A PROPÓSITO DE UN REPORTAJE A ALAIN DE BENOIST
LA POLÍTICA EVOLIANA COMO ARTE DE LO NECESARIO

ALAIN DE BENOIST CONTRA LOS TITANES | Geopolitica.RU

 

Alain de Benoist es de los contemporáneos actuales el autor moderno que más respetamos. Ya nosotros nos hemos referido a él en otra oportunidad al dictar en la ciudad de Barcelona una conferencia en la cual contrastamos sus puntos de vista doctrinarios con los de Julius Evola. Conferencia que, dicho sea de paso, ha contado con el beneplácito del autor en el sentido de habernos reconocido personalmente haber sido correcto en las apreciaciones hechas en relación a su pensamiento. A diferencia de otros autores de su mismo signo ideológico, Bénoist es un profundo conocedor del pensamiento evoliano al cual ha leído vastamente, sea en sus ediciones originales como en sus distintas traducciones y comentarios. Su inmenso valor estriba en el hecho de que es la persona adecuada, desde una perspectiva moderna, con la que es posible debatir a fin de poner en claro las diferencias existentes.
Y si bien nosotros, tal como decimos, ya hemos puesto el acento en los contrastes entre ambos pensadores, no viene mal aquí resaltar ciertos aspectos adicionales, tal como surge de la lectura que hemos hecho de un reportaje publicado en internet del año 2007, titulado en francés Novelles Entretiens sur Evola y al que se le agrega  en italiano ‘una figura original e incapacitante’ y en el cual el autor responde a una serie de preguntas relativas al pensamiento del gran metafísico italiano poniendo una vez más en claro sus diferencias. Podemos decir que, salvo algunos matices (1) que no viene al caso reseñar aquí, el texto es sumamente valioso en tanto ayuda a poner en claro de manera contundente los grandes abismos existentes entre el pensamiento evoliano de carácter tradicional y metafísico y el moderno, en este caso representado por un exponente de lo que ha dado en llamarse como la ‘Nueva Derecha’, de carácter en cambio secular e historicista. Bénoist se ubica, tal como hemos manifestado en otra oportunidad, dentro de la vertiente de la postmodernidad para la cual lo que se critica de la modernidad es no haber sido consecuente con sus fines últimos consistentes en haber negado a la metafísica en sus mismas raíces y haber sustituido los principales dogmas y ‘mitos’ del cristianismo por ‘grandes relatos’ e ‘ideales’ que han oficiado en la historia como verdaderos límites de la libertad del hombre. En tal sentido el actual contexto de globalización, heredero del racionalismo y de la filosofía del progreso, propias sea del liberalismo como del marxismo del siglo XIX que han constituido el actual pensamiento único que rige en el occidente, sería pues la consecuencia secularizada del cristianismo medieval y semítico. La perspectiva evoliana y tradicional es en cambio antitética respecto de la postmodernidad. Puede aceptar sí que lo moderno representa una continuidad con ciertos dogmas preexistentes, pero lo principal que allí se critica y combate es haber rechazado la dimensión metafísica, si bien -insistimos- podría convenirse con Benoist que el moderno ha secularizado tal idea y que una serie de mitos, tales como la igualdad, la lucha de clases, el comunismo, etc., pueden ser concebidos como formas humanizadas de principios superiores, pero lo que los convierte en antitéticos es justamente el hecho de negar la existencia de una dimensión trascendente. Y en tal aspecto para el pensamiento tradicional sea la modernidad globalizadora como la postmodernidad pluralista de un Benoist no se contraponen entre sí en tanto comparten por igual la convicción dogmática de que solamente existe la dimensión temporal y material y que otra esfera superpuesta a ésta sería inexistente y solamente el producto de la imaginación del hombre que proyecta hacia afuera de sí y ‘duplica’ inútilmente lo que no puede resolver en este plano.
Es dentro de esta convicción que tiene el autor francés que puede entenderse el rechazo que él siente hacia la ‘política’ evoliana a la cual califica como ‘incapacitante’ en tanto no puede obtener resultados prácticos en la medida que nos reconoce que se encuentra subordinada a la metafísica, una cosa que para él resulta inexistente y producto de una duplicación enfermiza de la realidad. Benoist al respecto comparte la convicción moderna de que la política es el ‘arte de lo posible’ y percibe cómo un pensamiento como el evoliano, en tanto es prioritariamente metafísico, no permite alcanzar resultados prácticos en la realidad física e histórica por la que transitamos cotidianamente. Al respecto yo quiero resaltar aquí una serie de experiencias personales que tuviera en Europa cuando fuera por primera vez y cuando distintos exponentes de la ‘Nueva Derecha’, que curiosamente también incluía a pretendidos ‘evolianos’, aun no distinguían con precisión en qué tendencia me encuadraba exactamente. Uno de ellos, que había sido promotor y difusor de varias obras de Julius Evola del cual había editado y prologado colecciones de artículos, me confesó que el pensamiento de Bénoist le había abierto perspectivas permitiéndole salir del anonimato y que sus puntos de vista pudiesen ser conocidos por la gran prensa, mientras que en cambio la política evoliana lo había obligado por mucho tiempo a vivir en un gueto. Otro de ellos me explicó respecto de la conveniencia de apoyarlo al postfascista y sionista Fini ya que ‘era lo único que se podía hacer’. Es decir en ambos casos se aplicaba la máxima moderna y antievoliana de la política como el arte de lo posible. Benoist y sus diferentes discípulos al respecto tenían mucha razón en sostener que el pensamiento evoliano es ‘incapacitante’ para todo aquel que quiera hacer carrera en el mundo moderno o simplemente disfrutar de las diferentes posibilidades que el mismo nos ofrezca. El categórico consejo que nos diera Julius de ser ‘convidados de piedra’ ante los diferentes trivios que nos presenta el sistema es un ejemplo claro del gran antagonismo que existe entre ambos pensadores. Benoist pretende no suplantar el mundo moderno, sino simplemente cambiarle su orientación ‘metafísica’ y globalizadora, convirtiéndolo en plural, diversificado, es decir que cumpla con sus promesas no realizadas de ser verdaderamente democrático. Evola en cambio repudia todo esto. En tanto que la metafísica no es para él como en Benoist un mero punto de vista, sino una realidad objetiva, la negación secularizadora efectuada por la modernidad la ha excluido totalmente. Por lo tanto no existe para él una democracia que pueda ser buena, de la misma manera que la modernidad es repudiable en cualquier sentido que la misma sea, sea ésta globalizadora o plural. A un evoliano no le interesaría tanto que en vez de un mundo dirigido solamente por Obama, lo sea por éste junto a Chávez, Ahminajedad o Putin, lo importante es aquí el sistema y no quienes lo componen o cómo lo hacen. Un mundo en el cual la economía es el destino, en donde lo que es meramente humano y cultural es la meta última, éste es un mundo cuyas posibilidades se rechazan y combaten.
¿Pero entonces qué es lo que queda de la política si no se la acepta como ‘arte de lo posible’? Podría decirse que en cambio en Evola la política es el ‘arte de lo necesario’ y esto nos lleva a hacer una serie de disquisiciones. A Benoist en el fondo le molesta el hecho de que Evola haya hecho política pues piensa que un tradicionalista, en tanto es cíclico y rechaza la historia como novedad, lo lógico hubiera sido que lo hubiese imitado a Guénon o más específicamente a los guénonianos y se hubiese dedicado más a calcular los tiempos del Manvantara antes que intervenir en los acontecimientos generando así una serie de políticos frustrados. Acá nosotros hemos hecho notar varias veces que, si bien la concepción evoliana de la historia es cíclica, no puede ser identificada con la de otros autores como Hesíodo o como diferentes guenonianos a los cuales ha criticado varias veces. La historia cíclica por la que nos encontramos transitando no es un hecho natural en el devenir humano como pueden serlo en cambio los ciclos propios de la naturaleza física, sino que es en vez el producto de una caída. La circunstancia de que la humanidad se haya apartado de ciertos principios superiores es lo que ha hecho que cayera de una instancia de libertad a una de necesidad en la cual los hechos se suceden en forma escalonada e incluso previsible como los tiempos del reloj o como por lo general los fenómenos del mundo de la naturaleza. Evola considera que este tiempo es de decadencia y que nos encontramos en la etapa final del Kaliyuga en donde la materia ha pasado a su fase última cuantitativa en la que el consumo y la economía representan el destino obligado de los hombres, pero la salida de tal situación, de la misma manera que lo fuera la entrada en esta fase, no son hechos fatales. ‘El río de la historia sigue el lecho que el mismo se ha trazado’,  no ha habido ni fatalidad en la caída ni tampoco la habrá en la restauración de una humanidad normal. Éste es pues el sentido de la política evoliana, la de ser capaces de restaurar esa normalidad quebrando el rumbo fatal de la caída. En tal aspecto es donde cabe la imagen dada en una de sus principales obras, Cabalgar el tigre. El político evoliano es aquel capaz de sobrevivir en el marasmo representado por un mundo expresado por la imagen de un tigre embravecido al que hay que ser capaz de cabalgar a fin de que ‘aquello contra lo cual nada puedo no pueda nada en mi contra’ y que ‘lo que no me destruye pueda en cambio fortificarme’. Destruir el mundo moderno para restaurar la humanidad normal es pues la meta propia de la política evoliana representada en la imagen de aquel jinete que es capaz de terminar con el último suspiro del tigre que ha agotado sus energías. Pero para ello es necesario que antes el tigre no lo haya devorado al jinete pues si tal cosa sucediera entonces no habrá cabida a una restauración de una humanidad normal. En esta imagen es que puede representarse la política evoliana como el arte de lo necesario, como la actitud de aquel que es capaz de romper con la cadena de la fatalidad.

  1. Queremos acá señalar como una excepción a su postura científica en relación a la exposición del pensamiento evoliano aquel pasaje en donde el autor, al referirse a la obra Metafísica del Sexo, en la cual Evola con mucho tino pretende darle a tal actividad un sentido metafísico y superior y no reducirla meramente a la satisfacción de la libido ni a la simple reproducción de la especie, el autor no encuentra mejor recurso que recomendar a Evola (por supuesto que un poco tardíamente) recurrir a un psicoanalista.

Marcos Ghio