JORNADA EVOLIANA 11 DE JUNIO DE 2015


EVOLA, HEIDEGGER Y LA CUARTA TEORÍA POLÍTICA


heidegger   dugin



Tal como ha sido nuestro estilo en las jornadas evocativas de la figura de Evola, al cumplirse hoy los 41 años de su fallecimiento, formularemos una réplica a quienes han sostenido una crítica a su figura, la que, si bien a veces fue efectuada bajo la forma de una pretendida alabanza, en el caso puntual que hoy nos convoca nos referiremos a una de carácter irreverente e irrespetuosa, respecto de la cual soslayaremos una serie de insultos groseros dirigidos en su contra para remitirnos a lo esencial, en tanto que consideramos que la misma refleja una cierta corriente que hoy se encuentra presente entre nosotros y a la que queremos refutar.
Desde una óptica abiertamente de izquierda y pretendidamente fascista, en la ciudad de Barcelona, un tal Jaime Farrerons*, de quien vamos a hablar, ha elaborado una serie de artículos remitiéndose, por contraste, al pensamiento del joven Heidegger de Ser y Tiempo, es decir no al Heidegger maduro de postguerra, sino al existencialista que reduce, del mismo modo que podía hacerlo por ejemplo el marxismo, al ser humano a la pura circunstancia de ser en el mundo, en este caso este mundo, rechazando por lo demás cualquier tipo de dimensión metafísica que lo trascienda, a la que reputa también, de la misma manera que el aludido Marx quien nos la definía como de un opio, como un duplicado inútil de la realidad, como la muestra de una gran impotencia y frustración o coartada en no querer asumir la propia muerte, o la explotación del hombre por el hombre, etc, etc. Acotemos de paso que ese Heidegger pretendidamente fascista que aquí se reivindica fue desplazado al poco tiempo del triunfo del nacional socialismo en 1934 de su cargo de rector en la universidad de Friburgo. Y esto se debió justamente a que en ese entonces, en la etapa juvenil que mencionamos, Heidegger, de la misma manera que el aludido Farrerons ahora, adhería a la vertiente de izquierda del movimiento nacional socialista, la de los hermanos Strasser y Röhm, que fuera defenestrada por Hitler y Himmler en ese mismo año en la epopeya conocida como la noche de los cuchillos largos. Era postulado esencial de tal rama un acercamiento con la Rusia de Stalin para llevar a cabo los dos juntos, la Alemania nacional socialista y la Rusia nacional comunista, la tercera revolución en contra del capitalismo liberal de EEUU e Inglaterra. Un proyecto que, tal como vemos, es parecido en gran medida al que formulan en la actualidad figuras como el euroasiático Dugin. Acotemos que tal postura relativista y de izquierdas será luego corregida por Heidegger con el tiempo en modo tal que se acercará notoriamente al pensamiento evoliano en su obra Introducción a la Metafísica, disciplina a la que vuelve, luego de despojarse de la fenomenología del judío Husserl aplicada en Ser y Tiempo, y en donde manifiesta abiertamente que Rusia y EEUU, lejos de ser puntos de contraste, son ‘metafísicamente iguales’. Es decir que desde un plano metafísico y superior que trasciende lo meramente temporal, histórico y mundano de Ser y Tiempo, las dos naciones que simbolizan las principales concepciones del mundo existentes, liberalismo y marxismo, capitalismo y socialismo, son en el fondo iguales en tanto que ambas se fundan en un materialismo esencial, es decir en una visión del hombre reducido a ser meramente en el mundo y mortal y al que se ha amputado su dimensión superior, espiritual y trascendente.
A su vez y sin entrar a criticar expresamente a la figura de Evola, otro español, José Alsina, en una página que adhiere al movimiento euroasiático, ha escrito una nota de la que hablaremos también, en donde se exalta al joven Heidegger, al cual el autor ruso Alejandro Dugin ha mencionado como el inspirador de la por él inventada cuarta teoría política. Alsina le sugiere a Dugin asumirlo con plena coherencia despojándose de cualquier posible influjo de autores como Evola (del cual como hemos dicho tiene muy poco y nada) o de Alain de Benoist, con el cual tiene en cambio muchísimo que ver, pero que no sería tan plenamente heideggeriano como él pretende.

Hecha esta primera introducción del tema vayamos pues a los textos puntuales y procedamos a refutarlos en los aspectos esenciales empezando por el primero.
Farrerons (en lo sucesivo F.) brindó unas cinco conferencias críticas de la figura de Evola las que fueron condensadas luego por una página nazi de izquierda, del estilo de las SA antes aludidas, titulada Ediciones Streicher en un texto que comentaremos. La última conferencia fue brindada hace tres años y en la misma nos explica que en vez de remitirse a una crítica puntual de la obra de Evola, respecto de lo cual siempre amenaza hacerlo pero nunca cumple, se lo hizo en cambio con un texto de un joven autor que publicaba por primera vez y para la editorial Nueva República (lo cual ya por el nombre que utiliza representa a lo más antievoliano que pueda haber) que es una sucursal del imperialismo ruso en España, adherente por supuesto a la ideología de Dugin, el ideólogo notorio del Sr. Putin. Es de destacar que no hemos leído el texto del Sr. Fernández, tal el nombre del joven que allí escribe, así que no lo podemos criticar, pero sí en cambio podemos hacerlo con las cosas que nos dice F. Luego de la conferencia en un debate allí iniciado alguien le indicó al mismo con tino que, aun aceptando su no lectura de Evola, no podía agotar una crítica a los evolianos con lo escrito por esta persona sin hacerlo también con quienes formamos parte del CEDA; a lo cual F. contestó: ‘ya nos ocuparemos de Ghio’.
Pasaron más de tres años luego de esta amenaza efectuada y, en tanto nada de eso ha sucedido, de la misma manera que tampoco su también amenazante lectura de los textos de Evola, al menos públicamente, vamos a revertir la situación y seremos nosotros quienes en cambio nos ocupemos de F.

1) Evola, Bin Laden y la CIA

 Dice F.
La intención de Évola no fue otra que apartar a los fascistas de posguerra de cualquier veleidad nacional-revolucionaria, utilizarlos como carne de cañón de los servicios de información occidentales en su lucha contra el comunismo y, finalmente, anularlos para la acción política destruyendo en ellos toda forma de inteligencia y sentido crítico

Y en otros pasajes llega a decir que fue un agente del grupo Gladio vinculado a la CIA y al cual habría pertenecido también, según sus palabras su compatriota Ernesto Milá, al que califica como evoliano, cobrando todos ellos un salario por tales servicios.
Al respecto digamos dos cosas. La primera es que resulta dudoso que Milá sea evoliano, al menos hace pocos días ha tenido la honestidad intelectual de cuestionar a Evola por su adhesión a cierto Islam que él repudia del mismo modo que el imperialismo norteamericano y la segunda es que no es verdad que F. y Milá discrepen sustancialmente al menos en los procedimientos de investigación que emplean en sus escritos. Recordemos al respecto que este último ha escrito una obra sobre los atentados de las Torres Gemelas en donde manifestó que estaba totalmente probado que Bin Laden era un agente de la CIA. Nunca aportó jamás ninguna prueba al respecto a pesar de haberlo manifestado de manera categórica y ni siquiera se tomó el trabajo de contestar a nuestro requerimiento, pues en tales casos el silencio es la mejor herramienta defensiva. F. hace lo mismo con Evola a quien además califica pomposamente, junto a una serie de términos también simpáticos y de un tenor muy semejante, de ‘payaso’. A no ser que ello signifique hacer como el maestro italiano que aportaba pruebas de lo que decía, entonces estaríamos dispuestos a pensar que el aludido F. no es un payaso sino una persona seria. Con seguridad que su seriedad, de la misma manera que la de Milá respecto de Bin Laden, se irá incrementando día a día mientras que encontrará a crédulos que aceptarán las hipérboles que dice. Por el momento los que somos payasos nos quedaremos esperando que nos presenten alguna prueba de que sea Evola como bin Laden recibían un salario de la CIA.
Pero vayamos ahora a las razones por las cuales el aludido deduce lo que nos acaba de manifestar.

2) El programa político evoliano y la Derecha

Dice F. en su pretendida crítica del pensamiento de Evola:
No existe, ni puede existir, un programa político "evoliano" a menos que se quiera restablecer, por ejemplo, el derecho de pernada y la servidumbre de la gleba. El evolianismo es estructuralmente apolítico:
no puede confesárseles a los ciudadanos que se les va a privar de la seguridad social, la escolarización obligatoria y el derecho a elegir a sus representantes políticos, para, en lugar de tan decadentes instituciones modernas, restituír los privilegios de una aristocracia hereditaria de señores presuntamente superiores por nacimiento. Parece absurdo pretender, por ejemplo, que la magia o la tradición hermética ocuparán el lugar de la ciencia y, además, colgar esto en un programa electoral. Carece de sentido, yendo hasta el final, razonar contra la razón y sugerir que esos "razonamientos" —por llamarlos de alguna manera- posean
un sitio donde cualquier acción política resultaría a la postre inútil porque la evoliana concepción cíclica del tiempo y de la necesaria decadencia vuelve vano todo influjo histórico de la voluntad, individual o colectiva; donde sólo queda, por tanto, "cabalgar el tigre", o sea, embolsarse el sobre color sepia de los servicios de información del Estado y burlarse de quienes hayan quemado su existencia por la causa nacional-revolucionaria europea. (...)
Con respecto a la primera aseveración, es verdad que no existe un programa electoral evoliano en la medida que nuestro autor rechaza el sistema democrático y sus principios igualitarios, que son en cambio compartidos entusiastamente por F. quien como nos confiesa ha quemado su existencia por ellos; considera pues que no hay que participar de lo que el mundo moderno concibe como política y la apoliteia que se sostiene significa una actitud de prescindencia extrema respecto de tal actividad para sustituirla por una forma superior que apunta hacia la destrucción del mundo moderno y no a la participación en el mismo tal como formula en cambio nuestro crítico. Por lo demás es mentira -y una vez más como buen no payaso que es no acude a texto alguno- que Evola sostenga la recuperación de los privilegios de lo que él llama la aristocracia. Nada de eso es verdad. En todo caso lo que se nota en su tozudez es una gran confusión, habitual en los modernos, entre dos conceptos antitéticos como el de aristocracia y oligarquía. Lo esencial en la aristocracia no estriba en la posesión de bienes económicos, sino en no sentir necesidad alguna por tenerlos. Comparar a un aristócrata en el sentido espiritual de la sociedad tradicional con nuestros capitalistas sedientos compulsivamente de dinero y de bienes para ostentar es de una ignorancia sin límite alguno. Un aristócrata es una persona que aun si poseyese riquezas no está alienado a ellas como el actual hombre moderno. Y en tal sentido está más desapegado de los bienes que el más pobre de los actuales proletarios que aun no teniéndolos vive en función de llegar a adquirirlos. Es más, desde una óptica tradicional que existan aristócratas es algo necesario e indispensable para el hombre común puesto que desde una óptica tradicional la verdadera revolución debe ser prioritariamente moral y no económica. Es necesario que existan personas que muestren que a pesar de tener bienes no están apegados a ellos y que viven frugalmente a diferencia del común de los hombres modernos que aun cuando no tienen viven endeudándose y consumiendo compulsivamente para sostener el perverso sistema capitalista. El aristócrata es pues una élite que actúa como modelo paradigmático para el resto. Mientras que para el izquierdista F. como por lo general para todos los marxistas la meta es engordar al proletario, aunque por lo general lo que se engorda es a una nomenklatura de parásitos, es bandera esencial de un movimiento político evoliano ‘desintoxicar’ al hombre, tanto al que tiene como al que no posee, de la necesidad por lo económico. El problema de nuestro tiempo no es tanto la carencia de bienes sino el exceso de apetito por los mismos en modo tal que en tanto el paradigma sean los multimillonarios nunca terminará la sed de riqueza de las personas y bien se ha dicho que para que el mundo entero tuviese el nivel de vida de las naciones del primer mundo se precisaría de al menos siete planetas para satisfacerlas. Es de recordar en esto a Nietzsche, respecto del cual nuestro crítico se considera seguidor, pero ya veremos cómo, cuando manifestaba que había que estar tanto en contra del capitalista como del proletario en tanto ambos por igual estaban esclavizados, o por acumularlo o por desearlo, a la posesión del dinero.
Tal postura aristocrática, pero en el sentido originario de la palabra, relativa a los que son mejores y superiores a los demás, en tanto que, tal como decía Platón, son capaces de gobernarse a sí mismos, es la que Evola políticamente expresa con el término Derecha en el sentido originario de tal palabra, relativo a derechura, rectitud, cultivo del Derecho, por oposición a izquierda entendida como sinónimo de siniestro, desviado, retorcido. Y es una de las actitudes típicas de lo retorcido justamente la de generar confusiones y caos en todos los niveles, incluso y esencialmente en los del lenguaje, cosa en lo cual el aludido F. colabora de manera notoria en tanto que se califica a sí mismo como un hombre de izquierda.
Veamos las críticas que F. le realiza al respecto, justamente en lo relativo al uso de tal término.
En primer lugar, Évola quien se considera un hombre de Derecha, debe admitir que el signo "Derecha" se utiliza habitualmente para identificar a liberales y capitalistas. El uso de una palabra es muy importante a efectos de determinar su significado, pues no existen "significados auténticos" de los términos, sino usos que acaban convirtiéndose en normativos por decisión institucional.,,, Pues bien, dicha pretensión (la de que existan significados auténticos) sólo podría ser calificada de delirante y es exactamente la de Évola con respecto al vocablo "Derecha". 
Hay que destacar que lo que aquí se ignora es que el significado de las palabras no es una cosa arbitraria y simplemente admitida por el uso, el cual aun siendo masivo puede perfectamente estar equivocado y desviado del mismo. Los términos que se utilizan para referirse a las cosas no son arbitrarios sino llevan implícita una definición y un significado que los precede y que se vincula con su etimología la cual es anterior al mero uso que se hace de los mismos, tal como supone el no payaso comentarista. Es verdad que las fuerzas oscuras de las subversión tienden a confundir los significados en especial de palabras que denotan realidades imprescindibles para cualquier orden social con la finalidad de destruir la esencia de las cosas y someter a un conglomerado humano; por ejemplo hemos hecho notar varias veces cómo palabras que tuvieron un significado altamente positivo en cualquier sociedad normal como discriminar, autoridad, virilidad, patriarcado, etc. hoy a través de los procesos subversivos que han introducido nuevos usos como los que quiere F. las mismas han sido distorsionadas y convertidas en cosas feas, pasando ello especialmente con la palabra Derecha que es también descalificada por F aceptando que sea asimilada por el uso subversivo que se le ha dado con capitalismo o explotación del hombre por el hombre, tal como ha querido la subversión con la finalidad de sembrar el desprestigio hacia lo verdadero y justo. Pero acotemos que no es que para F. no existe un sentido auténtico de las palabras, como le achaca falsamente a Evola, lo que sucede es que se contradice pues considera que es auténtico aquel uso de los términos que se ha consensuado democráticamente. Por ello según él:
sólo puede hablarse de Derecha por oposición a la Izquierda, pero en el mundo pre-moderno no existe Izquierda. En consecuencia, tampoco puede hablarse de Derecha en la Edad Media. Sostener que un caballero medieval es de "Derecha" comporta el absurdo de afirmar que en alguna ocasión dicho personaje "pensó" su propia identidad por oposición a una "Izquierda". Nadie en sus cabales aceptaría semejante supuesto. Évola, sí.

Sin embargo para desazón de F digamos que Derecha e Izquierda siempre han existido en cualquier sociedad normal como dos vías antagónicas de vincularse con las cosas, incluso las mismas religiones que identificaron a la primera con el orden y la construcción y a la segunda con el desorden y la destrucción. El caballero medieval puede sin más ser calificado como de derecha porque cultivaba virtudes tales como la rectitud y la derechura, todas ellas pertenecientes al mismo tronco lingüístico, así como también se preocupaba por el triunfo de la ley y del derecho. Asimismo repudiaba lo siniestro, la vía escabrosa y desviada como sinónimo de izquierda, en este caso simbolizada en la mano carente de destreza. La novedad moderna no es que haya inventado o ‘consensuado’ (palabra hoy en boga) el uso de tales términos como dice F., sino que es la por primera vez en la historia de la humanidad que se han invertido los valores. Antes en épocas normales nadie se reputaba de izquierda y si se recibía tal calificativo enseguida se contestaba a ello manifestando poseer las virtudes de la derechura y la rectitud. Ahora en la patología es al revés, las personas tienen vergüenza de reputarse como de derecha y si reciben tal calificativo enseguida explican que en todo caso son de centro. Como vivimos en el mundo del revés es comprensible aunque no  justificable lo manifestado por F. para el cual lo repudiable en Evola es que sostenga una idea esencialista de Derecha totalmente divorciada de la realidad, tanto por lo que respecta al lenguaje como a la historia. Pasa exactamente lo mismo con otros términos tales como por ejemplo libertino, desprejuiciado, etc. que siempre fueron considerados como cosas feas y ahora en cambio son signo de gran valor. Justamente es aquí donde estriba la gran diferencia: lo que el pensamiento tradicional sostiene es el antirelativismo y el antihistoricismo que él en cambio ha convertido en dogma religioso y en una nueva esencia pero de ello luego hablaremos.
Notemos finalmente adónde llega el oportunismo de esta persona

Considerando que, en la actualidad, en nuestra particularísima situación europea, los trabajadores son los principales perjudicados por la política de inmigración liberal, el programa político NR tiene que ser necesariamente de Izquierda

Es decir que hay que hacerse de izquierda porque está de moda serlo, es decir porque los explotados, que son la mayoría de las personas, han aceptado los slogans modernos del consumismo y desean por la izquierda llegar a ser como los capitalistas, como si acaso no existiese otra forma de explotación más sutil consistente en subvertir el significado de las cosas. En la medida que si aceptamos ser de derecha se nos reputará como capitalistas y explotadores, entonces por tal motivo deberíamos renunciar a serlo. Del mismo modo que en un mañana también podremos renunciar a ser hombres en cuanto tal cosa se habría convertido en sinónimo de machismo y violencia de género, para convertirnos en cambio en unos buenos homosexuales. Esto no es otra cosa que sucumbir en forma oportunista a lo que los otros dicen sin importarnos la verdad de ello. Pero al parecer no se le habría hecho caso a F. y en cambio…

en la crítica coyuntura actual y por culpa de los evolianos, (que como vemos insisten en reputarse como de derecha) se muestran incapaces de derribar las vallas del "corralito fascista" y establecer un contacto político normalizado con las masas populares de naciones ya agonizantes, menesterosas de un patriotismo social del que depende su supervivencia pura y simple.
En pocas palabras porque estamos los evolianos que no somos de izquierda las masas les dan a ellos la espalda y los obligan a vivir en un corralito a los fascistas del estilo de F. Me pregunto por qué no se afiliará directamente a un partido de izquierda como el socialista o Podemos así tendrá consigo el calor de las masas que tanto anhela y no estará obligado a vivir en un corralito. Esto nos hace recordar a los distintos políticos modernos que asumen puntos de vista en función del éxito que les pueden brindar en las urnas.

3) Notorias deformaciones del pensamiento evoliano

Pero no cesa el aludido en su tarea distorsionadora del pensamiento de Evola. Citando un famoso pasaje de Cabalgar el tigre, que es lo único que debe haber leído pero en una traducción que no es la nuestra, leemos lo siguiente:
«Todo parece indicar que es precisamente la situación que se desarrolla en el curso de estos últimos tiempos y que tiene su epicentro en la civilización y en la sociedad occidentales, la que se ha extendido rápidamente al mundo entero. El hecho de que la época actual se encuentra colocada bajo el signo zodiacal de Acuario podría encontrar, por otra parte, una interpretación normal, referida a las aguas, en las cuales todo permanece en estado fluido e informe».
Llega a esta conclusión:
     Ahora ya sabemos a qué se refiere Évola cuando considera que en las "sociedades tradicionales" … el Estado se fundamenta en una fuerza que viene "de lo alto". ¿Qué es este "de lo alto"?..¡Évola apela, sin enrojecer de vergüenza, a conceptos tales como los signos zodiacales y la "era de Acuario"!
Digamos al respecto que aun con las limitaciones que pueda tener la traducción antes aludida, es indudable que la conclusión que saca F. no es para nada lo que Evola ha dicho allí. Pero para clarificar más el tema hagamos algunas correcciones al texto remitiéndonos a la nuestra. No dice allí ‘una interpretación normal’ cosa en la cual insiste hasta el hartazgo el aludido, sino ‘interpretación no peregrina’ que es algo muy diferente. Ya que estamos en vísperas de la presentación de una nueva edición de Cabalgar con nuestra traducción reproduzcamos el texto en lo que corresponde en tal pasaje. Luego de haber manifestado que la civilización occidental se ha expandido por el mundo entero agrega seguidamente: “por lo cual se podría hallar la no peregrina interpretación del hecho de que la época actual se encuentra bajo el signo zodiacal de Acuario: es decir, bajo la aguas, en las cuales todo vuelve al estado acuoso e informe”.
Tal como vemos entonces F.  no sabe ni siquiera leer los pequeños fragmentos que a lo mejor encontró en el librito de Fernández. Vamos a explicarle el breve texto: Cuando Evola dice que la época actual se encuentra ubicada bajo el signo de Acuario, no está inventando nada, sino remitiéndose a una realidad, lejos de estar señalando un punto de vista a seguir, nos está refiriendo lo exactamente contrario, esto es que nos encontramos frente a un estado de decadencia en donde prima lo informe, siendo el agua símbolo de tal estado de fluidez y sin forma, como bien lo demostrara F cuando aceptara sin que se le moviese un solo cabello y hasta lo justificase, la anarquía, es decir la falta de forma, en el lenguaje. En ningún lugar ha dicho que la élite debe inspirarse en la era de Acuario, en todo caso es F el que se inspira en la misma.
Y agrega más dislates todavía aunque, como es su costumbre habitual, sin hacernos citas textuales:
En suma, Évola, después de cegar a sus seguidores, que tienen prohibido usar de la racionalidad, la inteligencia y la crítica para "preguntar el porqué", los reconduce, con las orejeras puestas, a las fuentes del liberalismo, a saber, el "individuo", el "yo" y su consabida "libertad". Nada menos que un Individuo Absoluto, un ego auto-referencial "mágico", debe permitirnos "superar" el denostado "individualismo" moderno.

Indudablemente nos está demostrando que tampoco ha leído la Teoría del individuo absoluto que no tiene nada que ver con el individualismo liberal, sino que es lo exactamente contrario. Mientras que el individuo absoluto, justamente por ser tal, se encuentra en una relación de desigualdad con los otros en tanto es el único libre, no estando relativizada su libertad como en el caso del individualismo liberal, en esta última ideología como también en el izquierdismo que sostiene F. todos por igual gozan de los mismos derechos, es decir también ellos son individualistas pero relativos y no absolutos como en cambio el pensamiento evoliano. En pocas palabras el tradicionalismo es individualista en forma absoluta en tanto sostiene la soberanía del Estado (el individuo absoluto) sobre la nación (el conjunto de individuos relativos), es decir sobre las partes singulares, sobre los otros individuos que no son el Estado, en cambio el sostenido por igual por la izquierda en su conjunto, sea liberal como socialista, es relativista y democrático en tanto considera que las libertades deben ser iguales en todos, aun en aquellos que nunca las han requerido ni necesitado.

Agrega también un antiguo lugar común que enarbolan los modernos en su totalidad para exaltar su pretendida superioridad sobre la sociedad tradicional, el de la mayor eficiencia de la propia:

Todas las sociedades tradicionales han sido derrotadas por las sociedades modernas. La razón vence a la tradición una y otra vez, dondequiera que ambas entidades se encuentren. La trascendencia es tan... trascendente (= más allá, en la acepción evoliana), que simplemente no se la capta por ningún lado, no "es". La India, con centenares de millones de habitantes, fue conquistada por un par de regimientos británicos y ningún kshatriya se mostró capaz de impedir la conversión del entero subcontinente en una colonia de la comparativamente pequeñísima Inglaterra. Los magos no han podido evitar tampoco, usando de sus "poderes sobrenaturales", el triunfo de los políticos materialistas. Évola podía haber acreditado su iniciación mágica derribando los bombarderos anglo-estadounidenses que arrasaban Alemania en 1945, pero las ruinas atestiguan su tántrica impericia.
Para agregar:

El poder "intemporal" se dobló ante el poder del tiempo; las sempiternas e inmortales instituciones perecieron: el poder de la muerte triunfó sobre las fantasías de inmovilidad egipcia (es decir que Nietzsche y Heidegger le ganaron a Platón y a Evola)
Esto representa una verdad a medias y por lo tanto una mentira. Ha sido justamente la era actual el siglo XXI en la que también vive F., pero que en su fanatismo no puede ver nada, la que nos ha mostrado que aplicando técnicas evolianas como cabalgar el tigre es posible sí que un orden tradicional derrote a uno moderno acudiendo también a medios precarios e irrelevantes. Ello lo hemos tenido primeramente con las famosas jornadas del 11S en donde se demostró que con una pequeña organización y 19 mártires era posible destruir los principales emblemas de la modernidad. Y hoy día dos pequeñas (en sus orígenes) organizaciones como Al Qaeda y el Estado Islámico y antes de ellos el movimiento Talibán, están logrando derrotar a la modernidad aun estando ésta coaligada en varias naciones poderosas, utilizando en su contra la tecnología sofisticada inventada por el enemigo.

4) Adhesión al evolucionismo darwiniano

El aludido Fernández dice en su texto, basándose en lo manifestado por Evola, que el hombre no deriva del mono sino de dioses, tal como sostiene el pensamiento tradicional. F., que es como decimos un hombre moderno y de izquierdas, cree en cambio en la religión darwiniana de la evolución de las especies y contesta lo siguiente:
Nadie ha podido, "acreditar" que en sus orígenes la Humanidad estuviera formada por seres divinos acomodados en una sede ártica, y cabe preguntarse cómo habría obtenido Évola semejante "información" si Dios mismo no se la hubiera comunicado utilizando canales místicos.

Fíjense Uds. que la misma persona que sin prueba alguna acusaba a Evola de cobrar un salario de la CIA, ahora le pide que aporte pruebas respecto de que haya existido una raza de hombres inmortales. Al respecto podemos contestar que si bien pueda discutirse de si la sede originaria de la humanidad prediluviana haya sido el polo norte, lo que es irrebatible y para ello no hay que acudir a ninguna fantasía literaria ni a ningún ‘cucurucho que flota en el universo’, tal el ejemplo hiperbólico que nos daba para querer refutar a Evola a través de Fernández, sino constatar que TODAS las grandes tradiciones históricas y religiones, de los lugares más remotos y distantes entre sí, que no pudieron haber tenido puntos de contacto, todas por igual nos hablan de un origen divino del hombre y no de una procedencia animalesca a la cual adhiere el aludido. La ciencia moderna que dice ser tan ajena a las ideologías y basarse en hechos tendría que explicarnos por cuáles razones ha existido tal unanimidad y entre culturas que no tuvieron contactos entre sí. Por lo tanto no es cierto que Evola no haya acudido a ‘pruebas’ para fundamentar sus asertos tal como dice el difamador, las cuales por lo demás no tienen por qué ser las que da la ciencia moderna a través de la religión evolucionista, la fe moderna en el progreso, o la doctrina nietzscheana del superhombre distorsionada. Evola hace ver a su vez cómo tales ‘pruebas’ aportadas por los antropólogos y que demostrarían tal origen animal, si son ordenadas de una manera diferente a como lo hace la religión moderna, podrían también dar como resultado su opuesto, es decir que es el animal el que deriva del hombre y no al revés.

Pero bien sabemos que tales sociedades de origen inmortal sucumbieron y en tanto Fernández habría hecho alusión a ciertos cambios metereológicos que acompañaron la caída del hombre originario, tales como el congelamiento de los polos, se pregunta el aludido.
     Cómo podría ser  si los hombres primordiales eran de "naturaleza celeste" y disfrutaban de los mismos privilegios que los dioses, ¿cómo podían verse afectados "por el paso del tiempo" y por trivialidades tales como la meteorología? ¿No implica esta afirmación de hechos la introducción del devenir en la sociedad de los valores estáticos, permanentes, eternos? ¿No comportan las catástrofes naturales la existencia de un conflicto entre dicha "sociedad perfecta" y, como poco, su entorno natural? Y los "movimientos de población", ¿cómo casan con la pétrea inmutabilidad del origen? En suma, la "teoría" evoliana no puede explicar el paso del Ser al Devenir, la caída desde lo excelso del paraíso al tormentoso mundo de la finitud, la decadencia y la muerte. Apelar a cambios climáticos suena a cuento pueril y, desde luego, no resuelve el problema metafísico planteado.

F. confunde ex profeso o en todo caso ignora que lo que dice Fernández, si es cierto lo que él afirma, no es lo mismo que lo que ha dicho Evola, y que al menos carece de su precisión. Éste no ha manifestado nunca que la decadencia es producida por desórdenes climáticos u otros fenómenos físicos y materiales, pues en tal caso habría sido un pensador materialista, sino que ello ha sido el producto de un acto de libre decisión por parte del hombre, en el cual se ha producido un apartamiento respecto de un orden de inmortalidad en el cual se encontraba y en todo caso el cambio climático ha acompañado tal desorden acontecido en un plano espiritual en la medida que es el espíritu el que determina a la materia y no al revés.
Por último digamos que F., que insistimos no lo ha leído a Evola y que solamente lo ha hecho con el texto de este joven evoliano que ha escrito una breve introducción de 90 páginas, ignora lo esencial de su pensamiento que es lo relativo a la meta esencial que tiene el hombre en esta vida en la que ha elegido estar de acuerdo a su doctrina esencial, no mencionada para nada por el aludido, que es la de la preexistencia.
Para ello habría que formular una serie de precisiones a fin de contrastar con la torpeza de nuestro comentarista. En primer lugar habría que destacar que no es cierto que el mundo hiperbóreo hubiese sido eterno, en todo caso era inmortal en tanto participaba de un tiempo de carácter infinito. Por lo tanto en el mismo existía el cambio y el devenir aunque no necesariamente el fenómeno de la muerte. Salir del mundo hiperbóreo de la inmortalidad y encontrarse en el mundo de la muerte, algo que exotéricamente es conocido como la caída, no es reputado como un fin en sí mismo sino un medio elegido intencionalmente para alcanzar una meta superior que es la eternidad, es decir, una instancia no temporal en donde no existe ni un tiempo infinito de inmortalidad como el que había antes de esta existencia, ni uno finito y de mortalidad como aquel en que nos encontramos ahora transitando y que debe ser trascendido para alcanzar tal dimensión superior. Lo cual es formulado a su vez y con léxicos distintos por todas las grandes religiones que no hablan de un retorno al paraíso adámico o hiperbóreo sino de la conquista de algo superior que representa la razón principal por la que hemos resuelto encarnarnos. Por supuesto que F opina todo lo contrario y leamos sus palabras puntuales.

5) Las contradicciones insolubles del sr. F.

Continúa con su texto:

Évola opone el Ser al Devenir, lo estático y eterno a lo finito y temporal. El nacionalismo revolucionario identifica, en cambio, el Devenir con el Ser. Sostiene Heráclito, nuestro primer metafísico, que no hay otro Ser que el Devenir mismo, sólo el "cambio" como tal "permanece", sólo el tiempo ("el pasar" mismo) no "pasa", de suerte que el mundo finito "es" la realidad, la única realidad acreditable y sagrada: aquello que denominamos, en términos no filosóficos, la Vida.
Insistimos en que esto lo podría decir también un marxista. Pero sigamos leyendo y veremos en qué otra cosa coincide con un marxista:

El heroísmo legítimo no consiste en otra cosa que en afirmar esta inmanencia incluso en la muerte; sobre todo, subrayémoslo para mayor escándalo, en la lealtad a la muerte como verdad absoluta de la vida y, en consecuencia, como fidelidad a la vida misma. La muerte, fundamento ontológico-existencial de la experiencia de la finitud, erígese así en condición de posibilidad del heroísmo radical, el cual, en primer lugar, habrá de acreditar un carácter espiritual.
Sin embargo a renglón seguido se contradice:  .
El "hombre superior", en Nietzsche, es  aquel que "acepta su propio ocaso" y avanza hacia su destrucción ("ser-para-la-muerte") a fin de que el Übermensch advenga a la Tierra:

Ahora bien,  si la muerte es la verdad absoluta no habiendo por lo tanto un después de la misma por el cual vivir, al afirmar el ideal del superhombre, quien es un ente que se encuentra más allá de nuestra muerte, se estaría dejando de convertir a la muerte en el verdadero absoluto afuera del cual nada es.
Es decir que no es que F. renuncie a formular una meta del hombre más allá de su existencia, sino que en su caso la misma consiste en inmolarse por una instancia inmanente y no trascendente. Es decir en el superhombre  mencionado por Nietzsche, en una instancia de crisis doctrinaria que lo hace sucumbir luego de haber formulado acertadamente una actitud de nihilismo radical. Ahora bien, en cuanto a que el mismo resulta inmanente a la vida, no a la de uno mismo, de un Dasein, sino de una entidad impersonal que regiría al mismo sujeto como una mediación, en el fondo no sería muy distinta del ideal de la sociedad democrática universal de la cual nos habla el liberalismo o del comunismo final del cual nos habla el marxismo. Ideales éstos por los cuales también se puede morir o inmolarse ‘heroicamente’ como en el caso del que lo hace por el superhombre. Y nos agrega a fin de que no nos confundamos.

La ingeniería genética y la eugenesia permitirían alcanzar en poco tiempo metas que harían empalidecer la "sede ártica" de los evolianos y la totalidad de sus pretensiones delirantes en torno a la magia, pero falta concebir el tipo de sociedad que posibilitase institucionalmente semejante salto histórico-evolutivo suprahumanista
Únicamente una sociedad socialista nacional-europea fundada en valores heroicos veristas —un Edipo Rey comunitario— podría responder así al impulso de la flecha que va del animal al hombre y de éste al ultrahombre.
Esa realidad "material" —la Naturaleza— desde la cual nuestra especie irrumpiera violentamente en la Historia cuando, gracias al lenguaje simbólico, la organización social y al trabajo productivo, escindióse a sangre y fuego de lo animal —y no paraíso metafísico o "trascendente" alguno—, constituye nuestra herencia "sapiencial" irrenunciable.

En realidad habría que decir que el que pretende volver a la sede ártica aquí mentada no es Evola ni los evolianos quienes nunca formularon tal cosa sino que tan sólo se remitieron a señalar un origen del hombre, es justamente F. en tanto quiere crear un superhombre que por ingeniería genética habría vencido a la muerte misma a partir de sucesivos  avances tecnologicos. Es decir lo mismo que existía en la sede Artica respecto de la cual Evola en ningún momento ha dicho que quiere volver, sino que su ideal es justamente aquello que está más allá de la vida sea de la finita y mortal como de la infinita e inmortal sea de la sede Artica como del Edipo rey comunitario que nos propone en sus delirios F.
Es que hay que decirle una vez más que la meta de un hombre tradicional no es el retorno a la sede ártica o a la sociedad adámica en la medida que las mismas también eran temporales pero de un tiempo infinito e inmortal, sino alcanzar un mundo celestial en donde el tiempo sea trascendido por la eternidad. Y lo formula de manera clara y precisa.

Acierta Évola cuando hace suya la tremenda, abismática exégesis del nihilismo (muerte de Dios, descomposición hedionda de los valores tradicionales) desarrollada por nuestro Friedrich Nietzsche, pero traiciona esa misma lectura al lloriquear como una ramera heroinómana por la debacle del platónico-cristiano "mundo de las ideas", el pálido y exangüe doble fantasmal edificado para escapar a la verdad despiadada del "mundo de la vida". Évola saca a la postre la nefasta conclusión de que hay que reconstruír tal metafísica ficción trans-mundana, actualmente hundida —¡y con razón!— en las ruinas del descrédito. Confiesa Évola sus fines de forma expresa, como si el muy canalla drogadicto nos tomara por idiotas: ¡la meta del evolianismo consistiría en reemprender el largo camino hacia un supuesto paraíso original perdido, un lugar (la "sede ártica") estático, perenne, inmarcesible e impávido como una pirámide egipcia y, sobre todo —aviso para "guerreros"— rancio mausoleo de momias guenonianas  exentas de conflicto!.
Volvemos a decir lo mismo el pobre no entendió nada porque no lo leyó a Evola: en ningún momento se postula un retorno hacia un supuesto paraíso original perdido, sería interesante que el día que se decida a leerlo nos lo cite puntualmente, sino por el contrario el hombre que ha vencido el mundo de la muerte del cual él participa y que venera, alcanza una dimensión superior que no existía ni en tal situación previa a su existencia ni en esta misma existencia, la dimensión de la eternidad que él confunde con el tiempo infinito del estado adámico. Quien en realidad traiciona el nihilismo radical es justamente F. al proponernos un ideal que trasciende a nuestra muerte que el del superhombre.
Finaliza por lo tanto de este modo su programa inmanentista y moderno el cual leeremos a continuación puesto que ni merece un comentario de nuestra parte en tanto habla por sí solo.

Évola no es sólo un tergiversador de la ideología NR, sino su adversario más alevoso. Es el enemigo a exterminar dondequiera que topemos con él: la abyecta, despreciable extrema Derecha, que mil veces nos ha apuñalado por la espalda amparándose en la excusa de la "lucha contra la subversión", cuando en realidad el derechista no dejaba nunca de temer más que por su abultada cuenta corriente y la "salvación del alma", de su alma (= amado ego), jamás por la nación. Con la Derecha (evoliana, católica, liberal, judía o gentil) no se habla; se la combate sin piedad. Porque somos FASCISTAS. Nada más.

Aquéllo que permanece invariable es la verdad de la muerte. Es decir, la temporalidad misma. El tiempo no pasa, somos nosotros los que pasamos...

Pero cuando Evola habla de algo eterno, se refiere justamente a la negación de la muerte, o sea, en última instancia, al bienestar. 

No puede haber HONOR cuando la supuesta valentía se erige en un fraude existencial, en la MENTIRA. 
No es honor aquello que amparan las sociedades tradicionales, sino un refugio ante la espantosa verdad, actitud que responde a intereses eudemonistas y, en el fondo, hedonistas.

Porque "la felicidad" del alma comprada a costa de la verdad equivale siempre a estados psíquicos agradables o, como poco, a la evitación de estados psíquicos dolorosos que el verdadero héroe tiene que SOPORTAR porque son inherentes a la esencia trágica de la existencia. 

La divisoria entre el fascismo revolucionario y la extrema derecha tradicionalista puede parecer sutil, pero en realidad señala hacia el abismo más insondable. 

Vemos pues que el aludido en el fondo, a pesar de decirnos lo contrario, no soporta la muerte como nos dice pues tiene que acudir a un ideal que la trasciende que es el del superhombre, que está más allá de su propia muerte.

6) Del joven Heidegger a Dugin

Y ahora vayamos al texto siguiente que, si bien no critica el pensamiento de Evola sí en cambio postula los mismos principios del joven Heidegger formulados por F pero queriendo aplicarlos abiertamente a la cuarta teoría política basándose en el hecho de que su creador Dugin formulara que tal pensador era su fuente principal de inspiración.
Dice Alsina (en lo sucesivo A.):
no puedo imaginar al Dasein fuera del mundo, y posteriormente colocado en el mismo. El ser-en constituye, fundamental e irreductiblemente el ser mismo de nuestra existencia
Recordemos que, de acuerdo al léxico heideggeriano, el Dasein se refiere al sujeto humano, es decir que le resulta inconcebible un hombre afuera de este mundo, no acepta pues la existencia de una dimensión trascendente. Pero además el Dasein no es solamente ser-en-el-mundo, sino también ser-con-los-otros, es decir tiene un destino colectivo, se reduce y se comprende por la sociedad de la que forma parte. Tendríamos por lo tanto una vertiente socialista del Dasein.
Agrega:
La temporalidad constituye el sentido original del “ser” del Dasein,
La existencia autentica del Dasein se caracteriza como aceptación de su finitud y su relación con la muerte.
En cambio por contraposición la inauténtica sería aceptar lo contrario: que el ser verdadero del hombre no es la finitud ni la muerte, sino la trascendencia, la búsqueda de la eternidad.
Y esta actitud de fuga respecto de la existencia auténtica sería la decadencia, es decir de acuerdo a lo que también decía F, el hombre que no se soporta, cuando en cambio, de acuerdo al pensamiento tradicional y evoliano, lo decadente es exactamente lo contrario de lo formulado aquí por el autor, es cuando el hombre se reduce exclusivamente a la dimensión física y finita.
Toda la historia del pensamiento europeo sería la larga historia de una decadencia y de un olvido. La decadencia no empieza con el protestantismo o con el racionalismo, como sostienen los tradicionalistas, ni con el marxismo o el totalitarismo, como dicen los conservadores liberales, ni siquiera con el cristianismo como afirma Alain de Benoist. La decadencia empieza en los propios orígenes.
Es decir se encuentra ínsito en los orígenes del pensamiento europeo con Platón y Socrates quienes bien sabemos formulaban la existencia de una dimensión superior y metafísica.
Y por qué adherir a la cuarta teoría política?
He aquí la respuesta: , porque la Rusia de Putin (influenciado por el pensamiento de Dugin) .. ha superado el comunismo, pero lo ha incorporado a su historia, es decir que el comunismo bien sabemos que como el primer Heidegger reduce al hombre a la temporalidad y a la historia, a ser en el mundo y por tal razón ‘La Cuarta Teoría política al haber hecho tal cosa, es la alternativa de futuro, y la filosofía de Heidegger ofrece una fundamentación filosófica, ontológica y existencial para la misma.
Vemos así regresar al joven Heidegger de izquierdas con la adhesión a una teoría política que ha incorporado en su seno, no liquidado como hiciera en cambio el Heidegger maduro, al comunismo.

 

*Se nos ha dicho sin que lo hayamos podido corroborar, que el aludido es miembro del grupo separatista catalán Plataforma por Cataluña el que, además de bregar por la destrucción de España, también solicitaba enviar tropas (suponemos que catalanas) para luchar en el Medio Oriente contra lo que se calificaba en su programa electoral como ‘terrorismo internacional’.
Marcos Ghio
Buenos Aires, 11/06/15