BIN LADEN Y GUEVARA: ¿OPOSICIÓN O CONCORDANCIA?

 

 

Los hechos de los últimos tiempos han catapultado a las primeras planas de los medios a la figura del otrora ignoto “terrorista” multimillonario Bin Laden, no faltando quienes, en razón de ciertas características personales del mismo, manifestaron cierta simpatía y admiración por éste, equiparándolo con la figura mítica de otro combatiente muy en boga que ha atrapado los entusiasmos de muchos, el Che Guevara. En verdad ambos presentan múltiples puntos en común. En efecto tanto Bin Laden, como el Che Guevara lucharon incondicionalmente en contra del mismo enemigo utilizando medios violentos y heroicos para derrotarlo. Además los dos gozaban de una posición económica privilegiada. Guevara pertenecía a una de las familias de la más rancia oligarquía argentina, tenía título universitario, había llegado a la cúspide del poder tras una revolución exitosa y sin embargo su idealismo lo condujo lo mismo a internarse en los inhóspitos montes selváticos y a perder allí su vida luchando con los rangers norteamericanos y con sus entrenados soldados de Bolivia. Bin Laden, es un multimillonario árabe que también ha renunciado a disfrutar de su fortuna para elegir el mismo camino de lucha internándose en sórdidas y escondidas cavernas rocosas para resistir hasta el final de sus días el ataque del mismo enemigo que diera cuenta de la vida de Guevara. Hasta aquí las semejanzas entre ambos son notorias y no han faltado quienes en el ámbito de la extrema izquierda han querido confiscar para sí a la figura de Bin Laden junto a la ya adquirida del Che para elaborar conjuntamente con ambos una saga antiimperialista y socializante. No ha sucedido así en cambio en ciertos sectores de la derecha radical europea para quienes una especie de racismo biológico los ha mantenido apartados de Bin Laden, por tratarse de un árabe de piel oscura, con notorias influencias entre los grupos de la inmigración extra-comunitaria, a diferencia en cambio del “ario” Guevara, quien si bien era marxista, en razón de sus caracteres heroicos, en el fondo era “un fascista que ignoraba serlo”, por lo que paradojalmente ha pasado a formar parte de su altar de elegidos.
Sin embargo quienes así piensan obvian algunos detalles esenciales. El primero de ellos es que Bin Laden, antes de enfrentarse abiertamente con los Estados Unidos, fue un luchador encarnizado en contra de la Unión Soviética, es decir, del mismo país que financiaba y alentaba las actividades del Che Guevara en Cuba y en Bolivia. Su oposición al comunismo no fue simplemente circunstancial y debida a motivos meramente patrióticos, la misma encuentra puntos de afinidad con las razones que también alientan su antagonismo declarado hacia los Estados Unidos. Justamente, en tanto que ambos sistemas son materialismos volcados hacia la mera dimensión económica del hombre son por él rechazados por igual y con el mismo énfasis. Una concepción religiosa como la que informa al fundamentalismo islámico debe forzosamente contraponerse a las dos ideologías profanas que se enfrentaron en su momento entre sí con la mera intención de controlar el mundo, pero no para modificarlo en su sentido.
Por otra parte la moral y costumbres del movimiento talibán en que se sustenta Bin Laden representan la antítesis exacta de las que en cambio inspiran el comunismo en cualquiera de las vertientes en que se enrolara el Che Guevara. El fundamentalismo islámico representa un retorno a las antiguas tradiciones de su civilización, siendo un regreso a la propia Edad Media en un rechazo absoluto por la modernidad; en cambio el comunismo manifiesta a la inversa un culto por el futuro y el progreso y reputa al capitalismo norteamericano no como la negación de un orden normal, sino como un escalón ascendente y necesario en la evolución de la humanidad hacia el socialismo. Es decir que la mirada del marxismo guevarista está puesta en el futuro como un bien más perfecto por venir y no en el pasado como un orden paradigmático a ser imitado, como en el caso del fundamentalismo.
Dicho fenómeno de oposición se nos manifiesta con diáfana claridad en lo relativo al tratamiento del tema de la mujer en ambas civilizaciones. Mientras que en Cuba, en competencia estrecha con los Estados Unidos, la mujer tiende a superar cualquier barrera que la separe del hombre hasta incluso la realización de las tareas más pesadas en el mundo del trabajo, como llegar a ser tractorista o barrendera, en el régimen talibán de Bin Laden es en cambio excluida radicalmente del mundo de tal mundo y puesta bajo el control absoluto del padre o del esposo. Digamos de paso que en esto existen indudablemente ciertas ventajas que, de aplicarse en nuestro sistema, resolverían muchísimos de los problemas que hoy nos afligen. En primer término habría que decir que si  una sociedad es capaz de prescindir del trabajo de la mujer, ello significa que, a diferencia de nuestra emancipada y moderna sociedad consumista, el sueldo del esposo es suficiente para mantener a la totalidad de la familia y al mismo tiempo ello representa un verdadero beneficio ante el exceso de desocupación hoy originada en el desaforado aumento del maquinismo. Es verdad también que en cuanto a la vida privada, entre las compañeras emancipadas del socialismo marxista de Guevara y las mujeres de chador del fundamentalismo talibán de Bin Laden hay una diferencia también extrema. En el mundo moderno las mujeres pueden ir semidesnudas por la calle y en Cuba prostituirse por cinco dólares, marcando para ellos un signo de profunda libertad y progreso. Sin embargo ello no resuelve los desórdenes también sexuales que agitan al hombre de nuestros días, sea en las sociedades capitalistas como comunistas, pues mientras que nosotros estamos rodeados por mujeres excitantes y provocativas que al  no pertenecernos producen ansiedad, la mujer con chador es totalmente de su esposo (con el cual obviamente no usa dicha molestísima prenda) y el que según la tradición islámica puede tener también más de una.
Podrá decirse, es cierto, que, comparados con los actuales marxistas que nos circundan, quienes luego de pregonar a los cuatro vientos la revolución, se han apoltronado en los cargos suculentos del sistema, la figura de un Guevara, dando su vida por una causa, nos resulta más simpática y rescatable. No hay duda de ello, pero dicho valorable heroísmo podría hallarse en cualquier otro del bando que fuere. Hasta en el más feroz bandido es posible hallar a veces rasgos de nobleza pues siempre, en el caso que fuere, el valiente será mejor valorado que el cobarde. Pero lo fundamental que debe marcarnos en todos los planos son los fines que se sostienen. Tal como dijera Evola, al mundo moderno representado por los Estados Unidos, se lo puede combatir por lo que es más o por lo que es menos que éste. El comunismo por el que combatiera Guevara es siempre un grado mayor de decadencia y masificación que el capitalismo liberal. Por ello Bin Laden, en tanto exponente de una concepción que niega el sistema en función de valores religiosos y espirituales, siempre será nuestro preferido.

Marcos Ghio
Buenos Aires, Octubre de 2001.