EUROPA: TERRORISMO E INMIGRACIÓN

 

La persistencia y eficacia de los atentados acontecidos en Londres y en Egipto ha puesto en crisis severa las teorías montajistas sostenedoras de la paternidad de USA y Gran Bretaña en la inspiración del terrorismo fundamentalista.
Sostener en la actualidad que tales atentados son efectuados por los norteamericanos e ingleses para justificar sus tropelías por todo el planeta exigiría decir también que los que realiza la resistencia palestina en contra de Israel los organizaría también tal país con la finalidad de invadir distintas naciones árabes aledañas. Y si bien es siempre posible seguir concibiendo montajes respecto de todas las acciones bélicas ejercidas por las resistencias de los países árabes oprimidos, pues la imaginación es una potencia infinita, son cada vez menores las adhesiones que se obtengan en tanto el terrorismo resulte ser siempre exitoso en sus objetivos y no se logre, a pesar de todas las acciones emprendidas, dar con sus principales líderes.
Es de destacar que el efecto obtenido por los atentados es la generalización de una situación de zozobra en las países afectados así como la secreta simpatía hacia aquéllos de parte de otros. A pesar de todas las condenas que se efectúan públicamente de los mismos, podemos decir casi sin posibilidad de equivocarnos que la inmensa mayoría de las personas que las formula en el fondo íntimamente justifica la realización de tales atentados en tanto los concibe como una respuesta heroica por parte de un pueblo débil ante la agresión de uno poderoso.
Es por tal motivo que hoy el eje del cuestionamiento al terrorismo fundamentalista intenta trasladarse de la cada vez más decaída teoría del montaje al pretendido problema de fondo que estaría formulado en la teoría ya esbozada por Samuel Huntington en relación conflicto de civilizaciones que seguiría perpetuándose en el mundo. La misma consiste en trasladar el problema de la lucha por la soberanía de los distintos países agredidos a un pretendido choque de civilizaciones que recrearía en nuestra época lo que aconteciera hace más de quinientos años entre el Islam oriental y el cristianismo occidental. Desde esta óptica por lo tanto el problema no pasaría por la confrontación entre pueblos oprimidos vs. imperialismos opresores o entre concepciones modernas y materialistas vs. posturas tradicionalistas y espiritualistas, sino simplemente entre cristianos y musulmanes, entre árabes y europeos. De este modo Bush y Blair dejarían de ser nuestros principales enemigos, para convertirse simplemente en adversarios con los cuales se puede discrepar respecto de la manera como sobrellevan el combate en contra de un mismo enemigo. Esta postura tiene expresiones en distintos contextos ideológicos que van desde la izquierda progresista hasta una cierta derecha sea católica como pagana. Entre los primeros podemos destacar a autores como Sebreli, Aguinis y principalmente la periodista italiana Oriana Fallaci quien acaba de publicar en el diario La Nación una serie de esclarecedores artículos respecto de la necesidad que según ella habría de que el Occidente se encuadre abiertamente en contra del Islam y no meramente del terrorismo fundamentalista que es apenas un efecto, pues aquél es el principal enemigo que ha "invadido" sus territorios y que pretende imponer sus valores. Argumento éste repetido a su vez por derechistas como por ejemplo el ex funcionario menemista Vicente Massot, también columnista de La Nación, y defensor de las invasiones de Bush en el medio Oriente a las que calificó como "sanas", el Padre Alfredo Sáenz en un libro especialmente escrito para alertar respecto del "peligro islámico" y recientemente el político peronista y clerical Alberto Buela *. Todos estos autores insisten en el peligro que significa para el Occidente la inmigración islámica, la cual resultaría sumamente destructiva en tanto que tal religión quiere conquistar y modificar la idiosincrasia de los pueblos occidentales, por lo que el terrorismo no debería ser entendido como una medida defensiva de resistencia, sino por el contrario como una verdadera acción ofensiva en contra de tal idiosincrasia. Algunos de estos autores formulan drásticas medidas que van desde un apoyo incondicional a la política de Bush hasta formular la lisa y llana la expulsión de los musulmanes, "que ya son 20 millones en Europa" (Buela), ya que al parecer serían reacios en hacerse cristianos sea en sus variantes protestantes como ecumenistas.
Claro que en todos estos análisis se soslaya el tema principal y es que las inmigraciones que han acudido al suelo europeo, incluyendo entre éstas a la argentina, de la que se calcula en forma optimista que ya habría alcanzado las setecientos mil personas, es decir el dos por ciento de nuestra población, se han debido no a un espontáneo y repentino amor por lo europeo, ni a un deseo por modificar su idiosincrasia, sino al sistemático empobrecimiento al que han sido sometidas todas nuestras poblaciones por parte de los grandes grupos financieros y empresariales pertenecientes sea al Viejo Continente como a los EEUU. En pocas palabras, lo que se evita decir es que el problema de la inmigración hacia Europa se resolvería no expulsando y persiguiendo en su suelo a los inmigrantes, sino tan sólo en el momento en que los principales países que componen tal continente no solamente dejen de esquilmarnos, sino que, en función de ello, renuncien de una vez por todas a una vida banal y consumista por la cual, en aras de un desaforado disfrute existencial, hacen en modo tal que sean los inmigrantes extranjeros los que realicen las actividades serviles que ellos no quieren efectuar. El día en que los europeos se decidan a ser ellos también porteros, albañiles, barrenderos, etc. muy seguramente que desaparecerá el "peligro islámico" o el "sudaca" de su territorio.
(*) Extractamos tales conceptos de su reciente artículo "Londres entre la muerte y el encantamiento", publicado en la revista web Política y Desarrollo. En tal texto el autor también nos dedica una serie de consideraciones para nada amistosas, lo cual no deja de producirnos perplejidad pues si por un lado celebramos que nos contraste con el pensamiento de la Sra. Fallaci, que él parece compartir en relación al problema islámico, por el otro no deja de extrañarnos que, tras habernos tratado con una consideración muy similar hace unos cinco años y habernos prometido en vano en ese mismo escrito no ocuparse nunca más de nosotros, ahora en cambio lo haga. Es que bien sabemos que los políticos difícilmente cumplen con sus promesas.

Marcos Ghio
Buenos Aires, 26-7-05.