LA REVISTA DEL SEÑOR ROBERTSON

 

Una vez más nos tenemos que ocupar muy a nuestro pesar de la revista del Señor Erwin Robertson, Ciudad de los Césares, que se edita en Santiago de Chile, esperando que con esta nota podamos terminar de redondear ciertos conceptos sobre la misma y dedicarnos en lo sucesivo a tratar temas más importantes.

Si tuviéramos que definirla ideológicamente, podríamos decir que Robertson se ubica en lo que podría calificarse como aquella corriente conocida en nuestro medio como el fascismo de izquierda, la cual entre nosotros tuviera tiempo atrás lamentables experiencias, como la de los Montoneros. Dicha expresión doctrinaria ha sido la que, siguiendo el pensamiento evoliano, calificáramos como infrafascismo, en tanto que se trata de un fascismo virulento que no ha superado sus resabios socialistas y modernos, y que considera que las principales banderas de la modernidad no son el producto de una falsedad, sino por el contrario cosas positivas que no han alcanzado a realizarse por diferentes razones.  Así pues tenemos que tal corriente vuelve constantemente sobre temáticas abiertamente modernas, tales como el socialismo y la democracia que son ensalzadas por la misma de manera positiva.

Con respecto a lo primero podemos señalar como ejemplo indicativo que la revista del Sr. Robertson ha hecho exaltaciones públicas de la figura del Che Guevara -al que en una oportunidad le dedicara una nota de tapa- respecto de quien bien sabemos que se trata de un notorio líder marxista leninista y promotor de la violencia guerrillera en contra de países que no eran el suyo, responsable de asesinatos y fusilamientos, en nombre de las irrealizables utopías que promovía, habiéndolo calificado como un fascista que ignoraba serlo y como una figura a la que por tales razones la izquierda tradicional había dejado a un lado, cuando lo contrario exacto resulta lo verdadero. Hace poco, y siguiendo con esta misma tónica, ha hecho la apología de la infame invasión rusa a la república soberana de Georgia exaltando tal hecho como un acto revolucionario e incluso fundacional y pintándonos a la figura del ex KGB bolchevique Putin, que como sabemos se trata de un verdadero asesino de opositores y de minorías étnicas, como un líder carismático y providencial detrás del cual había que encuadrarse pues representaría esa gran fantasía pergeñada en Europa por sectores afines a éste y conocida como Eurasia. A tal respecto digamos que a Robertson le ha resultado irrelevante que por ejemplo en la invasión a Georgia, realizada en el mismo momento en que Bush se encontraba reunido con Putin, que el primero efectuara un silencio cómplice y que en ningún momento fuese en ayuda de su aliado tal como hubiese correspondido, permitiendo así que tal conflicto se concluyera en apenas 5 días debido a la inmensa desproporción de fuerzas existentes (1). Tampoco nos dice nada respecto de las actuales colaboraciones recibidas a cambio de tal favor, tales como el permiso brindado a fin de que por territorio ruso transiten tropas y pertrechos de la Otan para invadir y ocupar Afganistán.

Y con respecto a la democracia, recordemos que tiempo atrás, cuando nuestras relaciones eran mejores y fuimos invitados por tal revista a hablar en Santiago de Chile en un encuentro en donde se iba a tratar sobre tal tema, suponíamos que críticamente, fuimos sorprendidos al constatar que Robertson rescataba tal forma caduca de gobierno y dijera en manera por demás ingenua que, como actualmente la misma no se estaba realizando, se trataba por lo tanto de un ideal revolucionario a ser levantado, cuando la realidad es exactamente la contraria. La democracia no se realiza no porque no se quiera, sino porque se trata de una utopía irrealizable y por lo tanto nunca se podrá llevar a cabo verdaderamente, pasando exactamente lo mismo con su otra utopía gemela que es el comunismo.

Sería largo ejemplificar todos los dislates ‘geopolíticos’ y doctrinarios en que incurre el Sr. Robertson en su publicación, lo cual digámoslo francamente, es un tema que en el fondo nos tendría sin cuidado y pertenece al ejercicio de su libertad de pensamiento que es algo que en modo alguno estamos objetando. Lo que sí en cambio nos resulta sumamente reprochable en su caso y ya se lo hemos hecho notar en otras oportunidades varias veces hasta llegar a elaborar una crítica que se formulara primeramente en forma de conferencia y luego pasara a formar parte del capítulo de un libro nuestro (2) es su incesante y fastidiosa actitud de querer falsificar el pensamiento del autor Julius Evola haciéndole decir con mucha mala fe cosas que éste jamás ha manifestado y pretendiendo ensalzarlo como un pretendido mentor de su forma pensar cuando si hay algo que el autor italiano ha siempre combatido y repudiado ha sido justamente la corriente que él representa.

Esto se ha repetido ahora en una nota que acaba de reproducirnos en el último nº de su revista (el 86) en donde publica un artículo que relaciona a Evola con Serrano y que en algunos pasajes del mismo pretende refutar el que publicáramos en estas páginas sobre el mismo tema.

Vayamos a las críticas puntuales que nos formula y a los errores groseros en que nuestro articulista incurre.

Según él nosotros no solamente ‘no conocemos bien a Serrano’, sino que no somos ‘el intérprete más autorizado de Evola’. Dejando para después lo primero, vayamos a esto último. La idea antojadiza de que Evola es un autor que necesita ser interpretado ha sido impuesta en nuestro medio entre otros por un notorio colaborador de su revista que escribe bajo un pseudónimo y que es Carlos Lastarria. Este último era quien nos decía que Evola era un autor mítico y que los intérpretes, en este caso él, eran los encargados de explicárnoslo. Es decir que nuestro autor era como esos cuadros abstractos de cuyo significado nos tenemos que enterar leyendo el título de los mismos. Por ejemplo Lastarria se burlaba de quienes, en vez de ‘interpretarlo’, nos dedicábamos a exponer su pensamiento, tal el caso de cuando nos referíamos a su doctrina de la preexistencia, ya que no nos dábamos cuenta de que se trataba de una fantasía metafísica en la cual no había que creer y sí en cambio debíamos hacerlo en los dogmas sostenidos por Lastarria. Pasa exactamente igual con Robertson cuando nos critica el aludido artículo por haber hecho disquisiciones sobre las diferencias que Evola resaltara en sus distintas obras respecto de lo que es la inmortalidad de la simple supervivencia psíquica. Para él se trataría también de recursos dialécticos utilizados por nuestro autor que no se pueden tomar al pié de la letra ya que en el fondo el mismo lo que quiere hacer es decirnos otra cosa. Ya lo había manifestado en otra oportunidad cuando al referirse a su tan mentado tradicionalismo él nos decía que no era tal en el fondo, sino que era moderno y agregaba ‘muy moderno’ llegando a compararlo nada menos que con Carlos Marx. A pesar de haberlo demolido en nuestras críticas sin haberle posibilitado elaborar respuesta alguna debido a lo notoriamente absurdo de sus planteos iniciales, el periodista aludido continúa insistiendo en tal falsificación intentando incluso corregirlo a Serrano en su pretendida nota cuyo objetivo pretendería ser justamente el opuesto. El escritor chileno le achacaba a Evola con razón ser un tradicionalista, ya que él obviamente no lo era, tal como hemos demostrado abundantemente en nuestro anterior escrito; sin embargo Robertson quiere hacernos ver lo contrario que su compatriota no percibió que en el fondo no era así, abonando su postura en las críticas que pudiera haber hecho en vida a la corriente tradicionalista católica. Cuando lo opuesto exacto es lo verdadero. Él la criticó justamente no porque era tradicionalista, sino porque lo era tan sólo a medias, a mitad camino y que su tradicionalismo, el auténtico, en cambio era integral.

En síntesis, a pesar de lo que manifiestan capciosamente Robertson y Lastarria, Evola es un pensador claro y preciso que no necesita interpretaciones, sino simplemente que se lo exponga, principalmente difundiendo la totalidad de su doctrina, la que, tal como hemos hecho notar en otra oportunidad, fue silenciada ex profeso por la corriente a la que pertenece quien aquí nos ocupa con la finalidad de ocultar su carácter metafísico. Nosotros hicimos notar que su principal obra, Rebelión contra el mundo moderno tuvo que tardar por tales razones 60 años para ser traducida a nuestra lengua.

Esto que hemos mencionado aquí es apenas un botón de muestra de la notoria y capciosa tarea falsificatoria que de manera claramente consciente el Sr. Robertson viene emprendiendo con la figura de Evola desde hace tantos años acompañada de una dosis inconmensurable de mala fe y de agresividad hacia mi persona. Por ejemplo entre los tantos de su catarata de agravios, él indica en una nota que le resulta ‘curioso’ que hayamos traducido la obra de Evola ‘Sintesi d’una dottrina della razza’ como La raza del espíritu, cuando cualquiera que la haya leído habrá notado que esto era lo característico del racismo de Julius Evola, su carácter espiritual y no biológico, por lo que tal término no solamente no resulta ‘curioso’, sino que es a nuestro entender el más apropiado para los tiempos actuales en donde, a diferencia de lo que sucedía cuando nuestro autor publicó dicha obra, no se trata de despertar el interés respecto del tema del racismo, un término actualmente desprestigiado, sino por el contrario poner en evidencia que puede existir otra forma del mismo no necesariamente condenable.

Pero donde su mala fe y falta de seriedad intelectual se acrecientan es cuando la emprende con nuestra crítica a la figura de Serrano. Según él habríamos ‘despachado’ a Serrano como adepto al evolucionismo y el teosofismo ‘no habiendo analizado con detención su obra’ cuando cualquiera que ha leído nuestro artículo constatará incesantes alusiones con cita de página incluida de su texto Manú o el hombre que vendrá, el cual ya por su mismo título indica una orientación evolucionista. Se ampara para manifestarnos la cercanía de nuestro autor con Serrano en un texto ‘académico’ de un autor norteamericano que incluye a ambos pensadores en la corriente del esoterismo nazi. Realmente hay que ser muy bruto y desinformado como para incluir a Evola en tal corriente de pensamiento. Si bien es verdad, como nos recuerda Robertson, que Evola nunca habló de Serrano quizás porque no era conocido en sus tiempos, sí en cambio se ha preocupado en su momento de criticar a la corriente a la cual éste pertenecía que había tenido un pico de notoriedad a partir de la famosa obra de Pawels, El retorno de los brujos. Dice al respecto nuestro autor sobre la misma: “Resulta una pura divagación -lo podemos afirmar con conocimiento de causa- lo que tras la guerra alguien ha afirmado acerca de un subsuelo ‘oculto’ iniciático o contrainiciático del nacional socialismo. Ya en 1918 había sido creada una pequeña agrupación, la Thule Bund, … la que, además de su germanismo, su nivel espiritual era similar al del teosofismo anglosajón”.

Vemos de este modo de manera clara y contundente que Evola no solamente no tenía nada que ver con el denominado ‘esoterismo nazi’ (lo califica con razón de ocultismo en tanto su nivel no supera el del teosofismo anglosajón -no sólo yo por lo tanto vinculo a tal corriente con dicha desviación- y no se trata por lo tanto de algo serio), sino que ha sido un crítico duro y radical respecto del mismo.

Los demás detalles que Robertson nos da para señalarnos la estrecha relación que habría habido en vida entre Serrano y Evola son realmente intrascendentes. Que Serrano lo haya citado a Evola muchas veces en su obra no dice absolutamente nada o muy poco. En todo caso puede resultar muy valorable que lo haya leído y conocido a diferencia de tantos otros que lo critican sin haberlo leído jamás. Sin embargo el mismo se encarga repetidamente de señalar sus diferencias, tal como hiciéramos notar en nuestra anterior nota y que no son nada menores. Respecto de la famosa visita que le efectuara meses antes de morir ello ingresa totalmente en el terreno de lo anecdótico. Evola solía recibir a muchas personas con las cuales no necesariamente estaba de acuerdo. Que le haya dicho que de la lectura de su obra sobre Jung conoció en tal autor ciertas facetas que desconocía, además de haber sido un gesto de cortesía, que no aparece escrito en ningún lado que no sea en la anécdota que Serrano nos señala, no ha significado que el italiano modificara en un ápice la opinión negativa que sobre el psicólogo alemán señalara en varias obras esenciales, tales como Máscara y rostro del espiritualismo contemporáneo. Por lo demás la anécdota de la gobernanta austríaca que habría evitado que Evola le revelase a Serrano el gran secreto que tenía guardado respecto de los Protocolos pertenece al plano de la literatura fantástica respecto de la cual debemos reconocer que el autor chileno tenía mucho talento (3).

Al respecto el mismo Robertson nos señala estas grandes diferencias entre los dos autores, que uno se trataba en el fondo de un poeta y el italiano en cambio era más bien un investigador de las grandes tradiciones. Por ello no se entiende que le haya dado tanta importancia, nada menos que académica, a lo afirmado por el ignoto Bruno Dietsch en una nota aparecida en su revista en el sentido de que Serrano sería superior a Evola y a Guénon. Ello sería como decir, sin que queramos equiparar a los personajes, que Maradona es superior a Borges y a Cervantes o viceversa.

Dejamos sin contestar por último el achaque que Robertson nos realiza en el sentido de reivindicar al nazismo, simplemente por haber dicho que en éste podía haber algo positivo y rescatable, lo cual es curiosamente el mismo que nos ha efectuado hace muy poco la prensa peruana. Eso pertenece al terreno de la provocación en lo cual obviamente no entraremos.

 

(1) Acotemos de paso una vez más, ya que lo resaltáramos en otra nota de esta columna, que la revista asociada a Ciudad de los Césares, El Pampero Americano, que se edita en la Argentina, llegó a decir que la guerra duró tanto tiempo porque EEUU ‘ayudó’ al régimen de Georgia.

(2) Véase nuestro texto En la era del paria, E. Heracles, 2008, pgs. 75-102.

(3) En un artículo de Serrano citado por Robertson y titulado El secreto de Julius Evola el primero, acudiendo una vez más a su notorio estilo literario, nos habla de un secreto que Evola se habría llevado a la tumba en el sentido de que según él solamente en su prólogo a los Protocolos de los Sabios de Sión se habría referido a una fuerza oculta y en el fondo no humana que habría actuado por detrás de un cierto judaísmo. Ésta es una temática para nada secreta y mencionada una sola vez por el italiano, sino que resulta recurrente en la totalidad de su obra. La de considerar el carácter metafísico del enemigo oculto de la Tradición que es una fuerza no solamente humana y no reducible por lo tanto exclusivamente ni a los judíos, ni a la masonería ni a ninguna otra del mismo tenor. Puede verse al respecto lo manifestado en una obra crucial como Los hombres y las ruinas, cap. XIII.

 

Marcos Ghio

Buenos Aires, 18/10/09

 

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