CARÓTIDA DEMOCRÁTICA

 

Días pasados un notorio periodista, simultáneamente médico, resaltaba la existencia de un hecho muy curioso relativo a la reciente operación de la arteria carótida por parte del virtual presidente Kirchner, lo cual agregaba otra analogía más, en cuanto a las semejanzas, con su predecesor Menem. En efecto, en ambos casos, además de haber sido por igual peronistas, fueron sospechados con gran vehemencia de corrupción en tanto que de manera ostensible habrían asociado la política con el incremento notorio de su propio patrimonio personal. Los dos además provenían de una provincia pequeña habiendo convertido en muy famosa a una localidad de la misma, Anillaco en el primer caso, El Calafate en el segundo, respecto de las cuales efectuaron importantes negocios turísticos y finalmente los dos han concluido o amenazan concluir su mandato con una serie de inconvenientes judiciales. Y estas enormes semejanzas entre ambos acontecidas, a pesar de odiarse mutuamente y de sostener ideologías en apariencias diferentes, se han incrementado en estos días debido al hecho curioso reseñado por el aludido periodista de que los dos, en el momento mismo del ocaso del propio mandato y del inicio del propio declive, tuvieron que padecer una misma operación por habérseles obstruido la arteria carótida que es la encargada de irrigar sangre al cerebro.

Nosotros que utilizamos una metodología diferente de la que es habitual en el pensamiento moderno, y que por lo tanto consideramos que los hechos que acontecen no obedecen a una casualidad sino a una causalidad y que por lo tanto poseen un sentido indicativo que debemos descifrar, queremos agregar otra semejanza por lo demás significativa relativa principalmente al significado de la palabra carótida que proviene del verbo griego carous que significa adormecer, amodorrar y esto podría por lo tanto dar cabida a una nueva similitud entre ambas situaciones. El presidente Menem fue suplantado luego de su segundo mandato, en el que se produjera la aludida obstrucción de su carótida, por un político, a la sazón intendente de la ciudad de Buenos Aires, con todas las características propias del adormecimiento y la modorra que dio justamente como resultado, en la implementación de su mismo programa económico de convertibilidad, la hecatombe democrática del 2001 en la cual nuestra clase política, que estuviera en el fondo simbolizada en aquel acontecimiento operatorio antes mentado, se las vio literalmente en figurillas  bajo la consigna popular de ‘que se vayan todos’. Es decir la población reclamaba que se desobstruyese efectivamente esa carótida adormecida y corrompida representada por la clase depredadora. Hoy en día se repite una situación muy similar no sólo en la simbología de una misma obstrucción y operación, a primera vista de fácil hechura ya que en ambos casos los operados pudieron volver normalmente a sus actividades, sino también en el hecho de que se perfila la figura de otro personaje similar a De la Rúa, perteneciente incluso a su mismo partido y con características psicológicas muy parecidas, el actual vicepresidente Cobos.

Alguien dijo con razón que de un nuevo 2001, esta vez en vísperas y cercanía del bicentenario democrático, difícilmente se pueda volver. Será cuestión ahora de contestar a la pregunta que con arrogancia formulara en aquel momento el primer operado de carótida al reclamo de que se vayan todos. Y entonces, ¿quién viene?

 

Marcos Ghio

17/2/10