EVOLA EN SU 40 ANIVERSARIO (1974-2014)




Hoy hace 40 años, en su habitación de Roma junto a dos de sus inseparables discípulos, J. Evola, ante la proximidad de su muerte, se hacía poner de pie ante la ventana del departamento en el que viviera durante toda su vida siguiendo la máxima tradicional de que un guerrero muere siempre de pie y en combate.

Así abandonaba esta vida el pensador más grande que diera el siglo XX, del mismo modo en que lo hiciera 75 años el del anterior y uno de sus principales maestros, F. Nietzsche, aunque la diferencia entre ambos es que este último, en tanto no pudo soportar el peso del derrumbe de lo que veía venir, perdió la cordura en la última etapa de su vida. Evola en cambio mantuvo la lucidez hasta el último momento. Pudo así transcurrir de pie entre las ruinas -tal es el título de una de sus principales obras- y pudo sobrellevar el kaliyuga haciendo en modo tal que aquello contra lo cual nada podemos, no pueda a su vez nada en nuestra contra y pudo finalmente cabalgar el tigre -y es el título de otra de sus principales obras-, es decir el mundo moderno, en su etapa compulsiva y final, sin ser devorado por éste. Evola fue pues el gran intelectual del siglo 20, no fue el ‘filósofo’, es decir el académico laureado y publicitado por el sistema, aquel que en tanto exalta sus valores, aun en forma de pretendida crítica, aunque resuelta en el seno de sus mismos cánones, es reconocido y premiado por éste. Fue un intelectual en el más pleno sentido de la palabra, fue alguien que se jugó por los principios y no silenció absolutamente nada ni que, aun conociéndolos en su crudeza y su carácter anacrónico, se recluyó en un quietismo pasivo del estilo de su también maestro René Guénon, de aquellos que se remiten a esperar fatalmente el final de un ciclo histórico. Fue pues simultáneamente un hombre de acción y de pensamiento. Si hubiera una imagen que el mismo cultivó creo yo que mejor cuadraría con su personalidad la de caballero templario, aquel que era al mismo tiempo monje y guerrero, que cultivaba en simultaneidad la acción y la contemplación, que buscaba el equilibrio entre ambas facultades superiores del hombre: el intelecto y la voluntad y en donde ninguna de ellas era la que determinaba a la otra. Fue pues un hombre que, simultáneamente con haber sabido exponer, de manera magistral y en concordancia con un léxico para los tiempos actuales, los principios perennes de la Tradición, señaló también las vías para llevar a cabo una acción de rectificación en contra de aquella realidad o mundo que los negaba radicalmente. Toda su obra pues puede condensarse en la frase con la que se titula su texto principal: Rebelión contra el mundo moderno. Evola pues fue y será un verdadero pensador y guerrero en contra de esa realidad negatoria del mundo del ser y de lo sacro que es propiamente el mundo moderno. Es en contra del mismo y a favor de su contraste absoluto: el mundo de la Tradición, que nuestro autor y maestro ha desarrollado su vida entera y es en tal simultáneo combate y esclarecimiento de ideas que todos nosotros desde el Centro Evoliano de América hemos abrevado sus principios y nos hemos encargado de difundirlos durante todos estos años.

Pero yo quiero señalar también otra coincidencia importante: este año se cumplen también los 20 en que por primera vez editáramos en nuestra lengua la obra principal de nuestro autor, Rebelión contra el mundo moderno, la que curiosamente, o no tanto, permaneciera inédita en castellano durante 60 años ya que fuera editada por primera vez en 1934, habiendo sido la nuestra la última lengua de importancia en que se diera a conocer. Y quiero también marcar esta coincidencia: cuando presentáramos allá por 1994 esta obra e hiciéramos conocer por primera vez en nuestro medio la existencia del pensamiento evoliano dando una conferencia ante un público que literalmente ignoraba quién era Julius Evola y de quién se trataba, fui acompañado también en tal ponencia por nuestro entrañable amigo Horacio Cagni quien nos ha demostrado haber sido capaz de mantenerse fiel en todo este tiempo a tales principios.

Y bien permítaseme ahora, luego de esta introducción, exponer brevemente dos puntos esenciales: el primero de ellos cuál era la importancia que tenía promover la figura de JE en nuestro medio y el segundo qué es lo que ha pasado durante estos 20 años desde que comenzara a difundirse sea aquí en la Argentinacomo también en América y en España y Portugal, países estos últimos en los cuales, si bien se lo conocía en ciertos ambientes, ello no acontecía con sus obras principales que nunca habían sido traducidas. Se lo había hecho conCabalgar el tigre en forma reducida y con Los hombres y las ruinas apenas en una edición casi casera. Solamente habían trascendido al gran público algunas obras monográficas como El misterio del Grial o El yoga tantra o La tradición hermética o Metafísica del sexo, obras éstas todas importantes pero que, en tanto desgajadas de los tres textos anteriores aquí citados y a los que se podrían agregar también otros también inéditos en nuestra lengua como Imperialismo pagano y El camino del cinabrio, no permitían un conocimiento cabal y verdadero de su pensamiento. Insistimos pues en que lo principal y propiamente metafísico de Evola permanecía inédito e ignorado.

Vayamos a lo primero de todo. La Argentina de 1994, es decir de fin de siglo y de milenio, venía de padecer un par de frustraciones históricas que a muchos de los que estamos aquí nos ha tocado vivir de alguna manera. El 2 de abril de 1982 nuestra patria se jugó una de sus cartas históricas más importantes, aquella que se remontaba a nuestras mismas guerras de independencia. Pues si fuimos capaces de salirnos de España en una epopeya heroica, no lo habíamos sido en cambio aun de liberarnos de la otra gran potencia que nos ayudara a hacerlo pero al precio de habernos sometido a una concepción del mundo que no era la nuestra, es decir a una concepción materialista, moderna y consumista, tal como vivimos en estos días en sus estertores finales. Era Inglaterra la que a través de sus diferentes laderos vernáculos había impedido la concreción de los sueños de San Martín y de Belgrano, nuestros libertadores que concibieron también un gran imperio americano. En vez de ello el precio a pagar por nuestra ‘liberación’ del estado de colonia era el mismo que sucedería años más tarde con Europa y el Medio Oriente cuando se ‘liberaron’ también pero, como nosotros, al precio de una fragmentación de varios imperios en un conjunto interminable y lamentable de republiquetas. La breve y tristemente concluida guerra de Malvinas puso de relieve dos cosas importantes. Que en primer lugar aquí había una causa no solamente argentina por la que se combatía, sino una causa americana e imperial, que nuestra lucha no era simplemente por unas islas irredentas, sino por una cultura nacional, por una independencia nacional y principalmente contra una concepción del mundo moderna de la cual Inglaterra era la principal exponente. Tal como dijera Ramón Doll, ese gran pensador argentino olvidado, allí en el océano austral un inglés se nos plantó de manera permanente y prepotente para recordarnos a cada instante nuestra situación de colonia vergonzante en la cual nos encontramos. Por ello Doll decía que la reconquista, no la recuperación diplomática tal como se dice ahora y de lo cual se nos ríen en la cara, sino la acción militar es y sigue siendo siempre la meta política principal que debe tener la Argentina y -agregaríamos nosotros- América toda. Pero lo que nos enseñó dicha contienda en su fatal brevedad fue justamente el hecho de que no se tuviera conciencia clara de aquello por lo cual se estaba combatiendo. Y lo más grave del caso fue que aquellos que sí percibieron tal situación fueron también los encargados de poner coto inmediato a la misma a fin de que no se arribara a límites tan graves y profundos como los preanunciados.

Luego de la derrota de Malvinas son muchas las cosas que se dijeron al respecto pero hay algunas que nos parecen esenciales y de las cuales no nos debemos evadir en modo alguno. Se dijo y con razón en un informe militar que podrá ser cuestionado en varias cosas por su parcialidad, pero no en ciertas evidencias aportadas, que para los militares que se lanzaron a la guerra la misma no fue total tal como hubiese correspondido a una contienda semejante, sino parcial y a medias, es decir no alcanzó a ser una guerra en serio pues ¿dónde se ha visto que cuando se toma una decisión tan extrema como lanzarse a una guerra, lo cual es el hecho más elevado y comprometido de la política, hubiese habido partes de nuestras fuerzas armadas que no se lanzaran al combate alegando razones de oportunidad? Nuestra flota por ejemplo no salió del puerto argumentando que el enemigo tenía submarinos atómicos. Ello es como si los ingleses no hubiesen venido porque teníamos misiles exocet: u otros militares que directamente se rindieron sin combatir, como Astiz, o sin haber peleado hasta el final como el mal habido general Menéndez. Más humillante todavía fue haber escuchado un comunicado radial de las Fuerzas Armadas, en ese entonces en el poder, manifestando que se retiraban de la guerra porque el enemigo tenía armas demasiado sofisticadas para ellos. ¿Dónde se ha visto que cuando está en juego el honor o la dignidad de una nación se privilegie la vida y el propio pellejo? Los talibanes por supuesto que no opinaron así en su guerra en contra de 50 naciones entre las cuales se encontraban y a la cabeza de todas ellas, los EEUU y la misma Inglaterra. Pero lo más grave no fue tanto el accionar nefasto que tuvieron gran parte de nuestras fuerzas armadas principalmente en sus mandos superiores (exaltamos sí grandes excepciones de heroísmo que hubo durante la contienda); si de acuerdo al dicho de que el pez se pudre por la cabeza, la principal deserción fue la de la institución espiritual que regía a nuestra patria que era en ese entonces, pues ahora lo es mucho menos, la iglesia católica. Nos preguntamos: ¿De dónde ha surgido ese culto exasperado por la vida y por la paz que nos permite que ella sea y a cualquier precio y que ha llevado a muchos militares a rendirse sin haber peleado lo suficiente y prefiriendo la rendición y la vida antes que la muerte heroica? Fue justamente la iglesia católica en sus muchas jerarquías y hasta en el mismo papa la que impetró por la rendición de nuestras fuerzas armadas mediante la consigna vociferada aquí en plena plaza durante los combates de Puerto Argentino de que ‘queremos la paz’.  Es indudable que, de acuerdo al proceso hacia la modernidad impuesto por el Concilio Vaticano II, que una guerra por una concepción del mundo, tal como perfilaba convertirse la de Malvinas en donde se combatiera la concepción británica y protestante del capitalismo y de la economía como destino del hombre, resultaba una cosa que perturbaba los planes mundialistas de los que participaba una institución que había llegado a concebirse como la rama religiosa y güelfa de las Naciones Unidas, por lo que habría de hacer hasta lo imposible por impedirla. Eso fue lo que explicó que por primera vez en toda la historia nuestro país fuera visitado por un papa y justamente durante la guerra de Malvinas a fin de impetrar por su final vergonzoso.

Y henos aquí entonces que, ante este hecho dramático, el nacionalismo argentino, es decir aquella fuerza que concebía volver y restaurar las tradiciones medievales y antimodernas que existieran desde la época colonial y que fueran perdidas en el momento en el cual la guerra dela Independencia se detuvo justamente cuando se debía dar cuenta de nuestro aliado y ‘amigo’ Gran Bretaña, impidiendo que nos penetrara tal como lo hiciera durante estos largos años, de repente se quedó sin instituciones en las cuales apoyarse y sentirse respaldada. Las reservas de las cristiandad y tradición nacional que aun existían en nuestro suelo a través de la Iglesia y las Fuerzas Armadas en sus principales y más combativos sectores luego de la deserción acontecida en Malvinas ya habían dejado de existir. Estábamos solos y había que reconocerlo. Y tal soledad se agudizó más aun cuando como consecuencia de esa rendición inexplicable de Puerto Argentino se produjeron en el país los estertores cadavéricos propios de un cuerpo agonizante que efectúa sus movimientos finales, los cuales fueron conocidos como las rebeliones carapintada en el seno de nuestras fuerzas armadas y que, de acuerdo al espíritu heredado en Puerto Argentino, terminaron rendidos también en forma inexplicable y humillante, en algunos casos aun cuando tenían todas las posibilidades de haber ganado, para llegar a lo más vergonzoso de todo, siempre por sugestión güelfa y clerical, la de haber convocado a votar por verdaderos exponentes de la entrega y la modernidad como el malhabido Menem, el mismo que junto a Alfonsín entregara, a aquel país que fuera el único que nos diera la espalda en la guerra de Malvinas, parte de nuestro territorio austral sin haberlo defendido y con la excusa de que se habría tratado de un gran desierto inútil de explotar económicamente.

La década del 90 calificada hoy como década perdida fue en cambio para muchos de nosotros que nos abocamos a abrir un nuevo camino la década verdaderamente ganada, la década de apertura hacia una posibilidad nueva en el seno del pensamiento nacional y alternativo. Al fin y al cabo el viejo nacionalismo que quedara sepultado en Puerto Argentino y con las derrotas carapintada daba lugar a una cosa nueva. Tal como dijera Evola luego de la derrota de la Segunda Guerra Mundial: ya no hay más puntos de apoyo, no hay adónde ir, todas las instituciones en las que antes nos sentíamos respaldados han dejado de existir, tenemos entonces que ser nosotros mismos aquellos que seamos capaces de encontrar en nuestra más profunda interioridad nuestro propio fundamento, aquella fuerza interior que sea capaz también de producir un nuevo comienzo. De acuerdo al remanido dicho de que no hay mal que por bien no venga ahora se nos presentaba una importante posibilidad, la de poder ponernos a prueba y  librar una gran guerra interior, una guerra heroica por la cual nos acostumbráramos por fin a estar solos con nosotros mismos y en la resignación de que no existe más nada que se pueda rescatar y que estamos rodeados de ruinas por doquier abriéndonos así al desafío de ser capaces, a partir de allí, de construir una nueva realidad, es decir un nuevo nacionalismo, ya no más de fronteras y de simples territorios, ya no más subordinado a espadas salvadoras o a Iglesias providenciales que exigen sumisión obtusa, sino principalmente de ideas, de rescate de un gran principio que vaya incluso más allá de la misma nación argentina, en el fondo, reconozcámoslo, una republiqueta más generada por la guerra de independencia inconclusa.

Somos sumamente exigentes en nuestros reclamos: queremos pues el imperio americano que concibieran nuestros libertadores aquel que hubiese sido capaz de mantener la idea y el principio de una gran unidad de todos nosotros en función de ideales superiores a los de la economía y el consumo que nos han inculcado el colonialismo inglés primeramente y luego su cría los EEUU. Por eso la idea de que este nacionalismo sea americano. Y alguien dirá: ¿porque americano y no latinoamericano o hispano americano o iberoamericano? Por una razón muy sencilla porque le queremos disputar a los yanquis el monopolio que le han dado a tal palabra. Hoy en día paseando por Europa y aun en países de nuestro continente se ha aceptado la imposición semántica de que solamente lo que hay en el norte es América y nosotros en cambio, para diferenciarnos de ellos estaríamos obligados a imponernos un aditamento. No, nosotros somos los verdaderos americanos, los que rescatamos el ideal imperial que existiera siempre en este continente desde los grandes imperios que aquí existieran aun antes de los  incas, los aztecas y el mismo imperio español. Mientras que los imperios americanos son milenarios, el sistema democrático, que no es originario de este continente, es una falsificación extraña a todos nosotros que se ha impuesto en los EEUU primero y en el resto de América después, es decir que en la América con aditamentos apenas tiene poco más de 200 años.

Y ahora unas palabras de lo que ha pasado en estos 20 años. Tal como dijéramos hace minutos en 1994 apenas podíamos balbucear la palabra Julius Evola. Fue sumamente costoso hacer conocer su pensamiento y hoy, a través deEdiciones Heracles, podemos decir con satisfacción que hemos traducido la totalidad de su obra y aquellas que se han agotado ya están a punto de volver a salir como Cabalgar el tigre que lo será a través de otra editorial con más alcance de la nuestra y a cuya labor se ha abocado el Licenciado Pinkler al que queremos felicitar por ello. En todo este tiempo han sido muchos los ataques padecidos por parte del sistema sea a nuestra obra y persona como al pensamiento de Evola que hemos difundido. Como parte de todo ello queremos mencionar especialmente los ataques que han venido de aquella vertiente terminal que ha sido el nacionalismo güelfo que tanto daño le ha producido a nuestra causa; todos los cuales fueron debidamente refutados y para ello existen las páginas de la publicación El Fortínque así lo atestiguan. Pero principalmente el éxito del pensamiento evoliano no solamente se ha debido por el fragor y popularidad que el sistema nos ha prodigado con sus descalificaciones, sino también al hecho de que la misma historia se ha ido desarrollando tal como el gran maestro manifestara y en algunos aspectos los hechos han terminado superando sus propias expectativas. Acotemos que Evola terminó sus días en un estado de pesimismo respecto de las perspectivas que se presentaban en lo inmediato. Consideró que el mundo moderno estaba condenado a su final pero que para que el mismo se consumara y que por lo tanto se pudiese producir un nuevo comienzo de la historia se debía salir de la meseta en la que nos encontrábamos, siendo para ello necesario la existencia de una élite capaz de llevar los acontecimientos hacia tal resolución. Y fue al respecto pesimista en cuanto a las posibilidades reales de concreción de tal meta, tal como nuestro gran colaborador de Bariloche Julián Ramírez nos lo ha hecho notar, pues pudo constatar cómo el mundo moderno, a pesar de su situación de inferioridad en tanto se trata de un orden unidimiensional que niega la existencia de lo superior, cuando se topaba con algún tipo de sociedad sostenedora de valores tradicionales, acudiendo a su superioridad tecnológica, lo abatía con una facilidad sin límites. Nos daba el caso famoso de la India en donde unos pocos batallones ingleses daban cuenta con suma rapidez y eficacia de una civilización milenaria y tradicional como la hindú. Y finalmente el caso del Japón, la última gran civilización tradicional, en la cual los grandes aviadores kamikaze eran abatidos todos antes aun de llegar a su objetivo, habiéndose así logrado ‘democratizar’ es decir convertir en sociedades masificadas y tecnificadas y bestializadas a conglomerados que fueran los últimos grandes bastiones de la tradición como Japón,  la Indiay  China. ¿Pero qué es lo que ha cambiado ahora desde la muerte de Evola? Yo creo que hay una serie de fechas fundamentales que es dable resaltar y que dieran cabida a fenómenos no conocidos por Evola. En 1979 se produjo en Irán la primera revolución islámica con el ayatollah Khomeini. La misma fue de importancia decisiva pues sentó las bases de una tercera posición en un mundo dividido en ese entonces entre imperialismo ruso y norteamericano. Tal revolución calificó en forma evoliana como iguales a esas dos expresiones a las que consideró no como simples imperialismos, sino como formas abiertas de satanismo y de inversión de valores. Diez años más tarde en 1989 un movimiento tradicional como el mujaidin, que luego tomará la estructura del movimiento talibán y de su elite, Al Qaeda, derrotará a Rusia logrando la verdadera y propia disolución de tal imperio conocido en ese entonces como URSS. Faltaba sin embargo hacer lo más importante todavía que era, a fin de evitar cualquier duda respecto de la identidad de tal movimiento tradicional, llevar a cabo lo más difícil consistente en la destrucción de la otra gran anomalía gemela en la cual se asentaba el mundo moderno que son los EEUU. El 11S del 2001, por primera vez en toda la historia, tal anomalía fue atacada destruyéndose su centro financiero con el cual controla la economía del planeta y parte de su centro de inteligencia militar. Fue el primer ataque que se le produjo a tal imperio en su misma metrópolis. Luego y como secuela de ello se llevaron a cabo varias guerras, las que aun continúan en proceso a pesar del largo tiempo transcurrido: Afganistán, Irak, Yemen, Siria, Libia, en fin lo que ha dado en llamarse Primavera árabe, y el movimiento está en plena expansión en el Cáucaso, en la provincia de Uigur en China y hoy hasta en la misma Europa en Ucrania, en donde el Pravy Sektor sostiene abiertamente una tercera posición consistente en los ideales evolianos de la antimodernidad representada por igual por sus dos expresiones falsamente antagónicas: Rusia y los EEUU, en forma simultánea. Resaltamos este hecho importante acontecido en Ucrania especialmente: para hacer frente a la modernidad decía Evola resulta indispensable la gran unión trascendente entre las grandes religiones y tradiciones espirituales, lo que nosotros en estas tierras hemos constituido a través del Frente Cristiano Islámico, uno de cuyos principales exponentes por el lado del Islam, es el amigo Mahdi Al Afgani que nos acompaña en los programas radiales de la Agencia Kaliyuga. El Pravy Sektor hoy convoca a musulmanes y a cristianos en su propio país, en el caso de los tártaros de Crimea, a hacer frente a tal anomalía, representada por la invasión del imperialismo ruso en su afán ya confeso de querer reconstituir la antigua Unión Soviética que fuera disuelta en su guerra tradicional por el fundamentalismo islámico. Es dable destacar aquí que dicha fuerza, o si queremos usar las más adecuadas palabras de G. Bush y Putin para definirlo, el fascismo islámico, ha sabido hacer aquello que Evola formulaba en sus textos. Es decir ante un mundo terminal que se ha encallecido respecto de todo lo espiritual y sutil y ante el cual los procederes mágicos que otrora se podían haber empleado para detener a una fuerza antitradicional y subversiva han perdido toda su eficacia, se trata entonces de usar, como en la misma técnica del yudo, la fuerza del enemigo en su contra. El kamikaze islámico, como su par del Japón aunque de una manera más multitudinaria y masiva, hoy utiliza las mismas armas del enemigo para destruirlo pero con una ventaja sustancial pues para éste la máquina no es el sustituto del hombre sino apenas el instrumento para destruir al enemigo. El yanqui usa la máquina para evitar el combate, por eso el arma actual que utiliza es el drone, un robot con alas encargado de matar a los fascistas islámicos, pero no tiene comparación en cuanto a su efectividad con el kamikaze que se inmola y cuya precisión siempre será mayor a la de la máquina usada por el burgués que odia y detesta la guerra, pero no las matanzas y exterminios de sus adversarios las que busca producir por medios artificiales. Hoy el kamikaze empleado por primera vez en una gloriosa gesta en el mismo territorio yanqui un 11S está ganando la guerra en Afganistán, en Irak, en Libia, en Yemen y ya lo hará en corto plazo en Siria, pues el hombre siempre será superior a la máquina y en eso el mundo tradicional está demostrando por primera vez ser superior en eficacia al moderno en tanto que será capaz de derrotarlo.

El sistema está sumamente preocupado por el crecimiento del pensamiento evoliano en estos 20 años. Tiempo atrás cuando el ex fascista Fini fue a visitarlo a su nuevo mentor, el premier israelí de ese entonces Ariel Sharon, recibió de éste, junto a felicitaciones por sus cambios espectaculares, indicaciones precisas respecto de lo que tenía que hacer desde su cargo importante de ministro del gobierno del corrupto Berlusconi. ‘Evite la difusión por el mundo del pensamiento evoliano’, fueron las precisas órdenes recibidas, es decir deshágase del gran enemigo del pensamiento moderno del cual el sionismo judío es una de sus principales matrices. No dijo evite el nazismo, evite a los nacionalistas güelfos e inoperantes, dijo evite a Evola, destruya su herencia. Y al respecto son muchas las medidas adoptadas por el sionismo para su destrucción. El primer procedimiento ha sido el de tratar de aniquilarlo en su esencia haciéndolo pasar por un pensador racista y nazi hecho y derecho, como una especie de Rosenberg italiano. Esta tarea la hemos refutado también en nuestras páginas de El Fortín mostrando que Evola no era como ellos dicen un autor nazi ni tampoco meramente europeo. Es más era un crítico duro de tal nacionalismo que hoy se expresa en el viejo continente con figuras como las de Le Pen quien, digámoslo aquí, también se dice ‘eboliano’ aunque seguidor no propiamente de Evola, sino del virus Ebola con b larga que según él sería la gran solución para liberarse de tantos negros que lo afectan y que ponen en peligro la integridad racial de su continente. Nosotros que somos evolianos y no ebolianos como ellos, les queremos decir sencillamente que si Europa deja de ser blanca no es por culpa de los negros, sino de los blancos que han convocado a los negros a realizarle las tareas serviles que ellos no quieren hacer y de las blancas que se mezclan con los negros sin estar obligadas a hacerlo. Al fin y al cabo no fueron los negros los que inventaron la esclavitud. Y al fin y al cabo también no es una casualidad que el sionismo celebre el triunfo de Le Pen en Francia pues quiere dureza no sólo contra los negros, sino principalmente contra el fascismo islámico contra el cual él llama a combatir en nombre de una lucha contra el terrorismo internacional. Y por último no podemos silenciar también otro hecho significativo. El imperialismo ruso, que bien sabemos siempre ha sido también ideológico, tras la caída de la URSS y de la fragmentación del marxismo leninismo, hoy en su nueva variante putiniana y euroasiática acude a un camuflaje de derecha, del mismo modo que antes engañaba haciéndose pasar como de izquierda, haciendo así honor a su origen marxista para el cual la ideología es un instrumento por el que un grupo se justifica a sí mismo ante el resto de las personas con una pluralidad de procedimientos dialécticos y de lo más dispares. Curiosamente hoy en día en América, debido a la importante expansión que ha tenido el pensamiento evoliano y en tanto ya no convoca por la izquierda luego de la estrepitosa caída de la ‘gloriosa Unión Soviética’, en la que demostró en forma ostensible que la famosa dictadura del proletariado no era otra cosa que una pandilla de multimillonarios, tiene que aparecerse bajo la forma de un pensamiento pretendidamente de derecha y esto lo hemos visto a través de ciertos encuentros culturales que curiosamente se presentan alegando la figura del maestro Evola para difundir su propia ideología imperialista. Somos testigos presenciales del hecho de haber sido invitado años atrás a un encuentro pretendidamente evoliano en donde, con la presencia de un estrecho asesor del Sr. Putin, se quería en forma espuria entrometer a tal imperialismo bajo el manto de tal doctrina tradicional. En ese encuentro, efectuado en Brasil, país que por integrar el BRICS interesa sobremanera a los rusos, nosotros tuvimos la ocasión de estar presentes y de refutar tal mezcla. Podemos decir con orgullo que, por la preocupación que el enemigo ha prodigado al pensamiento de Evola, estos 20 años han sido para nosotros sumamente prolíficos y que vamos por el buen camino.

Finalicemos con estas palabras. Se nos presentan siempre nuevos desafíos, y ante los mismos la meta debe ser pues mantener en estricta pureza la esencia del pensamiento evoliano y valgan aquí indicaciones precisas para los tiempos actuales, siguiendo siempre con la misma actitud asumida en estas últimas dos décadas.

1º En consonancia con el cultivo y formulación de nuestros principios, no participar absolutamente de ninguna de las grandes mecas que nos presenta el sistema. Ante todos sus logros y panaceas formuladas, actuar con la más absoluta indiferencia y comportarnos como verdaderos convidados de piedra. Por lo tanto no participar de ningún proceso electoral.

2º Vivir una existencia en la más plena frugalidad y renunciando no sólo a las riquezas que nos promete este mundo, sino principalmente al demonismo tecnológico en que el sistema nos ha hundido en su fase terminal por la que se quiere convertir al hombre en un ser absolutamente masificado y sin alma.

3º Cultivar siempre los valores del espíritu sobrellevando una gran guerra santa, sea en lo interno como en lo externo de nosotros mismos, en tanto que en un plano superior no existe diferencia entre ambas dimensiones, entre el yo y el mundo. Rehuir pues el fatalismo y el escapismo en tal esfera superior, recordando siempre la máxima de Plotino por la que no existe un dios que actúe en lugar nuestro.

4º Actuar no en función de metas temporales, sino de principios eternos. Hacer pues lo que debe hacerse con independencia de éxitos o fracasos, solamente en función de los principios y no de los simples intereses. Nuestra lucha no debe ser concebida nunca como una conquista de bienes temporales, sino como una prueba que nos hemos impuesto en función de obtener aquello que se encuentra más allá de esta vida.

5º Prepararse pues en perseverancia extrema para los próximos veinte años para nuevos y más incrementados combates.

 VICTORIA O PARAÍSO


Marcos Ghio


(Discurso leído el pasado 11/06/2014 en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, en ocasión de recordarse los 40 años del fallecimiento