EL PSEUDOFASCISTA VINCIGUERRA

 

Acaba de salir por internet un escrito titulado El antifascista Evola (http://antagonistas.blogia.com/2009/103001--el-antifascista-evola-por-vincenzo-vinciguerra.php) firmado por un tal Vincenzo Vinciguerra y que ha sido traducido del italiano y reproducido en diferentes páginas ‘alternativas’ españolas, en el cual se pretende explicar que no solamente Evola no era fascista, sino que en realidad se trataba de un antifascista.
Creo yo que, antes de adentrarnos en el tema para aclarar dicha problemática, habría que esclarecer primero si Vinciguerra es o no realmente fascista o si en cambio lo que nos formula es una falsificación aviesa de dicha doctrina, tal como trataremos de demostrar.
Dice al respecto Vinciguerra tratando de criticarlo a Evola por no ser fascista.
El fascismo no ha considerado jamás a la revolución francesa, tan odiada por Evola, como un hecho negativo, sino que la considera como un hito significativo para la afirmación de un mundo nuevo
Dice en cambio Benito Mussolini: “Nosotros representamos la antítesis neta, categórica, definitiva del mundo de la democracia, de la plutocracia, de la masonería, es decir de todo el mundo emanado de los inmortales principios del 89’”, es decir de la Revolución Francesa. (Discurso del 7 de abril de 1926).
Y con respecto al ideal principal de la misma: “El fascismo niega que el número, por el solo hecho de ser tal, pueda dirigir a las sociedades humanas; niega que este número pueda gobernar a través de consultas periódicas; afirma la desigualdad irremediable y fecunda de los hombres, los que no pueden ser nivelados a través de un hecho mecánico y extrínseco como es el sufragio universal…
Y también: “El fascismo rechaza en la democracia la absurda mentira convencional del igualitarismo político y el hábito de la irresponsabilidad colectiva y el mito de la felicidad y del progreso indefinido”, todos ellos propios de la Revolución Francesa. (Mussolini, Ideas fundamentales).
Agrega Vinciguerra:
Tampoco el fascismo negó  la revolución bolchevique continuidad de la revolución de 1789 en donde el proletariado deseoso no solamente ya de igualdad sino decidido a la conquista de la supremacía.
El fascismo no condenaba las dos revoluciones precedentes, se colocaba de hecho a sí mismo como la tercera y definitiva revolución” Es decir como la continuidad de las mismas y no como su negación.
Dice Mussolini:
“Nosotros negamos el fundamento del socialismo que es el materialismo histórico. Nuestro movimiento es espiritualista, por encima de los intereses egoístas de las clases sociales se encuentra el interés supremo de la Nación. Nosotros negamos la lucha de clases y sostenemos en cambio la colaboración pacífica de las clases como medio para el mejoramiento de la nación no sólo a nivel económico, sino principalmente espiritual”.(Ibid.)
Y también: “Negamos decididamente la base del socialismo científico o marxista, su doctrina del materialismo histórico según la cual la historia de las civilizaciones humanas se explicaría tan sólo como la lucha de intereses entre los diferentes grupos sociales y con el cambio de instrumentos de producción… es absurdo considerar que tales factores sean los principales; el fascismo cree todavía y siempre en la santidad y el heroísmo, es decir en acciones que no están para nada motivadas por la economía. Al negar el materialismo histórico por el cual los hombres serían meros objetos de la historia que aparecen y desaparecen a merced de las fuerzas productivas que se agitan en lo más profundo de la misma, se niega también la esencia del marxismo que es la lucha de clases… El fascismo rechaza el concepto de felicidad económica propio de las ideologías emanadas de las revoluciones francesa y rusa..” (Ibid. Punto 5)
Es decir que exactamente al revés de lo que Vinciguerra dice, el Fascismo condenaba a las dos revoluciones anteriores y consideraba a la suya no como una consumación de éstas, sino como una superación de las mismas, a las que consideraba antitéticas. Marxismo y liberalismo, en tanto expresiones de clases económicas, burguesía y proletariado, eran ideologías materialistas y el fascismo en cambio era espiritualista. He aquí el abismo fundamental existente.
Es de entender que a partir de esta distorsión grosera que Vinciguerra hace de la doctrina de Benito Mussolini, deba consecuentemente distorsionar todo lo que Evola ha dicho sobre el fascismo en su obra.
Señalaremos los puntos esenciales y prescindiremos de las acusaciones que lanza al boleo contra un montón personas de las que Evola no tiene ninguna responsabilidad respecto de lo que puedan haber hecho si es verdad lo que Vinciguerra nos dice.
Dice el aludido:
Durante el Ventenio fascista, Evola no representó un punto de referencia cultural y político. Fue uno de tantos que pasó su existencia de estudioso sin menoscabo ni alabanzas.
La realidad. Evola durante el período del Ventenio intentó corregir el rumbo burgués que se intentaba dar a tal movimiento especialmente a través de la firma del Concordato con el Vaticano. Sostenía la necesidad de que el fascismo no se subordinara al clero güelfo que lo terminaría traicionando, tal como sucedió y planteaba una revalorización del mito de la Roma imperial en antítesis del sometimiento a tal institución que ya había demostrado con creces su carácter moderno. Es de esa época la revista La Torre, cerrada por tal causa y su fundamental escrito Imperialismo Pagano que tendrá un gran éxito editorial en Alemania.
Dice Vinciguerra:
Evola no se adhirió a la República social italiana. La aventura del último fascismo, el más auténtico y sincero, Evola no la compartió prefiriendo dejar a otros la afirmación de ese espíritu legionario del que tanto gustará hablar en años posteriores.
La realidad. Dice Evola: “Mientras que por un lado yo adhería absolutamente al factor militar, combativo y legionario del fascismo de Saló, sin embargo no podía alimentar reservas respecto del carácter solamente político, social y republicano del mismo”. ( Más allá del fascismo, 2ª Ed., pg. 258). Y hay todo un relato minucioso respecto de su accionar en ese período habiendo sido uno de los primeros italianos en ver en libertad a Mussolini luego del operativo llevado a cabo por Otto Skorzeny. Es decir que, si bien podía tener ‘reservas’ respecto de ciertos principios producto del rencor de Mussolini hacia la monarquía que lo traicionó, no dejaba de prestar su absoluta adhesión a dicho régimen.
Agrega Vinciguerra respecto del proceso que se le substanció bajo la acusación de querer refundar el Partido Fascista.
Arrestado por exceso de celo e insolvencia cultural de los funcionarios del Departamento político de la Policía de Roma en el mes de abril de 1951 al considerarle el ideólogo del grupo “Imperium” que cometía atentados con explosivos firmándolos como “Legión negra”, Julius Evola confiará su defensa al abogado antifascista Francesco Carnelutti, y se jactará ante los jueces de ser un “no fascista” no queriendo todavía presentarse, cortesía suya, como “antifascista ni como víctima del fascismo”.
El abogado Carnelutti, si bien era antifascista, efectuó una extraordinaria defensa técnica que le permitió a Evola obtener su libertad. Defendió principalmente la libertad de pensamiento y expresión, principio compartido por Evola. Es una estrategia común de carácter judicial buscar abogados que no sean de la propia ideología para obtener resultados favorables. En la Argentina por ejemplo Walter Beveraggi Allende, cuando fue acusado de antisemita por la Delegación Israelita, nombró como defensor a un abogado de origen judío sin que por ello nadie del estilo de V. lo acusara por ello de tal.
Con respecto al punto siguiente relativo a su defensa en el juicio, dice V.
Evola dice que defiende “ideas fascistas” no en tanto son “fascistas”, sino en la medida en que retoman una tradición superior y anterior al fascismo, en cuanto pertenecen al legado de la concepción jerárquica, aristocrática y tradicional del Estado, concepción poseedora de una carácter universal y que se habría mantenido hasta la Revolución francesa”.
En otras palabras, Evola deja claro que él, ¡por amor de Dios!, no tiene ideas fascistas, defiende ideas preexistentes al fascismo y no es culpa suya si éste las ha reactualizado.
Para aclarar el panorama ante las confusiones que siembra V. digamos que Evola manifestaba que las ideas fascistas que él defendía no eran exclusivas del fascismo, sino que pertenecían a la gran tradición política europea. Por lo cual el valor que ha tenido el fascismo ha sido el de haber respetado y continuado esta gran tradición negada por el movimiento subversivo surgido a partir de la Revolución Francesa aunque con antecedentes precisos en la Reforma Protestante, el iluminismo y el racionalismo entre otras manifestaciones modernas. Estos principios eran la primacía del Estado sobre la nación, es decir lo opuesto exacto a lo sostenido por el liberalismo y el comunismo, el carácter espiritual y metafísico del Estado y el destino trascendente de la vida humana. Todo lo cual no tiene absolutamente nada de ambiguo y se encuentra en perfecta sintonía con el pensamiento de Mussolini que indudablemente V. desconoce olímpicamente.
Pero a todo esto V agrega su cuota de mala fe suponiendo que las personas que lo leen no tienen a mano el texto de Evola. Así pues le hace decir los siguiente: “En realidad las posiciones que he defendido y que defiendo, como hombre independiente... no son las denominadas “fascistas” sino las tradicionales y contrarrevolucionarias”.
Cuando en realidad lo que nuestro autor ha dicho es en cambio:
“Rechazo la acusación de defender ideas propias del fascismo, sino tan sólo ideas que únicamente en el fascismo y no en otra parte pueden ser hoy reencontradas” (Ibid. Pg. 267). Como vemos una diferencia para nada insubstancial.
Por lo cual queda refutada totalmente la conclusión que extrae el autor de que
mediante un lenguaje ambiguo pero igualmente comprensible, Julius Evola se proclama no fascista, a-fascista, antifascista decimos nosotros.
Todo lo contrario Evola sostiene ideas que se encuentran en el fascismo, pero que no son invenciones de éste, sino que pertenecen a una tradición anterior y es esto lo que hace grande a tal movimiento y no la distorsión que quiere introducirnos V.

Por último dice V.
El fascismo fue de todo menos una “revolución conservadora”.
Seguramente V. no tiene ni la menor idea de lo que significara tal movimiento que influyera notoriamente en el nacional socialismo alemán y que no tiene nada que ver con el conservadurismo reaccionario. Lo que lo caracteriza, lo mismo que el fascismo, es que se opone por igual tanto a las corrientes liberales y socialistas que rinden culto al futuro, como al conservadurismo reaccionario que pretende meramente volver al pasado. Al respecto vale la pena recordar una vez más a Mussolini: “El hecho de que repudiemos el movimiento de 1789 (la revolución francesa que en cambio exalta V.) no significa que queramos volver para atrás a la situación que había antes”. (ibid. Pto. 9) Es decir somos conservadores en tanto resaltamos los principios perennes de la gran tradición europea, pero no reaccionarios porque queramos volver el reloj de la historia hacia atrás. La revolución consiste en la sabia aplicación de esos grandes principios a la situación del presente, tal como hiciera Benito Mussolini.
Por otra parte causa gracia que V quiera calificar a Evola como un conservador burgués cuando en realidad el burgués es él en tanto exalta una revolución como la francesa.
Marcos Ghio
Buenos Aires, 1/11/09

 

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