LA  IDEOLOGÍA  DE  LOS  DERECHOS  HUMANOS  ES  ANTITRADICIONAL  Y  SUBVERSIVA

    
El 26 de agosto de 1789 la Asamblea Nacional francesa sanciona la “Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” cuyos antecedentes son algunas interpretaciones del derecho natural, la filosofía enciclopedista del siglo XVIII, la independencia norteamericana y las influencias de la masonería. Mediante un sangriento, anárquico y subversivo proceso de diez años, la revolución francesa derriba todas las barreras del régimen anterior, que por otra parte ya había abdicado de la Tradición en forma progresiva a lo largo de los siglos anteriores. Todos los diques fueron rotos y el mundo moderno se manifiesta en forma clara y brutal.  La soberanía de Dios es reemplazada por la soberanía del individuo que se transforma en un átomo en choque continuo con otros átomos.
     Aquí nace la ideología de los derechos humanos que se ha enseñoreado del mundo moderno y con la cual nos aturden noche y día, como un dogma casi religioso que sanciona a quién ose violarlo. Esta ideología, que se inició hace más de 200 años, está reflejada y ampliada en numerosos tratados internacionales como la “Declaración Universal de Derechos Humanos” sancionada por la asamblea de las Naciones Unidas en diciembre de 1948 e incorporada a varias constituciones nacionales  como es el caso de mi país, la Argentina.
     La ideología de los derechos humanos destruye las doctrinas tradicionales en torno a la personalidad, a la libertad y a la jerarquía. El hombre deja de ser una persona y se transforma en un simple individuo, masificado y promiscuo, como un verdadero bovino con aspecto físico humano. La Tradición sostiene la visión de persona,  con sus vínculos sociales, con raíces, vinculada a su patria, a su etnia, a su familia, a sus usos y costumbres, y sobre todo, a su religión.
     Una persona que se conoce a sí misma y que sabe qué lugar le corresponde en su sociedad. Todo lo contrario de lo que propone una ideología universalista y abstracta que pretende ser válida para todos y en todo lugar y que ofrece una falsa libertad, que termina en frases tales como: “yo hago lo que se me da la gana; tu libertad termina dónde comienza la mía; yo tengo mi verdad y tú la tuya”; etc. , todo lo cual revela el espíritu individualista, disolvente, relativista de los modernos derechos humanos. Disuelto todo vínculo con el tejido social aparece en el horizonte lo peor, lo que ya viene marchando: el estado totalitario, todo lo contrario al estado tradicional, que es el estado orgánico. Las ilusiones en torno a derechos y libertades del hombre moderno despojado ya de su personalidad, desarrollan al moderno Leviatán, que en todo se mete y todo lo va progresivamente controlando y preparando un orden mundial que ya se va ejecutando.
     Hoy tenemos derechos del niño, derechos de la mujer, derechos de los homosexuales, derechos de la ancianidad, derechos del trabajador, derechos de los estudiantes, derechos de los animales y quién sabe cuantos más vendrán. Todo ello va destruyendo la sociedad,  escindiéndola, porque lo que falta es la unidad en torno a principios tradicionales y orientadores que den un sentido superior a la vida.
     Lo que comenzó con la revolución francesa en 1789 está dando sus nefastos frutos conduciendo al hombre atomizado hacia el estado totalitario-

San Carlos de Bariloche, 26 de noviembre del 2013.

JULIÁN  RAMÍREZ