Las elecciones en México del 1ro de julio:          

Un espejismo de ejercicio de libertad

 

Desde que en México existe una democracia funcional, 1997, este país ha ido de mal en peor. Aunque a los economistas les encanta recordarnos que, justamente, desde aquel año, la pomposamente llamada macroeconomía, se ha fortalecido mucho, y hace poco mas de 20 años que México no sufre de crisis económicas como antaño, incluso nos recuerdan que somos la economía No. 12 ó 13 del mundo, no importa cual; lo cierto es que México está peor que nunca. La realidad “microeconómica y cotidiana” es otra:  corrupción galopante, alta violencia asociada al narcotráfico, la consecuente inseguridad, educación deplorable, por no hablar del crecimiento de la pobreza en general y la altísima concentración de riqueza, por mencionar solo algunas. Recientemente se ha agregado en un segmento importante de la población una notoria indiferencia, se han acostumbrado a que todo es parte de la normalidad, y que no importa mientras no lo afecte a uno en lo personal. Y existe otro segmento de la población, mas reducido, que busca cambiar las cosas… dentro de la democracia… ambas actitudes son erróneas.
La primera, el conformismo, hace presa fácil de la gente, pues al ser pasivos, simplemente se van acomodando en un ambiente cada vez mas corrosivo, que disminuye progresivamente su capacidad de reacción. El segundo segmento, los que quieren un cambio a través de “las instituciones”, no se dan cuenta que le hacen el juego a un sistema que sin importar que les de en términos materiales, siempre lo que les quita en términos espirituales es mucho mas valioso.
Sería un ejercicio inútil referirnos a las opciones para la elección presidencial (junto con otros 3,000 cargos públicos de elección para el 1° de julio), en cuanto a tratar de señalar lo que cada uno de los candidatos representa o propone. Solo diremos que los tres candidatos principales y sus enrevesadas alianzas entre partidos, reflejan la tortuosa y delicada situación del país.
Bien entendidas, estas elecciones representan una oportunidad de reflexión seria respecto a lo que realmente significa la democracia y a dónde nos ha llevado. Primero que nada, se debe tener presente que México es el resultado de la combinación de dos civilizaciones, el conjunto de culturas prehispánicas y la civilización española, que curiosamente, aunque muy distintas en una serie de cuestiones, digamos secundarias, ambas eran Civilizaciones Tradicionales, orientadas hacia la trascendencia, a lo superior, con Estados Orgánicos bien jerarquizados. Cuando México logró su independencia en 1821, hubo un breve momento en el que parecía que seguiría por la senda de la Tradición, con el Primer Imperio de Agustín de Iturbide. Pero eso no ocurrió, rápidamente, influencias nefastas tanto externas como internas, fueron llevando a México por el camino de la modernidad, haciéndolo adoptar como propia, una ideología y un sistema no solo totalmente ajenos a su doble herencia cultural, sino además ajeno a la Naturaleza Humana.
Cada ciudadano consciente debería rechazar este próximo ejercicio democrático de elección del nuevo presidente. No debe rechazarlo por apatía, o porque de lo mismo quién gane, no debe rechazarlo porque “todo va a seguir igual”. Debe hacer un acto serio y formal de rechazo a la democracia, tanto como sistema político, como ideología de vida, por cuestión de Principios.
Que el gobierno y todos sus integrantes reciban un mensaje claro y contundente de que no solo vemos en los candidatos a la presidencia, a dignos representantes surgidos de este sistema nefasto, sino que rechazamos el sistema en su totalidad. Es no aceptar esta mediocre postmodernidad, que promete y ofrece cualquier cantidad de distractores materiales y de consumo bajo el espejismo de la soberanía del pueblo, la igualdad y el progreso.
Si México quiere aspirar a recuperar la grandeza de su herencia, y volver a tener alguna vez un Estado Tradicional, este es un buen momento para empezar. De lo contrario, le espera, como a muchos otros países, un camino de disolución y degradación continuos.

Francisco Galarza
28 de mayo de 2018.