y a las consideraciones allí vertidas nos remitimos, En esta breve nota expondremos algunas ideas relativas a las pautas generales que apunten al estilo de vida de los guerreros.

LA TRADICIÓN
No hablamos de un nuevo estilo de vida. A esta altura de la frenética y agitada degradación general todo lo nuevo no hace sino profundizar la caída de este mundo. Hay que recuperar las antiguas normas y conductas hoy totalmente olvidadas. Tradición sí, novedades no.
Y cuando decimos Tradición tal concepto no se debe confundir con el utilizado por los grupos católicos tradicionales los cuales son tradicionalistas a medias, o menos que a medias, ni mucho menos con los círculos tradicionalistas folclóricos. Por Tradición entendemos la primacía de lo trascendente y de lo espiritual, en total oposición al mundo moderno, intrascendente y materialista. Nos referimos a una Tradición primordial, que puede rastrearse en todas las antiguas civilizaciones, y en las cuales las religiones no son sino manifestaciones parciales.

POSIBILIDAD DE CREARSE UN ESPÍRITU INMORTAL
Julius Evola en "Los hombres y las ruinas" (Editorial Heracles, Bs. As. 1994) dice: "Es necesario sentir como evidente que, más allá de la vida terrestre, hay una vida más alta, porque sólo quien siente así dispone de una fuerza intangible e imbatible..."
Es decir, la casta de los guerreros no se puede reconstruir en base a individuos sumidos en una vida intrascendente, materialista, burguesa y consumista, que se acuerdan del más allá cuando están próximos a la muerte, o cuando cumplen – algunos de ellos – con la misa dominguera, o con ceremonias tales como el bautismo y el casamiento.
El más allá, lo sagrado, lo trascendente, deben estar presentes en todos los actos de esta vida, deben impregnar cada conducta y decisión, deben ser asumidos como una realidad, más real que la sensible y que la científica.
Sin una firme creencia en la posibilidad de la inmortalidad del espíritu, salvando así al alma, no puede haber guerreros en el sentido tradicional, en cambio sólo habrá desesperados y románticos extraviados por algún mito moderno.

AUSTERIDAD Y SOBRIEDAD
La vida de un guerrero es incompatible con lo superfluo y con la abundancia consumista. El correr todo el día desesperadamente tras consumos innecesarios, llevando una vida de apuro y de agitación, de corridas y de superactivismo, impide dedicar tiempo a lo superior. Por supuesto que no nos referimos a los millones de argentinos que soportan extremas necesidades materiales, pero, como lo expresa Julius Evola en la obra arriba citada: "Pero también individualmente las cualidades que en un hombre valen más y que lo hacen verdaderamente tal muchas veces se despiertan en un clima duro, incluso de indigencia y de injusticia, de modo tal que se le convierten en un desafío, y con lo cual él es puesto espiritualmente a prueba".

DESAPEGO
La casta de los guerreros debe practicar activamente el desapego respecto del mundo moderno. Con esto no queremos significar que se debe estar apartado de lo cotidiano, sino comprometerse con ello lo menos posible. Calma, impasibilidad, frialdad, no compromiso con lo contingente y pasajero, no dejarse dominar por pasiones y emociones, aunque se las tenga, estar en el mundo sin dejarse engañar por él.

NO EMPRENDER ACCIONES PARCIALES
El mundo moderno ha llegado a tal grado de materialismo, degradación y caída, que ya es imposible lograr una reacción tradicional a partir de algún componente del mismo. Las reacciones parciales que se intenten lo único que conseguirán será prolongar la agonía y darle armas a la subversión globalizadora. La última tentativa de rescatar ciertos aspectos tradicionales de la civilización occidental fue derrotada en la Segunda Guerra mundial. Desde entonces la mundialización materialista avanza como una aplanadora incontenible, derribando Estados nacionales, instituciones tradicionales y religiones.
No nos pongamos pues en su camino, dejemos que el alud baje de al montaña y cumpla su destino. Hacerlo sería como tratar de detener un río que ya cae por la catarata. Entretanto la casta de los guerreros en silencio seguirá afilando las espadas.

ESTRATEGIA SIN TIEMPO
La estrategia de la casta de los guerreros no tiene un tiempo dentro del cual deban inexorablemente cumplirse ciertos hechos. Ésa es la concepción moderna del tiempo. El hombre actual considera al tiempo como algo vacío que a cada momento debe ser llenado con su acción agitada, frenética, carente de reflexión, con su superactivismo que linda con lo irracional.
"No tengo tiempo", "estoy apurado", "no me alcanza el día", son frases que escuchamos todos los días y que señalan una forma de vida que conduce a lo subhumano, a la enfermedad física y moral.
La casta de los guerreros en cambio no se suma a esa concepción del tiempo. Tiene su propio ritmo que se desarrolla no en el tiempo de instantes que se suceden sincrónicamente, sino en el cumplimiento de etapas cuya aceleración o desaceleración dependerá de la mayor o menor caída de la modernidad en su colapso inevitable.
En el "Martín Fierro" se dice: "El tiempo sólo es tardanza de lo que está por venir". Para la casta de los guerreros lo que está por venir es su propio accionar.

NO COLABORAR. RESISTENCIA
Debe negarse y rechazarse toda colaboración con autoridades estatales, con partidos políticos y con instituciones del mundo moderno. Hacerlo sería caer en una trampa pues esa colaboración les otorga apoyo, crea falsas ilusiones y expectativas.
Ese peligro acecha a muchos en épocas electorales como la actual. Hay que combatir la teoría del "mal menor". El mal no se combate con otro mal sino con lo mejor y lo superior.
Existe en nuestro pueblo una inclinación al facilismo, a la creencia de que las cosas pueden cambiar y mejorar sin esfuerzo, que se pueden mitigar muchos males sin eliminarlos de raíz.
Es tarea de la casta de los guerreros combatir a estas tendencias para así agrupar a los mejores. La esperanza nacerá cuando se pierda la última ilusión.

EL PELIGRO DEL ECONOMICISMO
La casta de los guerreros debe evitar muchos peligros. Por la brevedad de la nota ahora nos referiremos sólo a uno de ellos. Se trata de aquella sugerencia progresista, humanitaria, populista, marxista o liberal, que se refiere a "que antes se tiene que pensar en satisfacer las necesidades materiales, proveyendo a dar lo necesario a todos (y también lo superfluo), antes hay que hacer progresar la investigación científica, antes se tienen que resolver todos los problemas que se presenten y se presentarán al hombre, relativos a la existencia física, al mundo y al futuro y después, pero mucho después, se podrá pensar en los problemas del Espíritu" (La magia como ciencia del espíritu, Tomo I, grupo Los Dióscuros, Ed. Heracles, 1996).
En al misma obra (tomo III) "se reclama en efecto a quienes se hacen disponibles para una acción de reconstrucción tradicional que superen el prejuicio materialista, hábilmente insinuado por la subversión también en el alma de los mejores". Las fuerzas modernas pretenden hacer creer que para la obra de expansión de una Idea son "necesarios ingentes medios económicos, propagandísticos, etc. Ello es falso, en cuanto es la misma potencia de la Idea la que concluye confiriendo a quienes son sus portadores aquella Fortuna, en sentido romano, que necesariamente concluirá poniendo a su servicio también los instrumentos materiales de expansión".
Y todo esto viene a cuenta por aquel dicho de "prima mangiare, dopo filosofare", que condiciona a los guerreros a quedar determinados por los enemigos y totalmente limitados en sus posibilidades.

ACCIÓN IMPERSONAL Y DESCONDICIONADA

La acción de los guerreros debe distinguirse de la "acción" como vulgarmente se entiende. Esta última es un accionar interesado, en beneficio del individuo, con miras únicamente materiales. Es decir, es condicionado, no libre.
La acción de los guerreros en cambio es impersonal, más allá del individuo, es decir, libre, sin condicionamientos. Acción producto de un espíritu inasible, implacable, sin ataduras con emociones, ni mitos terrenales, y que va más allá del éxito o de la derrota temporal, pero eso sí, siempre trascendente en el plano eterno.

GRAN GUERRA Y PEQUEÑA GUERRA SANTA
En la tradición islámica se habla de la gran guerra santa y de la pequeña guerra santa. La gran guerra santa es la interior, en la cual por un proceso de ascesis se intenta doblegar al enemigo interior que todos llevamos adentro. Una vez logrado ello, la pequeña guerra santa contra el enemigo exterior resulta triunfante.
Esta idea debe ser una de las fundamentales de la casta de los guerreros. Una gran fortaleza espiritual, lograda a fuerza de constancia, valentía, decisión y voluntad, será la base para la reconstrucción.
Los que intenten el difícil pero no imposible camino, no teman encontrarse solos porque pronto conocerán a otros que siguen la misma senda, y en última instancia, un hombre fuerte nunca lo es tanto que cuando está en soledad.

ORGANIZACIÓN PARA POCOS
La casta de los guerreros, con los lineamientos que anteceden, es para pocos. "Muchos son los llamados y pocos lo elegidos", aunque en este caso hay que sentir profundamente que uno mismo se elige, por su propia dignidad y honor. Minoría de minorías como lo fue a lo largo de toda la historia, pero minoría poseedora de una cualidad superior y de accionar trascendente, para así echar las bases de un Estado fundado en principios sagrados.
Un millón de ignorantes no hacen un sabio. Un millón de votos no hacen un guerrero.
El espíritu aristocrático de la más primordial tradición de la humanidad, la antidemocracia, la jerarquía, el reconocimiento de las desigualdades, el honor, la valentía y la firme convicción de saber para qué se vive y, llegado el caso, para qué vale la pena morir, serán las normas.

San Carlos de Bariloche, abril de 1999.
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