EL BIDÓN DE KIRCHNER

 

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Jorge Luis Borges, ese gran argentino del siglo pasado, solía destacar que una de las características esenciales de nuestro pueblo y que se resaltaba en su obra literaria principal, era la de ser un anarquista cuyo deporte principal era la viveza y la estafa permanente del Estado. Que tal elemento propio era lo que explicaba el por qué nuestro país no pudo nunca prosperar como en cambio otros en los cuales el Estado representa una entidad adentrada en el alma del propio pueblo y por lo tanto con capacidad evidente de otorgar un orden a la propia comunidad.
En verdad Borges, en razón de su fanática adscripción a la ideología liberal, no podía distinguir lo que era la simple viveza criolla, existente es cierto como una plaga entre nosotros, de una auténtica rebeldía que pudiese agitarse en un pueblo para el cual el Estado que se le había impuesto le resultaba totalmente ajeno a su propia idiosincrasia y ante el cual la desobediencia era la manera por la cual éste se le sublevaba cotidianamente. Por ejemplo la misma se manifiesta hoy en día en el acto de no participar de las contiendas electorales, por el cual muchas personas rechazan el sistema político que se les ha adosado antinaturalmente.
El Estado argentino impuesto a partir de la Constitución del 53 y perfeccionado luego en sucesivas revoluciones democráticas que le sobrevinieron hasta la más reciente de 1983 con la reforma constitucional de 1994, no es otra cosa que un injerto copiado del extranjero, especialmente de los Estados Unidos, nación de origen protestante y por lo tanto ajena a nuestro catolicismo raigal para el cual el fenómeno del gobierno se explica a través del caudillismo, en el que el gobernante es, mas que un “representante del pueblo”, un ser carismático dador de sentido absoluto a todas las acciones de los habitantes. Es tal descompaginación del carácter de un Estado que no cuadra con la Nación Argentina al que se le ha adosado como una naturaleza extraña y parasitaria lo que explica el origen de todos los desórdenes hoy existentes, entre los cuales por supuesto que se encuentra también la viveza de la cual nos hablaba ampliamente Borges a lo largo de sus obras. Es decir que la Argentina ha dado lugar a dos tipos de disconformidades con el Estado que le ha tocado. La de aquellos que con perseverancia bregan por su sustitución y por tal razón no le obedecen y aquellos que en cambio no son sino los efectos de tal estado de descomposición que origina un organismo enfermo que resulta contrario a la propia naturaleza.
Existen al respecto, en relación a estos últimos verdaderas figuras paradigmáticas, entre las cuales son por supuesto identificables todos los políticos, o al menos su inmensa mayoría, quienes paradojalmente son los primeros en dar ejemplos crudos de tales vivezas llevadas hasta extremos realmente pavorosos y alarmantes. Por ejemplo el ya sonado caso de Menem quien decía que si decía la verdad de lo que iba a hacer nadie lo votaba. Pero hay también figuras paradigmáticas pertenecientes sea al mundo de la “cultura” como de lo que hoy en día es, en cuanto a su importancia, la más importante de todas las manifestaciones de la Argentina de la viveza, pues sus exponentes principales sirven de verdaderos modelos para los demás. Tal el caso de los deportistas y en especial de los jugadores de futbol. El ejemplo más sintomático en nuestros últimos días ha sido el ya famoso de Maradona quien en un verdadero alarde de viveza criolla explicó que no solamente hizo un gol con la mano, sino que en un partido del mundial con Brasil su equipo le hizo beber de un bidón con una droga anestesiante a un importante jugador adversario sin que éste se hubiese dado cuenta y consecuentemente, luego de tal “viveza”, empezó a errar todos los tiros al arco pudiendo así su equipo ganar. Es decir, en la Argentina crepuscular y decadente se ha impuesto como una norma de conducta, del mismo modo de lo que sucede con nuestros políticos, de que todo vale en función del éxito y se premia así no al más capaz, sino al más vivo, a aquel que pudo tomar al rival por tonto.
Días pasados nuestro actual presidente que pertenece también como los restantes gobernantes y deportistas al equipo de los vivos, le ha hecho beber a mucha gente de un bidón. Resulta ser que en una muy “hábil” negociación de nuestra elefantiásica deuda externa la ha reducido de la impresionante suma de 191.000 millones de dólares a la más módica de 125.000, habiéndole así ahorrado a los argentinos “muchos miles de millones de dólares” y haciendo “enrojecer de envidia a muchos rivales suyos”. Por supuesto que la viveza ha consistido en quitarle a muchos pequeños ahorristas argentinos y de diferentes países el setenta por ciento de sus ahorros, de la misma manera que a las empresas que administran los fondos de los futuros jubilados los que verán así reducir drásticamente los montos de sus jubilaciones; pero curiosamente nada se le quita a los grandes bancos, a los cuales en cambio se les piensa pagar religiosamente los intereses renegociándolos y de este modo incrementando así la deuda externa futura. El procedimiento de Kirchner es casi idéntico al de Menem cuando también, a poco de asumir, redujo drásticamente la deuda externa de 85.000 millones de dólares a casi la mitad privatizando la totalidad de las empresas públicas. El resultado de ello fue que a los pocos años la deuda pública se incrementó en 140.000 millones, pero con la diferencia de que ahora no se tenían más las empresas públicas. Es decir que todos los argentinos fuimos despojados por partida doble. En el caso de Kirchner la diferencia es que esta vez los despojados son también los jubilados italianos y japoneses. Es decir, algo más acorde con el bidón de Maradona del que bebiera un jugador extranjero.

Marcos Ghio

Buenos Aires, 7-3-05