Los estertores del mundo moderno
El 8-M como deriva de la modernidad

            Producto del nihilismo en México, la violencia se ha apoderado del país y ha parecido afectar a los sectores más débiles; entre ellos, a las mujeres. Para responder a esta ola de vejaciones en su contra, se ha convocado a un paro general el día 9 de marzo próximo para demostrar al gobierno la importancia de la mujer en la economía y en la vida social. La propuesta ha sido alabada incluso por el episcopado mexicano. Sin embargo, aquí notamos, además del oportunismo político para oponerse al gobierno en turno, una lección de estupidez rampante ¿Cómo aquéllos que pretenden defender el recinto de la fe, transigen con la modernidad? Bien sabemos que en el caso de la iglesia católica, como dijera Ricardo de la Cierva, aquélla no tiene problemas con la modernidad, mientras sea la madre iglesia quien la conduzca (véase su libro “Las puertas del infierno”). Sin embargo, ironías de la divina Providencia, cada intento por domeñar al tigre, siempre fracasa y los momentos de crisis se multiplican para el güelfismo vaticano conforme pasa el tiempo (el libro “Alemania” de Heinrich Heine es una burla al esfuerzo de contención y control de la modernidad por parte de los jesuitas desde su aparición; ya sabemos de sus frutos, baste como ejemplo la labor “redentora” de Ernesto Cardenal). Son oscuras las intenciones de la conferencia del episcopado mexicano para apoyar la marcha, pero no lo son así la intención de los partidos de oposición y de algunos empresarios en el mismo sentido: doblegar al gobierno del incipiente y malogrado Andrés Manuel López Obrador. No obstante, como se dice en México, les puede salir el tiro por la culata.

Años de adoctrinamiento en la ideología de los Derechos Humanos, y posteriormente en el feminismo, que no es sino su corolario, han creado un caldo de cultivo de individuos molestos, inasimilables, inadaptables que exigiendo justicia, solamente quieren una igualación forzada, y que con cierto ecologismo como tinte exterior, pretenden la instauración de un régimen socializante. En esta situación, tanto la iglesia católica como las empresas y los partidos de oposición sólo abonan para que la explosión, en caso de ocurrir, sea más pronta y estruendosa; un escenario similar al previo a la caída del rey Luis XVI, donde tanto nobles como obispos estuvieron dispuestos a apoyar, con traición de sus privilegios y sus funciones, al revolucionario tercer estado, a la capa de los vaishas, casta cuyo máximo interés es el dinero, lo meramente cuantitativo. Todos sabemos lo que pasó cuando las élites francesas, en un gesto de humanitarismo (que se diferencia de una apreciación sana de la justicia y que se acerca más a la magnanimidad del hombre aristotélico) algunas y otras en búsqueda de su lucro, coadyuvaron al triunfo de la subversión; tal vez porque seguimos sufriendo sus consecuencias a más de 225 años de iniciarse esos infaustos tiempos.

La estrategia de la izquierda que se usará el día nueve de marzo próximo, como ya ocurrió en Chile o como es usual a aquélla, es usar a la masa para asustar a los débiles y para asombrar a los valientes y hacer pensar que sus pretensiones son mayoritarias; ya que el sistema democrático sólo entiende de cantidades y nunca de verdades; con lo cual sus demandas se busca que sus demandas sean acogidas. Si no son atendidas las peticiones, y conociendo la falta de información propia que generan las marchas multitudinarias, se iniciará la rebelión. Si vencen, caerá el gobierno y si no, sentarán un precedente de represión, que generará una narración victimizadora para el futuro. Con la misma táctica se han tirado reyes, como el portugués Manuel II o el español Alfonso XIII. Muchas veces incluso tienen todas las de perder los revoltosos, sin embargo, por el número y por la incertidumbre del resultado, han terminado cediendo incluso hombres recios como el general Sanjurjo.

El 8-M vendrá aderezado con un boicot, denominado el 9-M, contra todo tipo de operaciones económicas, porque al mundo moderno sólo se le puede golpear fuertemente en el estómago. Si no ceden “las autoridades patriarcales” a sus presiones multitudinarias, cederán ante el descalabro económico. Veremos si las empresas y la Iglesia dominan al tigre, expresión curiosa dicha por los partidarios del presidente mexicano en funciones, cuando amenazaban, que en caso de no ganar su candidato, el pueblo se rebelaría en armas. Nosotros, mientras tanto cabalgaremos al hermoso felino asiático, no sin antes advertir a los incautos del paso ulterior de la subversión internacional.

Retomemos el tema. El problema no termina con la caída o no del gobierno atacado, sino en la implementación de las medidas adoptadas por los radicales, que son los que lideran a la masa. Es claro que varios de los fines de esta marcha, además de “la seguridad” a las mujeres, es la permisión del aborto y la construcción de una sociedad matriarcal donde cualquier atisbo de lo grande sea menospreciado por reaccionario o por “patriarcal”. Es probable incluso sospechar que los efectos dañinos del feminismo se acusen en las tierras mexicanas, donde parece ser que todo fenómeno de la modernidad adquiere alcances insólitos en el resto del orbe. Estamos ante la potenciación de los males modernos producto de vivir en un país del extremo Occidente. Si en Francia la laicidad y la separación Iglesia y Estado se reconocieron hasta 1905, en México ya llevaban medio siglo presentes en la vida del país. Argentina forma parte de esta región al haber impulsado políticas “progresistas” a la par que otros países europeos, las cuales omitiré mencionar. Seremos ejemplo los mexicanos de los peores vicios de nuestro mundo contemporáneo.

Años del dominio de una oligarquía estatista e izquierdista, y de una población indoctrinada en pura imbecilidad, han llevado a que presenciemos la transición de México del cuarto estado al quinto, donde las mujeres querrán sentirse seguras haciendo lo que les plazca, cuando bien sabemos que para la sociedad y para la naturaleza no toda conducta es indiferente ¿Cómo lo van a entender los millennials, cuyo horizonte ideológico no escapa del liberalismo, para el cual lo importante es tener opciones, y que todas ellas sean neutras, indoloras, dejando al placer de cada quién el elegir entre ellas? Ahora lloran los liberales clásicos porque el feminismo, el LGBTTismo y el indigenismo se apoderan del mundo, pero quien acepta el antecedente: la libertad irrestricta, acepta la (derivación) consecuente: la disolución social. ¿Por qué hay incluso gente que se denomina paleolibertaria (aquí me refiero a la famosa srita Vallejo y sus seguidores) y cree que con esa postura mantendrá su propiedad y a su familia incólumes?

Ha habido malos ejemplos tanto estadounidense, como francés, ruso y hasta argentino, pero no tardará en sumarse el mal proceder mexicano. Terminaré con lo siguiente:

Si hay algún asistente de buena fe que asista a la marcha, debería comprender que objetivamente coopera con la subversión, aunque sus intenciones sean nobles. Después no se asuste que caiga su mundo encima de él.