Los Kamikazes y el Martirio Heroico en el Islam


Usama Ben Haifa





“Es imposible derrotar a quienes aman la muerte tanto como ustedes adoran la vida.”

Anjem Choudary

“El suicida es el antípoda del mártir. El mártir es un hombre que se preocupa a tal punto por lo ajeno, que olvida su propia existencia. El suicida se preocupa tan poco de todo lo que no sea él mismo, que desea el aniquilamiento general.”

Gilbert Keith Chesterton

“…ante la aplastante superioridad de medios por parte del adversario, pareció que no hubiese otra esperanza en la victoria que no fuera un milagro solamente realizable por un camino de excepción…”

Julius Evola.





Los hombres y mujeres bomba en Siria, Irak y Afganistán han puesto de actualidad el tema del martirio en el Islam en los últimos acontecimientos ocurridos en esta Guerra de Civilizaciones, y es necesario hacer algunas precisiones.

Desde hace mucho, opinólogos en libros, revistas y programa de televisión, nos han dicho no había que llamar mártires a los ‘suicidas’ musulmanes, porque ‘mártir’ es el que muere dando fe de un ideal, no el que mata. Los Musulmanes que se auto inmolan son, simplemente, ‘terroristas’. En este camuflaje de la realidad, el soldado -el mercenario- de los ejércitos occidentales o sus lacayos en Oriente Medio, el ejército iraquí, ejército sirio, el libio o el de Israel y de otros tantos que matan y se salvan es mejor que el Muyahidín que mata y muere. Pertenecer a un ejército convencional, bombardear desde un avión o estar a sueldo de alguien te libera de acusaciones de terrorismo. Y, además, los políticos integrados al sistema internacional usucratrico como Trump, Obama, Netanyahu, Bashar al-Assad, al-Maliki, al-Abadi, Al-Sisi, Putin y otros tantos de saco y corbata, son “hombres de paz”. Los asesinos ‘pacifistas’ están al margen del fanatismo, la desesperación y la locura.

Debemos pues por esto, y distanciándonos de las consideraciones humanistas, sentimentalistas y de carácter social de la época, saber diferenciar entre un suicidio y un martirio. Son acciones opuestas, suicida es la persona que renuncia a la vida por una vana desesperación. “En tales casos, este acto no significa una “liberación”, sino justo lo contrario: la forma más extrema, aunque bajo la apariencia de un rechazo, de apego a la vida, de dependencia de la vida y de sometimiento a los “deseos”. Ningún “más allá” espera a quien utiliza tal violencia contra sí mismo”(1)

El mártir por el contrario es aquel que renuncia a la vida para multiplicarla por una realidad superior. Ya en su tiempo Julius Evola nos hablaba de los Kamikaze, de “aquellos “Voluntarios de la muerte” que con un tal "estilo" del morir, se precipitaban sobre el blanco, deliberadamente, con su carga de bombas, o de “hombres mina” predestinados a morir en su acción demostrando un nueva forma extrema de heroísmo” (2).

Aunque hayan trascurrido más de 80 años desde aquella fatídica Segunda Guerra Mundial donde aquellos valerosos guerreros nipones trajeran la “Tempestad de los Dioses” que aterrorizó a las huestes norteamericanas pereciendo en su intento, el enemigo moderno sigue siendo el mismo. Siendo hoy el muyahidín, el émulo, el heredero, -superador incluso- de aquella gesta heroica.

Los ataques de martirio de los Inghimasi o Istishhadi (3) en territorio enemigo son un actual “camino de excepción”, que señalaba Evola(4)., siendo el símil más reciente del kamikaze en la moderna guerra de civilizaciones.

El musulmán que se envuelve en bombas o conduce un carro bomba para realizar una operación de martirio contra los agresores imperialistas es alguien que ha renunciado a su vida por un ideal trascendente, por lo que es "más-que-vida".

Siendo esta la estrategia de guerra más efectiva que ha tenido que enfrentar occidente en la actualidad, no comprendiendo, en su ilusorio apego a la vida, como tal fanatismo fundamentalista, que va más allá de lo racional puedan inmolarse de esa manera tan convencida.

Guardando las proporciones, las analogías del pasado Kamikaze con el mártir yihadista de hoy son bastante grandes para que el que pueda ver; tal como ya nos decía J. Evola en Rostros Del Heroísmo: “Tal visión del mundo y de la vida aspira esencialmente a desplazar el sentimiento de uno mismo sobre un plano transcendente, y relativiza el sentido y la realidad del individuo y de su vida terrenal; el sentimiento de “venir de lejos". La vida terrenal no es sino un episodio, no empieza ni acaba aquí, tiene causas remotas, es la tensión de una fuerza que se proyectará de otras formas, hasta la liberación suprema.”

El soldado occidental, y hoy sus lacayos en Oriente Medio, por regla general, son mercenarios que no pertenecen a una casta guerrera, muy venida a menos en el mundo moderno. Los cuales solo piensan en su sueldo y en disfrutar de la vida material y de los placeres, generalmente no cree en nada profundo, quizá solo en una mera esperanza. En el fondo odia guerra y tiende cada vez más a sustituir el heroísmo por la eficiencia y precisión de sus inventos. Por esto, la última vez que Occidente se enfrentó a un oponente que estaba dispuesto a inmolarse tuvo que lanzar dos bombas atómicas.

Hay que resaltar que ‘martirio’ se dice en árabe Shahâda, que es también el nombre del primer pilar del Islam que consiste en decir que ‘no hay más verdad que Allah’. El que pronuncia esa frase entra en el Islam. La puerta de entrada es la puerta de salida. Con la Shahâda, en el sentido profundo de renuncia real a los ídolos modernos del común de los hombres, el musulmán sale de la vida miserable de los indignos para entrar en el Jardín de lo eterno. El shahîd ha dado testimonio de su sinceridad en el Islam, su primera Shahâda ha sido corroborada por la segunda, su inicio en el Islam ha sido confirmado por el sello que ha puesto a su existencia formal. Por ello, sobre el shahîd no hay dudas: está con Allah, en la exuberancia del Creador de la vida.

El shadîd (El mártir) no tiene límites, ha superado los miedos, los fantasmas, las quimeras. El shahîd, es el que ha decidido luchar sin reparos, ha tenido un momento de lucidez radical en el que han caído los dioses que paralizan al Hombre. En el shahîd ha emergido el Califa, el ser soberano, para el que la vida y la muerte no son condiciones ni fronteras.

Para ellos, entre los Shuhadā (Mártires por la causa de Dios) nada es más tranquilizador que la muerte, en cambio para los occidentales la muerte es la más traumática manifestación que existe. Bien nos dice el Corán: "Y no penséis que quienes han caído por Allah hayan muerto. ¡Al contrario! Están vivos y sustentados junto a su Señor". ¿Quién tendrá el favor de Dios y obtendrá la Victoria?

Notas.

1) El derecho sobre la vida – Julius Evola.

2) Rostros Del Heroísmo – Julius Evola.

3) Cuando un combatiente nuevo llegaba y se unía al Califato. Le preguntan qué quiere ser: Inghimasi o Istishhadi. Y luego se anotan en listas de espera, donde, dependiendo del frente, se les asigna su misión. Istishhadi es en pocas palabras, lo que los medios definen como "suicida", y el Inghimasi es el "soldado común", aunque se destaca por trabajar en coordinación con el Istishhadi. La característica del Istishhadi es que él sabe que su misión será llevar una operación de martirio con coche bomba o similar, contra el enemigo. Mientras que el Inghimasi combate hasta morir. Eso no quita el hecho de que el Inghimasi también puede detonarse si lo cree necesario, aunque sólo como último recurso, después de combatir.

4) Los Kamikaze – Julius Evola. “Roma”, 11 de diciembre de 1957.