2ª JORNADAS EVOLIANAS DE CURITIBA

 

Una vez más, en la bella ciudad brasileña de Curitiba, se efectuaron unas jornadas evolianas, del mismo modo que había acontecido en el año anterior. Debemos resaltar nuevamente lo sumamente positivo y original que representa este hecho en el mundo entero. No existe otro lugar en donde se haya realizado un evento similar y durante tres años consecutivos, pues recordemos que, antes de estas dos últimas, se habían efectuado unas primeras en la ciudad norteña de Pessoa a las que no pudimos concurrir. Esto constituye un signo claro e irrebatible de que América del Sur es el lugar en donde, en gran medida por la labor desarrollada por nuestra organización, el Centro Evoliano de América, el pensamiento de Julius Evola más ha cundido y más ha logrado desarrollarse, siendo sus perspectivas futuras sumamente alentadoras teniendo en cuenta la numerosa composición juvenil del grupo convocante.
Yendo específicamente al desarrollo del evento, debemos destacar esta vez especialmente la presencia del profesor Cesar Ranquetat, pionero del pensamiento evoliano en Brasil, quien nos convidara con una excelente conferencia sobre la antropología en el gran metafìsico italiano. De la misma manera que fue también significativa la exposición del dirigente del Partido Integralista de tal país, Victor Barbuy, quien demostró cómo, desde una perspectiva católica tradicional, la asumida por su fuerza política, era también posible asimilar la herencia de Julius Evola, mostrando así una clara diferencia con lo que acontece en el mismo medio en la Argentina. En la segunda jornada el doctorando Rodolfo da Souza expuso una visión crítica respecto de la problemática de Heidegger y el nazismo refutando conceptos vertidos por un viejo conocido nuestro, el provocador sionista chileno Víctor Farías. También, ya fuera de un contexto estrictamente evoliano, fue interesante la exposición, del profesor de la Universidad de San Pablo, Alejandro Hage, quien formuló una visión crítica respecto del nuevo engendro moderno conocido como BRIC (Brasil, Rusia, India y China), un acuerdo puramente comercial y capitalista que en nada genera expectativas evolianas de ruptura del sistema.
La última parte de las jornadas, que fueron tres en total, versó sobre dos exposiciones en dos días consecutivos sea del suscripto como del conocido dirigente del movimiento euroasiático, Alexander Dugin, quien había viajado especialmente desde Rusia para asistir a la reunión. Nos encontramos aquí con dos posturas abiertamente discrepantes, no solamente con respecto a la figura de Evola, ya que el aludido no es ni se reputa a sí mismo como evoliano, sino en relación a la actual problemática internacional que en los dos casos asumía consecuentemente dos posturas contrastantes, respecto de lo cual lo único lamentable es que no pudo llegarse a un debate por culpa exclusiva de este último que lo evitó sucesivamente.
Nuestra exposición versó sobre La vía de la mano izquierda en Nietzsche y en Evola en la primera jornada y sobre Las nuevas técnicas de la guerra oculta, en la segunda, tratando al respecto de actualizar una problemática desarrollada por Evola en su sustancial obra Los hombres y las ruinas de 1954. Dugin también trató sobre Evola en la primera exposición y sobre la propia teoría política en la segunda, lo cual significó su aporte sustancial. Queremos destacar como corolario que, independientemente de las profundas diferencias que nos separan del autor, su presencia en tal evento representó un hecho singular que entre otras cosas sirvió para poner en evidencia la importancia que determinados sectores del sistema que, como veremos el Sr. Dugin representa, le dieron al acontecimiento aquí aludido. Debido a lo significativo del hecho y en gran medida para llenar la laguna representada por un debate no efectuado, en lo que sigue se intentará explicar por un lado a qué sectores el Sr. Dugin representa y en segundo lugar las razones por las cuales estuvo presente en la reunión.

Dugin y nosotros

Tomé conocimiento del Sr. Dugin por primera vez en 1995 cuando, luego de haber traducido la principal obra de Julius Evola, Rebelión contra el mundo moderno, visité Italia para establecer contactos con diferentes personas allegadas pretendidamente al pensamiento de tal autor. Así fue como, habiendo sido invitado en la ocasión a hablar sobre la situación en la Argentina, me encontré con la sorpresa de toparme con un público que, desde una pretendida postura evoliana o afín a tal pensamiento, criticaba la guerra que en nuestro país en la década anterior habíamos sostenido en contra de la subversión marxista. Fue allí donde tuve un contacto por primera vez con una ideología nueva que se había puesto de moda en ese entonces y que lo tenía justamente a Dugin como su promotor. La misma se calificaba como nacional comunista y tenía un vasto sector de intelectuales, que de palabra se proclamaban en varios aspectos como afines a Julius Evola, que la respaldaban en manera o abierta y manifiesta o en forma implícita, como por ejemplo el caso de Claudio Mutti entre tantos e incluso, a nivel más político, el caso puntual del mismo jefe del ala ortodoxa del Movimiento Social Italiano, Pino Rauti, y aun en forma más disimulada en ese entonces, sectores vinculados con la Nueva Derecha representada en Francia por Alain de Benoist y en Italia por Marco Tarchi.
Compartiendo el mismo enfoque de Francis Fukuyama aunque desde una perspectiva diferente, ellos concordaban en considerar que, tras la desaparición de  la Unión Soviética unos años antes, los EEUU se habían podido convertir en la única superpotencia con capacidad absoluta de decisión al haber perdido a la única fuerza que podía ponerle límites a su accionar. Pero esta cosa que para Fukuyama significaba un extraordinario acontecimiento positivo, para ellos representaba en cambio una tremenda desgracia. Y en el contexto de tal idea se llegaba a decir que las fuerzas nacionales, desde la misma época de Hitler y Mussolini, se habían equivocado en elegir al enemigo principal. En realidad Hitler tendría que haber hecho caso al ala izquierda de su movimiento, las SA, que fueran suprimidas violentamente en 1934, buscando hasta lo imposible de mantener la alianza con Stalin y haber marchado juntos en contra de Norteamérica e Inglaterra pues en última instancia los dos habrían estado, desde perspectivas diferentes, en contra del capitalismo. Ahora que se había producido la gran desgracia de que tanto el nacionalismo como el comunismo habían sucumbido debido a esa recíproca incomprensión, de lo que se trataba era de unir fuerzas contra el enemigo reputado como principal. Y siguiendo con tal concepto, en la Argentina habríamos cometido un error similar al haber confrontado militarmente con la izquierda castrista  beneficiando así una vez más, con la derrota de ésta, al mismo enemigo que hoy ha sabido aprovechar de tal situación. Dugin incluso iba más allá en sus análisis pues no solamente nos hablaba de una cuestión táctica, sino que llegaba hasta a ver en el marxismo elementos de metafísica y escatología que obviamente no pasaban para nada de su muy rica imaginación.
Evola, Hitler y Bin Laden
Es de destacar que esta problemática y postura fue experimentada por el mismo Evola en vida cuando tuvo que lidiar con varios ‘evolianos’, del estilo de Freda en ese entonces o de Mutti ahora, que lo acusaban de ‘atlantista’ por una razón parecida a la manifestada en este caso. Evola, luego de la Gran Guerra y en pleno proceso de Guerra Fría, sostenía que el comunismo era y seguía siendo el enemigo principal y que llegado el caso, del mismo modo que lo había planteado en vida Hitler, era necesario hacer un bloque en su contra manteniendo siempre una independencia total en cuanto a los objetivos. Nosotros también consideramos en esa circunstancia y lo seguimos aun sosteniendo ahora que el comunismo fue, es y seguirá siempre siendo el principal enemigo, siendo muchísimo peor para todos nosotros que el capitalismo norteamericano. Que en todo caso el error de Hitler no fue haber elegido mal al enemigo, sino en haberlo combatido con elementos equivocados pues, tal como hiciera ver Evola, lo hizo sosteniendo un nacionalismo racista y cerril que se enmarcaba en los mismos principios modernos que informaban al marxismo leninismo. Al respecto el maestro italiano explicó de manera clara que, si bien sea los EEUU como el comunismo son por igual enemigos en tanto exponentes distintos de una misma mentalidad materialista, para el hombre de la tradición este último representaba el obstáculo mayor. Es verdad sin embargo que el mundo norteamericano puede significar en ciertos aspectos el enemigo principal y último al cual hay que combatir y que ello podría pensarse con más intensidad hoy en día en donde representa una fuerza triunfante. Pero la diferencia estriba en lo siguiente. Norteamérica y el liberalismo por ésta impuesto en el planeta es un enemigo cultural que taladra el alma de los pueblos generando una mentalidad consumista que socava cualquier valor espiritual de carácter trascendente. El hombre moderno, a través del profundo lavado de cerebro efectuado por el materialismo extremo representado paradigmáticamente por los EEUU, ha sustituido todo valor sagrado y metafísico por la religión del consumo y de la máquina generando en los pueblos colonizados por éste una verdadera y propia insensibilidad respecto de todo lo que sea un valor trascendente. En cambio el comunismo, en tanto carece de cualquier dimensión espiritual y en cuanto a que en su esfera cultural es una cosa escasa, ha dejado por lo tanto intacta tal estructura a nivel popular y eso es lo que explica que, luego de su caída estrepitosa en la década del 90’, en los países del Este que habían sido sometidos por tal régimen el sentimiento religioso de la población sigue aun manifestándose como en cambio no acontece ni remotamente en aquellos que son influidos de manera directa y cotidiana por la cultura norteamericana en los cuales, justamente por haberse taladrado la dimensión espiritual de la población, ésta se ha hecho totalmente insensible respecto del fenómeno religioso.
Y entonces si ello es así ¿por cuál razón debe ser combatido en primer lugar? Porque, tal como nos explicaba Evola, si el comunismo, en razón de su insuficiencia, por un lado deja intacta la dimensión espiritual del pueblo, en cambio concentra sus principales dardos contra las elites a las que persigue de manera violenta y represiva. Yo me pregunto al respecto ¿hubiera sido posible en un régimen comunista efectuar unas jornadasd evolianas como la de la semana pasada en Curitiba? O también qué hubiera pasado si figuras como Evola, en vez de haber vivido en la Italia domeñada por el Occidente liberal, le hubiese tocado la mala suerte de tener que haber estado en la Rusia soviética. Al respecto recordemos el ejemplo ya famoso que nos fuera dado por Alexandr Solyenitzyn quien simplemente porque en una correspondencia privada se le ocurrió llamar a Stalin 'papito' tuvo que pasar más de una década como prisionero en un Gulag de Siberia. Su buena suerte hizo que como su principal obra pudo cruzar la Cortina de Hierro y alcanzar fama internacional salvó milagrosamente su vida y hoy podemos estar hablando de él.
Y a aquellos que aun hoy niegan tales evidencias y se dejan manipular por la propaganda aun subsistente del antiguo régimen comunista habría que preguntarles por qué, si bien tras la caída del comunismo se ha podido conservar aun (no sabemos por cuánto tiempo) una población imbuida todavía de espiritualidad trascendente, sin embargo figuras de la altura de un Guénon, un Evola, o hasta un Heidegger entre otros, no han podido existir nunca en tal contexto cultural y si ello no ha acontecido debido a las terribles persecuciones efectuadas por una ideología que odiaba especialmente todo lo que fuese aristocracia. Por tal motivo en tanto la élite siempre es lo principal en cualquier proceso, ya que si ésta no existe lo demás tarde o temprano desaparece, por lo tanto era indispensable dar cuenta primero del comunismo para luego dirigirse contra el otro enemigo, el liberal capitalista.
Afortunadamente en los tiempos actuales hubo una figura que a nivel político pensó de la misma manera que Evola y Hitler. Fue Osama Bin Laden, respecto del cual en estos días se cumple un nuevo aniversario del acontecimiento que diera vuelta en forma significativa la historia universal y que fuera producido por éste.
Bin Laden, a diferencia de los distintos teóricos del nacional comunismo, consideró también que para dar cuenta de los EEUU había que hacerlo previamente con su falso enemigo, el comunismo. El comunismo generaba falsas expectativas, confundía las metas a asumir pues hacía creer que todo el problema de la humanidad se reducía a una mala distribución de las riquezas, cuando en verdad lo esencial se encontraba en que se había erigido como modelo a un hombre que solamente pensaba en función de su posesión y disfrute ilimitado, desviándose de la meta esencial por la cual estaba en esta vida que era la dimensión sagrada y religiosa. El primer paso fue dado, en febrero de 1989 el movimiento de los Muhaidines, del que formó parte como voluntario perteneciente a la Liga Árabe, aplastó de manera contundente al ejército rojo expulsándolo de Afganistán y generando un efecto dominó por el cual dos años más tarde, tras la caída del muro de Berlín, se produjo también la desintegración del régimen comunista. Los dos pasos siguientes tenían que ser: abatir primero a la causa eficiente del comunismo que es el capitalismo liberal con sede en Nueva York y luego a la matriz de todo esto que tiene su sede en Jerusalén. Desde esa fecha hasta nuestros días los acontecimientos se fueron gestando en forma sucesiva. El 11S del 2001, tal como dijéramos, fue el inicio de la segunda etapa. A diferencia pues del Sr. Dugin y de los intelectuales italianos antes mentados, Osama no creía que la Unión Soviética fuera una barrera de contención del capitalismo norteamericano, sino por el contrario, del mismo modo que Evola y Hitler, aunque en los tres casos desde perspectivas distintas, él pensaba que era indispensable su destrucción para poder combatir con eficacia a los EEUU.
Dugin ahora
En ese entonces Dugin tenía mayores pretensiones doctrinarias que ahora cuando lo pudimos conocer personalmente. Él había sostenido tiempo atrás, en un homenaje que ‘evolianos’ italianos le rindieron al maestro en un aniversario de su muerte, que éste se había equivocado al combatir al comunismo pues no era cierto que representaba a la cuarta casta ya que, de acuerdo a la tradición indoeuropea, serían sólo tres y no cuatro las castas y que ahora, al reinar en el mundo el liberalismo, tras la caída de la URSS, se estaría demostrando que no ha finalizado el ciclo histórico tal como sostenía Evola. Nosotros le replicamos con un opúsculo titulado El Quinto Estado en donde demostrábamos, ante el silencio de los ‘evolianos’ italianos de ese entonces, que Evola no había dicho nunca que con el comunismo se terminaba la historia, sino que nos habló de una instancia posterior como la actual, la del Quinto Estado, la era del paria, la que dio luego cabida a una obra nuestra.
Pero como decimos, ahora en Curitiba nos hemos encontrado con un Dugin con menos pretensiones polémicas. Ya no insiste tanto en la absurda temática del nacional comunismo, si bien atisba a decir que nos tenemos que unir todos en contra de los EEUU como si no hubiese a nadie más a quien combatir (silencio sepulcral al respecto en relación a Israel país recientemente visitado por el jefe de su gobierno). Esta vez la ideología es puesta un poco a un costado y se nos presenta abiertamente como un consejero del premier Putin al que le asigna –y en esto sigue contando con una serie de laderos y adulones en el mundo entero, aunque afortunadamente cada vez menos- el papel de representar la gran alternativa ante el dominio de los EEUU. Pude mantener conversaciones personales, pero debo confesar que resulta difícil convencer a un agente de inteligencia. Nos reconoce al respecto ser hijo de un ex KGB y su lenguaje ahora resulta en muchos aspectos parecido al de los antiguos comisarios del pueblo. Nos dice en sus obras editadas en Brasil que debemos ser ‘multipolares’ y no unipolares tal como sucedería ahora. Que las decisiones deberían ser tomadas entre todos. Más allá de que se le hizo notar que el problema no es tanto cuántos son los que deciden (de hecho los EEUU deciden cada vez menos por su cuenta), sino qué es lo que se decide, la cuestión estriba en que para él debe ser un especial interés nuestro que Rusia vuelva a convertirse en una gran potencia y que nos tenemos que preocupar sobremanera porque no se desintegre. Al respecto llama a constituir un imperio euroasiático compuesto por todas las naciones europeas y asiáticas en donde curiosamente la sede central se encontraría en la ciudad en donde vive. ¿Pero más allá de esta peculiar pretensión, por qué tendríamos que pensar que ahora Rusia, especialmente cuando ha terminado con su institución sagrada, el zarismo, hoy tendría que ser opresivamente distinta de cuando se denominaba más crudamente la URSS? Es ridículo que haya europeos que puedan seguirlo en tales proyectos. Esto solamente puede explicarse por el carácter tradicionalmente sometido de tal etnía luego de la derrota bélica. Primero se ha dejado controlar por Norteamérica ahora quieren cambiar de amo. Nos dice, sea en sus obras como en conversaciones, que Alain de Benoist lo acompaña en sus proyectos ya que coincidirían ambos en el multipolarismo. Es posible pensar que esto sucede en un plano superficial de las ideas, pero tendríamos que escucharlo a Alain para saber si está dispuesto a acompañarlo en una sociedad en donde Rusia sea el socio mayor, teniendo en cuenta los antecedentes ya conocidos.
No es de extrañar entonces que dentro de la perspectiva geopolítica pro-rusa que pregona que, a diferencia del conferencista brasileño que supo criticar al engendro capitalista BRIC, Dugin en cambio lo respalde calurosamente como una iniciativa no regenteada por los EEUU. Extraña al respecto que quiera remontarse a Heidegger para su justificación, por dos razones esenciales. El alemán consideró que Rusia y EEUU eran metafísicamente iguales en cuanto representaban un mismo espíritu materialista. Estos agrupamientos puramente economicistas no hacen sino confirmar su profecía.
Pero por otro lado extraña también el uso abusivo que el ruso quiera hacer de tal autor cuando nos dice que es el inspirador de su ‘nueva teoría política’. El Dasein heideggeriano es el sujeto que en tanto existe se resiste a ser subsumido en un sistema, en cambio para el ruso se trataría no de un individuo, sino de una entidad política que expresaría su carácter heideggeriano en el hecho de estar abierta a cualquier ideología. Digamos al respecto que si hubiera un hecho heideggeriano que destacar sería justamente lo no citado por Dugin, el 11S del 2001. En tal fecha un grupo de hombres fue capaz de demostrar que se puede actuar por propia cuenta sin necesidad de responder a ninguna nación pues el hombre es libre y la historia no hace nuestro destino.
No es casual entonces que Dugin que repudie tanto a los norteamericanos avale en cambio la invasión a Afganistán que, tal como sabemos, fue apoyada explícitamente en su momento por el gobernante Putin quien actualmente critica a los EEUU no por haber invadido tal país, sino por querer irse demasiado pronto, antes de haberlo ‘normalizado’. Tal como vemos, en tanto metafísicamente iguales, Rusia y EEUU tienen los mismos enemigos. Disputan simplemente para ver quien manda más y quien tiene mejor poder de decisión. En tanto, tal  como nos explica en su obra Geopolítica del mundo polar, el Brasil se está convirtiendo en una potencia económica y regional, que forma parte del BRIC por él defendido y promovido, es perfectamente explicable entonces que el consejero de Putin visite dicho país e intente generar movimientos afines y aliados a ‘Eurasia’, ese nuevo imperio cuya capital debería estar en Moscú.
Pero insistimos este accidente no solamente no empaña la dimensión del evento evoliano, sino que sirve para poner de relieve el significado del mismo en la medida que el enemigo le ha prestado la debida atención.

Marcos Ghio
16/09/12