QUO VADIS ECCLESIA?

PUBIS EPISCOPAL

 

Pequeñas circunstancias resultan el más indicativo testimonio de los grandes dramas que se están viviendo en la Argentina y en el mundo.
Días pasados una joven de 24 años que pernoctaba en un ómnibus de larga distancia denunció ante las autoridades policiales que su ocasional vecino de asiento la había despertado abruptamente al haberle puesto su mano en el pubis. El incidente, que no hubiera pasado de una anécdota, pues dada la manera en que se presentan vestidas la mayoría de las jóvenes en la actualidad resulta un hecho irrelevante tal toqueteo, sin embargo adquirió caracteres realmente escandalosos cuando se supo que su ocasional vecino era nada menos que un obispo de la Iglesia católica. Cosa obviamente no sabida ni por la joven tocada ni por el resto del pasaje puesto que el Monseñor incriminado, tal como resulta habitual en nuestra modernísima Iglesia católica, iba vestido con ropas de civil. El hecho fue obviamente negado por el obispo y al respecto se tejieron una serie de conjeturas, las que fueron resumidas en un programa radial por parte de conocidos comunicadores sociales. Dado que el acto resultó privadísimo y no contó con testigo alguno, de acuerdo a los mismos cabían en primer término dos posibilidades. O que la joven dijese la verdad y por lo tanto no obtendría condena alguna y se quedaría con un trauma de por vida, o que en cambio fuese todo una mentira y la reputación del obispo quedase manchada para siempre. A lo cual la conocida periodista Fanny Mandelbaum, cuyo apellido en alemán significa almendro y posee un mismo origen que Sigmund Freud, agregó una tercera posibilidad. ¿Qué hubiese pasado, preguntó inquisitiva la cronista, si el abusador eventual hubiese estado vestido de obispo? ¿Se hubiese animado la joven a denunciar?
Ante lo cual caben las siguientes conclusiones. Si quieres tocar pubis con impunidad, vístete de obispo. O también, tal como manifestaba el aludido fundador del psicoanálisis, el sexo gobierna a los hombres en su totalidad, pero hay algunos que, al haberse negado a obedecer a tal rector, sublimando su represión, se han hecho clérigos, o militares, o represores desatando sobre otros más débiles los traumáticos efectos de sus frustraciones por las que intentan negar una realidad esencial. La de que somos todos un manojo de instintos sexuales que deben ser satisfechos, que por lo tanto no existen ascetas, sino apenas neurópatas reprimidos, tal como lo testimoniarían nuestros obispos.
Nosotros en cambio, que estamos en las antípodas de tales puntos de vista, nos preguntamos. ¿Por qué la Iglesia católica se ha degradado tanto a sí misma por lo que no solamente un obispo ha renunciado a endosar en público sus hábitos, sino que también deba viajar en colectivo y pernoctar al lado de una joven?
La causa principal de nuestra crisis es la desaparición de las jerarquías, esto es, el reino de la democracia y el igualitarismo. La salvación de nuestra Patria y de nuestra Civilización pasa fundamentalmente por que la Iglesia vuelva a ser tal, es decir, que sea capaz nuevamente de establecer profundas distancias con el mundo, mostrando que existen seres diferentes y superiores de los que nos pintan Freud y la Srta. Almendro (1). Que por supuesto el hábito no hace ni al monje ni al obispo, del mismo modo que Dios no se reduce a una imagen, pero en ambos casos se trata de las maneras sensibles por las cuales el común de las personas percibe la existencia de una realidad superior, la que como un punto de apoyo les permite elevarse. Tal como dijera Dostoiewsky: “Quien no entiende al monje no entiende al mundo”. Y el mundo es más que la imagen del hombre degradado que se nos pinta diariamente.
Como corolario de esta tragicomedia digamos que habría terminado confirmándose la tercera hipótesis almendriana. Al parecer, luego de que la abusada joven se percató de que se trataba de un obispo su vecino de viaje, cambió abruptamente su declaración. La mano traviesa no se habría extendido por debajo de su bombacha sino que habría caído pesadamente sobre su vestido (o pantalón), a su vez no apoyada en su pubis, sino en su rodilla, y ¡con la palma para arriba! En la Argentina caduca y de cometas quizás se trate aquí de un tráfico de indulgencias o más pedestremente de un cargo, canonjía o de una simple recomendación.

(1) Habíamos apenas concluido esta nota cuando nos enteramos que el periodista Horacio Verbitsky, del mismo gremio que la Srta. Mandelbaum, aunque de origen polaco, ha incrementado el impulso a la ponzoña propio de varios integrantes de tal sector. En su medio gráfico Página 12 ha proporcionado una serie de detalles morbosos relativos al “toqueteo”. Resultaría ser que el obispo, dando una muestra cabal de conocimiento preciso de la anatomía femenina, se habría adentrado más con su mano diestra acariciando con insistentes movimientos “de arriba para abajo” el clítoris de la aludida joven, la que habría estado vestida con un minúsculo short, debido al calor reinante. ¿Desmentirá la especie el aludido obispo de Añatuya?

Walter Preziosi

 

Buenos Aires, 4-2-06