LA INDUSTRIA DEL HOLOCAUSTO

 

El Holocausto representa una verdadera obsesión para el pueblo judío. "No pasa día sin que en los diarios de Israel no se encuentre algo que tenga que ver con la Shoah: resarcimientos, antisemitismo, un nuevo estudio, un libro interesante, una entrevista excepcional, un testigo nuevo. Asimismo las excursiones a Auschwitz ya se han convertido en  una visita obligada para las escuelas judías.... Este fenómeno podría ser intrascendente si no hubiese generado en la mentalidad hebrea un profundo cambio psicológico que ha incluso producido modificaciones en la conducta del Estado de Israel. Se ha convertido en la justificación última de la dureza policial con la cual éste administra los territorios ocupados, así como en la determinación de un clima de movilización permanente contra la eterna amenaza antisemita. Ha producido además una mentalidad militarista que justifica las más ásperas medidas represivas como también ha generado una extrema derecha brutal que paradojalmente nos recuerda lo que fuera el mismo nazismo... Pero lo más grave es que se ha creado la convicción, ya casi irreversible, especialmente entre los sectores judíos de Israel y de los EEUU, de que la Shoah es un acontecimiento que no se puede comparar con otros similares históricamente, que no puede ser puesto en relación con los padecidos por los armenios o ruandeses, con las masacres producidas por los soviéticos y chinos, etc.... Ha generado al enemigo eterno y permanente, el eterno antisemitismo, contra el cual el judaísmo tiene la obligación permanente de armarse y movilizarse".
Esto que acabamos de mencionar no fue dicho por Alejandro Biondini ni por Ahmadinejad, ni por otro enemigo declarado del sionismo, sino por Avraham Burg en su reciente libro "Derrotar a Hitler. Por un nuevo humanismo hebraico" que fuera recientemente traducido al italiano y comentado en una página entera por el periodista Sergio Romano en el Corriere della Sera (30/10/08), matutino de reconocida orientación liberal. Como se verá Burg es de origen judío, pero éste no sería el único caso de un judío que escribe en contra del sionismo, la novedad es aquí que el autor forma parte de la misma elite dirigente del Estado judío, es decir de alguien que integra el mismo movimiento sionista. Se trata nada menos de quien fuera presidente del parlamento de Israel entre 1999 y 2003, entre otros cargos de relevancia y perteneciente a una familia que participara de la misma fundación de dicho Estado. Se recuerda además que el padre de Burg fue uno de los dos ministros del gobierno de Ben Gurion que votara en contra de la condena a muerte de Eichmann en la década del 60'.
Es justamente este sonado proceso, que Burg ha conocido de muy cerca y al que le dedica una atención muy especial, que él considera como el hecho determinante de la política de Israel en los tiempos futuros y que curiosamente habría de tener consecuencias para el mundo entero. Según el autor, en el mismo momento en que se produce la captura de Eichmann, en Israel se estaba dando un profundo debate relativo a la estrecha relación que existiera entre el sionismo y el nazismo en la década del 30. Se habían hecho públicas las reuniones realizadas entre el líder sionista Zapotinsky y el mismo Hitler en relación a las inmigraciones de judíos europeos hacia Palestina. Se hacía notar así que sionismo y nazismo coincidían, a diferencia de otros sectores del judaísmo más apegados al propio terruño, en lograr la constitución de un Estado que albergara a los judíos europeos. Y aun al no haberse logrado tal proyecto en aquella época por las circunstancias de la Guerra Mundial, se destacaba que las políticas posteriores del nazismo hacia los judíos habrían terminado favoreciendo, voluntaria o involuntariamente, la obtención de esa meta unos años más tarde. Fue justamente para contrarrestar tal campaña que el juicio de Eichmann le vino como un anillo al dedo al movimiento sionista y su pronta ejecución sirvió también para que se silenciaran los pormenores respecto de esas reuniones secretas sostenidas en plena campaña antijudía en Alemania entre representantes de dicho movimiento y del nazismo. Pero Burg constata algo más, que ese juicio que tendría que haber permitido poner punto final al tema del holocausto al haberse condenado al principal responsable que aun quedaba en vida, tuvo un efecto totalmente contrario: gracias a la gran resonancia obtenida, el mismo se convirtió en una punta de lanza efectiva para establecer un dominio judío sobre las restantes naciones, por el cual el mundo entero hoy termina siendo juzgado de acuerdo a la actitud asumida en relación con tal entidad.
Lo que Burg escribe respecto de la sociedad norteamericana resulta sorprendente por provenir de un importante dirigente del sionismo. "Es imposible ser elegido en tal país en contra de la voluntad del electorado hebraico.... Todo futuro candidato debe obtener, además de financiamientos, organización y sostenes públicos, una legitimación por parte de tal colectividad ante la cual, antes de presentarse a elecciones, debe rendir examen respecto de su buena disposición en relación a la cuestión de Israel y al Holocausto". Recordemos al respecto el caso reciente de Obama quien, antes de presentarse en las internas partidarias, viajó especialmente a Israel y manifestó públicamente que cuando fuera presidente bregaría para que Jerusalén, es decir la ciudad que le fuera arrebatada por la fuerza a Jordania en 1967, sea reconocida como su capital.

Son incesantes los ejemplos que se dan en dicho libro respecto de esta verdadera genuflexión de la clase dirigente de las diferentes naciones que para poder hacer carrera debe previamente rendir examen de fe sionista a fin de lograr avales suficientes para ocupar cargos de relevancia. Nosotros desde la Argentina queremos brindar un humilde aporte, a partir de nuestra experiencia personal, a la valiente obra efectuada en pleno Israel por el dirigente sionista Avraham Burg señalando un ejemplo de cómo también aquí para llegar a progresar políticamente es indispensable hacer buena letra con el sionismo.
En 1995, el embajador de Israel en la Argentina, quien debía rendir cuentas ante su gobierno por los magros resultados obtenidos en la investigación de un atentado contra la colectividad judía acontecido un año antes, realizó una denuncia penal en contra de publicaciones periodísticas que según él incitaban al odio racial. En ese entonces dirigíamos el periódico El Fortín en su expresión gráfica (ahora lo seguimos haciendo pero solamente en versión digital). Esta denuncia fue tomada a su cargo por el en ese entonces fiscal Stornelli quien, luego de haber ordenado el secuestro de ejemplares de nuestra publicación en una librería, procedió a hacerlos investigar por dos peritos. Lo curioso del caso fue que a quienes eligió para tal tarea fueron personas totalmente parciales pues, además de ser de origen judío, formaban parte de la cátedra del Che Guevara de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, por lo que ya se sabía anticipadamente cuáles iban a ser los resultados de su 'peritaje'. Luego de una larga investigación que les insumió dos años, los "peritos" encontraron un artículo muy peligroso en donde se hacía alusión a dos hechos acontecidos en el país en simultaneidad. Por un lado la visita que nos hiciera antes de morir la princesa Diana de Inglaterra y por otro la extradición del ex SS Priebke y se decía que si a este último se lo había extraditado por un delito cometido hacía más de 50 años, por estrecha analogía, la matanza de marineros del Crucero General Belgrano que había acontecido hacía poco más de 10 permitiría al país detener a una representante encumbrada del gobierno que había ordenado la realización de tal delito, aprovechando la circunstancia de que nos estaba visitando. Los 'peritos' desmenuzaron nuestra afirmación con una lógica muy parecida a la que denunciara Burg en su libro. De acuerdo a la misma, los crímenes como los cometidos por el nazismo, esto es el famoso Holocausto, no tienen comparación posible, aunque se tratase de compatriotas nuestros los que los hubiesen padecido*. El querer hacerlo implicaba un acto encubierto de 'antisemitismo'. Ahora bien, para suerte nuestra, se reconocía que los fusilados en las Fosas Ardeatinas por Priebke no eran todos judíos, sino apenas una minoría de ellos, por lo tanto los peritos no podían asegurar de manera absoluta que hubiese violado la ley antidiscriminatoria, es decir ese adefesio redactado por el fugado ex presidente De la Rúa a fin de que los argentinos vivamos pendientes de la voluntad del sionismo. La conclusión era pues que, gracias a que la mayoría de los muertos fueron italianos y no judíos, mi conducta se encuadraba en el prejuicio y no en la discriminación. Pero a pesar de no existir una ley que condene los prejuicios, el fiscal Stornelli pidió igualmente mi indagatoria, la que fue rechazada en una primera instancia por el ex juez Urso (componente de la famosa servilleta de Cavallo), pero ante posteriores pedidos insistentes con similares fundamentos fue finalmente aceptada y luego dictado mi procesamiento, pero a sabiendas de manera anticipada de que al hacérselo afuera de los plazos legales, iba a concluir necesariamente en la prescripción. Cosa que efectivamente tuvo que efectuar la Cámara, pero salvándose así ante la comunidad hebraica el buen nombre de los magistrados Stornelli y Urso.
Posteriormente Stornelli, gracias a haber aprobado con creces la 'legitimación' de la que nos habla Burg, así como De la Rúa pudo llegar a ser presidente, hoy es Ministro de 'Seguridad' en la muy insegura provincia de Buenos Aires. Tal como vemos la industria del Holocausto es la única que no se encuentra en recesión.

* Hace poco más de un año la presidenta Kristina, en una de sus famosas arengas, probablemente por no haber sido aun adoctrinada en forma suficiente, cometió la herejía tremenda de querer comparar nuestros 30.000 desaparecidos con los 6 millones de judíos gaseados. Obviamente que ello levantó las airadas protestas de importantes representantes del sionismo local, como el  Centro Simón Wiesenthal, quienes pusieron una vez más el acento en decirnos que la Shoah no tiene comparación alguna y que pensar lo contrario resultaría una actitud muy peligrosa. Se ha sabido que en un reciente viaje a los EEUU se reunió con la comunidad hebraica local para pedir perdón por sus audaces dichos y demostrar así que no es para nada 'antisemita'.

Marcos Ghio
Buenos Aires, 3/11/08