SÍNCOPE DE LA CIVILIZACIÓN POSMODERNA POR EL VIRUS PANDÉMICO

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En estos tiempos coyunturales, el mundo pos-moderno ha sido fuertemente sacudido por esta actual pandemia mundial del nuevo Coronavirus. Un mundo y una civilización que no es igual a las anteriores civilizaciones y “culturas” que se establecieron en la tierra a lo largo de los siglos; sino que se trata de una civilización que se distingue por poner todas sus fuerzas, energías y esperanzas en la conquista general del ámbito físico y material; y en la que su mayor distintivo y propósito es el alcance, el predominio y la consolidación de la tecnología profana artificial; y en efecto, del consecuente dominio tecnológico (casi total) sobre la naturaleza y sobre la misma humanidad de estos últimos tiempos, con la que está fuertemente identificada. En donde la economía es exclusivamente el destino del hombre y el materialismo (social, económico, tecnológico) es poderosamente determinante y reduccionista. Y en donde el hombre de estos tiempos, solamente tiene estos caminos a escoger y no otros, por lo cual se encuentra reducido, limitado, atrapado y no es verdaderamente libre. En definitiva, nos referimos a esta civilización posmoderna que es la expresión mucho más agudizada, sórdida y extremada del mundo moderno.

Al respecto, en Occidente sólo hay esta civilización postmoderna que es la exacerbación y exasperación del Mundo Moderno en emergencia y extremada crisis; y en simultáneo, es la civilización que es hegemónica mundialmente incluso en grandes extensiones de Oriente. Esta civilización que es producto de crisis, declives, colapsos, destrucciones y autodestrucciones que generó el mismo Mundo Moderno; en donde ya no puede dar marcha atrás y tampoco quiere volver atrás por el fetichismo hacia el progreso humanista, económico y materialista… Pues también se trata de destrucciones y autodestrucciones humanas, mentales, psicológicas, sociales y personales: la degradación y destrucción de la personalidad humana por ejemplo: donde el individuo en su desarrollo no logra formar ni consolidar una personalidad estable, firme y con carácter. Y también, la alienación y cosificación de hombres y mujeres, el consumo de drogas a temprana edad; y la destrucción de la familia son específicos ejemplos claros y síntomas contundentes, de que esta civilización está podrida y abismalmente enferma en profunda decadencia y disolución. Cabe observar, que la anterior civilización moderna, conservaba aún cierta moral y ciertos valores que se dirigían a finalidades perennes, estables, centrales de la anterior y dominante civilización burguesa cristiana occidental. En contraste, la civilización posmoderna se distingue del mundo moderno en el sentido de que esta civilización cada vez más no posee ni conserva dichos valores puritanos religiosos (tanto morales como éticos), sino que está inmersa en un relativismo extremo donde imperan la posverdad, el individualismo y el colectivismo extremos, la nivelación igualitarista (sin considerar diferenciaciones esenciales y naturales entre los seres); y la inclinación y manía patológicas al cambio: lo inestable, lo agitado, lo inconstante, lo no centrado, lo que cambia y muda sin establecerse ni fijarse en un centro. Tal como acontece en casi todos los planos del dominio en donde todo cambia constantemente: la sociedad, el derecho, las normas, las leyes y hasta el sexo humano. Todo lo cual nos permite constatar constatar que en estos tiempos postmodernos casi nada es estable, centrado y orgánico, sino que todo es mutable (sometido al cambio), y que por lógica esto desemboca en grandes desordenes, anarquías, confusiones, desgobiernos que se convierten en crisis insuperables y permamente en todos los niveles y sentidos.

Todos estos problemas y crisis, que ya a estas alturas del tiempo son irremediables e irreversibles, y peor aún: nadie (o casi nadie) quiere solucionar y erradicar estas anomalías; porque la idiosincrasia y la mentalidad del postmoderno avala, incentiva y deja que estas anomalías y desviaciones tengan libre curso sin un alto ni freno alguno. Y consecuentemente por el otro lado: es el mero devenir y arrastre del hombre postmoderno que se pierde y se dispersa en el relativismo sexópatico promiscuo, la ludopatía, la tecnolatría, el alcoholismo y la drogadicción; y también en las modas, tendencias e inclinaciones postmodernas absurdas y ridículas. Y al mismo tiempo, la ultra dependencia y esclavitud al demonismo de la economía y del trabajo; y muchas más otras anomalías innumerables de esta pseudo-civilización.

El sabio y tradicionalista francés René Guénon, afirmó que la civilización moderna es una “civilización anormal y desviada” (1). Si esto ya era así en las primeras décadas del siglo pasado, entonces esta civilización posmoderna es infinitamente más desviada y anormal que su predecesora, siendo una absoluta anomalía contraproducente y errónea sin punto de no retorno.



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Esta civilización desenfrenada de la sociedad de consumos, del maquinismo e industrialismo, del economicismo empresarial y financiero, de viajes en vuelos comerciales por todo el mundo; y de la depredación, contaminación y polución del medio ambiente para fines meramente económicos y mercantilistas no ha tenido ningún límite. Todo esto ha seguido prosiguiendo sin riendas ni contenciones, como una avalancha sin detención. Y de la misma manera, el hombre contemporáneo creía que nada de esto iba a cambiar o detenerse ni en lo más mínimo; por eso seguía confiado y soberbio sin ningún temor de que su mundo y sus hábitos sean alterados y vulnerados decisivamente. En efecto, este hombre se conducía por el mundo sin limitaciones a sus excesos, manías y desenfrenos (de toda índole) que le proporcionaba y facilitaba este mismo sistema inmensamente materialista y consumista. Pues, evidentemente, se trata de un hombre sumamente dependiente y condicionado a esta civilización anómala y degenerada, que tiene como único destino para el hombre: la economía. En donde, este hombre inmerso en la civilización posmoderna, se dedica exclusivamente a acumular dinero (de papel) y derrocharlo en entretenimientos, diversiones y placeres meramente frívolos, superfluos y fugaces. Efectivamente, éste es el hombre postmoderno que en realidad no es libre, y la pretendida “libertad” que exalta y vocifera no es la verdadera libertad incondicionada; sino todo lo contrario: una pseudo-libertad y más propiamente una nueva y verdadera esclavitud más sórdida e infrahumana.

Por consiguiente, es contra esta última pandemia global del nuevo Coronavirus, que como si fuera un muro la civilización posmoderna colisionó, produciéndose conmociones tremendas y quiebres en todos los niveles y sistemas (sanitarios, económicos, sociales, políticos etc.) de esta civilización “universal”. Agravándose peor la situación, por el estallido y la expansión de la pandemia sobre las ciudades y metrópolis más importantes y estratégicas del mundo, haciendo colapsar rápidamente los sistemas sanitarios de los países, lo que obligó a los gobiernos centrales (sean gobiernos de tendencias liberal, progresista, socialista) a ordenar e imponer cuarentenas rígidas y estrictas a sus poblaciones; para lo cual dichas poblaciones no estaban acostumbradas a confinamientos tan prolongados (inéditos en la historia) de dos a cinco meses de duración, y que luego de ser levantadas las cuarentenas, el virus pandémico paulatinamente volvía a expandirse y a mutar haciéndose más contagioso y letal. Esto ha sido provocado mayormente, por el desborde y la avalancha desenfrenada de las poblaciones juveniles acostumbradas a fiestas promiscuas en discotecas y clubes nocturnos e inclusive también en zonas públicas como parques y plazas; y como también, en lugares cerrados y clandestinos donde las aglomeraciones y los hacinamientos son mucho mayores. En consecuencia, todo esto contribuyó a que las tasas de contagio se incrementaran y los gobiernos volvieran a imponer confinamientos obligatorios. Todo lo cual, por reacción, provocó que ciertos sectores sociales se organizaran para realizar marchas (como rebaños) en protesta contra estas medidas estatales (con la finalidad de preservar la salud pública), con el argumento de que el Estado les estaba vulnerando y limitando sus “libertades” y derechos fundamentales. Y por el otro lado también, multitudes furiosas y desquiciadas que no querían que sus pseudo-libertades de emborracharse y drogarse en público fuesen impedidas y frustradas. Todo lo mencionado, sigue ocurriendo sobre todo en Europa y América en general.

En simultáneo, estos confinamientos agudizaron más la histeria y neurosis de las masas compulsivas psicóticas, como también aumentó más la descomposición social, y se agudizaron más las crisis políticas en las republiquetas democráticas occidentales; produciéndose más desorganización, desorden, desgobierno, incompetencia e impotencia gubernamental, dando un entorno y un porvenir cada vez más sombrío e incierto, donde la incertidumbre (sobre el presente y el futuro) es cada vez más omnipresente. Justamente, es la democracia y la ideología liberal las que evidentemente más han contribuido, empujado y acelerado el desorden, la decadencia y la declinación abismal del mundo y de la humanidad. La democracia moderna es también un virus, que en los últimos siglos ha infectado, intoxicado y enfermado terminalmente a millones de seres (e instituciones estatales) que han creído fervorosamente en esa sugestión y gran falacia que significa la democracia. La democracia es una religión secular que ha conducido a la humanidad al abismo más sórdido e ínfero que antes nunca se había concebido ni imaginado, de que tan lejos la decadencia iba a extremarse en esta última humanidad caída de estos tiempos sombríos e inciertos que corren.

Como es obvio, estos confinamientos forzosos, fracasaron inmediatamente por las condiciones precarias y calamitosas de la mayoría de las poblaciones sudamericanas. Países como Brasil y Perú son terriblemente arrasados por la pandemia, pero peor aún por sus mismos gobiernos democráticos (desgobiernos en realidad) tremendamente inútiles, ineficaces, negligentes e indiferentes, que en realidad provocan más muertes que el mismo virus pandémico. Crisis y calamidades que ya existían e imperaban corrosivamente desde hace décadas; pero que con la pandemia-cuarentena, estas crisis implosionaron y reventaron mucho más aún. En donde las masas ya no encuentran soluciones y salidas a estas calamidades, que desde hace tiempo son insuperables, pero que con la pandemia y las cuarentenas obligatorias se complicaron más.



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Es obvio afirmar, que esta pandemia actual no es la primera ni la última pandemia que va ocurrir en el mundo, pero es la que mucho más ha tenido un alcance global, llegando a los lugares más recónditos que las anteriores pandemias no habían logrado nunca a alcanzar. Desde hace décadas, que con el acelerado y sofisticado avance tecnológico de las vías de comunicación y de los transportes; hizo que este virus pandémico se expandiera mucho más rápido y en poco tiempo por todo el mundo entero, haciendo de esta pandemia inédita en la historia de la humanidad (pues como se dijo, las anteriores pandemias no tuvieron ese alcance global en todos sus extremos). Y por el otro lado, a pesar del avance de la ciencia moderna y de la tecnología artificial (que solucionarían “todos” los problemas del hombre y alargarían su existencia material y economicista en el tiempo), esta pandemia ha provocado, hasta ahora, la muerte de más de dos millones de habitantes en el mundo, concentrando la mayor mortalidad en Europa y América: Occidente.

En suma, todo lo mencionado anteriormente atestigua, un porvenir inmensamente sombrío y desconocido, pues se vislumbra que van a ocurrir mayores catástrofes concatenadas de toda índole (como lo fue en la primera mitad del siglo XX). Cabe resaltar, igualmente, que la civilización moderna en su destrucción y autodestrucción desembocó en esta degenerada y ultra degradada civilización postmoderna, que ha alcanzado un punto de no retorno. Sin duda, que esta incivilización va a continuar muchas décadas más, las tendencias y modas posmodernas no van a cesar, sino que van a incrementarse para desviar, corromper, degradar y degenerar más a las nuevas generaciones (o más bien degeneraciones) de estos tiempos decadentes y crepusculares.

Por último, cabe reconocer, que la civilización moderna ya contenía en sus bases y fundamentos: los gérmenes y las semillas de su acelerada decadencia, disolución y autodestrucción que desembocó en esta incivilización postmoderna, que ya en su seno era profundamente podrida y tóxica sin punto de no retorno. Esta es la gran catástrofe y hecatombe sin fin ni freno, que va a conducir al arrastre a millones de personas al absoluto infierno en la tierra (cuando ya es así en estos momentos y lo será mucho más), como una extensiva enfermedad terminal. Para los que somos conscientes de esta cruda realidad y verdad, solo nos queda seguir manteniéndonos firmes de pie y sobre todo calmos, en medio del desierto y de las ruinas de este Mundo Moderno que está en sus fases más terminales; y atravesar inquebrantables estos tiempos oscuros y tortuosos que corren del Kali Yuga (Edad Sombría y Edad de Hierro). Cabalgar el Tigre como aconsejaba el Maestro Julius Evola.


JUAN CARLOS CASALINO ANTEZANA

ABRIL DEL 2021



(1) Fuente: René Guénon, La oposición de Oriente y Occidente, Cap. 2 de “La Crisis del Mundo Moderno” – Editorial Mosca Azul, Lima, 1975. Pág. 48.