EVOLA Y EL INFRAFASCISMO
A propósito de ciertas reivindicaciones "fascistas" del Che Guevara

 

 

El fascismo, la forma política elaborada en vida por Benito Mussolini, ha sido un movimiento en el más pleno sentido de la palabra en la medida que fue desarrollando con el transcurso del tiempo una serie de tendencialidades diferentes e incluso contrapuestas. Hubo una primera etapa, que denominaremos de infrafascismo, de carácter socialista y de izquierda, la que consistiera en enfrentar a la burguesía en su terreno propio, el ámbito de la economía, disputando con la misma lo relativo a la distribución y dominio de tales bienes entre las personas.
Luego vino una segunda en la que Mussolini, influido especialmente por Georges Sorel, agudizó su sentimiento antiburgués haciéndolo primar por encima del meramente "proletario" en el momento en que, rechazando el pacifismo y el amor por la "vida cómoda" propio de la clase a la que combatía, fue introduciendo en su movimiento valores de carácter espiritual que antes no existían, tales como el honor, la guerra, la dignidad, el heroísmo. Fue así como, enmarcado en tal tendencia, desde su publicación Il Popolo d'Italia instó a la entrada de su país en la primera gran contienda bélica.
Cuando pudo llegar al poder tras la Marcha sobre Roma en 1919 se le presentó una nueva gran opción: o la de detenerse en su impulso antiburgués negando a la burguesía tan sólo en lo producido por ésta en su anterior etapa pacifista y por lo tanto sucumbir a sus otras creaciones, tales como el nacionalismo o el clericalismo, o por el contrario, profundizando hasta las últimas consecuencias su movimiento, se apartaba también de éstas, encarnadas especialmente en aquellas instituciones en que ella ahora se amparaba dando cabida a una tendencia de carácter conformista. Una verdadera y más plena revolución consistía en ser capaces de retornar a aquellos valores jerárquicos, universales y desigualitarios que rigieron en la civilización antes de la Revolución Francesa, que era la más cabal y plena creación de la clase burguesa. Esto mismo fue lo que Evola manifestara en sus escritos de la revista La Torre. El fascismo, una vez conquistado el Estado, sostenía en ese entonces, tenía ante sí la posibilidad de dar un paso superior elevándose hacia lo que era más que el mismo, lo que él denominara como el suprafascismo. En ese entonces se le presentaba un gran desafío consistente en la actitud a adoptar frente a la Iglesia católica en la época de la firma del Concordato. Consideraba entonces que si el fascismo no se desprendía de aquella institución burguesa y moderna en que se había convertido el Vaticano a través del güelfismo, el que había sido la fuente posterior de todas las revoluciones que padeciera el Occidente, su suerte futura estaba echada. Lo propio de tal corriente histórica había consistido en la desacralización del poder político, lo que representará un verdadero anticipo de la modernidad que fuera luego profundizado por la totalidad de las ideologías posteriores, desde el liberalismo hasta el mismo comunismo. Y agregaba también que si tal movimiento detenía su impulso revolucionario el riesgo que corría no era el de detenerse en el mero fascismo, sino en descender más hacia abajo, hacia el infrafascismo, aquel que fuera superado en las páginas de Il popolo d'Italia.
Las cosas que sucedieron luego fueron las siguientes. No se siguieron los consejos de Evola, la revista La Torre fue cerrada por el gobierno acusada de antifascista. Mussolini fue traicionado por aquellas instituciones aburguesadas que antes lo exaltaron por mero oportunismo, tales como la Iglesia y la Monarquía. Entonces vino la creación de la República Social Italiana en donde se dio una gran paradoja. Por un lado volvieron a brotar los impulsos antiburgueses propios de Il Popolo d'Italia en tanto que un grupo de incondicionales se propuso perder la guerra con dignidad y honor y en esta actitud se restauró el antiguo principio medieval de las grandes órdenes de la caballería por la que se actuaba con independencia del resultado. Pero por otro lado volvieron a emerger las zonas oscuras y previas al mismo fascismo, las relativas al infrafascismo antes superado. Ello fue con la promulgación del programa de Verona, de corte netamente socialista y con la absurda consigna, en plena guerra, de querer conquistarse al proletariado con reivindicaciones sociales. Incluso el nombre "social" atribuido a tal república significaba una verdadera caída de nivel, tal como hacía notar Evola. No debía ser la sociedad la que informara al Estado, sino a la inversa, debía éste ser el elemento formativo de la misma.
La caída del fascismo, junto a las diferentes persecuciones que significó tras la muerte trágica de su líder, también implicó una liberación de las distintas tendencialidades que lo conformaron. El fascismo burgués, el mismo que conciliara con el sistema y que algunos bautizaron como el del ventenio, tuvo su continuidad histórica en el postfascismo de Fini, el mismo que en su evolución posterior terminara confraternizando con el gobierno de Israel, que condenara el Holocausto y exaltara al presidente Bush y a Berlusconi. ¿Pero cuál ha sido el otro fascismo que se contrapuso a la experiencia post?
En el año 1995 visité Italia en un momento en que se había recién consumado la escisión entre el movimiento mayoritario de Fini y el disidente representado por Pino Rauti, denominado Fiamma Tricolore. Rauti había sido en su juventud discípulo de Evola y así se reivindicaba a sí mismo y muy buena fue su recepción hacia mi persona cuando me presenté como el traductor de las obras de su maestro a nuestra lengua. Fui invitado en el local de su movimiento en la ciudad de Milán a dar una conferencia sobre la realidad argentina. Mi visión de la misma era acorde con el esquema evoliano de concebir la historia humana como una lucha y antagonismo entre la tradición y la modernidad en manera diferente de acuerdo a las distintas naciones. Alegué que en nuestro pasado la Colonia y Rosas habían sido la expresión del primer espíritu y que el mismo había vuelto a brotar nuevamente en 1982 con la guerra de Malvinas. Notaba en cierto público una desconfianza y rechazo hacia mis dichos y el momento crítico de mi intervención fue cuando alguien en la sala, una persona muy joven y de aspecto desgarbado, me preguntó qué opinaba del Che Guevara. "Quizás podrá resultarme más simpática su figura que la del marxista aburguesado y apoltronado en los cargos del sistema que tenemos ahora, contesté, pero era un enemigo nuestro y me alegro de que se haya muerto". Iba a decir también "Rindo homenaje a los "rangers" bolivianos que lograron dar con él, del mismo modo que a nuestros soldados que batieron a la guerrilla subversiva, la que estaba compuesta por varios Che Guevara", pero no me dejaron ni siquiera contestar. Gritos de repudio y de vivas al Che coronaron esa reunión "fascista" en la que hasta hubo alguno, entre los organizadores del evento, que llegó a decir que nuestros "30.000 desaparecidos eran camaradas" y que Guevara en el fondo era un fascista que ignoraba serlo. E incluso llegué a escuchar en el público a alguien que decía que estuvo muy bien lo de las "Falklands". Lo cual era coherente: gracias a las "Falklands" hoy nuestro país tiene en el poder a los que exaltan también a la figura de Guevara.
Profundicé un poco más, luego de esta traumática reunión, en la plataforma de la Fiamma Tricolore y noté cómo su fascismo consistía en competir con los comunistas respecto de quién de los dos defendía mejor la cuestión social. Ello me parecía un verdadero absurdo en un país en donde el problema principal no es la mala distribución de los bienes, sino el uso abusivo que se hace de los mismos, es decir el consumismo. Rauti opinaba que los comunistas habían dejado de ser revolucionarios y que al fascismo ahora se le presentaba una nueva oportunidad. Los ideólogos de su movimiento que estaban en la ciudad de Milán adherían a su vez a un grupo inspirado por un autor ruso que se denominaba "nacional comunista". Es decir había entrado en contacto por primera vez con el infrafascismo, aquella tendencia peligrosa que Evola denunciaba en sus escritos como la consecuencia necesaria de no haber llevado el fascismo hasta la negación última del espíritu burgués. Pero lo más curioso era aquí que la misma se disfrazaba de evoliana. Hasta hubo alguno que llegó a decir que la vía de la mano izquierda iniciática de la que tal autor nos hablaba en sus escritos, especialmente sobre el tantrismo, estaba representado por el comunismo leninista.

Han pasado doce años desde aquella experiencia y en el día de hoy cuando se cumplen cuarenta de la muerte del Che Guevara, acabo de recordarla. Pero también recuerdo haber rastreado en ese entonces en algunos escritos "fascistas" de exaltadores de tal figura en aquella época. Vuelvo a leer la revista chilena Ciudad de los Césares en su número 93 de enero de 1993. En la tapa de la misma hay una gran foto del guerrillero y un título que dice textualmente: "El Che ¿vive?". El artículo está firmado por José Agustín Vázquez y dice algunas cosas de las que seguramente hoy se retractaría. Por ejemplo manifiesta que a la "izquierda actual, incluida la revolucionaria,.. cuya mayor preocupación es el divorcio, los derechos humanos, el aborto, el Che le resulta un incómodo recuerdo". En realidad habría que decir -y basta hoy en día mirar alrededor- que a la mayoría de la izquierda el Che le representa una figura paradigmática. Fue justamente gracias a su lucha por tales valores que él compartía plenamente, que los mismos son hoy posibles y se encuentran a la orden del día. Pero lo más cuestionable era considerar que porque Guevara pregonaba la acción heroica para abatir al enemigo "imperialista", era en verdad más "fascista" que marxista. Esto podrá ser verdadero desde una óptica moderna en la cual valen tan sólo las acciones y no los principios "abstractos" que no pueden verse. En cambio ser héroe para un hombre de la tradición sólo es valorable desde la perspectiva del ideal que se sustenta. De lo contrario también podrían serlo Al Capone y el bandido Giuliano, que murieron "heroicamente" combatiendo por sus "ideales". Obviamente que éstos no eran los nuestros y por ello tal heroísmo no lo compartimos para nada. Pero, sin ir hasta los extremos aquí mentados, digamos que existe un falso heroísmo de exaltación de lo meramente humano lo cual es titánico y prometeico, cosa propia de Guevara y de los restantes marxistas.  Habría que agregar también que esta tendencia a querer juzgar las cosas en función de los fenómenos exteriores y visibles y no por los principios e intenciones que los movilizan es propia de la burguesía para la cual, de la misma manera que todo heroísmo es descartable en tanto implica una violencia, sin importar en función de qué la misma se aplique, también rechaza cualquier autoridad o "dictadura" sin interesar ni preocuparse si la misma se ejerce para elevar al hombre o para degradarlo.
En fin el fenómeno del infrafascismo, como el del postfascismo no son solamente italianos, están presentes en todas partes. Es de esperar que alguna vez aparezca el suprafascismo.

 

Marcos Ghio
Buenos Aires, 12-10-07