ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL SEPARATISMO CATALÁN 



Es indudable que el separatismo catalán es el punto de partida de la disolución de España pues al mismo, de producirse, le sobrevendrán luego otros y por lo tanto será el paso necesario para la desintegración de tal nación. Nosotros desde ya queremos aclarar que no tenemos nada que ver con la España actual de Zapatero, Aznar o Rajoy, una verdadera antítesis respecto de la tradicional de Carlos V o aun de su último remanente que fuera la dictadura nacional de Franco. Por lo cual poco nos interesa desde el punto de vista de los principios que esté unida o disgregada (más bien que nos gustaría casi esto último). Pero menos aun nos agrada el separatismo catalán fundado en razones burguesas y economicistas totalmente ajenas a un pensamiento tradicional basado en valores espirituales. Creo que en vez el problema habría que formularlo desde un punto de vista circunstancial y táctico en función de hacer valer nuestros propios principios. Y la pregunta a formular es: ¿A quién le conviene que España esté dividida? Hoy en día hay en Europa un conflicto de intereses entre la Otan informada por el imperialismo norteamericano y el ruso euroasiático revitalizado con Putin. Al respecto España ha actuado como parte integrante de la primera enviando tropas a las fronteras de las repúblicas del Báltico para evitar la reconstitución de la antigua ex Unión Soviética. No es casual entonces que sea la Rusia de Putin y sus diferentes satélites europeos quienes se han mostrado como los mayores interesados en tal hecho separatista. Nosotros, como tradicionalistas evolianos, sostenemos que el comunismo no ha desaparecido con el cambio cosmético efectuado por la nueva nomenklatura la cual ha suplantado en todo caso el gulag por el polonio. Que sigue por lo tanto siendo nuestro principal enemigo y que ante el conflicto entre el occidente liberal y el neocomunismo nacional disfrazado de euroasianismo nos quedamos con el primero por razones de estricta supervivencia. Es por tal razón exclusivamente que respaldamos la unidad territorial y política de las naciones componentes de la Otan.

 

RAJOY NO ES FRANCO


En un perfecto catalán aprendido desde hace varias décadas en escuelas en las cuales ha sido impuesto como la lengua obligatoria y principal, en sustitución del castellano o español, el actual gobernante de Cataluña de apellido Puigdemont ha repudiado la actitud contraria a su separatismo por parte del gobierno de Rajoy al cual ha comparado con el eminente estadista Francisco Franco. En homenaje al último gran caudillo de España no podemos de ninguna manera aceptar dicha afrenta. Franco, a diferencia de esta parodia que hoy 'gobierna' a nuestra Madre Patria, jamás hubiera permitido la insolencia del aludido hablando, en el ejercicio de una función pública, en una lengua que no fuera la oficial de la propia nación. Lo hubiera inmediatamente mandado a detener por subversivo, y no hubiera obligado a sus gobernados a tener que acudir a los oficios de un traductor para entender lo que el ácrata quería manifestar. Y antes de eso habría prohibido el uso del catalán en las aulas escolares de España permitiendo en todo caso a aquel que quisiese cultivar dicho idioma que hubiese en las escuelas cursos optativos. Menos aun habría aceptado que nuestra lengua oficial hubiese sido reputada como extranjera y en un grado aun inferior al mismo inglés al tener que escuchar en tal idioma colonial la expresión de que Cataluña no es España. Ante semejantes afrentas y otras que se vienen efectuando con una obtusa pasividad por parte del poder central a esta altura del partido queremos decir: ¿qué importancia puede tener que se declare o no la independencia? Se trata de una pura formalidad. Ya es un hecho real que en la práctica Cataluña es un Estado independiente, hasta se ha dado el lujo de desobedecer su fuerza policial a las órdenes emitidas por el poder central de reprimir. Es sólo cuestión de días o hasta de horas que tal hecho se consume. Para detener esto se necesita un gobierno en serio que tome medidas duras y drásticas como sabía hacer el generalísimo.