¿Nuevas Religiones o Decadencia Espiritual Acelerada?

 


El fenómeno de las fragmentaciones en las religiones es mayormente conocido. Por ejemplo, la división del cristianismo en catolicismo y protestantismos varios, en la primera mitad del siglo XVI. Y de ahí una incesante fragmentación en sectas cada vez mas pequeñas y extrañas en el protestantismo, ha generado, en parte, la errónea percepción de que “fundar” una religión, es lo mismo que constituir un negocio cualquiera, o un club social o deportivo, y de esta forma han surgido cualquier cantidad de pseudo religiones de todos tipos, gustos según modas, intereses y motivaciones. Las verdaderas religiones, para que puedan llamarse así, siempre son de origen divino. Toda esta confusión y laxitud, refleja entre otras cosas, como la constitución interior del hombre postmoderno es cada vez mas inestable, cambiante, conflictiva y decadente.
En ese desfile interminable de falsas religiones, la mayoría pasan desapercibidas, pero hay otras que logran atrapar a un número representativo de individuos; recientemente, hay una que mas allá de si llega o no a tener cierta importancia por la gente que vaya sumando a sus filas, representa una clara expresión de extrema decadencia y hundimiento del alma humana postmoderna. Nos referimos al Dataísmo. Básicamente esta nueva pseudo religión pregona que el procesamiento de datos y el libre flujo de los mismos es lo más importante, no de ahora, de siempre, y que la historia se puede ver como un avance de una menor capacidad de acumulación y procesamiento de datos, hasta la actualidad donde esa capacidad ha aumentado exponencialmente, y claro, el valor del ser humano, está ligado a lo mismo, esto es, se ve al ser humano como un microchip de una gran computadora social. En cierto modo, es el complemento lógico en apoyo a la gran pseudo religión y sus “dogmas”, la democracia, ya no contenta en igualar a todos los seres humanos como portadores de “un voto” y eslabones de una maquinaria social para producir y consumir; ahora el ser humano es visto como un microcircuito, que debe cumplir su función dentro de las democracias de masas humanas postmodernas.
Es evidente que el hombre contemporáneo encuentra en la tecnología de cómputo y comunicaciones, una de sus mejores distracciones y venenos para mantener el mito del progreso y el de haber superado en gran medida las supersticiones y atavismos del pasado (entiéndase, las religiones verdaderas). Todo este entusiasmo futurista-democrático, donde todos somos iguales, lo complementa con el demonismo del sexo.
El burdo materialismo en el que ha concentrado sus esfuerzos la civilización moderna y su continuación, la postmodernidad, ha alcanzado un nivel de franca y clara contrahechura de la naturaleza humana, ya no solo invirtiendo todos los valores y entendimientos tradicionales, sino que ha excavado una tumba cada vez mas profunda sobre su invertido proyecto de civilización. Sin embargo, eso no es lo que mas preocupa. Lo que mas llama la atención, es que el hombre postmoderno, considera todo este tipo de fenómenos corrosivos un decidido avance, “hacia adelante y hacia arriba”, sin sospechar siquiera el profundo daño que hace a su forma humana, que ya lleva un buen rato atacando, y que está alcanzado niveles de amorfización muy peligrosos.
Francisco Galarza
Febrero 11, de 2019.