EL TALIBÁN Y LA ARGENTINA

 

El misterioso mulá Omar, de la escuela coránica a perder un ojo contra la  URSS

Ha resultado sumamente sintomático el intercambio de opiniones establecido entre el presidente Bush por un lado y el movimiento Talibán y Al Qaeda por el otro. Luego de que el primero manifestara que, a pesar de todo, les estaba yendo bien en Afganistán pues habían logrado expulsar de allí al fundamentalismo islámico, implantar la democracia, y lograr por lo tanto que 92 mujeres hoy en día ocupen cargos públicos, por lo que, para terminar con la obra emprendida, enviaba a tal país un refuerzo de 3.500 hombres, instando a su vez a los demás miembros de la OTAN a que lo imitaran, la respuesta del fundamentalismo ha sido instantánea.
En un video de réplica, que lo tenía a Al Zawahiri como su relator principal, luego de calificarse a Bush como un vulgar mentiroso, se mostró con lujo de detalles cómo el movimiento talibán atacaba y ocupaba una base militar de los norteamericanos. El régimen de tal país no ha podido aun salir del asombro ante la rapidez de la respuesta.
Pero más crudos han sido en cambio los conceptos vertidos por el comandante supremo talibán en la región sur, el mullah Abdul Rahim. Ante el corresponsal de la agencia Reuters manifestó que estaban ya listos para la ofensiva de primavera que se desarrollará en el sur del país, zona de origen del movimiento talibán, es decir para dentro de un mes aproximadamente, aunque prometió que no se descuidará el resto. 10.000 combatientes ya se encuentran preparados para entrar en acción. Entre los mismos, agregó el mullah, hay 2.000 kamikaze especialmente entrenados que han aprovechado el receso invernal para prepararse, otros 3.000 lo están haciendo todavía, pero estarán listos probablemente para la otra estación. En cuanto al invierno, el mullah ha manifestado que la naturaleza ha sido benévola con los norteamericanos, pues debido a la dureza del mismo, con nevadas que superaron las marcas habituales, las conquistas territoriales por ellos realizadas fueron escasas pues apenas se pudo ocupar una ciudad, Musa Qala, y una represa hidroeléctrica.
Hasta aquí el intercambio de opiniones entre el máximo representante de los norteamericanos, hoy convertido en el defensor supremo del sistema imperante en el mundo moderno y la respuesta fulminante del fundamentalismo islámico, su antagonista absoluto. La realidad nos muestra, a pesar de los deseos de Bush, que luego de una ocupación que lleva casi seis años, la estructura del movimiento talibán en Afganistán está intacta y su moral de combate, lejos de haber disminuido con el tiempo, se ha incrementado en un grado superior al que había en la época de antes de la ocupación, habiéndose llegado a límites inverosímiles de experiencias kamikaze, sin duda alguna el arma más letal en contra del ocupante y ante la cual no existen medios suficientes para derrotarla. Tan sólo en 2006, en su lucha por independizar el país, el kamikaze produjo 4.000 muertes en Afganistán. *
Dicha modalidad de combate significa fundamentalmente dos cosas: por un lado la existencia de una concepción del mundo trascendente que considera que, además de esta vida, existe otra superior para la cual esta existencia es una prueba a transitar. Por otro lado el hecho de que esta arma poderosísima se componga de medios tecnológicos muy elementales, pero sin embargo capaces de hacer frente a poderosísimas y altamente sofisticadas estructuras militares, representa un triunfo del hombre sobre la omnipotencia de la máquina, del espíritu sobre la materia y de la religión sobre la simple política. Por supuesto que para llegar a estructurar un gran movimiento de kamikazes como en el caso aquí relatado debe tenerse por detrás el respaldo de una poderosa religión fundada en una concepción del mundo capaz de dar respuestas satisfactorias y definitivas a las razones que tiene el ser humano para existir y cuya simple negación genere como reacción actitudes incondicionales de rechazo como las aquí señaladas. Y en este aspecto debemos resaltar que el Islam le lleva una profunda delantera a nuestra religión cristiana. El mismo en sus sectores fundamentalistas, lejos de haber aceptado la secularización propia de la modernidad, como ha hecho lamentablemente nuestra Iglesia católica que por el contrario ha considerado como una virtud  el hecho de aggiornarse, ha reaccionado en cambio con vigor en contra de ésta no sucumbiendo a las burlas y los acosos con los cuales la misma se ha referido a sus prácticas ancestrales, rechazando abiertamente lo que la modernidad entiende como progreso, considerándolo en cambio como la expresión de una profunda decadencia y corrupción. Empezando por sus cultos de la mujer y del pueblo, las dos formas principales en las que se expresa la democracia igualitaria, el sistema social promovido por la modernidad. En tanto que determinado por la materia y la economía, el “occidente” decadente, en absoluto contraste con las prácticas del Talibán, exhibe a la mujer en permanente desnudez como un medio adecuado para que, a través de la obsesión que se genera en el hombre respecto del sexo, se desencadene, junto a tal fiebre compulsiva en la que éste se encuentra sumergido en nuestras sociedades modernas, la del consumo también patológico, concibiendo así un universo hedonista en donde el placer y el “bienestar vacuno” representan las metas fundamentales de la existencia. Y en función del mismo es que ha elaborado una estructura de verdadero terrorismo cultural y “científico” por la cual, a través de la fundamentación brindada por verdaderos fraudes intelectuales, toda persona que se opusiera a tal manía pansexualista hoy existente sería poco menos que un reprimido o enfermo sexualmente “insatisfecho”.
Es dentro de este contexto de perversión moral, que en nuestros países pareciera ya no tener límites, que la reciente actitud asumida por sectores católicos de nuestra sociedad argentina reaccionando ante tal clima de verdadera disolución con la edición de un manual de educación sexual para las escuelas en el cual entre otras cosas se declaran decididamente en contra del preservativo, del aborto y de todos los medios artificiales de anticoncepción, representa una sana reacción ante la compulsión sexista de nuestros tiempos democráticos y feministas, motorizada específicamente con la finalidad de constituir un hombre en serie, masificado y esclavo de instintos y placeres como el bestializado moderno de nuestros días. Lamentablemente sin embargo, el afán por aggiornarse antes mentado, que se expresa principalmente en el deseo por ser populares y “comprendidos”, asociado a ello el miedo por el ridículo consistente en parecer excesivamente reaccionarios y poco potables para con el mundo, ha hecho que tales justas consignas hayan terminado siendo defendidas por personas carentes totalmente de firmeza ante los medios en los cuales se presentan con argumentaciones timoratas, ambiguas y poco convincentes, haciéndole de esta manera el juego a la modernidad que quiere tan sólo hacer ver que se dicen tales cosas porque se es prejuicioso y “reprimido” sexualmente y no en cambio liberado como la mayoría de nuestros contemporáneos que disfruta de los destapes televisivos y onanistas que se nos propalan cotidianamente. Si en vez de éste, de carácter timorato y excesivamente condescendiente y conciliador, en la Argentina existiera un catolicismo de corte talibán, de actitud ofensiva y radical y no uno tibio y a la defensiva como el que tenemos, se diría abiertamente que por ejemplo se está en contra del preservativo no porque no es lo suficientemente seguro para combatir el Sida, sino porque lo que se quiere atacar es el espíritu de fornicación que ha inundado a nuestra sociedad. Que si bien en un orden normal pueda aceptarse que el fin del sexo no sea exclusivamente la reproducción de la especie, en la época de sida espiritual en que se vive, mucho más severo que el flagelo físico que destruye diariamente a tantos organismos humanos, es sumamente conveniente desintoxicar al hombre de tanta compulsión por el sexo y gestar en cambio como contraste un movimiento ascético compuesto por personas que ejemplarmente y ante el mundo practiquen la castidad a fin de que resulten paradigma para con los demás y demuestren que es posible vivir y hacerlo sumamente bien y en plenitud sin tener que recurrir a la sexualidad, siendo los otros partícipes por grado de tal virtud ejemplar. Que tan sólo liberando al hombre del materialismo igualitario y masificador se hará a la sociedad libre e independiente, siendo indispensable para ello un movimiento que sostenga consignas concurrentes y categóricas que pasen entre otras por volver a vestir a la mujer, reintegrándola al hogar y retirándola en forma genérica del mundo del trabajo, aceptando esto último sólo en casos en los cuales se trate de talentos o de actividades especiales y destacadas para su sexo, suprimir los canales televisivos y demás medios corruptores. Tales las consignas talibanes que proponemos entre otras para nuestros tiempos crepusculares.

Buenos Aires, 18-02-07

Marcos Ghio