EVOLA EN EL SIGLO XXI: ¿BANNON O BAGDADI?


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Julius Evola ha sido sin lugar a dudas el exponente principal del pensamiento tradicional en el siglo XX. Su figura es superior a la de René Guénon en tanto que fue capaz, a diferencia de este autor, de incluir lo humano en lo divino, no siendo éste comprendido como una mera ilusión o un simple medio de algo superior, tal como formulaba el idealismo alemán, sino en su fondo último y esencial como una manifestación de la dimensión metafísica en el seno de esta existencia. Por tal motivo fue antimoderno en la totalidad de los sentidos en tanto no sujetó al hombre a leyes fatales o a ciclos históricos irreversibles propios de la simple vida, sino que reputó que en la lucha ascética que éste debía sobrellevar en sí y afuera de sí se jugaba su propio destino, dentro del cual se dirimía un gran combate entre dos posibilidades existenciales diferentes: o lo físico o lo metafísico, o lo temporal o lo eterno.

La modernidad había iniciado un proceso de degradación de lo humano cuyos orígenes se encuentran en la misma antigüedad cuando se pretendió hacer de éste, desgajado de lo sagrado, la medida de todo lo existente (Protágoras) y dicha tendencia ha ido avanzando con el tiempo hasta límites inverosímiles como en la época actual en donde, luego de haberse padecido la era de las castas más bajas y económicas durante el Tercero y Cuarto Estado (burguesía y proletariado), ya nos encontramos abiertamente en la fase final del Quinto Estado que denomináramos, siguiéndolo a Evola, como la Era del Paria en donde el caos y el sinsentido lo han invadido absolutamente todo y la mera materia separada de toda forma se ha instaurado como la realidad última. Se confirma aquí lo dicho por San Agustín cuando expresara que el hombre sin Dios no queda reducido a la condición simplemente humana, sino que desciende y se rebaja hasta la de infrahombre.

Llegamos así a la situación actual de postmodernidad, es decir con el tiempo final de todo un ciclo de existencia. El mismo se caracteriza por ser la negación de todos los arquetipos: de las castas, las que ya no son ni siquiera reconocidas como clases sociales, en tanto han dejado de ser el patrón de medida de un sujeto, del Estado el que ha pasado a convertirse en un ente administrativo y burocrático al servicio de las funciones más degradadas y consumistas del ser, de la Iglesia transformada en una simple institución social y moralizadora (aunque cada vez menos en razón de sus sonados escándalos de pedofilia), de la Escuela convertida en una simple guardería en donde se deposita a los jóvenes para que no perturben en la sociedad y aprendan allí el ejercicio de todos los vicios, de los Sexos que han sido convertidos en simples instrumentos de placer, intercambiables según antojos, arribándose a las aberraciones últimas vividas con la ideología de género en donde todo vale lo mismo y no existe ningún tipo de límite y pudiendo llegar a ser lo que se desea de acuerdo al propio capricho compulsivo a lo que se confunde con la libertad.

Tal flujo destructivo, que comenzara, tal como dijéramos, con Protágoras y los sofistas para los cuales se consideraba que era el hombre y no Dios la medida de todas las cosas, ha comenzado primero en el Occidente y se ha expandido por doquier sin encontrar prácticamente ninguna resistencia ni freno. Lamentablemente las civilizaciones orientales, que, en tanto libres de tal influjo deletéreo, pudieron en algún momento oponer cierto tipo de resistencia a tal decadencia terminal e irreversible, en tanto no estuvieron influidas por este antropocentrismo sofista, sin embargo lo fueron en cambio por posturas también decadentes de carácter vedantino y no tántrico para las cuales lo humano se reduce a la condición de ilusión y el proceso histórico a una fatalidad, tal como aquí lo sostuviera el exponente principal de tal postura, René Guénon, cayendo así en una actitud determinista. A la esclavitud de los caprichos a la que conducía la postura de los sofistas, hoy reflejada en sus consecuencias finales en la postmodernidad, se le contrapuso la otra forma posible de esclavitud que es la del yo reducido a ser parte de un proceso que lo trasciende y se le sobrepone. Supusieron los vedantinos que, al tratarse la modernidad occidental del final de un ciclo (occidente viene del latín occidit, que quiere decir morir, así como el Oriente de orior que significa nacer y por lo tanto el triunfo de aquella civilización tendría que ver con el ocaso irreversible de un ciclo), habría de sobrevenir más tarde el comienzo de una nueva edad áurea de la misma manera que al día le sobreviene la noche y al nacimiento (orior=oriente) le sobreviene la muerte (occidere=occidente). Por eso partiéndose primero de posturas triviales de no violencia, se terminó finalmente asumiendo las mismas expresiones multiplicadas de la decadencia occidental asimilándolas ingenuamente con la misma la técnica del yudo según la cual se utilizaría la fuerza del occidente degradado para destruirlo. Tal lo acontecido hoy en día con países como China, Japón e incluso la India que han pasado del brahamanismo, el budismo y el taoísmo al consumismo más extremo queriendo ganarle de esta manera la pulseada al Occidente por su carácter mayormente competitivo, no comprendiendo que ha sido justamente con la asunción de su espíritu que se ha producido y multiplicado su estado de decadencia.

Ante este guénonismo maltrecho y vedantino, que no supera en modo alguno la decadencia moderna, la actitud evoliana y tántrica es contundente, el mundo moderno no es una etapa fatal e irreversible, del mismo modo que su final, sino que debe ser destruido. No está dicho que a una edad del hierro le sobrevendrá fatalmente una del oro. El final de un ciclo puede ser también el final de la misma humanidad y más aun la lucha contra el mundo moderno, más allá de sus resultados, debe ser comprendida como una catarsis tanto interna como externa. Doblegar al mundo moderno y a sus distintas expresiones materialistas y matriarcales entra en el sentido mismo de la estructura del hombre tradicional. El mundo físico es fatal y necesario. el metafísico es en cambio libre y ocasional.

Si bien poco antes de morir Julius Evola alcanzó a percibir, dentro de la inopia aportada por el oriente vedantino, la existencia de una reacción tántrica en el seno del Islam dispuesta a batirse en contra de la modernidad, ubicándola casualmente entre las filas del sunnismo salafista, sus afirmaciones al respecto fueron hipotéticas debido a que la misma se hallaba tan sólo en sus esbozos. Se trataba pues de abrir una perspectiva y un compás de espera a fin de ver la producción de mayores acciones. Recordemos siempre que Evola murió en 1974. No alcanzó a ver el maestro la caída del muro de Berlín y de la URSS, determinada esencialmente por la victoria mujaidin en Afganistán en 1989, ni siquiera vivió los atisbos de la revolución iraní de 1979, ni el atentado a las Torres Gemelas del 2001, ni el surgimiento de Al Qaeda y del Estado Islámico en esta misma década. Todo lo cual sin lugar a dudas habría modificado sustancialmente sus vacilaciones y es a partir de allí y superando las mismas que surge una vertiente actual del pensamiento evoliano desarrollada principalmente en Iberoamérica.

Es verdad que quedaron también algunos escritos anteriores al que aquí mencionamos en los cuales el maestro italiano abría expectativas sobre la raza aria blanca y europea durante el período bélico de la segunda guerra mundial del siglo XX, en su lucha en contra del sionismo semita y sus adláteres y que formuló la hipótesis de que en el seno de la misma hubiera sido posible producirse una rectificación del rumbo moderno impreso a nuestra humanidad. Pero luego de la resolución de la contienda y ante los hechos vividos, esta dicotomía ario-semita había perdido todo valor, tal como lo expresara en su posterior obra esencial, El Camino del Cinabrio,en donde manifestara que resultaría anacrónico hoy en día continuar con la misma ya que muchos de los caracteres expresados antes en exclusividad por pueblos semitas degenerados en expresiones como el sionismo, ya eran hallables y en mayor abundancia entre los mismos ‘arios’. Y hoy ante la imagen de profundización de decadencia que proporcionan los pueblos europeos, con seguridad que tal intuición se plasmaría con mayores caracterizaciones. Lamentablemente ha sido a partir de estos escritos anteriores del período bélico, alcanzados a corregir y rectificar por el Evola maduro, que se ha establecido una vertiente ‘evoliana’ supremacista europea, con sede en tal continente, la que nada tiene que ver con el maestro y de la que hablaremos.

En la actualidad, y tal como lo anticipara preclaramente Evola en su escrito La encrucijada del Islam, es justamente entre las razas semitas y de color en donde los valores de la tradición se expresan mayormente. Instituciones como el Estado Islámico representadas en la figura del califa Al Bagdadi en donde el valor de lo sagrado prima sobre lo profano, en donde el Estado tiene la función pontifical de elevar al hombre hacia el Cielo, en donde la mujer está totalmente ofrendada a su hogar y alejada del mundo del trabajo, permitiéndosele así elevarse hacia Dios, en donde cada persona ocupa el lugar social que le corresponde obedeciendo a los arquetipos revelados sin querer transgredirlos, siendo el califa la instancia suprema de justicia, ello es la expresión más nítida de un orden tradicional similar al conocido en Occidente bajo la forma del Imperio. Por otro lado está también la guerra santa, la idea de que quien muere por Dios va al Cielo, lo cual  pertenece también  a nuestra más estricta tradición, mucho más cercana de nuestro catolicismo que la figura del papa actual y de sus cardenales y aun de la guerra comprendida como exterminio tecnológico tal como la concibe el occidente degenerado y materialista.

Bagdadi por supuesto nunca nos ha hablado de Evola a quien con seguridad jamás ha leído, pero su actitud es realmente evoliana por tales razones y expresa en plenitud las ideas formuladas por el maestro. A diferencia exacta del Sr. Bannon, un norteamericano que se ha hecho famoso por haber sido el principal asesor del presidente Trump y que en determinado momento manifestó simpatías y afinidades con el pensador italiano, por lo que ha gestado así una corriente europea que se remite a tal autor. Pero la realidad es que dicha figura, que hoy se ha convertido en el referente principal de la nueva derecha no sólo en EEUU, sino también en Europa y en Rusia, habiendo establecido lazos con sus principales exponentes locales como Dugin y De Benoist (también los tenía con Faye que acaba de morirse), es lo más contrario de todo al pensamiento evoliano y se enmarca claramente en la instrumentación que Israel, a través del Mossad, lo mismo que Rusia a través de la FSB (ex KGB), quiere hacer de la figura de Evola con la intención de agrupar a una cierta derecha alternativa no liberal para mantenerla unida bajo el influjo de tales potencias.

Tal pretendida derecha rechaza en la actualidad el proceso de globalización, sea económico, como cultural y político, asumiendo incluso a veces pretendidos tintes antijudíos cuando pone como blanco de sus ataques al multimillonario hebreo Soros, y en su contraste propone un resurgimiento de los diferentes nacionalismos inspirándose en el planteo de Trump de que ‘América primero’ o del Señor Putin quien en forma demagógica exalta los valores de la tradición rusa y de su religión pero en función de hacer triunfar sus intereses particulares no desligados de su proyecto de resuscitar a la antigua URSS. A tal respecto habría que acotar que, si bien a primera vista pareciera querer resucitar el antiguo antisemitismo nazi, en realidad solamente contrasta contra un sector del sionismo, pero en su postura abiertamente nacionalista manifiesta estrechas simpatías con la figura del actual premier de Israel a quien apoya en su lucha incondicional en contra del fundamentalismo islámico e incluso con su racismo blanco y antiárabe expresado ya abiertamente por sectores extremos de tal movimiento que se remontan al rabino Kahane. E incluso vincula tal postura contraria al fundamentalismo remontándose a la antigua enemistad existente entre el Islam y el cristianismo por la cual ahora se trataría de establecer una nueva Cruzada en su contra, reivindicándose también en tal contexto a las invasiones de Bush a Afganistán e Irak efectuadas bajo tal advocación.

Demás está decir que el nacionalismo que aquí se proclama no se diferencia mayormente del que se impulsara a partir de las distintas revoluciones modernas, desde las famosas comunas lombardas hasta el irradiado por la Revolución Francesa por los cuales se trataba de hacer primar los intereses de las partes por encima del ecumene o universalidad medieval sustentada en la figura del emperador, siendo de este modo una forma más de liberalismo moderno pero volcado a la esfera de la geopolítica, por el cual se considera que el despliegue de la partes o naciones haciendo primar sus propios intereses se revierte fatalmente en el bien colectivo, de la misma manera que el liberalismo reputaba que tal lucha de egoísmos contrarios e individuales se revertía en progreso y bienestar material de la humanidad en su conjunto. A lo cual debe también asociarse el darwinismo, que puede ser también ‘espiritual’, por el cual se enfatiza en una cierta superioridad congénita que tendría la raza blanca sobre todas las demás. En pocas palabras se pretende volver al antiguo particularismo utilizado con la finalidad de disolver la figura imperial y sagrada que abarca a su alrededor a pluralidad de etnías subordinadas todas ellas a un principio metafísico.

Tal como dijera nuestro gran amigo Julián Ramírez, el nacionalismo no es el camino para combatir la globalización, ya que el mismo forma parte de su mismo contexto, sino que una globalización materialista y moderna debe ser combatida por otra globalización de carácter tradicional y metafísico. Al gobierno mundial masónico y sionista debe contrastarse con el imperio o el califato sostenido por Bagdadi.

Por eso son figuras como la de Bagdadi y el fundamentalismo islámico lo que se aproxima al pensamiento del maestro Evola y no la pretendida derecha alternativa (Alt right) de Bannon, Dugin, Benoist y los distintos identarismos y eurasianismos europeos quienes suelen mencionar, en forma distorsionada habitualmente, a la figura del autor italiano.


Marcos Ghio