MAQUIAVELO Y EL TERREMOTO DE HAITÍ

 

Resulta tan antigua como la misma humanidad la máxima famosa de Maquiavelo por la cual si un político es incapaz de hacerse amar, al menos debe poder hacerse temer. Que lo peor que puede pasarle a un gobernante –y tal fue el famoso ejemplo en la Argentina de De la Rúa- es causar lástima, compasión o desprecio.

Sea Norteamérica como Israel, países muy poco queridos en el mundo, en tanto deben hacer valer su condición de dominio en diferentes medios, tienen la necesidad imperiosa de hacerse respetar si quieren seguir gobernando en los territorios en los que ejercen influencia. Así pues se ha hecho notar que en la guerra de Gaza, por ejemplo, Israel prefirió siempre, más que mostrarse bueno, justo y humanitario, presentarse como sumamente eficiente e implacable en modo tal de poder demostrar, a través de una muy sutil propaganda, que el enemigo palestino, al que en muy pocos días le produjo cerca de 2000 muertos, a él en cambio sólo le podía ocasionar 13 bajas.

Demás está decir que en tal ética de la eficiencia ingresan también todas las famosas teorías montajistas que con suma perseverancia han venido elaborando sea los EEUU como el mismo Israel cada vez que se toparon con una acción del enemigo que había resultado exitosa en su contra. Así pues en relación a los famosos atentados de Buenos Aires la propaganda israelita ha podido acudir a los servicios habitualmente espontáneos de un conjunto de personas que se han dedicado por años enteros a querer desmentir la capacidad que pudiesen haber tenido los grupos islámicos fundamentalistas de ocasionar daño alguno a tal Estado, achacándoselo en cambio a este mismo, ratificando así esa famosa máxima de Maquiavelo en el sentido de que, en tanto un gobierno no pudiese aparecer como simpático en razón de una injusta opresión o colonialismo, al menos debía ser capaz de mostrarse como implacable en la eficacia en modo tal de hacer creer que cualquier cosa en apariencias mala que le hubiese sucedido, sólo se la podía haber producido él mismo con una finalidad aviesa.

Esta misma lógica es la que ha imperado durante cerca de ocho años en relación a la serie de ataques que la red Al Qaeda le efectuó a los EEUU desde el famoso 11S. Una vez más los montajistas motorizados esta vez por el gobierno norteamericano fueron los encargados de cubrir a tal régimen con un manto de omnipotencia y capacidad universal por la que cada vez que un acto exitoso se realizaba en su contra, en realidad eran ellos mismos los que se lo habían producido para justificar invasiones por el mundo entero; aunque es de destacar que ha habido diversos grados de montajismo. Uno podría calificarse como fáctico, es decir que se relativiza en relación a los hechos que acontecen, el otro en cambio, el más funcional de todos, se ha tratado de uno ideológico y, en tanto tal, irreductible y obcecado respecto de cualquier circunstancia que lo pudiese contradecir. Así pues mientras que el montajismo fáctico se llamó a silencio una vez que se demostró que las pretendidas invasiones de EEUU por el mundo, como la de Irak o Afganistán le habían resultado contraproducentes en todos los sentidos y determinadas por una situación de necesidad, los ideológicos siguen siéndolo en cambio a pesar de todo, no habiendo hecho alguno que los pueda contradecir, encontrándose siempre abiertos y a la búsqueda de las explicaciones más inverosímiles que les permitan seguir ensalzando a tal poder en cuanto a su omnipotencia.

Antes de proseguir digamos unas palabras respecto de quiénes son los montajistas y en qué grupos ideológicos se sustentan. Los hay de izquierda que están determinados en su postura por no poder admitir que exista un enemigo de los EEUU y el capitalismo por afuera del marxismo leninismo que representan en sus diferentes variantes, por lo cual, en tanto consideran a la religión como un ‘opio’ y una cobertura, el fundamentalismo islámico al que se le atribuyen tales hechos sería la usada por los capitalistas petroleros sauditas amigos de los republicanos de Bush para satisfacer sus apetitos materiales. También los hay de ‘derecha’ y en nuestro medio se los puede encontrar especialmente entre antiguos militares carapintadas devenidos periodistas. Muchos de ellos no pueden aceptar, tras sus sucesivas rendiciones a tal poder, que se trate de un tigre de papel, como decía Bin Laden, al que se le pueden destruir aviones con cuchillos de plástico, pues haberse rendido ante una caricatura es lo peor que podría haberles pasado a su prestigio. Por ello hoy hacen periodismo montajista esperando vanamente que de este modo pueda ocultarse su fracaso esencial.

Ahora bien, si bien el montajismo ideológico ha logrado hacer piruetas inverosímiles para explicar lo inexplicable, se ha encontrado últimamente con una serie de inconvenientes pues pareciera que el fundamentalismo con las últimas acciones implementadas los ha dejado ya sin respuestas que dar. ¿Cómo explicar por ejemplo que un joven negro multimillonario haya intentado inmolarse en un avión de pasajeros a la vista de todos y que fracasara en su intento por una circunstancia accidental? ¿Podía haber efectuado todo esto motivado por un sueldo de la CIA? ¿Y qué interés podría tener el gobierno yanqui en aumentar la sensación de inseguridad y miedo entre los pasajeros de avión del mundo entero incrementando hasta límites inauditos los gastos en la seguridad aérea y los inconvenientes en los viajeros? ¿O cómo explicar que esta organización se elimine a sí misma en sus mejores agentes en el remoto Afganistán a través de un atentado efectuado por uno de ellos justamente entre quienes estarían encargados de dar con los líderes de Al Qaeda para proporcionar una victoria que aumente el prestigio americano? ¿O que un soldado se infiltre en un regimiento de los mismos EEUU y se inmole matando a 14 de sus camaradas? ¿Puede explicarse todo esto como un montaje? ¿Cuáles serían las razones por las que se quiere demostrar tanta ineficacia y fracaso? Los montajistas se han llamado a silencio respecto de estos tres casos puntuales, pero no cantemos victoria ni creamos que han renunciado en forma definitiva a su fe. Esta vez ha sido la naturaleza la que les ha dado una mano salvadora.

Hoy en día anda circulando por Internet, motorizada por las usinas montajistas, la teoría de que el reciente terremoto de Haití habría sido producido por los mismos norteamericanos que una vez más en razón de su omnipotencia dominarían una muy sofisticada técnica de hacer temblar territorios enteros mediante el uso de ondas electromagnéticas en tanto que habrían llegado a tener hasta un manejo del mismo clima. En el caso de Haití –y en ello el marxista leninista Chávez ha prestado un cierto consentimiento – se habría debido a que con esa ‘excusa’ EEUU podría instalar una base militar en tal país que se encuentra frente al territorio venezolano, siendo Venezuela la nueva Cuba que le quitaría el sueño a los norteamericanos aunque no por el millón de barriles de petróleo que mensualmente les vende.

Sin embargo los depreciados montajistas deberían contestar aquí a algunos interrogantes. ¿Si es verdad que se trata de un gobierno omnipotente poseedor de demoledoras tecnologías, por qué les resultaría más importante a los EEUU desestabilizar a Chávez hasta llegar al límite de producir un terremoto de 200.000 muertos que hacerlo en cambio en los conflictivos Afganistán o Pakistán a quienes en vez los convidan con obtusos e ineficaces ‘misiles inteligentes’? ¿Por qué Putin, Chávez, Ahminajedad y Fidel Castro serían más peligrosos para los yanquis e israelitas que Bin Laden, el Mullah Omar o Hakimullah Mehsud?

 

Walter Preziosi

20/01/10

 

 

 

 

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