UNA VEZ MÁS: EL FORTÍN

 

Continuamos con nuestra costumbre fortinera nacida hace 34 años cuando, en el Alto Valle de Río Negro, un grupo de argentinos, entre quienes me encontraba, resolvió hacer frente al peor de los sistemas posibles apostando a una Revolución Nacional en donde las Fuerzas Armadas debían ser el factor decisivo y determinante. Y esto lo decíamos no por oportunismo, no porque formáramos parte de aquellos políticos frustrados que buscaban una vía alternativa para alcanzar el poder, sino porque, a diferencia de todos ellos, valorábamos expresamente el espíritu militar y guerrero por sobre el burgués y consumista de los tiempos terminales en que vivimos. Creíamos que existía una deuda pendiente que debía saldarse en tanto el mismo, tras haber brotado repentinamente, había quedado trunco. Tenía que completarse pues lo que no se pudo hacer en Malvinas, que el espíritu heroico y la guerra justa primaran sobre las miasmas de la barata politiquería que nuevamente se desplegaba en el país en forma peligrosa y cada vez más insistente y multiplicada. Lamentablemente nuestras Fuerzas Armadas no habían sabido estar en 1982 a la altura de las circunstancias y a pesar de haber emprendido el justo camino de la guerra en contra de nuestro enemigo ancestral, una vergonzosa rendición había abierto las puertas para el retorno multiplicado de la partidocracia corrupta y disolutoria que habríamos de vivir un año más tarde en un proceso nefasto que aun dura en nuestros días.
En 1985 cuando por primera vez salió El Fortín intentamos representar, como también ahora, a aquellos argentinos que no se habían rendido a Inglaterra y a su secuela de modernidad. Bregamos entonces por una verdadera Revolución que fuese definitiva y que supiese evadir los dos grandes cánceres que habían acogotado en otras oportunidades a las intentonas militares. Por un lado la partidocracia corrupta en sus diferentes manifestaciones, sea radicales como peronistas o de tintes menores, vinculados a grupos económicos de poder, por el otro, el nefasto influjo güelfo y clerical que desviaba toda revolución subordinándola al servicio de intereses sectarios. Todos ellos habían usado a la fuerza militar para sus fines particulares, y en este último caso se lo había visto en forma ostensible cuando en plena guerra de Malvinas el papa vino al país expresamente para poner a la fuerza militar del lado de los intereses políticos del Vaticano que eran también en ese entonces los del Occidente pervertido y liberal.
Fue así como nuestra prédica, junto a la de otros medios, dio sus frutos parciales cuando dos años más tarde estalló lo que se conoció como la Rebelión Carapintada tratándose de un grupo de oficiales menores que se sublevó y logró detener toda represalia militar en su contra. Lamentablemente la misma, que al principio había despertado muchas expectativas, al poco tiempo fracasó demostrando el carácter espurio de tal movimiento que, de acuerdo a las mismas palabras de su líder, no pretendía romper con la modernidad, sino por el contrario ‘interactuar en el mundo uno’, lo cual se hizo luego manifiesto cuando creó un partido político para participar del régimen corrupto, siendo a su vez sobornado al poco tiempo de manera aun más vergonzosa que el peor de los miembros del sistema. Peor aun fue la segunda rebelión del coronel Seineldín dos años más tarde cuando, a pesar de haber tenido una superioridad militar incontestable,  puso a su movimiento al servicio de un político corrompido que rifó nuestras riquezas al mejor postor. Supimos con el tiempo que el aludido, lejos de representar una nueva alternativa, estaba subordinado al clero vaticano y que tenía como ‘asesor’ confidencial a un sacerdote de origen francés que movía los hilos de sus acciones.
Ante estos abruptos fracasos y otros de un tenor similar y respecto de los cuales no nos sentíamos para nada responsables, resolvimos con el tiempo abandonar el nacionalismo por considerarlo una etapa superada y convertida en una fuerza estéril y al servicio de intereses modernos y güelfos. Entrando ya a la década del 90 y hasta nuestros mismos días El Fortín siguió saliendo levantando esta vez abiertamente las banderas del tradicionalismo evoliano. Continuábamos rescatando el espíritu del 2 de abril de 1982 manteniendo del mismo la idea de que el mundo moderno con sus consumismos, materialismos y democracias no iba a desaparecer solo y que únicamente una guerra en su contra lo iba disolver. El espíritu del héroe y el asceta debían sustituir al del burgués hedonista de los tiempos actuales surgido justamente como secuela de la rendición vergonzosa. Fue por eso que expresamos nuestra incondicional adhesión al fundamentalismo islámico, movimiento surgido el 11 de septiembre del 2001 en una acción de represalia en contra de todas las tropelías efectuadas por la modernidad, cuya cabeza se encuentra en los EEUU y justamente en la ciudad de Nueva York, el centro financiero del planeta. Esta acción fue reputada como justa y defensiva ante los verdaderos genocidios efectuados en todos los niveles, desde el espiritual hasta el militar, pasando por el ecológico, no solamente en contra del mundo islámico sino contra la humanidad toda, por el que se han producido y se vienen produciendo verdaderas catástrofes en nuestro planeta. Y es de destacar especialmente que, a diferencia de lo acontecido en Malvinas, el fundamentalismo islámico no se ha rendido ante una fuerza materialmente mucho más poderosa, sino que continúa luchando con valor inclaudicable desde hace casi 18 años.
Es de acotar al respecto que, si bien nosotros no nos reputamos musulmanes, sino que seguimos siendo católicos y por lo tanto trinitarios, compartimos con tal movimiento su misma perspectiva política de rechazo por el mundo moderno materialista y su exaltación de lo sagrado por encima de lo profano, expresado en su intento por restaurar el califato que es el equivalente a nuestro imperio tradicional. Y dentro de tal contexto hemos estado apoyando en todos estos años sea al movimiento talibán, como a Al Qaeda y al Estado Islámico en tanto tales agrupamientos han bregado por la independencia de su civilización respecto de la moderna y degenerada. Ellos han manifestado del mismo modo que nosotros que quieren restablecer un orden en donde no sea la economía, sino Dios el destino de las personas y que si el mundo moderno quiere lo contrario que lo haga por su cuenta, sin fastidiar en manera invasiva con sus democracias y progresos a la humanidad toda. A tal respecto y tal como se explica en este número, las rebeliones fundamentalistas son intentos severos y contundentes por derogar el tratado Sykes-Picot, impuesto por el colonialismo anglo-francés, antecedente del norteamericano al mundo musulmán luego de la disolución del califato, balcanizando y destruyendo la unidad de tal civilización en una multiplicidad de republiquetas e implantando, como vigía y reaseguro de su vigencia a perpetuidad, al Estado de Israel, que es el equivalente a nuestras Malvinas en Sudamérica.
Es cierto que el fundamentalismo ha estado desunido en sus acciones. Por un lado la línea de Al Qaeda, seguida también por el movimiento Talibán, de buscar una alianza entre fuerzas afines que confluya en la constitución del califato, por otro la sustentada por ISIS para el cual había que inmediatamente constituirlo y exigir a todos los musulmanes su sumisión al mismo. De este modo se suscitaron combates entre fuerzas fundamentalistas que lo único que lograron fue debilitar la causa común y compartida y permitir que sea Israel, como el mundo moderno en sus distintas manifestaciones, desde Rusia y China hasta los EEUU, salieran gananciosos.
Pensamos que la disolución del califato efímero constituido por Al Bagdadi debe llamar a la reflexión respecto de la táctica a emplear en el futuro. Es indispensable que las fuerzas fundamentalistas se unan dejando a un lado diferencias, y que así como debe suceder primero entre sunitas, que también acontezca entre éstos y los chiítas. Recordemos al respecto que sea el ayatollah Khomeini, como Osama Bin Laden dieron un primer paso hacia tal unidad reconociendo por igual ser discípulos de Sayid Qutub, el padre espiritual de la Hermandad Musulmana. Hoy, ante la posibilidad de un ataque a Irán por parte de EEUU, motorizado por Israel, puede esto representar una ocasión oportuna para que tal unidad se consume.
El Centro Evoliano, que representamos y cuyo medio de prensa digital es El Fortín, se ha hecho americano. Y esta razón no es por su carácter geográfico. Ha sido en América en donde la semilla del pensamiento de Evola ha germinado a diferencia de Europa, los EEUU y Rusia, espacios en los cuales se ha convertido a tal autor en una especie de mentor ideológico de un nacionalismo sionista y por lo tanto moderno, en distintas expresiones, sea euroasiáticas, indoeuropeas como bannonianas. Nosotros estamos en contra de todos ellos reputándolos nuestros enemigos en tanto forman parte del sistema. El Centro Evoliano es pues americano y americanos son los que aquí escriben.

MARCOS GHIO