ESPAÑA

EN LA ANTESALA DE LA DISOLUCIÓN

 

Cada vez que visitamos Europa nos encontramos con un escalón más hacia la decadencia y disolución de las naciones que la integran en aras del fortalecimiento de esa entidad materialista y consumista conocida como la Unión Europea (UE), que es una sigla parecida hasta en el nombre a la de su par los EEUU de Norteamérica o lo que fuera la antigua URSS y que, haciendo honor a sus intenciones últimas, fuera precedida en su gestación por otra similar, el MEC, es decir el Mercado Común Europeo. La finalidad de tales conglomerados nunca ha sido ocultada y ha consistido en la búsqueda de la unidad del continente a partir de la división del trabajo por parte de sus integrantes, suprimiendo barreras aduaneras entre los mismos y constituyendo una moneda única la que, en tanto iba a tener el aval de las principales naciones que lo componen, habría de adquirir un valor altísimo permitiendo así a tal nuevo Superestado encontrarse en una situación de privilegio y superioridad respecto de otros países que no hubiesen podido alcanzar tal integración.
Pero henos aquí que, una vez obtenidos tales beneficios y ventajas, fueron imponiéndose sucesivamente mayores restricciones para poder formar parte de este poderoso club o Estado ventajoso. Por ejemplo se exigía y se exige a las naciones que quisiesen llegar a integrarse al mismo no solamente una adhesión fervorosa y de palabra a la religión democrática pregonada sea por el capitalismo burgués como por su par comunista, sino también una muestra continuada en el tiempo de su praxis a fin de no pretender hacer creer que tal aceptación fuese parecida a la de aquel soberano que abjuró del protestantismo para poder llegar a ser rey de Francia. Esto tuvo además que estar acompañado por otras medidas similares y solidarias. En función de tal concepción del mundo inmanentista, asumida con un dogmatismo e intolerancia que no conoce casi precedentes en la historia, se enfatizó en la necesidad de que fueran sustituidas y suplantadas todas aquellas entidades que presentasen un carácter trascendente a los meros intereses de las partes, tales como la religión, la que pasó de formar parte del Estado como en otras épocas a convertirse en un simple fenómeno de conciencia asimilable así a cualquier experiencia subjetiva o de alucinación que se tuviese, e incluso, y hasta con la ayuda de técnicas de lavado de cerebro como el psicoanálisis, se la terminó asimilando a situaciones patológicas de inferioridad en modo tal que, en función de ello, en tanto se ha impuesto como moda la obligación de mostrarse como persona carente de escrúpulo ni ‘prejuicio’ alguno, como una manera de evidenciarse como ‘libre’ y ‘evolucionado’ se ha difundido una situación de burla y ridiculización de tal entidad. Esto es lo que explica por lo demás que hoy en día en Europa  por ejemplo las iglesias se encuentren vacías y hasta en alguna de ellas se cobre entrada por tratarse ya de museos.
Pero como lo sagrado es una cosa que no solamente se expresa en templos y en religiones, sino que aun. en razón de su superabundancia, puede llegar a informar fenómenos e instituciones que en apariencias tan sólo pueden parecérsenos como profanos, el enemigo del hombre, que se encuentra por detrás de la constitución del engendro materialista aquí aludido, también ha organizado una fuerte labor de destrucción de aquellas otras instancias que, aun sin ser abiertamente religiosas, pretendiesen lo mismo hacer vivir el fenómeno de la trascendencia a través de otras figuras menores, pero sin embargo de esencial importancia, tales como la nación y la familia. Instituciones éstas sumamente molestas y peligrosas si no son adecuadamente modeladas, pues en ciertos casos las mismas pueden interferir con las necesidades del mercado y del consumo generando por lo tanto situaciones de parate en la producción y consecuentemente de ‘crisis’. Esto por supuesto se lo ha hecho selectivamente pues indudablemente no es lo mismo una familia burguesa que, en tanto basada exclusivamente en función de las apariencias consume muchísimo y favorece así al mercado, que aquella otra de carácter tradicional que se concibe a sí misma como el medio apropiado para alcanzar la continuidad de una estirpe y de una idea. Del mismo modo que si bien tanto Norteamérica como España pueden ser por ejemplo naciones, teniendo ambas banderas y emblemas propios, no son una misma cosa y presentan caracteres sustancialmente distintos el nacionalismo español o italiano que el yanqui o el inglés. Gracias a la presencia del falangismo y del fascismo en las primeras, el Estado y la nación estuvieron asociados a ideales sagrados, considerándose en los dos casos, el de Italia y España, no como simples asociaciones de carácter administrativo, sino como entidades superiores poseedoras de una misión histórica esencial de carácter metafísico que incluso justificaba en función de ello la gestación de verdaderas cruzadas redentoras; totalmente distinto ello por supuesto de las  parodias efectuadas, hasta con el mismo nombre e incluso hace muy poco, por los EEUU y sus satélites europeos.
Es por ello que, si bien nacionalismos del estilo del inglés, yanqui o francés no son cuestionados hoy en día por la entidad de mercaderes, sí lo son en cambio el español y el italiano debido a los resabios oscurantistas y ‘reaccionarios’ que los mismos aun poseen en razón de las herencias antes aludidas. Sin embargo hay diferencias notorias aun entre ambos por lo cual el enemigo del hombre no actúa de la misma manera en los casos. En tanto la España franquista fue la última en abandonar ese nacionalismo estrecho que lo ‘europeo’ pretende en cambio superar, para ella la medicina debe ser mucho más radical que la empleada en cambio con Italia. Así es como, si bien en los dos países se han difundido más que en cualquier otro los regionalismos a los cuales se tuvo el coraje de denominar ‘nacionalismos’ con la finalidad de confundir las cosas, cuando el nacionalismo verdadero es por el contrario aquel que enfatiza en el todo, la nación, por encima de las partes, las distintas regiones o provincias, tal como decimos en los dos países las soluciones empleadas han sido diferentes.
Mientras que en Italia el fenómeno fue vivido a través del movimiento de la Lega del Norte, el cual enfatizó en una circunstancia economicista, la de vivir con los propios recursos y no tener que mantener o ‘ayudar’ a provincias y regiones más pobres, en España se constituyeron agrupamientos similares en Cataluña, la región Vasca y Galicia, pero con una diferencia notoria respecto del primer caso. Aquí, si bien el planteo burgués fue también sostenido, se le agregaron elementos de carácter cultural que en cambio no existieron en el caso italiano. Este fenómeno consistió principalmente en la gestación de lenguas artificiales creadas en laboratorios años antes a partir de dialectos preexistentes. Así es como hemos tenido que la presencia del catalán, vasco o gallego, elevados a la categoría de idiomas, ha otorgado a tales movimientos separatistas un elemento adicional de significativa importancia capaz de dar un vigor mucho mayor a un separatismo como el padano del norte de Italia, basado simplemente en la reivindicación económica. De este modo hemos presenciado en los últimos tiempos lo siguiente. El separatismo de la Lega ha podido prácticamente desbaratarse por sí solo debido a la puesta en evidencia del carácter delincuencial de sus principales líderes los cuales no pudieron ocultar por mucho tiempo que su afán de independencia obedecía en el fondo a un deseo exasperado por enriquecerse. Afán éste que también existe entre las oligarquías de las regiones españolas, pero con la diferencia que aquí el ‘federalismo’ puede camuflarse mejor detrás de reclamos de carácter cultural y ‘nacionalista’.
Pero hay un detalle que nosotros queremos agregar a este análisis y es el de señalar, tal como lo venimos haciendo desde hace mucho tiempo, cómo el enemigo del hombre cuenta, para llevar a cabo sus fines de constituir una humanidad que en su esencia no se diferencia mayormente de un ganado vacuno o de una manada de ovejas, con la colaboración de un conjunto muy numeroso de personas de la denominada ‘derecha’ o ‘nueva derecha alternativa’ que han venido actuando como verdaderos títeres e idiotas útiles del sistema acompañando calurosamente todas las medidas implementadas o sugeridas por éste aunque con un lenguaje diferente que genera confusiones.
Así pues nosotros hemos visto cómo estos movimientos que pregonan curiosamente un ‘nacionalismo europeo’, justamente en el mismo momento en que los banqueros destruyen a las naciones de su continente para sustituirlas por un conglomerado similar al que ellos nos proponen, mientras que por un lado avalan el proceso laico de eliminación de la religión de la esfera pública, y luchan consecuentemente en contra de la ‘islamización’ de Europa preocupados sobremanera, del mismo modo que los banqueros, por que los inmigrantes que han obligado a venir a su continente no solamente se reproduzcan mucho y por lo tanto pongan en peligro la demografía del mismo, al no imitar a su raza que fornica sin reproducirse demasiado, sino que también recen hasta 6 veces por día interfiriendo ello con el proceso productivo y masificador, ya que sea el europeo como el yanqui actual poseen elementos sustitutivos de tal práctica supersticiosa a través del smartphone y los mensajitos de texto, entre otras tantas chucherías tecnológicas.
Es de imaginar también que, imitando la misma mentalidad, hoy varios de ellos se apliquen, como buenas marionetas que son, a apuntalar ese nuevo ‘nacionalismo regional’ aquí mentado convirtiéndose en promotores, hasta a veces fanatizados, del  ‘particularismo cultural’, es decir en la exaltación de lo propio sin importar valores, consistente entre otras cosas en la promoción de estas nuevas lenguas de laboratorio, como el actual catalán creado en 1932 a partir de una veintena de dialectos, en donde entre éstos se eligió a propósito a los términos que más se diferenciasen del castellano a fin de poder defender mejor la ‘identidad’ esto es la disolución de España, en modo tal que, con el caballito de batalla de la defensa de lo propio, la gilada pudiese distraerse así de los latrocinios que comete su propia oligarquía en nombre del federalismo y no suceda en cambio lo que ha acontecido con la Padania que por carecer de tal elemento puso en evidencia así la delincuencia de su clase dirigente oligárquica poniendo así en peligro el ‘federalismo’.
Y ya que hemos mencionado este tema tabú, queremos decir dos palabras respecto del mismo. De la misma manera que la libertad no es un valor en sí sino que sólo es válida en tanto está subordinada a una autoridad superior que le otorgue un sentido, el federalismo sin monarquía, es decir sin un principio carismático trascendente, representa un elemento lesivo de la nación pues es el paso necesario para su disgregación. Los ‘identitarios’ (tal el nombre que se han otorgado a sí mismas dichas marionetas) de tales regiones hoy al borde del separatismo defienden el uso prioritario de la propia lengua (recordemos que creada en un laboratorio con fines disolventes) alegando la defensa del antiguo federalismo tal como existiera en la Edad Media y manifestando a su vez que las naciones son un producto moderno que disolviera, a través del centralismo, las diferencias culturales. Pero olvidan lo esencial: que la destrucción de las identidades fue precedida por la del imperio que era la unidad superior dadora de sentido a las partes. Si la modernidad fue centralista ello tuvo el significado de destruir a través de la ‘educación estatal’ el elemento espiritual otorgado por siglos por tal instancia superior. Una vez lograda tal cosa luego de una larga tarea ‘educativa’, el paso siguiente ha sido la democracia, a través de un nuevo federalismo consistente en el culto exasperado por lo propio desgajado de cualquier valor superior. Por ello, ante tal proceso disolutorio, el centralismo representado por la dictadura nacional adquiere hoy un sentido superior que no lo hubiera tenido en caso de haber existido aun una unidad imperial.
En la Argentina hemos vivido un fenómeno similar. El federalismo solamente tuvo sentido aquí subordinado a la figura de un caudillo superior, en este caso Rosas, y por tal razón en tanto repudiaban a tal figura y principio, los liberales fueron por décadas enteras centralistas y unitarios, pero luego, una vez que el caudillo desapareció, automáticamente se hicieron federalistas y hasta lo implantaron como principio en la Constitución. El mejor ejemplo de un federalismo sin Rosas y estereotipado es actualmente el de los Kirchner, una forma consecuente del peronismo de Menem. Este último a cambio de una reelección vedada por la Constitución, obtenida luego a través de una reforma de la misma, acentuando, a cambio de los votos necesarios, un federalismo exasperado en modo tal que las provincias patagónicas de escasísimos habitantes se hicieron con la casi totalidad del petróleo argentino con la excusa de hallarse en su subsuelo. Pero esto no benefició mayormente a los 200.000 habitantes de la provincia patagónica de Santa Cruz, sino a sus gobernantes, los Kirchner, quienes, gracias a tal obsequio, pudieron hacerse luego del poder en la Argentina debido a los ingentes recursos que otorga el oro negro. Tuvieron así en claro que sin dinero no puede hacerse política en democracia. Aprendieron así de lo que le pasó a su antecesor, también peronista, que por carencia de recursos suficientes, tuvo que mentirles a los árabes para obtener un sustancioso y fundamental apoyo a su candidatura. De este modo tuvo que pagar luego la traición con la vida del propio hijo, cosa que por las razones antes aludidas y gracias al ‘federalismo’ no les pasó a los Kirchner.
A esta cosa sórdida es a lo que conduce finalmente un federalismo sin caudillo ni imperio, sin que con esto queramos decir que, quebrando una antigua regla, les estemos señalando el camino a los europeos, aunque hoy haya muchos que consideren que lo que nos sucediera en diciembre del 2001 es un preanuncio de lo que también tarde o temprano le acontecerá a varias aun naciones de Europa.
Como corolario final digamos que ya se acepta como un hecho que Cataluña primero y la región Vasca después se segregarán de España y se harán así ‘europeas’. A tal respecto hemos visto una importante cantidad de balcones ornados con una curiosa bandera ‘catalana’ que es la que ya se conocía, pero acompañada ahora de una estrella que según algunos es una imitación de la bandera yanqui o de la sigla europea, aunque otros más sagaces nos dicen que es la del Estado sionista. Consideramos que en cualquiera de los tres casos tienen razón.

Marcos Ghio