RÉPLICA A UN DISCÍPULO DE ROSENBERG


El rosenbergiano Resurrección ha querido contestar a nuestra nota en donde efectuábamos precisas críticas a su prólogo sobre la obra de Evola, El misterio del Grial, al que, con la excusa de que nuestro autor criticaba el intento wagneriano de querer reducirlo en exclusividad al cristianismo convencional de su tiempo, ha pretendido en cambio paganizar efectuando una labor similar a la realizada en su momento por Otto Rahn y más tarde por Miguel Serrano, aunque en estos casos con la honestidad suficiente de no querer comprometer en tal intento al maestro italiano.
Tal como es su costumbre, Resurrección evade remitirse puntualmente a los textos de la obra que nosotros le hemos señalado y, para sostener su peregrina tesis de que Evola escribía para arios europeos como sería él, se remite a otros textos de nuestro autor acusándonos, pero sin poder demostrarlo, de “entremezclar como siempre ‘torticeramente’ (sic) medias verdades con distorsiones completas en un intento de manipular y confundir al lector poco avisado”, Sin embargo es esto lo que en cambio él hace puntualmente con todas sus lecturas y difusiones de la obra de Evola no pudiendo ni siquiera sustraerse en tal defecto cuando pretendidamente intenta refutarnos. Vayamos al ejemplo por el mismo aportado; nos cita un pasaje del texto ‘Panorama racial de la Italia preromana’, La difesa della Razza, Junio 1941, pgs. 177 y sig., Ed Ar.):  "Por ario entendemos el elemento común a todas las grandes estirpes indoeuropeas, cuya raíz primera, de acuerdo a las enseñanzas tradicionales, es hiperbórea."
Ahora bien, si fuera esto solamente lo que Evola nos ha querido manifestar en dicho artículo tendríamos que darle sin más la razón de que nuestro autor sería un trasplante de Rosenberg en territorio italiano, pero en el mismo pasaje, citado en forma a propósito fragmentada por Resurrección, nos agrega seguidamente: ‘sin embargo (ello ha acontecido) en un período absolutamente prehistórico, anterior a miles y miles de años respecto de la primera aparición de los pueblos germánicos o nórdicos en sentido estricto' (aquello a lo que Rosenberg y sus discípulos reducían el fenómeno ario).
Es decir que lo que nos ha querido manifestar es que los pueblos europeos actuales no son sino una emanación muy remota y parcial de aquellas grandes estirpes arias a las cuales hace referencia. Pero además de ello, el texto es pródigo de elementos por los cuales se hace notar la presencia simultánea de otras herencias entre la actuales etnias europeas que pueden remontarse a razas primitivas muy contrastantes respecto de la hiperbórea, ‘en parte negroides como el hombre de Mentone y aun de la raza animalesca del hombre de Neardental’. Lo llamativo del caso es que el texto del que Resurrección se aferra ha sido escrito justamente para refutar a personas de su medio que como él creen que el mero hecho de ser europeo sería una condición necesaria para actualizar en el seno de sí mismo la situación de ario o de hiperbóreo, lo cual le estaría en cambio vedado a las etnías de color. Nada de esto es lo que se dice, sino lo contrario, se hace notar allí que los elementos raciales animalescos que asientan al hombre en lo telúrico están presentes aun en la misma etnia blanca y europea, de la misma manera que en las restantes y que en todo caso de lo que se trata es de hacer primar lo que hay de divino e hiperbóreo en sí mismo por encima de lo que no lo es. Y hasta estaríamos tentados de decir a la vista de los actuales ‘logros’ de la sociedad moderna, materialista y consumista parida en el continente europeo, que Evola no estaba para nada equivocado al señalar la existencia abundante de tales antecedentes inferiores. De la misma manera que lo estamos también en poder decir que el hecho de que sea entre las razas de color que hoy en día se produzcan movimientos de radical negación de la modernidad podría estar señalándonos sin más en los mismos la presencia de elementos hiperbóreos. *
Siempre en tal contexto de exégesis racista Resurrección una vez más como es su costumbre acude en su ayuda al texto que nuestro autor escribiera sobre buddhismo, La doctrina del despertar, el que como siempre distorsiona también a voluntad aferrándose del hecho de que Evola haya resaltado el carácter indoeuropeo del Buddha. Pero omite decirnos que ello fue dicho con la única finalidad de rebatir a aquellos que querían hablarnos de una superioridad del Oriente respecto del Occidente. Mostrando esa raíz común del buddhismo con otras expresiones arias occidentales ha querido así refutar el falso antagonismo. Las grandes civilizaciones tienen un origen común e hiperbóreo el que se encuentra por encima de los dos espectros culturales, el occidental y el oriental, no teniendo pues ninguno de ellos una preponderancia. De este modo refutaba sea a las corrientes teosofistas que hablaban de la superioridad del Oriente como a las nazi paganas, como el caso de Gunther, que en cambio resaltaban lo contrario aceptando en todo caso que el Buddha, si bien pudiese haber sido ario por su origen, se habría echado a perder por el excesivo sol padecido en la nueva estancia de su etnia. Ahora bien, esto no ha sido óbice para formular, tal como hace Resurrección en cambio, que haya que ser de una determinada raza, una vez más aquella a la que pertenece el aludido, para poder alcanzar a ser un Despertado, es decir un perfecto buddhista. El texto es al respecto contundente: “Para aspirar al despertar es necesario que se sea un ser humano (no se dice ni ario, ni indoeuropeo) y agrega textualmente: “Es una ardua cosa ser hombres” (Dhammapada, 182).” Y más todavía se agrega: “Al que pretendía entrar en la Orden creada por el príncipe Siddharta  se le preguntaba: ‘¿eres realmente un hombre?’ (es decir, una vez más, no se le preguntaba si era ario, o si era de algún color determinado de piel)” (137-38). Más todavía, si bien el Buddha aceptó la existencia jerárquica de las castas y el mismo pertenecía a una de ellas, no dijo que para ser Despertado hubiese que ser de la propia. Es al respecto una vez más contundente: “En los individuos de todas las castas existen en igual modo todas las posibilidades sea positivas como negativas.” (62) Es decir una vez más cualquiera, de la casta o raza que fuere, puede llegar a ser un Despertado.  Y si bien es cierto que en una situación de normalidad, alejada del Kaliyuga, hubiese sido lo habitual que a cada casta le correspondiese una determinada función y que en última instancia hubiese sido lo propio de un Brahman alcanzar a ser un Despertado, debido al gran desorden producido por la decadencia hoy esto acontece por afuera del orden de las castas y de las razas. Al respecto es de acotar que el mismo Buddha era un Kshatriya que se sublevara en contra de una casta brahamánica entrada en decadencia y que por tal razón no le podía otorgar orientaciones espirituales para elevarse y que ello tuvo que ser alcanzado por él mismo. Y es de destacar que el término ario utilizado en su caso no se refiere a una condición natural heredada, tal como quiere Resurrección, sino a un logro obtenido a través de una ardua labor ascética en donde cuanto más lo que se hace es despertar en sí una herencia racial aletargada de carácter hiperbóreo. Se trata así de un nacido dos veces, de aquel que ha logrado parir en sí mismo la condición espiritual.
Por último Resurrección, junto a su ladero, exultan de alegría por haber descubierto que como Evola no dijo en Rebelión que la raza hiperbórea hubiese sido roja, como yo en cambio lo había manifestado en mi nota anterior, habría así quedado comprobado ese carácter de falsificación que me atribuyen.  Acotémosle que si ello aun hubiese sido así como ellos dicen de ninguna manera con tal pretendido error quedaría refutada mi idea principal en el sentido de que la raza hiperbórea tenía caracteres fisiológicos totalmente contrastantes con la humanidad actual. Evola llegaba incluso a decir que el hecho de que no se hubiesen encontrado rastros de la misma se debía a que su contextura física no era ósea sino cartilaginosa. Es decir un elemento mucho más contrastante que el simple tinte de piel. Pero el tema es que dicho color atribuido a la raza originaria de la humanidad, de carácter inmortal, está presente en diferentes tradiciones. Fue Guénon quien nos hacía notar que el nombre Adán, el equivalente bíblico de los hiperbóreos, tenía que ver con el color rojo en hebreo. Pero éste es un tema más vasto que nos apartaría de lo esencial que es el relativo al antievoliano particularismo racista asumido regularmente por nuestro contradictor.

* Recordémosle especialmente a Resurrección y a otros a él semejantes que si lo tuviésemos que medir, tal como a ellos les gusta, ‘a la vez’ por lo biológico, cuando la tradición se refería a los arios mencionaba a seres de al menos dos metros de estatura, lo cual sin lugar a dudas se encuentra en mayor medida hoy en día entre la raza negra que entre miembros de aquella a la que pertenece y reivindica nuestro contradictor..

Marcos Ghio