LOS  HOMBRES  MIMADOS  Y  LOS  DERECHOS  HUMANOS

     Dijo José Ortega y Gasset: "Mimar es no limitar los deseos, dar la impresión a un ser de que todo le está permitido y que a nada está obligado. La criatura sometida a este régimen no tiene la experiencia de sus propios confines. A fuerza de evitarle toda presión en derredor, todo choque con otros seres, llega a creer efectivamente que sólo él existe, y se acostumbra a no contar con los demás, sobre todo a no contar con nadie superior a él."
     En este texto orteguiano se resume uno de los aspectos, no el único, de la existencia del hombre moderno: se trata del hombre mimado, el que se cree que tiene derecho a todo y no está obligado a nada.
     Es un axioma del derecho en general, y nos referimos al derecho propio del estado liberal burgués, que a todo derecho corresponde una obligación, pero nuestro hombre moderno ya ha sido educado de otra forma, las actuales ideologías de los derechos humanos han deformado totalmente su personalidad y exaltado su "ego" hasta la total falta de límites.
     Para no remontarnos mucho, la Revolución Francesa con la "Declaración Universal de los Derechos del Hombre" inició abiertamente el camino, pero todavía había algunos límites. En la "Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre" - 1948 - aparte de los derechos, todavía se dedicaban varios artículos a las obligaciones del hombre: deberes ante la sociedad, para con los hijos y los padres, de instrucción, de sufragio, de obediencia a la ley, de servir a la comunidad y a la nación, de asistencia y seguridad social, de pagar impuestos, de trabajo y de abstenerse de actividades políticas en país extranjero. Pero ya en  la "Declaración Universal de Derechos Humanos" del mismo año, en sus 30 artículos, solamente en uno, y de manera abstracta, hay una referencia a los deberes en términos generales y sin especificación alguna.
     En la "Convención Americana sobre Derechos Humanos", conocida como Pacto de San José de Costa Rica, año 1969, en sus 82 artículos, solamente uno hace referencia a obligaciones, pero ya no se refiere a deberes humanos sino a obligaciones de los Estados. Y podemos seguir enumerando esta catarata de derechos con que nos abruman a diario, y que se han sobrepuesto a todo deber y a los mismos derechos de los estados en detrimento del concepto de soberanía propio de los siglos XIX y XX. Derechos del trabajador, derechos del niño, derechos de la mujer, derechos de los homosexuales, etc.; por todas partes derechos y ninguna obligación.
     Toda esta demagogia subversiva ha llevado al caos social y cada hombre moderno se cree con derecho a cualquier cosa, incluso con ser presidente, senador, diputado o ministro, y así vemos a los gobiernos y parlamentos repletos de ignorantes, de irresponsables, y de parias que sólo aspiran a llenarse los bolsillos.
     Y esta tendencia va en aumento. De seguir así veremos los derechos de los alumnos a designar a los maestros, de los soldados a nombrar generales, de los curas a nombrar obispos, del vulgo a elegir jueces y de los hijos a mandar a sus padres. Mimo, democracia y derechos humanos serán una misma y única cosa.
     Frente a tanta insensatez únicamente un movimiento que se proponga la restauración de la Tradición podrá hacer valer lo superior en el momento en que el derrumbe de la modernidad se generalice.
     Será necesario terminar con la mentira de que hay derechos iguales para todos. Cada uno tiene su propia naturaleza y a lo que es distinto deben  corresponderle distintos derechos y distintas obligaciones, y habrá quienes tengan el derecho de mandar y quienes tendrán que obedecer cumpliendo con su propia naturaleza; dijo el filósofo Plotino: "el que no se puede mandar a sí mismo que sea mandado" y el hombre moderno ya no se manda. Orden contra el caos, jerarquía contra democracia, esa debe ser la orientación.
San Carlos de Bariloche, 13 de junio del 2016.
JULIÁN  RAMÍREZ