HACIA  UN  CATOLICISMO  GIBELINO, HEROICO, VIRIL  Y  GUERRERO

     

Frente a la total decadencia, degradación y avanzada putrefacción del mundo moderno, que a diario se anuncia por mil signos que a nadie pueden escapar, se impone para los católicos el desarrollo de una alternativa tradicional partiendo de nuestra religión. Julius Evola en “ Los hombres y las ruinas” escribió un capítulo titulado “ Elección de las tradiciones” en cual plantea como punto de partida para una acción restauradora recurrir a los momentos de la historia de cada pueblo en los cuales se ha manifestado la vigencia de la TRADICIÓN ( con mayúscula). En estos tiempos de globalización a la aldea global-materialista, economicista y consumista, debemos  oponerle una mundialización de signo opuesto y supranacional, con jerarquía de lo espiritual y trascendente. Como dijo René Guenón, el hombre por ganar la tierra ha perdido el cielo. Nosotros ahora desde la tierra e inspirados por la superior, lo sagrado y lo trascendente debemos recuperar la tierra. Y ello lo haremos mediante la acción guerrera.

       Y yendo más allá de lo estrictamente nacional buscar en nuestra civilización occidental lo mejor de nuestra TRADICIÓN en materia de acción, y así nos remontamos al siglo XII y llegamos hasta San Bernardo de Claraval ( ó Clairvaux). Entre 1132 y 1137 este abad escribió a pedido de Hugo de Payens ( o De Paganis) a la sazón  gran maestre de la Orden de los Templarios, un opúsculo titulado “ Alabanza de la nueva milicia” en el cual plantea la guerra santa desde la perspectiva católica y el elogio del monje-guerrero.  No obstante pertenecer a una orden religiosa contemplativa ( “ no me era permitido servirme de la lanza”) no vacila en plantear la vía de la acción como ascesis para la inmortalidad. Para San Bernardo ambas vías son pues válidas y aún más. Y así nos dice: “ La muerte de los santos será siempre preciosa delante de Dios; mas la que ocurre en la guerra es tanto MÁS PRECIOSA cuanto mayor es la gloria que la acompaña “
               De la misma obrita extraemos también los siguientes conceptos:
“ El nuevo género de milicia no conocido en los siglos pasados; en el cual se dan a un tiempo mismo dos combates con un valor invencible: contra la carne y la sangre y contra los espíritus de malicia que están esparcidos en el aire. A la verdad, hallo que no es maravilloso ni raro resistir generosamente a un enemigo corporal con las solas fuerzas del cuerpo. Tampoco es cosa muy extraordinaria, aunque sea loable, hacer guerra a los vicios o a los demonios con la virtud del espíritu, pues se ve todo el mundo lleno de monjes que están continuamente en este ejercicio. Mas ¿quién no se pasmará por una cosa tan admirable y tan poco usada como ver a uno y otro hombre poderosamente armado de estas dos espadas…? Estando fortalecido con estas dos suertes de armas, no teme ni a los demonios ni a los hombres… no teme la muerte puesto que desea morir…Vivamos o muramos somos de Dios.,, ¡ Oh! ¡ Con cuanta dicha vuelven del combate estos vencedores! ¡ Oh! ¡ Con cuánta dicha mueren estos mártires en la pelea!...¡ Qué seguridad hay en la vida que espera la muerte sin temor ninguno!…la muerte que se da o recibe por amor de Jesucristo, muy lejos de ser criminal, es digna de mucha gloria…Así, el soldado de Jesucristo mata seguro a su enemigo y muere con mayor seguridad.”
             Todas estas breves citas extraídas del “Elogio de la nueva milicia” nos llevan al momento actual. Hoy día la situación mundial nos presenta la emergencia de una tentativa de restauración de la tradición en la civilización islámica en un enfrentamiento bélico contra el mundo moderno encabezado por los EE.UU., la UE, Rusia, China y el sionismo. La lucha tiene profundas raíces espirituales aunque se la quiera disfrazar de disputas por el petróleo, espacios geopolíticos, recursos naturales, democracia, derechos humanos , antiterrorismo, etc. No es que todo esto sea ajeno  sino que se oculta lo esencial y lo fundamental, es decir, el carácter metafísico del enfrentamiento: el espíritu de la tradición contra la civilización moderna. ¿ Cuál debe ser entonces la actitud del católico guerrero frente a esta guerra? Debemos, partiendo de nuestra religión, de nuestra situación relativamente condicionada por el tiempo y del espacio en que vivimos declararnos también en guerra  contra el mundo moderno y buscar alianzas con todos los adeptos de otras religiones que estén de acuerdo con esta postura. Una postura de mínima sería “golpear juntos y marchar separados”, nada que ver con hipócritas ecumenismos a que nos tienen acostumbrados las jerarquías de varias religiones. El camino que señala San Bernardo tiene profundas coincidencias con otras religiones y doctrinas. En el Corán es claro el mensaje de la “yihad”, la guerra santa, en plena coincidencia con las expresiones de San Bernardo. En la tradición hindú el Bhagavad Gita, canto del poema épico Mahabarata, no nos expresa otra cosa. Las enseñanzas de la TRADICION son unánimes al respecto, todo ello olvidado por el mundo moderno.
            Ahora viene una cuestión fundamental para el católico: la Iglesia. Adelantamos la respuesta: nada que ver con ella. Desde hace siglos viene haciendo concesiones a la modernidad, desde la época de lo que los historiadores llaman la “querella de las investiduras”, siglos XII y XIII. Desde entonces por sucesión de causas y efectos hemos llegado al presente. Hoy la Iglesia Católica se encuentra totalmente entregada a la modernidad, haciendo causa común con los poderes mundiales, con la democracia, con la falsa doctrina de los derechos humanos, con la ONU, reducida a una institución dedicada a la asistencia social en medios de plañideros lamentos a favor de la paz y lamentándose de la pobre gente víctima de todos los desastres del mundo actual. Una ausencia total de una actitud viril, heroica y guerrera. Los sectores católicos disidentes o críticos del Vaticano no han mejorado la situación, siguen siendo el güelfismo de siempre y buscando el cielo olvidándose de la tierra, de la unidad entre la criatura y se creador.
            A todos los sectores de la Iglesia Católica, “oficialistas”, disidentes o críticos les cabe esta reflexión del tradicionalista Atilio Mordini: “Una tradición exclusivamente sacerdotal no daría nunca un paso adelante para la restauración efectiva del mundo: no solo; sino por tal ceguera en no querer reconocer la función sagrada  del ordenamiento militar y ecuestre …la única actividad que queda a la Iglesia es la de predicar…en el desierto, al mundo árido de las continuas reformas sociales y de las planificaciones.” ( ver “ El católico gibelino” Ed. Heracles 1997).
              Queda a cargo de la conciencia de cada uno las acciones a emprender conforme a sus circunstancias de tiempo, lugar y debida prudencia.
               Finalmente un pensamiento de Nietzsche: “Las guerras religiosas han representado hasta hoy el mayor progreso de las masas, ya que constituyen la prueba de que estas han empezado a considerar las ideas con respeto…. ( “ La gaya ciencia”, aforismo 144), Y otra cita en este caso de Juan Donoso Cortés: “Es la hora de las afirmaciones soberanas y de las negaciones absolutas” ( Discurso sobre la dictadura, 1849).

                                           JULIÁN RAMÍREZ
Secretario por la Argentina del Centro Evoliano de América ( C.E.D.A.)
Comentarios y críticas a: “aquilesarjuna@hotmail.com “
San Carlos de Bariloche, 1º de abril del 2010, Jueves santo.