CENTRO DE ESTUDIOS EVOLIANOS

COMUNICADO Nro.3 - 20 de Febrero de 2003

LAS RAZONES DE LA GUERRA

 

Resulta sumamente trabajoso hacer entender a quienes sostienen con vehemencia que la razón principal por la cual los Estados Unidos quieren hacer una guerra en contra de Irak no es para tomar posesión de los yacimientos petrolíferos de tal país. ¿Cómo explicar por ejemplo que Norteamérica esté dispuesto a invertir 30.000 millones de dólares para pagarle a Turquía por su cesión territorial para invadir al lejano Irak, sin calcular la ingente inversión que significará movilizar tropas hasta un muy lejano continente y en cambio no haga lo mismo con el petróleo mexicano o canadiense, tan cercano a sus fronteras y por el cual, si quisiera, podría inventar alguna excusa intervencionista como lo ha hecho en otras partes de América? O aun podría hacer lo mismo con el no tan lejano petróleo venezolano con un gobierno que goza de la mitad de la población en su contra y cuya intervención punitiva podría explicarse al mundo como una acción de defensa del sistema democrático, tal como por otra parte figura en la misma carta de la OEA.

 

No, no es el petróleo el factor determinante de la guerra con Irak, aunque en el fondo estamos convencidos de que al gobierno norteamericano le conviene que se crea esto, lo mismo que también le conviene que se crea que fueron ellos los se hicieron estallar las torres gemelas y que Bin Laden es un producto mediático, producido por ellos mismos.

 

Justamente la concepción materialista de la historia, pergeñada por las dos grandes ideologías de la modernidad sostiene que es la economía el móvil último de las acciones de los Estados y que no son las ideas, ni las religiones las que determinan el accionar y el devenir histórico, como sostiene en cambio la concepción tradicional.

 

Pero la realidad es muy distinta y una lectura atenta del conflicto que desde hace años se vive en el Medio Oriente nos permite entender que la visión materialista de la historia es a la inversa una cobertura que utilizan ciertas ideologías para ocultar sus intenciones últimas. En efecto, ya desde la constitución preliminar de los Estados Unidos, el modo de vida democrático asume las formas de una verdadera religión, la cual no sólo debe instaurarse en Norteamérica, sino expandirse por el resto del mundo, considerándose a los Estados Unidos, en razón de las raíces bíblicas y protestantes de sus orígenes, como el país elegido para realizar tal misión. Y más aun es una creencia de la concepción democrática yanqui la de que la democracia sólo podrá triunfar en el mundo cuando todos participen por igual de tal religión. Lo cual es una secularización de la religión judaica por la cual Jehová no admite a ningún otro dios en paridad de condiciones. Y al respecto digamos que la idea marxista de que la religión es una superestructura de la economía es decididamente falsa. Lo opuesto es en cambio lo correcto: es la economía en cambio una superestructura de la religión, tal como se está demostrando en este caso. Y al respecto digamos que las razones de por qué se oculta el móvil último de la acción es que a Norteamérica no le conviene que, profundizándose en sus razones últimas, se descubra que se trata de una nación totalitaria, dispuesta a imponer su modo de ser a todo el mundo, sino de que su móvil principal es, de acuerdo a las ideologías en boga, simplemente la economía. Y esto permite que las personas sigan siendo democráticas, sin sospechar siquiera que aquello a lo que están adhiriendo es a una religión totalitaria y omnicomprensiva.

 

Ahora bien, la religión democrática es además una religión inmanentista, moderna, humanista en el sentido degradado de lo humano derivado de lo animal, que ha puesto en esta vida el eje principal de la existencia, su gran enemigo son las concepciones trascendentalistas, las que, como el fundamentalismo islámico, creen que la vida no es un fin en sí mismo, sino que representa un tránsito hacia el cielo. La aparición del fundamentalismo islámico, tras el triunfo de la revolución de Khomeini en Irán, hizo que desde el comienzo Estados Unidos buscara todos los medios a su alcance para terminar con ese peligro para ellos, mucho más severo que el marxismo, el cual no era sino en última instancia un mero rival, pero no un enemigo. Pero su error en dicha acción ha sido acudir a la ayuda de otros sectores del mundo islámico, menospreciando la profundidad del mismo, tal como sucediera justamente con el hoy vilipendiado Saddam Hussein, el cual fue armado incluso con armas químicas para destruir el régimen de Irán en una guerra de casi diez años de duración pero que por el contrario terminó consolidando el fundamentalismo, y quien en un primer momento apareció como un aliado, que se había manifestado como un gobernante laico y ateo, afín con la religión democrática, terminó asumiendo ideales contrarios pertenecientes a la religión islámica. Y lo mismo sucedió con Bin Laden respecto de los rusos en Afganistán. La religión democrática ha comprendido entonces que el mundo islámico es diferente del cristiano, el cual puede ser aggiornado y secularizado, tal como ha sucedido con la Iglesia católica, y que debe buscar aliados afuera del mundo islámico.

 

Pero ha sucedido el siguiente fenómeno inesperado. Justamente el haber sembrado la idea de que la guerra es por el petróleo, en una opinión pública impregnada por los ideales pacifistas y vitalistas de la modernidad ello ha hecho que la misma adquiera caracteres repudiables en el gran conjunto de la opinión pública internacional, lo cual ha determinado que algunos gobiernos permeables a la misma, como el de Alemania y Francia cedan ante las presiones de su opinión pública.

 

Pero como muy bien dice Brezynsky, el ideólogo mundialista, éste no es un problema irresoluble pues Estados Unidos hoy tiene dos grandes aliados alternativos posibles. Ellos son por un lado Israel, con un régimen ultranacionalista, dispuesto a zanjar sus problemas con el Islam a través del exterminio de una gran franja de su población y por otro el actual régimen nacionalista ruso, el cual siguiendo los errores históricos de Rusia, en vez de preeminenciar los principios de su civilización bizantino ortodoxa y buscar la alianza con otros sectores afines en su trascendentalismo, como el fundamentalismo islámico, sostiene en cambio sus "intereses nacionales", cuya incondicional defensa a la larga favorecerá a los Estados Unidos. Resaltemos que en Rusia la tendencia antinorteamericana, y propensa a retornar a su propia tradición, representada por Zyrinowsky, fue borrada a través de una poderosa campaña mediática de fuera y desde dentro de tal país. Es de recordar que dicho político ruso en la primera guerra del Golfo alistó tropas de voluntarios para pelear al lado de Saddam Hussein. Era de esta manera como se seguía con los verdaderos intereses históricos de la Tradición Rusa. Hoy curiosamente el ex bloque comunista se encuentra alineado abiertamente con los Estados Unidos, haciendo de contrapeso ante el rechazo de un importante sector de Europa.

 

Hoy la postura a adoptar por parte de todo sector tradicionalista en el área católico occidental a la cual pertenecemos no es ni la paz, ni el apoyo a los Estados Unidos, sino el alistamiento liso y llano con Saddam Hussein y el fundamentalismo islámico.

 

Buenos Aires, 20 de Febrero de 2003