Virginia y Gran Hermano
LA GUERRA ENTRE VANDALIZADOS Y JIBARIZADOS

 

En una misma semana hemos escuchado un par de calificativos muy duros respecto a los cerebros de nuestro jóvenes y también de los que no lo son tanto.
En el primer caso nuestro secretario de Cultura, refiriéndose al estado en que se encuentra nuestra población y en especial nuestra juventud que entrega gran parte de su vida diaria al programa televisivo Gran Hermano, manifestó de manera rotunda que sus cerebros se encuentran jibarizados, es decir, tal como hacían los guerreros jíbaros con sus víctimas, momificados y convertidos en verdaderas miniaturas. Quizás aquello en lo cual el secretario no haya reparado sea en que, además de tener él una responsabilidad directa en el asunto por la función que ocupa, este muy nutrido y mayoritario grupo de personas es además nuestro soberano que vota periódicamente, que elige a nuestros gobiernos, y que en última instancia decide por lo tanto en los más elevados asuntos del Estado, entre otros también en el que ha garantizado que dicho secretario ocupe su ya autoreconocida e inofensiva función, la misma que permite que todos puedan seguir criticando democráticamente el programa pero que al mismo tiempo sean también los que aseguran su rating cotidiano.
Demás está decir que el fenómeno Gran Hermano, que no es solamente argentino, sino universal, ocupa no solamente el tiempo que las personas dedican en verlo, lo cual puede hasta llegar a ser las 24 horas del día pues hay un canal especial de cable que está permanentemente en directo mostrándonos los muy medulosos discursos de los jibarizadores a través de sus jibarizadas víctimas, sino también el que se emplea en hablar del mismo, en criticarlo, en participar de sus onerosos juegos telefónicos para "echar" o "nominar" a sus participantes, etc.
Ante esta verdadera anomalía no debe resultar curioso el hecho de que no solamente puedan existir personas que se quejen de los jibarizadores, sino que reaccionen también frente a tal situación de una manera muy diferente de la de nuestro secretario que en el mismo acto por el que acepta seguir estando en el cargo reconoce implícitamente también por su impotencia ser un indispensable colaborador de la existencia de tales nefastos personajes. Al respecto días pasados un joven coreano, a quien se conoce ahora con el nombre de Cho, propaló también un video que alcanzó un verdadero éxito de rating por el mundo entero. Del mismo pudimos tan sólo conocer algunas partes fraccionadas pues, debido a la matanza que habría de realizar, había fragmentos sumamente inconvenientes en ser propalados por la crudeza de sus conceptos. Pero alcanzamos a ver y oír que con un rostro desencajado por el resentimiento protestaba por estar rodeado de jóvenes jibarizados, aunque no utilizó esta palabra pues manifestó otras similares, tales como hedonismo, consumismo, frivolidad, y dijo también que, el suyo a diferencia del de los demás, era un cerebro que había sido "vandalizado", comprendiendo por ello una reacción violenta hacia el medio circundante. Explicó que no podía seguir compartiendo un mundo como el que conocemos a través del Gran Hermano y pensó que su mejor aporte podía ser el de irse del mismo llamando la atención a fin de ayudar a corregirlo, "inmolándose él también como Jesucristo".
Quizás haya algunos que reflexionen ante estos conceptos similares propalados sea por el victimario como por nuestro aludido secretario de Cultura y que piensen que el problema no pasa por vender más o menos armas, sino por hacer lo que está implícito en ambos mensajes: terminar de una buena vez con el estado de jibarización.

Marcos Ghio
Buenos Aires, 22-04-07