El 11 de Septiembre y la guerra de las almohadas

 

Se comenta que días pasados, luego de que una joven, tras una convocatoria de 15 minutos por internet, obtuvo que más de 2.000 personas concurrieran a golpearse con almohadas a una pocas cuadras de la embajada norteamericana, el representante de tal país que presenciaba asombrado este hecho hizo una lúcida observación. “Mientras que la guerra se haga de esta forma, es bueno que tengan en qué descargar sus energías”.  Qué mejor pues que en vez de luchar y defendernos de las tremendas exacciones que se están padeciendo, se juegue, y que el objeto de nuestra golpiza no sea el yanqui explotador, sino en cambio la inofensiva almohada.
El ejemplo viene muy al caso en lo relativo a la política mundial. Resulta ser que en los últimos días, luego de una serie de hechos infaustos para Norteamérica e Inglaterra en Irak y Afganistán, aquellos países ya están hablando seriamente de retirarse de aquellas guerras que comenzaron con la excusa de los atentados del 11 de septiembre. Y ante una situación verdaderamente caótica que se les presenta, ante la pérdida del petróleo irakí y, lo principal, del prestigio de tal potencia que hasta hace poco se la consideraba como invencible y como el imperio universal, la misma ya está aceptando la posibilidad de transar con Irán con tal de que su verdadero enemigo, Al Qaeda, no se quede con el dominio de la región.
Estas realidades evidentes ponen en crisis definitivamente aquellas concepciones que decían que tal movimiento era una producción de la CIA y que los atentados efectuados en las Torres Gemelas, el Pentágono y Atocha, entre otros, habían sido montajes pergeñados para encontrar justificativos (¿ante quién?) con la finalidad de invadir tales países. Los resultados de tales invasiones demuestran exactamente  todo lo contrario de lo que se conjeturaba y acompañaba con “pruebas”.  La resolución  de las guerras de Irak y Afganistán no han hecho sino corroborar lo acontecido el 11S. Que no es cierto que Norteamérica sea invencible. Que es un tigre de papel, como decía Mao en otro contexto, y que no se necesita ni una nación ni una gran organización para golpearlos.
Esta dura verdad no es por supuesto compartida ni por los norteamericanos ni tampoco por los luchadores de almohadas que también los hay en todos los niveles. Estos últimos, admiradores secretos de los EEUU y de su civilización, a los que habitualmente envidian por no ocupar su lugar, no pueden admitir que exista en el planeta algún poder al que le sea posible afectarlo. Ellos comparten la tesis de Fukuyama del final de la historia, de que existe un solo imperio ante el cual nada se puede hacer, sino tan sólo admirarlo aun en su maldad y encargarse sistemáticamente de desprestigiar a aquellos que intenten o pretendan negar su dogma sagrado, aportando “pruebas”. Así pues no se han cansado de elaborar teorías de sucesivos montajes que habrían hecho los norteamericanos, a los cuales en el fondo no les deben haber desagradado, del mismo modo que las almohadas de nuestros muchachones, pues para éstos siempre será preferible que se los repute cínicos e inescrupulosos antes que reconocer su realidad verdadera, que son un imperio débil y vulnerable.
Sin caer en los extremos de un tal Petrosino quien en un debate que tuviéramos tiempo atrás nos dijera, cuando las cosas empezaban a irle muy mal a Norteamérica en Irak (ahora también en Afganistán), que en realidad este país hacía las guerras para perderlas, lo que los montajistas jamás podrán contestar es el siguiente interrogante. ¿Por qué si se han tomado tanto trabajo para inventarse la destrucción de las Torres, el Pentágono, Atocha, etc., no se tomaron en cambio ninguno para inventar las famosas armas de destrucción masiva que “justificaban” su intervención en Irak? Esto último hubiera sido mucho más sencillo y con un territorio ocupado a disposición. Y si fueran coherentes hasta el final deberían decir también que si Bush quería las guerras de Irak y Afganistán y para eso lo utilizó a Al Qaeda, la que sería una organización operada desde la CIA, entonces también esta situación actual de debacle debería ser la querida, pues es tal organización la que está ganando la guerra. Hasta llegar a la siguiente contradicción. La guerra se hizo por el petróleo y para esto se lo utilizó a Al Qaeda a fin de que proporcionara un justificativo, pero esta organización es a su vez la que ha destruido la industria petrolera del tal país, entonces no se hizo la guerra por el petróleo. Seguimos así en la hipótesis de Petrosino por el absurdo.
Queda por explicar quiénes son estos simpáticos luchadores de almohadas. Los hay de todos los colores y en abundancia y además, lo que llama poderosamente la atención aunque no a todos, gozan de un espacio ilimitado en la prensa. Sus libros, que rápidamente se convierten en best-sellers y negocios, son editados por las más importantes editoriales.
Therry Meyssan, uno de los principales promotores gananciosos de tal teoría, es al mismo tiempo jefe de la Liga de investigación de actividades nazis. Es muy comprensible su actual compromiso. El fascismo islámico es el gran enemigo a combatir. Entonces de lo que se trata es de anularlo en su realidad.
Está la vasta fauna de izquierdistas. Chávez, Fidel Castro, entre nosotros Galasso, Ferrrara, Bonazzo, etc. Tienen una razón. Ellos fracasaron en destruir al “imperialismo” con el que por otra parte comparten su visión economicista de la existencia. No admiten competencia. Su inconsciente les debe alertar también de que se trata de un enemigo metafísico. La jihad no va con el marxismo.
Por último nos queda un vasto conglomerado de derecha no liberal, autocalificada como de alternativa, que dice “no comprar la versión oficial”, como si la izquierdista y antifascista no lo fuera. Acá hallamos una afinidad con los marxistas en un hecho objetivo. Ellos arrastran ese grave síndrome de la rendición que viviera nuestro país en la derrota de Malvinas. Es de recordar que cuando se produjo la caída de Puerto Argentino se argumentó que si se sabía que los ingleses tenían armas tan poderosas no se hubiera intervenido. Otra manera secreta de admirar a los Estados Unidos. Los talibanes en cambio no se han fijado en tales detalles.

Buenos Aires, 21-11-06