EL PENSAMIENTO EVOLIANO ANTE EL SEPARATISMO

 

Entre los meses de noviembre y diciembre, a raíz de los dramáticos acontecimientos que se viven hoy en día en España y en especial en la región de Cataluña, hoy a punto de segregarse del país, en el Foro Traditio et Revolutio, del que participan varios miembros de este Centro, se desarrolló un importante debate con nuestro habitual colaborador Eduard Alcántara, un evoliano español originario de tal región, en relación a tal problemática. Asimismo el tema se entreveró también con un prólogo a una obra de Julius Evola recientemente editada en nuestra lengua en la cual el aludido vertía conceptos como el siguiente.
1º Que solamente la raza indoeuropea, a la cual él pertenece, tenía caracteres solares; que las demás en cambio a lo más que podían aspirar era a un espiritualidad pasiva de tipo lunar.
2º Que en una clara disposición de enrolar a Julius Evola en la misma línea de Gobineau, Chamberlain o Rosenberg, es decir en última instancia con el darwinismo, consideraba que del mismo modo que existen razas humanas carentes de espiritualidad como los negros u otros, es en última instancia el factor biológico lo que determina la condición de una persona.
En la medida que Alcántara se reputa a sí mismo como evoliano hemos querido en esa ocasión poner claramente de manifiesto el profundo contraste que existe entre el pensamiento de Julius Evola y el ‘nacionalismo catalán’ del suscripto, así como del racismo que él sustenta marcando claramente las diferencias entre ambos, tema este último que por razones de espacio dejaremos para el próximo número para abocarnos en cambio al primero. Utilizaremos una vez más un procedimiento que aplicáramos en otra oportunidad en nuestra obra En la era del paria y que denomináramos ‘evolómano’ para refutar a quienes voluntaria o involuntariamente se dedican a la distorsión de la obra del maestro italiano.

  1. Nación y región

Dice Alcántara:
La nación es un concepto jacobino. Por el contrario sustentamos el de la patria como espacio (incluyendo pues en tal categoría a Cataluña, la región a la que pertenece) que trasladado a un marco más amplio desembocaría en el de Imperium; forma en la cual nos gustaría ver configurada a Europa.

Acotemos al respecto que el Sr. Arturo Más, jefe de la banda separatista catalana, y a quien el patriota Teniente Coronel Tejero acaba de denunciar por sedición y traición a la patria, manifestó recientemente conceptos parecidos a los anteriores al replicarle al rey ante su reciente afirmación de que las distintas regiones españolas deben armonizarse en una unidad superior que es la nación española. Dijo textualmente que la nación es una cosa innecesaria puesto que las distintas patrias de que se compone el territorio español pueden armonizarse en una entidad superior que es la Unión Europea.

Una vez más en nuestra réplica acudiremos al procedimiento evolómano consistente en citarlo textualmente a Evola mostrando que sus opiniones son totalmente contrastantes con las del aludido y seguidamente agregaremos algunas reflexiones personales ampliatorias sobre el tema.
Dice Evola en un artículo escrito en 1949 en un momento en que los herederos del fascismo intentaban aplicar a los tiempos nuevos los dos conceptos esenciales de tal corriente, el nacionalismo y el corporativismo, los que se encontraban negados en la época liberal y marxista que se vivía:
“Mientras que la nación es un dato natural, siempre susceptible de operar como fundamento de un sano organismo político y social (es decir, a diferencia de lo que manifiesta nuestro coforista, no se trata de un concepto jacobino), el nacionalismo es un mito, algo construido que, en el fondo, puede tener significados opuestos, negativo uno y positivo otro.
Por cierto, si nos remitimos a los procesos que han dado lugar al mundo moderno, el nacionalismo se nos presenta como un fenómeno regresivo. Los Estados nacionales surgieron del ocaso de la Edad Media, en función antiaristocrática, niveladora y cismática, aparecen en el fondo cuando el sentimiento natural de la nación se debilitó y los Reyes, luego de haberse disuelto del vínculo constituido por la autoridad supranacional del Sacro Imperio y de la unidad ecuménica europea, se entregaron a una obra centralista que finalmente iba a terminar cavándoles la fosa..…
Es justamente en este punto que se asiste al nacimiento del nacionalismo como fenómeno demagógico, de la idea de la nación como unidad colectivista, en la cual el dato naturalista –la mera pertenencia a una determinada estirpe (como el caso de los diferentes racismos sustentados especialmente por los grupos nazis biológicos)- se transforma en algo místico erigiéndose en el valor supremo, solicitando al sujeto… una subordinación y un reconocimiento incondicionados.
A tal respecto el nacionalismo, diferente del sentido sano y normal de la nación, es un fenómeno regresivo. Es notoria en efecto su función revolucionaria que, en estrecha conexión con el liberalismo y las democracias, tuvo el mito nacional en los movimientos de subversión que se verificaron en Europa como consecuencia de la Revolución Francesa….
Pero existe también un concepto de nación que es positivo, anticolectivista, en modo tal de poder convertirse en la premisa necesaria para una obra de reconstrucción. Allí en donde los procesos de disgregación individualista (tales como el separatismo catalán), de internacionalismo, de estandarización, de proletarización tienden a conducir hacia el puro reino de la cantidad, es evidente que reafirmar la idea de nación significa poner una barrera, un límite saludable: pero también en el contexto de este límite es necesario también que se produzca una obra ulterior de diferenciación cualitativa, reafirmando las diferencias, las dignidades precisas de relaciones y jerarquías. Sólo así se puede volver a despertar un orden normal….
Puesto que si la “nación” vive en todos sus integrantes de una determinada comunidad étnica, la misma sin embargo no vive en el mismo grado y manera, es más se actualiza en verdad tan sólo en pocos; y estos pocos, en los cuales la “nación” vive real y eminentemente, son los Jefes. En éstos, hacia el vértice de la pirámide y no hacia lo bajo, en el “pueblo” como unidad promiscua, debe ser buscada la nación… La nación pues como mito cualitativo y antidemocrático…
Hacer hoy en día uso, para los fines de una acción antidisolvente, del simple mito de la nación puede ser algo útil y necesario dada la postración y la disolución de la conciencia italiana (en el caso aquí analizado sería la española). Al mismo tiempo deberían crearse sin embargo ciertos límites y marcos bien precisos. El hecho de que un cobarde o un traidor sea de nuestra misma nación no puede en manera alguna hacerlo sentir como cercano a nosotros y formando parte de nuestro mismo frente... Si hoy quiere obtenerse la tan ansiada reconciliación nacional no debemos incurrir en la promiscuidad…
Adónde terminaron las frenéticas convocatorias de la “nación” ante el Palacio Venecia (se refiere aquí a las multitudinarias convocatorias producidas pro Mussolini) ya lo sabemos. “Nuestra estirpe” es también la que se manifestara en los hombres del 25 de julio y en la patología asesina y sádica de 1945. (Se refiere aquí a los integrantes del Gran Consejo que traicionaron al Duce votando por su destitución y a las matanzas indiscriminadas que acontecieran al finalizar la guerra con los jerarcas del fascismo). En todo pueblo existe y existirá siempre un “subsuelo”, es decir fuerzas siempre listas para desencadenarse cuando la pirámide se resquiebra y el poder formativo y refrenador desde lo alto viene a menos. Todo esto nos lo debe hacer recordar la experiencia de ayer… para los fines de una dirección antidemagógica en aras de la reconstrucción nacional.
..Una nación sólo resurge cuando en la misma se despierta una conciencia superior y a través de un grupo de hombres que actúen más en función de un Partido, de una Orden: hombres en los cuales la cualidad nacional se debe integrar con una determinada estatura interior en un plano ético y espiritual. Tan sólo en este caso la base permanecerá firme, el elemento “subterráneo”, irracional del elemento masa y demos –femina por excelencia-  será contenido y ordenado, y la función formativa y viril del verdadero Estado se podrá verdaderamente manifestar.”
(El doble rostro del nacionalismo, Il Meridiano d’Italia, 13/11/1949)
A estos clarísimos conceptos de Evola habría que agregar también.
1º Que luego de la desaparición del Imperio sacro, la nación -y el nacionalismo comprendido en el segundo sentido- puede convertirse en un freno del proceso de disolución iniciado por el movimiento moderno ya que la misma representa un principio espiritual y ético por encima de los meros intereses de las partes.
2º Que es también el producto de la subversión semántica hoy vigente querer llamar nacionalismos a los distintos movimientos separatistas. El nombre que les corresponde es regionalismos y provincialismos pero en ningún caso nacionalismo pues la nación es una realidad espiritual e histórica que trasciende a las regiones. En todo caso, siguiendo el razonamiento de Evola, se podría decir que son ‘nacionalistas’ pero en el primer sentido, antiaristocrático, popular, democrático, consistente en realizar un mero culto por lo propio con independencia del valor que ello posea.
3º Que es falso considerar que porque la burguesía haya calificado como nacionalismos a sus movimientos separatistas respecto del Imperio tal corriente deba ser sin más calificada como burguesa. En realidad la burguesía es en el fondo antinacionalista en tanto que mientras la misma se funda en la mera defensa de sus propios intereses habitualmente crematistas, la nación es en cambio un ente espiritual, un principio plasmado históricamente como una unidad de destino que abarca al conjunto de las partes. Lo más que puede hacer la burguesía es utilizar la idea de nación en un sentido espurio y distorsionado, como en el aludido en el punto 2º.
4º Agreguemos también que no resulta una casualidad que sean justamente exponentes de la burguesía catalana, como en especial el mencionado líder político de tal movimiento, Arturo Más, quienes más se proclaman separatistas y ‘nacionalistas’ en el primer sentido. Y esto es una constante histórica, la burguesía, en tanto clase económica, siempre va a hacer primar sus intereses por encima de cualquier principio superior. Así pues cuando tuvo que confrontar contra el imperio fue 'nacionalista' y centralista. Pero una vez que logró disolver en el conjunto los principios espirituales y superiores, entonces no hesitó en declararse sin más federalista. Pero un federalismo sin imperio es una vez más un mero economicismo burgués.
(Continuará)

Marcos Ghio