Guerra de Irak
“ERRORES” Y TORTURAS

Difunden parte de las imágenes de torturas en Irak que Obama quiere vetar

 

En relación a los recientes casos de tortura cometidos por las tropas norteamericanas en Irak, lo que generara en todo el mundo un verdadero estado de conmoción y repudio, la opinión dominante ha sido la de que los mismos no eran sino el producto de la consuetudinaria torpeza de la política del presidente Bush, una más de las tantas cometidas en una contienda bélica signada por una serie interminable de fracasos y de equivocaciones por parte de alguien que indudablemente no estaba preparado para la función que detentaba. Se ha insistido inclusive en que los mismos, en razón de su carácter escandaloso, han además ayudado a granjear una mayor antipatía en el conjunto de la población mundial y que por lo tanto han significado una contundente frustración de la política norteamericana en el Medio Oriente.
Sin embargo, si escarbamos un poco el plano de las apariencias, habría que acotar aquí en primer término que éste no ha sido el único “error” cometido por los Aliados. Los casos notorios y vergonzosos de torturas deben encuadrarse dentro de otras “equivocaciones” del mismo tenor como ser los bombardeos a poblaciones civiles “confundidas” con objetivos militares. Al respecto se calcula que tales “confusiones”, repetidas una y otra vez en las distintas guerras llevadas a cabo sea por Bush padre como por su hijo,  así como por Clinton, ya han causado entre los pueblos árabes la módica suma de unos ¡trece mil muertos!. Ahora bien, sabemos que cuando un error se comete con tanta asiduidad y con secuelas tan alarmantes en vidas inocentes resulta difícil creer que se trate de una mera casualidad y de algo no premeditado, producto de una gran impericia o estupidez, tal como quiere hacernos creer entre otros el “tonto” de Bush. Lo mismo podemos decir respecto de los casos de torturas en los cuales han participado múltiples militares (no unos pocos) e incluso de grados superiores y no solamente en Irak, sino que ahora se sabe que ello también aconteciera en la reciente guerra de Afganistán. Es por cierto indudable que tales hechos han traído como consecuencia una gran carga negativa de desprestigio hacia la causa norteamericana en relación al resto del mundo, habiendo alcanzado así por extensión a la totalidad de la acción bélica emprendida en contra de Irak. Sin embargo sería un error suponer que ello es el producto de la estupidez e improvisación y que no obedezca en cambio a un plan premeditado el cual posee una finalidad ulterior. En pocas palabras, el presidente Bush no es el tonto que suele aparecérsenos en escena, más aun, su papel de torpe, insistentemente asumido hasta por él mismo, posee en cambio una intencionalidad muy precisa que se pretende ocultar al común de las personas y gobiernos justamente amparada detrás de esta expresamente asumida postura grotesca.
Al respecto, para poder hacernos entender mejor, diremos que Norteamérica tiene en el mundo dos tipos de adversarios, por un lado se encuentran aquellos que, si bien pueden no compartir su política internacional, participan en cambio de su mismo sistema de vida, siendo en última instancia meramente competidores; tales casos son principalmente los de Europa y los países ex-comunistas, aunque también es hallable tal postura en la mayoría de los gobiernos del mundo, incluido el argentino. En relación a los mismos Norteamérica sabe que el antagonismo que existe en materia de liderazgos no pone sin embargo en peligro el sistema materialista y burgués que todos comparten por igual. Si bien obviamente le interesa sustentar ante éstos un cierto grado de popularidad, sabe perfectamente que ello en el fondo es algo secundario en relación al fin principal compartido, cual es la perpetuación de un mismo modelo. Y a su vez tales países por más antipopular y ridícula que pueda resultarles la política de Bush, siempre la acompañarán en tanto la misma alcance a ser exitosa y se dirija hacia la consolidación del sistema frente a quienes lo cuestionan. Ello se vio en la pretendida oposición sustentada respecto de la invasión de Irak. Por más que aquellos se opusieron a la misma, nunca dijeron que iban a intervenir para evitarla y cuando ésta sucedió, manifestaron su deseo de que se efectuara “con la menor cantidad de víctimas posibles”, lo cual era obviamente compartido por el mismo Bush. Y respecto de las torturas y humillaciones cometidas por sus tropas es de destacar que este último, si bien ha sido sumamente crítico y rectificatorio en sus manifestaciones, no ha dejado sin embargo de felicitar a quien ha sido su responsable último, el secretario de Defensa, Rumsfeld. Es que en verdad, más allá de todas las descalificaciones morales que puedan hacerse, de la misma manera que los bombardeos por “error”cometidos por las “bombas inteligentes”, las torturas han cumplido bélicamente con una función de suma eficacia cual es la de sembrar el miedo entre los verdaderos enemigos de Estados Unidos, es decir contra aquellos que no comparten su sistema de vida. El bombardeo a las poblaciones civiles sirve para desmoralizar a las tropas que se encuentran en el frente de batalla, las cuales no pueden combatir eficazmente si se sienten preocupadas respecto del destino que les cabe a sus familiares que se hallan en las ciudades sometidos a los avatares de los “errores” norteamericanos. De la misma manera la tortura y en especial la aplicada en Irak y Afganistán en donde se llegaba a la violación y humillación de los prisioneros, prolijamente filmada a fin de que sea conocida universalmente, tiene como fin desalentar a quienes pretendan interferir con los planes norteamericanos. Cualquier país que quiera oponerse al sistema que Estados Unidos ha venido instaurando en todo el mundo sabe de ahora en más que uno de los destinos que le caben es la tortura, por más enmiendas morales que quieran hacerse, del mismo modo que las disculpas ofrecidas por los “errores” cometidos con la matanza de 13 mil personas jamás le devolverán la vida a alguna de éstas.
Es claro que, tal como dijera Karl Schmidt, una de las características principales de la era moderna y terminal en que vivimos es que en la misma la guerra se ha hecho total y el enemigo se ha convertido en absoluto, valiendo pues cualquier medio aplicado en su contra.
Ahora bien, ante esta lamentable realidad de hecho cabe preguntarse respecto de cuál es la actitud que puede asumir aquella organización o pueblo que se plantee seriamente oponerse al sistema materialista que ha implantado Estados Unidos en la totalidad del mundo, es decir por parte de aquel que ha sido convertido en enemigo en tanto no acepte meramente ser adversario o competidor del mismo, sino un opositor de su sistema, y sostenedor de una cosmovisión y de principios distintos. ¿Cuáles son pues la técnicas posibles para hacerle frente, a sabiendas de que quien se le opone seriamente se hace pasible de un castigo ejemplar, tal como hoy sucede con los pueblos irakí y afgano? Consideramos que en la actualidad existen tan sólo dos posibilidades: o el pacifismo gandhiano o Al Qaeda. En el primer caso la metodología consistiría en combatir a la violencia agresora ofreciendo la otra mejilla, es decir con la no-violencia y la respuesta pasiva a la invasión, tratando de este modo de contar con la colaboración y solidaridad de los muy nutridos sectores pacifistas del mundo entero que, conmovidos por el sacrificio y humillación padecida por un pueblo mártir, lo retribuirán con multitudinarias manifestaciones de repudio hacia la política belicista del gobierno norteamericano obligándolo de este modo, a través de sucesivas presiones, a dar marcha atrás en sus posturas. Pero la debilidad de tal planteo estriba en el hecho de soslayar que tales movimientos se encuentran organizados dentro de los mismos cánones del sistema. No lo objetan en su fundamento, sino tan sólo en los medios que se utilizan. El pacifista, lo mismo que los halcones y belicistas, el valor supremo del que participa, y que fundamenta a la misma paz que tanto proclama, se encuentra representado por la vida, a la cual en última instancia difícilmente estaría dispuesto a renunciar. Es tan sólo dentro de tal contexto que él se propone defender la paz, a la que comprende como lo opuesto a la guerra en tanto negación de la vida. Y en la medida en que ésta es el principio esencial, él defiende y prioriza aquel otro valor que la garantizaría plenamente, comprendiendo la existencia de la misma paz: el bienestar. Como mejor ejemplo de ello tenemos el caso reciente de los españoles los que, si bien se habían manifestado multitudinariamente como pacifistas repudiando a su gobierno por haber llevado a su país a una guerra injusta y genocida, sin embargo, en función del anhelado bienestar, causa principal de la paz, estaban dispuestos a votar por ese mismo gobierno en tanto era el que mejor se los aseguraba. En pocas palabras el pacifismo es burgués y por lo tanto se encuadra dentro de la misma cosmovisión materialista de los norteamericanos, alcanzando a ser cuanto más un adversario-competidor de los mismos, cuanto más un amonestador pero no su “enemigo absoluto”. Nos queda pues la otra postura, la cual podría resumirse en la frase propalada en su momento por el General Galtieri en plena guerra de Malvinas. “A toda ofensa que se nos infiera les contestaremos con mayores ofensas”. Así pues a las torturas inferidas por los norteamericanos la respuesta de Al Qaeda ha sido el degüello. Al miedo yanqui la táctica es aquí la de contraponer el miedo fundamentalista. El miedo que logre imponerse con mayor intensidad es el que definirá este tipo de guerra que hoy vivimos. La población norteamericana y sus aliados saben a partir de ahora que el riesgo por la tortura no es más la lacrimógena manifestación pacifista o la condena moral y judicial a los chivos expiatorios, sino el degüello. De la misma manera tarde o temprano comprenderán también que el riesgo por los “errores” en los blancos civiles está representado por similares “errores” en las Torres Gemelas o en Atocha, hasta que de una vez por todas se decidan a aceptar que pueden existir pueblos que no deseen disfrutar del american way of life y de su democracia.

   Marcos Ghio

Buenos Aires, 17-05-04