NUEVOS Y CÁLIDOS ELOGIOS DEL RÉGIMEN NORTEAMERICANO A UN GOBERNANTE PERONISTA

UNA MUY DULCE ALABANZA

 

El padre de la secretaria del Departamento de Estado norteamericano Condolezza Rice ha pasado a la historia por haber sido un profundo enamorado de la ópera italiana debido a su decisión por denominar a su muy famosa hija con los términos de una conocida área que se iniciaba con la expresión “Con dolcezza...”, esto es, “con dulzura”; aunque lamentablemente la ignorancia del empleado del registro civil frustró sus expectativas, quedando sincopado de por vida el nombre deseado al perderse por el camino la letra “c”. Y al parecer, según algunos, ha sido el carácter incompleto de su denominación de pila lo que también la habría determinado en lo sucesivo a lo largo de su existencia a no ser capaz de percibir los fenómenos humanos en su cabal plenitud. Tal sería lo que por ejemplo habría acontecido con nuestra dulce funcionaria negra en el momento en que se ha abocado a describir a nuestro peronismo vernáculo habiéndolo comprendido como un acontecimiento político sumamente contradictorio. Pues si por un lado nos recuerda que sus diferentes gobiernos se han caracterizado por ser sumamente funcionales a los intereses norteamericanos por lo cual “resultan un verdadero ejemplo a imitar por el resto” de los regímenes del Tercer Mundo, por el otro, lo que es sumamente negativo en los mismos es su “retórica populista”. En esto reconozcamos sin embargo que Georgie Bush, su patrón jefe, la debe haber corregido con seguridad. A pesar de su notoria torpeza él ha siempre manifestado que “se lleva muy bien con los peronistas”, no resultándole para nada un inconveniente la demagogia que los mismos siempre manifestaron. Y posiblemente su instinto político lo haya llevado a las fuentes mismas que hacen a las primigenias relaciones entre Perón y los Estados Unidos. Así pues, mientras que a truncadas intelectuales de gabinete como Condolezza les debe haber quedado siempre una sensación de espanto en relación al populismo y a la verborragia antinorteamericana trasuntadas en consignas famosas como el remanido “Braden o Perón”, en cambio debían ser más viables los muy sabios consejos y reflexiones que a mediados del pasado siglo solía dar en relación al peronismo don Archibald Mac Leish, dos veces premio Pullitzer y en 1946 subsecretario de Asuntos Latinoamericanos del gobierno de los Estados Unidos, del cual obviamente dependían las actividades del famoso embajador Braden, verdadero partero “involuntario”, según la totalidad de los autores, del triunfo electoral de Perón y de su posterior catapultamiento a los primeros planos de la política argentina durante sus últimos sesenta desgraciados años. Rescatamos el testimonio aportado por el ya fallecido funcionario extraído de una valiosísima obra de Walter Beveraggi Allende titulada “Epitafio para la “viveza” argentina”, publicada en el año 1983 y por supuesto pasada totalmente en silencio por esa siniestra conspiración que coarta nuestra inteligencia. Allí él nos relata cómo en 1951 cuando cursaba su doctorado en economía en la Universidad de Harward, al asistir a una mesa redonda sobre la realidad argentina y habiéndole tocado debatir con un autor marxista, repentinamente fue accedido por el aludido Mac Leish quien le manifestó textualmente: “Lo felicito por su exposición, pero quería decirle que lamentablemente ni Ud. ni su contradictor han dado en la tecla en cuanto a las razones que explican el advenimiento de Perón al poder en la Argentina. A Perón lo pusimos nosotros”. Asombrado por tal contundente manifestación le solicitó que le ampliara su punto de vista; ante lo cual recibió la siguiente explicación: “Argentina es un país extraordinario. Uno de los más ricos del mundo. Con todos los climas, con una formidable variedad y abundancia de recursos. Su pueblo es también sobresaliente; no solamente por el nivel alcanzado de cultura general, sino porque Ustedes no tienen problemas raciales ni religiosos, ni sociales de ninguna índole, como en cambio tenemos nosotros. Además Uds. lograron un considerable adelanto industrial durante la segunda guerra mundial, por fuerza de las circunstancias, y también acumularon durante ese lapso reservas monetarias internacionales que los ponían en una condición privilegiada.
Con todos esos elementos a su favor, Argentina habría de convertirse en diez años en una gran potencia. Y para evitarlo, para frustrar esa posibilidad, nosotros seleccionamos y pusimos en el poder en la Argentina, a Juan Domingo Perón”.
Acotemos que luego de haber hecho públicas tales revelaciones y haberlas corroborado además con datos precisos, los que seguidamente señalaremos, tal acto de audacia le costó al autor de tal obra una serie de inverosímiles persecuciones como ser por ejemplo ser privado de la ciudadanía argentina por una ley del Congreso refrendada por el mismo presidente Perón. Todo ello a pesar de haber sido vicepresidente de una fuerza política, el Partido Laborista, que integrara el frente electoral que en 1946 lo llevara a Perón al poder. *
Pero vayamos a las pruebas irrebatibles que manifestarían esta funcionalidad última de Perón a los intereses norteamericanos por lo que su acción de gobierno no sería para nada, como dicen algunos ingenuos y desinformados, lo opuesto a los regímenes de Menem y Kirchner, sino por el contrario un verdadero anticipo y orientación de los mismos. Perón integró un movimiento militar revolucionario que pretendió profundizar en el país una tendencia de reacción ante el fracaso del liberalismo laico y masónico, exteriorizado en una incesante inestabilidad institucional y en un sometimiento a la política agroexportadora de Inglaterra, levantando por contraposición las banderas del nacionalismo y del catolicismo. Ambas fueron traicionadas arteramente por Perón.
De lo segundo hablaremos en otra nota. Remitámonos en cambio a lo primero, lo relativo al nacionalismo. La revolución de 1943 tuvo dos etapas, en la segunda, inaugurada en 1945, Perón alcanzó a tener su hegemonía más plena. Fue en la misma que de una manera artera y siniestra la Argentina le declara la guerra al Eje cuando apenas faltaban dos meses para su conclusión. Ninguna razón política de las alegadas justifica semejante bellaquería efectuada por un movimiento que en aras de una independencia respecto de Inglaterra y Norteamérica había levantado como una bandera irrenunciable la neutralidad. El nacionalismo fundado en principios espirituales fue suplantado así por el oportunismo político, por el pragmatismo del cual Menem será más tarde el más cabal abanderado en el final del siglo XX. Ante ello Mac Leish debe haber reflexionado. 1946: El Eje ya ha sido derrotado. En la Argentina, en vísperas de unas decisivas elecciones, se ha constituido un remedo de los Frentes Populares europeos, llamado la Unión Democrática en el que el Partido Comunista cumple un rol esencial. Recordemos al respecto que se trataba de la agencia vernácula del imperialismo ruso ya en aquel entonces convertido en el nuevo rival de los norteamericanos. Frente a lo cual ¿qué era lo que convenía? ¿Un simpatizante de un imperialismo ya inexistente, pero que había dado muestras de ser pragmático y oportunista, capaz de adaptarse a los nuevos tiempos o un Frente electoral con posibilidades de ser influido directamente por Moscú? No existían dudas para Mac Leish. ¿Pero cómo lograr en un momento en que el fascismo había sido aplastado que alguien de quien era notorio que había simpatizado con el mismo pudiese ganar las elecciones? Pues bien incentivando el sentimiento nacionalista. ¿Quién mejor que un torpe como el embajador Braden para que, a través de sus obtusas intromisiones en la campaña electoral, gestase justamente la reacción contraria, es decir el inesperado triunfo del peronismo?
Mac Leish comprendió hábilmente lo que en cambio la dulce africana no puede lograr hacer, que el populismo es el componente esencial para que un pueblo pueda ser entregado de pié y manos a los intereses norteamericanos. Es como el alucinógeno que se entrega para ocultar la realidad, así como la demagogia repartida especialmente en vísperas de las elecciones es lo que permite la supervivencia de un sistema vil y nefasto de explotación. Los intereses para éste son más importantes que los principios.
Las pruebas aportadas por Walter Beveraggi Allende, ex profesor de economía política de la Universidad de Buenos Aires por más de treinta años, son de una contundencia sin igual. Simultáneamente a una acción desenfrenadamente demagógica el país comenzó a conocer por primera vez la causa de su decadencia, la inflación galopante generada por una aumento del 100% en las tasas de interés bancario a partir de 1947. Por lo tanto el triunfo pleno del capital usurario, de la primacía de la finanza sobre la producción, es decir la verdadera causa del fracaso argentino. A ello sumado otros hechos notorios como la estafa en la privatización de los Ferrocarriles ingleses y finalizando en 1954 con los contratos con la empresa norteamericana California, a pesar del antinorteamericanismo de Perón. Ya Braden había dejado en ese entonces de ser el embajador. Y la acción se perpetuará con los regímenes peronistas de la década del setenta. Todos los presidentes de tal partido sea de izquierda como de derecha, incluido al mismo Perón, lo tendrán curiosamente como ministro de economía al empresario sionista José Ber Gelbard, vinculado obviamente a los intereses norteamericanos y a la alta finanza. Pero don Walter no pudo ni siquiera imaginar, debido a su muerte prematura, cómo la sombra previsora de Mac Leish llegaría a extenderse hasta las últimas épocas del peronismo. Las relaciones carnales de Menem pregonando sumisión explícita a Norteamérica y finalizando con los enfervorizadas loas a Néstor Kirchner, el más fiel cumplidor de la deuda con el Fondo Monetario, son la más plena confirmación de su aserto.
Pero el peronismo no solamente fue el gran fogonero de nuestra destrucción económica nacional, continuada por supuesto con los regímenes que le sobrevinieron, su funcionalidad a Norteamérica y a la Modernidad también se la verá a nivel espiritual debido a su carácter notoriamente anticatólico y consecuentemente antiargentino y habiendo sido además el factor principal de nuestra desavenencia permanente hasta los límites más crudos de una guerra civil interminable que aun no ha concluido a pesar de una tregua parcial y por lo tanto causa de nuestra disolución moral como nación. Destruir el mito peronista es condición indispensable para reedificar a nuestra patria. Pero ello será tarea que continuaremos en los artículos siguientes.

 

Marcos Ghio
Buenos Aires, 4-10-05