A PROPÓSITO DEL NUEVO CONSERVADURISMO RUSO

PUTIN Y SUS ADMIRADORES

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Multimillonarios eurosasiáticos: más de 40 mil millones de dólares por cabeza

Así se refería Julius Evola, en una de sus tantas caracterizaciones geniales, a la revolución bolchevique acontecida en Rusia. “Ella tuvo en escasa medida caracteres románticos… propios de las otras revoluciones como la francesa. Le ha correspondido a la misma en vez una inteligencia, un plan bien meditado, una técnica. El mismo Lenin… estudió el problema de la revolución proletaria así como el matemático puede enfrentar un problema de cálculo superior, analizándolo fríamente y con calma en los mínimos detalles. Sus palabras son: “Los mártires y los héroes no son necesarios a la causa de la revolución: es una lógica lo que se necesita y una mano de hierro…”. Ello tuvo su complemento en la actividad de Trostsky que hizo del problema de la insurrección y golpe de Estado una cuestión no de masas y de pueblo, sino de técnica en tanto reclamaba el uso de escuadrones especializados y bien dirigidos…. Los jefes de tal revolución se presentan como indiferentes con respecto a las consecuencias prácticas, a las calamidades sin nombre que procederán de la aplicación de abstractos principios. El hombre para ellos no existe. Con el bolchevismo, casi como fuerzas elementales se han encarnado en un grupo de hombres que a la feroz concentración de lo fanático le agregan la lógica exacta….
No sin relación con esto aquí otro rasgo característico es que, mientras que las revoluciones precedentes, en su demonismo, escaparon casi siempre de las manos de quienes las habían suscitado y devoraron a sus hijos,ello se ha verificado en Rusia tan sólo en escasa medida: una continuidad del poder y del terror se ha estabilizado aquí… Se preanuncia una época en la cual las fuerzas de las tinieblas dejarán de actuar como antes desde atrás de los bastidores y se harán una sola cosa con el mundo de los hombres habiendo encontrado su adecuada encarnación en seres en los cuales el demonismo se une al más lúcido intelecto… Una de las características más salientes del punto terminal de cada ciclo es un fenómeno similar.”
Y agrega seguidamente: “En cuanto a la idea comunista se llevará a engaño quien olvide la existencia en el comunismo de dos verdades. La una, esotérica, por decirlo así, tiene carácter dogmático en los escritos y directivas del primer período bolchevique. La segunda es una verdad mutable, ‘realista’, forjada circunstancia por circunstancia en aparente contraste con la primera y con eventuales compromisos con las ideas del mundo ‘burgués’ (idea patriótica, mitigaciones del colectivismo de la propiedad, mito eslavo, etc.). Las variedades de esta segunda verdad… son puros instrumentos al servicio de la primera y son sumamente ingenuos quienes en cualquier momento supusiesen que el bolchevismo sea ‘superado’, que haya ‘evolucionado’ y vaya al encuentro de formas normales de gobierno…” (Rebelión contra el mundo moderno, pgs. 421 y sig.). Palabras realmente proféticas y que ponen al descubierto como nadie la esencia del comunismo, es decir de ese fenómeno que apareciera en el mundo a comienzos del pasado siglo y que diera inicio a la última fase de este ciclo histórico.
Los tiempos han ido pasando y muchas cosas han cambiado desde que el Maestro nos dejara hace 40 años. En 1989, como consecuencia de una victoria contundente del movimento Mujaidin afgano, la URSS, esa nefasta creación del comunismo bolchevique, comenzó su proceso de desintegración. Muchos hablaron entonces del final del comunismo y fueron los mismos comunistas los que se encargaron por todas partes de hacernos saber que habían dejado de existir, aunque habitualmente ello no pasara de un simple cambio de nombre y asunción de imágenes más a tono con los tiempos actuales. La realidad es que con la caída del Muro de Berlín no se ha derrumbado propiamente el comunismo, sino que simplemente lo que ha acontecido es que ese elemento ‘esotérico’ del cual Evola nos hablaba ha quedado al descubierto. Esto lo pintó brillantemente el cineasta ruso Sokurov en su película sobre la agonía de Lenin. En un proceso de lenta extinción producido por su irreversible cáncer cerebral y que cinematográficamente comienza en una pequeña y oscura habitación, la escena concluye finalmente en un inmenso salón repleto de lujos, lo que resulta ser el antiguo palacio del zar. Ante el asombro del agonizante Lenin, que no puede comprender palabras tales como ‘confiscar’ ‘expropiar para el pueblo’, etc. que le emiten sus enfermeras, acostumbradas al léxico habitual de tal ideología, una de ellas más crudamente le señala que todo fue robado. Con claridad meridiana se indica aquí ese aspecto ‘esotérico’ del comunismo. Una banda de facinerosos recubierta de una ideología y acudiendo a todos los procedimientos posibles en función de obtener sus propios fines, ha ido constituyendo con el tiempo una verdadera nomenklatura de multimillonarios utilizando para tal fin al Estado, el cual por el mismo Lenin fuera calificado como un organismo encargado de obtener lo que Marx definiera como ‘acumulación primitiva de capital’.
La caída del muro hizo que todo esto se hiciera notorio y hoy mismo los multimillonarios rusos y chinos, componentes todos ellos de la antigua nomenklatura, integran en número cada vez más nutrido las selectas listas de la revista Forbes que nos indican a los hombres más ricos del planeta. Todos los líderes recientes de la nueva Rusia ‘no-comunista’ fueron en su totalidad miembros importantes de tal partido, comenzando por Gorbachov, pasando por Yeltsin y arribando ahora al actual gobernante Putin, el cual además de todo integraba la KGB, es decir la antigua agencia de espionaje del régimen. Como ya resulta claro y nítido que se trata de un sistema capitalista y que no están en juego aquí ‘los intereses históricos del proletariado’, es muy difícil que en su nueva fase la antigua nomenklatura pueda volver a engrupir a un conjunto de giles izquierdistas como los había antes que estuviesen dispuestos a dar la vida por la ‘gloriosa Unión Soviética’, es decir por una banda de mafiosos disfrazados de revolucionarios. Entonces el procedimiento empleado por el multimillonario Putin (nº 7 en la lista de hombres más ricos del planeta) debe ser el de buscar otra clientela, esta vez, tal como nos manifestara agudamente Evola, ‘acudiendo a algunos ideales del mundo burgués’. Y henos aquí entonces con todas estas campañas en contra de la homosexualidad, en defensa de la familia, de la religión y otras cosas similares, con lo cual ha logrado, como siempre sucede, que un conjunto de ingenuos y desinformados, en su mayoría por desesperación, lo terminen exaltando como una especie de mesías salvador del mundo. Podemos mencionar varios casos de todo ello. Por ejemplo la revista güelfa Patria Argentinaacaba de decirnos que con Putin se estaría cumpliendo el 3º secreto de Fátima que nos prometía que Rusia iba a salvar al planeta tras su reconversión al cristianismo. Y más recientemente ha aparecido por Internet un artículo escrito por un tal Alcantarilla, (diminutivo que utilizamos para diferenciarlo de un homónimo suyo que publicara sesudos artículos sobre Evola en la página de nuestro Centro), un exponente del identarismo europeo que nos critica por nuestro apoyo al pueblo ucraniano por no querer volver a estar bajo la hegemonía de Rusia que según él, incurriendo así en la sugestión denunciada por Evola, habría ‘superado’ el comunismo para convertirse en un régimen conservador. Al mismo tiempo repudia que hayamos respaldado su intención de integrarse a la Unión Europea, lo cual según él significaría adherir al capitalismo yanqui que sería peor que el ruso.
Pero resulta ser que por otra parte Alcantarilla nos recuerda también que los ucranianos padecieron el nefasto Holodomor a manos de Stalin quien, para terminar con los campesinos de tal país y estatizar así la agricultura, produjo una hambruna artificial con 10 millones de muertos. Le queremos decir entonces que así como uno no invitaría a cenar al asesino de sus padres, ésta, que él mismo nos da, es la razón por la cual los ucranianos no quieren volver con Rusia y menos aun con un régimen que, a diferencia de los que lo precedieron, curiosamente ha efectuado una campaña pública de reivindicación de la figura de Stalin, es decir del mismo ejecutor de tal genocidio. Pero a pesar de ello nuestro contradictor se emociona por las medidas conservadoras antes mencionadas efectuadas por Putin y convoca a apoyarlo. Esto recuerda a muchos nacionalistas que hacían lo mismo con Reagan y Bush y ahora seguramente con el Tea Party cuando asumieran posturas similares*. En realidad tendría que ser exactamente al revés, nosotros deberíamos apoyar a aquellas tendencias centrífugas y disolutorias que existiesen sea en la sociedad norteamericana como en la rusa, en tanto que las mismas son los principales exponentes del mundo moderno. ¿Por cuál razón tendríamos que querer conservar tales sistemas crepusculares? Es preferible pues que en los mismos hubiese gobiernos débiles que ayuden a su descomposición antes que fuertes y dictatoriales como el caso de Putin. Para nosotros en el fondo Yeltsin es mejor que Putin, de la misma manera que Obama lo es respecto de Reagan o Bush; aunque también podría pensarse que en algunos casos los regímenes conservadores, cuando a ello se asocia una dosis de imprudencia, pueden servir mejor para acelerar las cosas, tal como lo que sucediera con este último en sus invasiones a Afganistán e Irak. Y respecto de que estaría mal que Ucrania se asocie a la Unión Europea, resulta claro, aunque el aludido no lo quiera entender, que para nosotros es un tema táctico y circunstancial. En ningún lado hemos dicho que idealizamos a tal conglomerado; pero, en tanto lo sabemos más débil que Rusia, ello sería lo mismo a que en un mañana si Texas y California quisiesen unirse a México, nosotros nos opusiésemos a tal decisión alegando que se trata de un régimen capitalista. Por supuesto que ello es así, pero desde el punto de vista de una guerra de civilizaciones es preferible siempre que sea éste el que se fortalezca y que EEUU, que es la fuerza militar que combate, sea en cambio el que se debilite y disuelva. Lo mismo pensamos pues respecto de Rusia o de China.
Por último dos palabras finales respecto del reciente acontecimiento relativo a la liberación de los activistas de Greenpeace que con suma gallardía protestaban por la contaminación de una de las principales reservas de agua dulce del planeta efectuada por la empresa estatal rusa Gazpron en complicidad con la holandesa Shell. Resulta a todas luces absurdo y como una señal del carácter tiránico de tal régimen que ya ha cometido otros abusos similares y peores con la propia población, tales como asesinatos de opositores, poniendo así en evidencia una vez más ese carácter implacable denunciado por Evola, que se haya encarcelado a personas por el mero hecho de estar protestando por algo por lo demás justo. Acotemos que la liberación de los activistas extranjeros, pues los rusos siguen presos, ha acontecido por una decisión demagógica tomada por Putin en razón de la proximidad de las Olimpíadas invernales de Sochi y por su necesidad de no tener conflictos con otros países, pues ya tiene suficientes y abundantes con la propia población, tal como viéramos recientemente en los atentados de Volgogrado; por lo que quedaría por ver qué hubiese sucedido de no haber coincidido las dos fechas. Pero lo que resulta realmente repugnante es encontrarnos con personas -y con seguridad Alcantarilla es uno de ellos pues acaba de brindarnos elogiosas expresiones relativas a tal figura- que celebren la firmeza y ‘misericordia’ de Putin con tal medida repudiable. Al parecer, en tanto que ello permitiría la manifestación de tales virtudes excepcionales, ellos estarían también muy contentos con la contaminación del Ártico producida por el capitalismo rapaz, sea ruso como norteamericano, que algunos de ellos demuestran que tan sólo de palabra están combatiendo. Son, tal como ellos dicen, conservadores, no tradicionalistas.

* Entre los múltiples ejemplos de simpatías y adhesiones a los halcones yanquis por parte de nuestros güelfos e identitarios podemos recordar el caso de un reconocido dirigente, que fuera primero jefe de redacción de la revista Cabildo y luego referente argentino de la Nueva Derecha de Alain de Benoist, demostrando de este modo en su persona también aquí la afinidad que existe entre güelfos y ‘paganos’, quien calificara la política de Bush en sus guerras de invasión como ‘sana’.

Marcos Ghio
2/01/14

 

Desde hace mucho tiempo que nos tenemos que abocar a la increíble tarea de tener que explicar cosas demasiado obvias, como ser que el autor que fuera nuestro maestro y guía, Julius Evola, no era adepto a ninguna forma de particularismo, sea de carácter religioso, como étnico o racial. Que así como no fue ni buddhista, ni pagano, ni cristiano, ni de ninguna otra forma religiosa que se quisiese imaginar, aunque en función de la doctrina de la unidad trascendente de las grandes religiones, compartida con Guénon y con Schuon, consideró que de todas ellas había que rescatar un trasfondo metafísico común, reputó también que ninguna de las culturas o razas existentes en el planeta tenían algún tipo de superioridad ontológica respecto de las restantes. Aun reconociendo el origen divino de la especie humana, en contraste ello con la religión democrática y evolucionista, en boga en sus tiempos y en nuestros días, reputó que aunque el mismo se hubiese hallado en su pureza en una determinada raza originaria hiperbórea de color rojo de piel * y ubicada geográficamente en un continente ya inexistente, ello no significaba en modo alguno que sus descendencias y valores fuesen hallables hoy en día en exclusividad en algún lugar o raza en particular, si bien pudiese reconocerse que algunas de ellas hubiesen representado en determinados momentos de la historia rasgos y caracteres superiores a otras. Es decir que no reputó nunca que hubiese razas actuales que fuesen superiores a las restantes, y menos aun atribuyó tales caracteres a la propia.
Esto es justamente lo que no sucede con las personas antes mentadas. Nos hemos enterado de que se acaba de reeditar en castellano la importante y fundamental obra de Evola, El Misterio del Grial, lo cual sería algo muy bueno siempre y cuando se haya respetado en la traducción el espíritu del texto original del italiano, el que prometemos revisar cuando tengamos a mano tal edición. Lo que sí haremos ahora, en tanto ha sido publicada como anticipo por internet, es remitirnos a la introducción que de tal obra ha efectuado el Sr. Martín Resurrección, un viejo conocido nuestro con el cual debatiéramos en diferentes oportunidades. El aludido pertenece a ese grupo de pensadores llorones que se han multiplicado como hongos por toda Europa en los últimos tiempos y que se encuentran en relación estrecha con la imagen patética que nos viene brindando desde hace mucho tiempo tal continente, el que no ha sabido resolver por su cuenta, al menos desde los últimos 100 años, ninguna de sus crisis internas sin tener que acudir para ello a alguna ayuda foránea a fin de poder apaciguarse y ordenarse. El lloriqueo consuetudinario de todos ellos consiste aquí en considerar que la culpa de todo lo que les viene pasando la tienen otros y no ellos mismos. Si la civilización europea ha decaído, los responsables de ello en última instancia no habrían sido los europeos al haber incurrido en severas desviaciones en sus costumbres, sino que en cambio habrían sido otros, especialmente  los pueblos semitas con sus inmigraciones los que lo echaron todo a perder. En un primer momento ello habría sido a través de la presencia de los judíos y de los cristianos quienes  dieron cuenta primero del imperio romano y luego hicieron lo mismo con el más puro paganismo vernáculo que era su sustrato último cuando viniera desde el norte germano y escandinavo, es decir de aquella civilización y raza de la que, por su proximidad geográfica hiperbórea, ellos se consideran los auténticos herederos. Ahora el problema lo tienen con una segunda oleada semítica que es la musulmana que presentaría caracteres muy similares a los anteriores y que significaría ya el último zarpazo para terminar del todo con lo que quedaría de hiperbóreo e indoeuropeo y que debemos reconocer que cuesta mucho de encontrar hoy en día.
Esta costumbre de lloriquear tiene una serie de antecedentes históricos, pero si tuviésemos que detenernos en un pensador más reciente tendríamos que pensar en Rosenberg, el ideólogo del nacional socialismo alemán, al cual Resurrección, aunque no lo manifieste en voz alta, adhiere fervorosamente. Sin embargo debe reconocerse que Rosenberg, a pesar de todas sus limitaciones, era un intelectual honesto. Cuando se refería al pensamiento de Evola, con quien contrastaba en sus ideas, tenía bien en claro y se lo reprochaba, sea él en forma directa como varios de sus discípulos, que se trataba de un autor universalista y no particularista como él, y hasta se llegaba a decir que era un católico infiltrado. Comprendía perfectamente que cuando el italiano se refería a raza espiritual por ejemplo no estaba pensando de ninguna manera en los valores que fuesen propiedad de un determinado pueblo en particular, fuere ario o europeo, como por ejemplo el suyo, sino que en cambio se remitía a una herencia trascendente presente en grados distintos en todas las etnías hoy existentes. Y más aun, en tanto que no era determinista como Rosenberg, consideraba que el fenómeno de la decadencia era el producto de una decisión interior acontecida en el seno de una determinada raza al producirse un corto circuito entre esa herencia espiritual y el propio acontecer histórico y no por la presencia de otra a la que se reputara como responsable. Y más aun, muchas veces la presencia de elementos extraños a lo propio, lejos de producir una decadencia puede por el contrario actuar como elemento galvanizador de aquellos valores que se hubiesen adormecido o aletargado. Así pues, al referirse a lo acontecido en la Edad Media en donde se produjera la confluencia y síntesis entre pueblos bárbaros germánicos, romanos del Mediterráneo y cristianos de origen semítico, los dos autores tienen posturas radicalmente diferentes. Mientras que el alemán considera como una cosa mala dicha síntesis acontecida y repudia la actitud de ciertos antepasados suyos, como el caso de Carlomagno, que habrían sucumbido al influjo espiritual de Roma y del cristianismo y no se hubiesen mantenido firmes en sus creencias originarias, tal como hiciera en cambio Wilkund y que, como esta última actitud fuera finalmente la que perdiera, entonces esto sería lo que explicaría la decadencia. Para Evola es exactamente al revés: el cristianismo lejos de haber sido la causa de la decadencia europea, produjo por el contrario un acontecimiento de despertar espiritual entre pueblos que habían decaído, aunque a su vez él mismo fuera también transformado por tal síntesis.
Resurrección en la aludida introducción, que ya por su mero título delata fines que no son los de Evola al escribir su obra (El misterio del Grial y la quintaesencia de Europa), haciendo pensar así falsamente, de acuerdo a su costumbre, que Evola es un autor particularista y en este caso europeo, tiene conceptos muy similares a los de Rosenberg cuando considera al cristianismo como una infiltración asiática acontecida en el occidente y por lo tanto, al aludir al tema del Grial específicamente, se encarga de ponernos el acento en el hecho de que tal mito es de origen europeo y para nada cristiano y semítico y que si bien el mismo estuviera presente especialmente en el período de la Edad Media en el que primara el Sacro Romano imperio, ello habría sido sin más determinado por el factor  germánico que lo constituyera y no por el elemento cristiano. Lo increíble es que todas estas cosas las diga en la introducción a la obra de Evola, la cual, a no ser que haya sido totalmente deformada en su traducción, cosa que nos parecería muy extraño que hubiese sucedido, dice exactamente lo contrario de lo que manifiesta Resurrección.
Vayamos por partes. Si bien Evola rechaza a aquellos que quieren reducir el mito del Grial al cristianismo, también lo hace con los que lo quieren efectuar con cualquier otra tradición, sea persa, hindú, etc. y, si bien puede aceptar el origen céltico del mismo, de ninguna manera ello es lo que agota la totalidad de su sentido. La idea principal que nuestro autor quiere inculcar es que independiente de las formas culturales que el mismo haya podido asumir durante la historia, lo que se trata de hacer notar es que el Grial representa un misterio de carácter universal y metafísico y que como tal se encuentra por encima de todas las manifestaciones históricas y religiosas aunque conserve y asimile de todas ellas elementos comunes. En el mismo podemos hallar pues conjuntamente elementos cristianos, célticos, persas, hindúes y hasta mogoles como el caso del concepto del Señor del mundo o Gran Khan que es incluso retomado por Dante. El Grial es por lo tanto, a diferencia de lo que dice el prologuista, una figura suprahistórica, supraracial, suprareligiosa y de carácter metafísico por la que se pretende dar a conocer la idea de un Emperador universal, de un Señor del mundo representativo de una instancia trascendente y rectora del devenir humano. Si bien la misma expresa la condición hiperbórea superior de nuestra especie, lo esencial a desatacar aquí es que ésta, a diferencia de lo que manifiestan los diferentes pensadores particularistas, no se puede encontrar en exclusividad en el seno de ninguna raza ni en ningún lugar geográfico como en cambio sostiene R. Y al respecto Evola es por demás contundente: “Las diferentes tradiciones (que hablan del Grial) tienen un alcance más que local e histórico e incluso los datos geográficos que figuran en las mismas tienen frecuentemente un significado meramente simbólico” (pg. 27 de la versión italiana, la traducción es nuestra).
R. sostiene que según Evola el Grial sería contrario al cristianismo aunque pueda haber asumido de éste algunas formas, las que en el fondo serían puramente exteriores y usadas simplemente para despistar, cuando en realidad lo que afirma nuestro autor es lo contrario. Para Evola el elemento cristiano es esencial en la formulación de tal mito durante el Sacro Imperio Romano Cristiano Germánico. Sin embargo, y aquí es donde encontramos el factor específico del mismo, tal forma de catolicismo presente en tal misterio se remite a una tradición que no es expresamente la de la Iglesia. José de Arimatea, quien según el relato habría llevado desde Palestina tal copa misteriosa hacia Inglaterra para esconderla en un lugar seguro, luego de pasar por suelo provenzal, habría recibido una iniciación, expresada a través de la figura simbólica del cáliz, directamente de Jesús, sin pasar por la intermediación del clero. Por lo tanto quiere significarnos con ello que el Grial, en tanto perteneciente a una tradición universal y suprahistórica, es también católico pero correspondiente a una rama determinada de tal religión, el gibelinismo, contrastando únicamente con la versión güelfa y pro eclesiástica de la misma. Tal rama combatirá tal misterio en tanto verá en el mismo un principio luciférico y esotérico quitando a la Iglesia la exclusividad en lo relativo al carácter de sacralidad.
Lo que habría que destacar aquí es que en el fondo, muchas veces sin darse cuenta, estos grupos particularistas indoeuropeos, que consideran la superioridad de la propia cultura y raza sobre las restantes, comparten con los güelfos la misma actitud exclusivista, aunque uno pueda ser cristiano y otro en cambio pagano. Por ello no resulta en nada casual que en su embate en contra del catolicismo soslayen la presencia de tal disidencia esencial. Podría decirse entonces que si bien ellos son anticatólicos, en el fondo no son antigüelfos y hemos visto muchísimas veces a exponentes del güelfismo hacer migas y compartir objetivos comunes en especial en su embate actual en contra del Islam, unos por tratarse de una nueva infiltración semítica en el propio continente, los otros en cambio por reputarlo como una falsa religión.
La confluencia de espiritualidades disímiles como elemento constitutivo del Santo Grial, que es negada tajantemente por R. inspirándose en Rosenberg, es en cambio sostenida por Evola en forma contundente y expresa. Lejos de haberse considerado aquí un contraste entre lo germánico nórdico y lo cristiano, nuestro autor manifiesta que: “En su contacto con el cristianismo éste vivificó en los pueblos bárbaros el sentimiento genérico de una trascendencia y de un orden sobrenatural que se hallaba agotado en tales pueblos”. (ibid. pg. 136). Es decir que, lejos de haber sido un elemento semítico de perversión como sostenían al unísono Resurrección y Rosenberg, el cristianismo significó por el contrario un 'elemento galvanizador' (ibid.). 

* En una réplica aparecida en cierto Foro en el cual Resurrección suele participar -y en donde dice que no quiere debatir con nosotros- nos hace notar que cuando Evola se refiere a la raza roja en realidad lo está haciendo con los Atlantes, que serían una derivación decadente de los Hiperbóreos. Aceptemos que Evola no ha hablado entonces del color de piel de éstos posiblemente entre otras cosas porque resulta imposible saberlo ya que no han quedado restos fósiles de los mismos y ni siquiera menciones puntuales y precisas respecto de su pigmentación. Sin embargo la idea principal de que se trataba de una humanidad sustancialmente diferente de la nuestra Evola la encuentra en un hecho aun más significativo recabado de la tradición china de que tal raza estaba compuesta por seres de huesos blandos, es decir de cartílago, por lo cual no ha podido dejar rastros. Indudablemente un elemento más sustancial que el color de la piel para significar la no correspondencia con los actuales pueblos europeos, cuyos integrantes, salvo casos muy particulares como el del aludido, no se califican a sí mismos como descendientes directos de los hiperbóreos.

Marcos Ghio