CENTRO DE ESTUDIOS EVOLIANOS

LA GUERRA EN LOS CIELOS

 

por Santiago Inimorig

 

(Conferencia dictada el 11 de junio de 2004 en el Centro de Estudios Evolianos de Buenos Aires, en ocasión de rememorarse el 30 aniversario del fallecimiento de Julius Evola)

 

 

 

 

"No has venido a este mundo a combatir contra cosas sino con dioses"

 

 

Hoy rendimos justo homenaje a Julius Evola, a treinta años de su muerte. Conmemoramos a quien nos reveló acerca de la Tradición: de sus mitos, de sus símbolos y sus ritos; de ese hilo dorado que nos conecta con una región perdida y olvidada, de la cual nuestro mundo actual es apenas una expresión caída y decadente.

 

Entre las tinieblas de esta realidad evocamos a Julius Evola, en un mundo que con sus sombras nos oculta la Patria Primordial y a sus Guerreros. Así, también al olvido han querido arrojar a este pensador y contra ello emprendemos aquí el camino del Recuerdo, el del Retorno. Por ello buscamos reencontrarnos con su saber, su obra y su Ser para que la potencia de uno de los Sabios-Guerreros más brillantes de la Tradición se haga presente hoy, en tiempos en que lo Sagrado ha caído en el olvido; para enfrentar la batalla final contra el mundo moderno, la última batalla que nos separa aún de una Nueva Era.

 

Nos hemos propuesto, para iniciar el tránsito por la senda del Recuerdo, paracon-memorar al filósofo italiano, referirnos a la decisiva importancia que su legado posee para las nuevas generaciones. Entonces, para tal fin se hace necesario recordar primero, traer su ser a la presencia, recobrar el legado de su saber y su obra para luego sí develar la relevancia que ellos encierran para las nuevas generaciones.

 

Comenzando entonces por la primera cuestión planteada nos preguntamos: ¿de qué hablamos cuando nos referimos al saber y a la obra de este autor? ¿Hablamos de una información que nos aporta el filósofo, de datos útiles o edificantes que acrecientan nuestro conocimiento? ¡No! Para algunos puede ser sólo eso, pero no, porque Evola no es un mero intelectual, un mero investigador, es un hombre de la Tradición, para la cual la Sabiduría presenta características del todo desconocidas a los tiempos modernos. En ellos se mantienen términos que han perdido su significado original. Como todo, el lenguaje no se ha librado del derrumbe ontológico: de la decadencia. La Palabra ha tocado su ocaso. Desgastada en el uso cotidiano, ha perdido ya su sentido real y su poder. El Logos, el Verbo Solar que ha creado mundos de la nada, hoy no es más que un instrumento.

 

Como decíamos, en nuestro filósofo no opera la reducción del Espíritu a la mera inteligencia que prima en nuestra época. En Evola se exteriorizó una esencia, un modo de Ser: el del Sabio, el del Mago. El Espíritu de ese estamento que posee el Arte: la Sabiduría...

 

En nuestros días poseer la sabiduría quiere decir sólo tener información sobre las cosas,esto es así en la modernidad en que el pensamiento es concebido sólo gnoseológicamente, viéndose aquí deformado el sentido original de la gnosis hasta remitir únicamente al conocimiento como la capacidad humana de producir (interiormente) discursos, estructuras proposicionales, para posibilitarnos la comprensión de lo exterior y la obtención de información acerca del objeto de estudio. El conocer, como fenómeno interior, se enfrenta al Ser, como exterior.

 

Pero en otro tiempo la Sabiduría fue concebida ontológicamente, vinculada necesariamente con el Ser y no con el conocimiento como mero dato de conciencia. Tradicionalmente a la aprehensión de un grado de Saber le corresponde la ascensión en un grado de Ser, lo cual opera cambios que afectan a la totalidad de la persona.

 

En la obra de Platón, pensador ya de la Atenas menguante, todavía puede observarse la presencia de tal comprensión; puede apreciarse que quien detenta un recuerdo más claro del mundo de las Ideas, es quien más ha elevado su alma hacia el reino perfecto, que es modelo perenne de este mundo. El saber es recuerdo que eleva al propio Ser, reintegrándolo (disolviendo la dualidad: interior-exterior) a la Patria Celeste. Quien a tales alturas alcanza, se ha adueñado de la más elevada jerarquía ontológica, y por ello es el único que puede reinar de modo legítimo de acuerdo a las formas que rigen el cosmos; es el Rey-Filósofo o Rey-Sacerdote, del cual nos habla la tradición que Platón retoma.

 

Esto es poseer la Sabiduría: ser un Mago. El Mago es quien conoce los fundamentos metafísicos que crean, gobiernan y ordenan el mundo, y quien sabe acerca de su luminosidad, su resplandor o su descenso. Cuando tales sustratos se manifiestan plenamente (se realizan en el mundo), el Sabio encarna esta metafísica y la conserva como justo aparecer del Ser, como su resplandor vivo que brilla en todas las cosas.

 

Tal conservación de la fuerza original contra el decaimiento hacia lo sombrío, lo informe y lo ilusorio, fue comprendido por la tradición bajo el símbolo lunar, pues la Luna conserva en ella misma la sagrada luz del Sol.

 

Sin embargo, cuando la catástrofe no pudo -o no tuvo que- evitarse, cuando las esencias primordiales han sido desplazadas por fundamentos falsos, por ilusiones desfiguradas, degradadas de la expresión real del Ser, plasmándose en la figura de un mundo monstruoso; entonces el Mago deberá aniquilar esta falsa metafísica y este falso mundo, cegar con la Luz, con el rayo, toda forma y evocar el retorno de la materia primordial: el caos.

 

Todo orden ontológico posee su jerarquía. En la catástrofe, en cambio, este orden es subvertido en un reino de sombras que buscan eternizarse ocultando el Ser y su manifestación original. Ante esto el mago libera la inercia de la caída en las sombras, que impera en la ilusión, para cumplir con la esencia de tal estado: desembocar en el Abismo, en el Reinado de la Noche, en la absoluta oscuridad.

 

Por la Tradición lo simbolizamos con el Sol Negro, aquél de la destrucción o mediante el Eclipse, pues el Sol niega aquí su luz creadora para extinguir a una Luna, que ya no es el aparecer de su luz sino un juego de penumbras ilusorias que han pretendido negar el Sol. Es éste el exterminio de todo fundamento: es el fin del mundo.

 

Por último, a partir de la Noche Sagrada, en el Caos, encuentra el Mago la Materia Primera, y así encarnará su Saber como Creador, abriendo y abriéndose a la "tempestad que da alas", re-creando a partir de él los fundamentos sacros y dando vida a un nuevo Origen.

 

El Mago es por tanto quien conoce este camino, este anillo: de la Creación, de la luz pura que engendra mundos, de la Apariencia, de la manifestación, del brillo, del aparecer de lo primordial; y de la Ilusión, del extravío, y de la deformación del fulgor en la tiniebla y del olvido del Ser Absoluto.

 

El Mago es quien conoce la profunda historia del Cosmos, y como Sol, como Luna y como Eclipse emerge, y afirma en su Ser su Saber: sosteniendo y conservando el aparecer real de lo sagrado, destruyendo las sombras de la ilusión y creando universos con su poder. Creadores, Iluminados, Exterminadores: ellos Son.

 

Por ello, de este modo nos hablan los Herméticos de quien posee el Arte: "Ellos deciden acerca de quienrige los cielos". Así lo supieron los antiguos y la ausencia de tal saber llama a la Memoria en nosotros.

 

Ahora sí podemos retomar nuestro camino -luego de haber intentado divisar tras las sombras, la esencia del Saber y sus misterios guiados por el cordón dorado de la Tradición- y aclarar a qué nos referimos cuando hablamos de la Sapiencia y la Producción de Julius Evola:

 

La Sabiduría de este pensador es manifestación de la Metafísica Primordial, de las esencias traídas a la tierra por la mano de los dioses, a cuya luz se revela nuestra época presente como una de-formación, como la exteriorización de una contra metafísica catastrófica, cuyos fundamentos son manejados por seres inferos que controlan las existencias de los pueblos que se debaten hoy entreel sueño y la ceguera. Estosseres-inferos no dominan realmente las ideas con las que operan y ellos mismos son víctimas de la caída, de la des-figuración del Espíritu presente en esta ilusión espantosa en que nos encontramos.

 

Como portadora de tal visión, la Obra del filósofo italiano nos arenga a una ofensiva destinada a liberarnos de esta esclavitud; de ser sólo títeres de fundamentos decadentes. La obra de Julius Evola nos llama a la destrucción... y a una Búsqueda.

 

Llegado a este punto, nuestro recorrido encuentra cerrado su camino; pues, si este es el significado del Saber y la Obra de Evola: ¿Qué relación puede tener esto con los jóvenes? ¿Qué sentido puede atesorar su pensamiento para las nuevas generaciones?

 

Según la visión común que suele tenerse de los jóvenes, ellos no sienten un rechazo real hacia este mundo más allá de la rebeldía de segunda o de los sentimentalismos, que le hacen el juego al sistema-técnico mediante el cual se manifiesta la modernidad imperante. Ellos se mueven constantemente entre ilusiones como si éstas fueran cosas reales, y cuando sienten descontento sólo enfrentan a esas sombras otras quimeras, paso a paso, cada vez más decadentes... y a pesar de todo, en cada nueva generación como de una lóbrega luz, irradia la posibilidad del final y del nuevo principio.

 

Ahora bien, los jóvenes podrán confundirse en cuanto a lo que creen, juzgan y dicen. Sin embargo, su Ser y su existencia guardan una verdad, que a pesar de permanecerles oculta a ellos mismos, es sustento de la Victoria futura y fuente de esperanza para quien la pueda des-ocultar;corriendo los velos, el telón, del contexto actual.

 

Debemos observar la situación existencial de las nuevas generaciones con una visión más profunda, con una mirada que penetre en lo que realmente permanece velado tras la cerrazón. Tenemos entonces que sumergirnos en lo profundo y llegar al fundamento de lo real. Centremos la mirada en el contexto en el que hoy habitamos, también aquí la guía del pensamiento evoliano se hará presente.

 

Los jóvenes están -y deben desplegar su ser- en una era que sólo ofrece la resignación para poder soportarla. Y digo los jóvenes, si bientodos estamos en el mismo mundo, porque es más terrible para quien recién ha sido lanzando a él y aún está en el proceso de "adaptación". Por ello es siempre latente la posibilidad de la victoria.

 

En este mundo no puede divisarse ningún sentido, nada parece poseer un verdadero fundamento. La Verdad misma, otrora conquista suprema de la Creación, Cosmos des-entrañado a las sombras y a la Nada, fruto del desocultar todo cuanto es; ha decaído ahora a ser sólo una correspondencia exitosa entre el discurso perteneciente a un sujeto con la "imagen exterior" del mundo (objeto).

 

De este modo acontece el juego ficcional entre una interioridad cerrada en sí misma y una exterioridad "dada", aceptada, sin más, como existente y como real. En ese juego, el individuo pretende recortarse del cosmos, aislándose, para luego salir de su encierro remitiéndose a lo exterior. Lo que recuperará como verdadero será entonces sólo una "imagen", un punto de vista, obtenido a partir de fenómenos accidentales, pues sin poder concebir el sentido total (cósmico) que revela la esencia última de todas las cosas, arribamos nada más que a una verdad relativa y nula, "útil" a efectos de operar sobre accidentes, pero no sobre el Destino Universal, ni sobre nuestra existencia. Tal verdad sólo brinda el poder de manipular la tierra muerta, nada más.

 

La verdad ha huido y con ella la posibilidad de comprender nuestra existencia en la claridad de la luz divina.

 

Todo es oscuridad y confusión, y aún concibiendo la cerrazón de la Tiniebla no puede hacerse nada, no hay causa o misión a la vista que pueda encender de sentido la vida. Todas las "salidas" están clausuradas; las vías de acceso a la trascendencia: la Sabiduría, el Heroísmo, el Arte; están cerradas y sus selladas puertas han sido olvidadas, tras los sueños de felicidad, tras la promesa de una vida fácil y cómoda... tras el letargo.

 

Aun así la farsa sigue. Hoy, se supone, que es la juventud el período en que todo es posible, a los jóvenes se les permite soñar con utopías, con cambiar el mundo, con llegar a realizar su propio Ser más allá de los límites miserables que el contexto que enfrentan les impone. Pero luego, claro, tendrán que "despertar" a la edad adulta en una realidad donde nada de lo fantaseado es posible y entonces los caminos a seguir son: identificarse con lo que hay, y no muchos pueden hacerlo con verdadera convicción, (lo que nos da como resultado esta parodia llena de hipócritas en la cual vivimos), o resignarse a lo que hay. Algunos llaman conformismo a esta resignación, pero conformismo es una palabra muy débil para designar el desencanto con el que se vive.

 

"El desierto crece", y cada vez se llega a la resignación con más rapidez. Hoy tenemos este fenómeno llamado juventud trágica o adolescencia trágica; que consiste en que los chicos se dan cuenta más velozmente que este mundo no vale nada, y que su vida en él tampoco valdrá mucho más... y se resignan más rápido.

 

Aquellos que sin embargo sienten atracción hacia alguna actividad o poseen una vocación pronto descubren que aquello que pensaron podría realizar su Ser termina viviendo su vida en lugar de realizarla. Porque ya no hay Arte, una tarea con la cual nuestro Ser se identifica, a la que se une y a partir de la cual se realiza y trasciende, sino sólo Trabajo; una actividad que concluye por fundirse en una rutina, en una cotidianeidad que todo lo devora, en una intrascendencia y una obligatoriedad que condena nuestro Ser a la esclavitud más cruenta que se haya conocido, una esclavitud ontológica.

 

Todo se transforma en trabajo, todas las actividades antaño sagradas: el Sacerdocio, el mando, las artes. Todo cae, bajo la inercia de la pesadez de un mundo sin las alas del Ser, a la ciénaga de lo cotidiano. Ya no guardan todas las cosas la santidad y el sentido del Cosmos, ya la divinidad ha huido lejos, perdiéndose en los cielos infinitos... o quizás peregrina oculta por la tierra oscura, entre aquellos que han olvidado.

 

La vida se ha tornado homogénea, monótona, pegajosa; la intrascendencia es la fuerza predominante y poco a poco hasta la roca más dura es desgastada completamente por ese mar.

 

¡Pero claro!, no debemos olvidarnos del tiempo libre y de los pasa-tiempos, que cortan cotidiana y calculadamente con la rutina laboral; actividades dirigidas a generar cierta distracción (al olvido de sí) para que el tiempo se nos pase un poco más rápido. Mientras tanto, la Muerte espera a riesgo de morir ella misma de aburrimiento.

 

Sólo se trata de llenar el vacío, y si el vacío se hace sentir demasiado; la situación es más grave y habrá que recurrir a los sustitutos de sentido, ficciones que prometen otorgar un valor, devolver su magia, a la existencia postrada.

 

Si bien abundan los ejemplos, uno interesante lo representan las expresiones del espiritualismo moderno: new age, yoga, magia, espiritismo... Sí, también disciplinas tradicionales como el yoga o la magia pueden operar como sustitutos. Degradadas primero y deformadas luego, pasan a ocupar su lugar en la tragicomedia moderna.

 

Sí, la opacidad reinante quiere sumar a sus efímerasexpresiones algo de brillo, y muchos se confunden también dentro de este pantano a pesar de intentar marchar por una senda supuestamente tradicional, hundiéndose en el imperio de lo intranscendente. Porque la Tradición no es este mundo degradado más fantasmas y hadas. Si se adoptan las pautas existenciales que la modernidad representa, propone y difunde, la vida estará por completo vacía de sentido; alguna cosa podrá movernos emotivamente, despertar entusiasmo al principio o esperanzas de que determinada práctica llenará nuestra existencia, pero finalmente la inercia de la catástrofe termina por precipitarlo todo a lo efímero, a una nada de la cual nada sale.

 

Aún puede aplicarse esto para quienes encaran de modo auténtico las disciplinas sagradas, pero viviendo sin enfrentar el actual contexto. Tomando un ejemplo prestado a Shopenhauer podemos decir que si echamos un poco del mejor vino en un tonel de basura, como resultado tendremos basura. A estas alturas ya no se trata de condimentar los desperdicios sino de tirarlos, de despertar a una visión de la catástrofe y de llegar a un enfrentamiento total, a una Guerra Absoluta.

 

En conclusión, el hombre moderno ya sea esclavizándose en el trabajo, llenando el vacío del tiempo (que a cada paso lo lastima) con distracciones o haciéndose adicto a sustitutos de fundamentos verdaderos para evitar el vacío, no puede encontrar significado alguno a su existencia, y así a cada momento deviene hacia la Nada. A un Abismo que deberá ser cruzado. Es que finalmente el hombre moderno que quiso ser libre despreciando lo Sagrado, ya no sabe que hacer para liberarse de su propia libertad.

 

Ningún sentido para la existencia a la vista, en esta edad que hoy se disfraza de víctima agonizante, de Post-modernidad, que con el atuendo de no-verdad y con sus fundamentos débiles finge rendirse para evitar el inminente Ataque.

 

El hombre moderno retrasa su final, aletarga su inexorable devenir hacia la Nada; su vida es sólo un poco de veneno cada día, un poco de sinsentido coloreado y disfrazado, un poco de nada cada día; para no tener que enfrentar el vacío de su existencia, para no enfrentar la Muerte de una vez por todas y superar la Angustia Total que ella ocasiona, a través de un Sentido Real. Y cuidado que hablo del hombre moderno, pero todos estamos expuestos a la inercia de la catástrofe; tal fuerza nos rodea, penetra en nuestro Ser buscando darle una forma ilusoria, envolverlo en la Penumbra, hundirlo en el Ocaso -pero siempre sin llegar a él- cristalizarlo en lo efímero. Y en consecuencia, nos encontramos siempre enfrentados a ello, siempre entre la Perdición y la Victoria.

 

Y, ¿pueden los jóvenes percibir esto? y si lo logran ¿pueden enfrentarlo? De uno u otro modo cada joven es un choque de fuerzas en que la inercia del sinsentido puede triunfar o ser vencida, y del resultado de tal conflicto dependerá la forma impuesta a la propia vida. Por esto cada nueva generación es una gran guerra y una gran oportunidad.

 

Pero como todo en el contexto actual, la guerra total también encuentra un sustituto; en el sueño de cambiar el mundo, el afán de organizar de un modo más justo las ruinas actuales para evitar el dolor de los más. Sin embargo, no existe otro modo de cambiar esta realidad que dejándola ser lo que es: la Nada. Sólo una negación radical esgrimida contra los fundamentos del mundo moderno, y no un aceptar como real el estado de cosas para buscar luego una mejor administración, sólo eso puede salvarnos, sólo eso puede liberarnos.

 

La Tradición vuela más alto y nos advierte acerca de este sueño burgués y comercial de inter-cambiar el mundo, ella nos dice que el mundo ha mutado de Oro a Plata, de Plata a Bronce y de Bronce a Hierro; ya no es posible otro inter-cambio, ni engañando al comprador. Sólo queda tras-mutar, llegar a una transformación profunda, total y trascendente. No es este un cambio de cosas sino de Ser; no es este cambio una transacción administrativo-comercial sino una misión guerrera: se trata de que con el hierro de nuestra era se forjen, en la disciplina del fuego y el tormento, los Seres que reconquistaran el Oro perdido.

 

Estamos en el Hierro, a pesar de que el pensamiento (caminando por la senda de la Tradición) despierte el recuerdo e ilumine una Fiesta en la cual nos reencontramos con los símbolos primordiales. Sin embargo, nadie puede afirmar hoy que ha encontrado el Sentido, aquél que puede alumbrar un Mundo Sagrado e iluminar la Mágica Tierra. Son tiempos estériles, y a pesar de que aún hay valentía, y que también brilla el recuerdo original en unos pocos, nos faltan los Creadores; aquellos que en la osada búsqueda, guiados por antiguos símbolos, pueden encontrar.

 

Y hoy es tiempo de Creadores, cuando lo que ha sido iluminado como creación en el Alba de los tiempos y que fue luego conservado como Sagrado, ha declinado en la ilusión. Podrá señalársenos que tal fenómeno no es característica única de los tiempos modernos, es cierto, nuestros antepasados conocieron las sombras, las expresiones degradadas del Ser, sus facetas más confusas y oscuras, conocieron y enfrentaron la Desgracia, ¡pero como Desgracia! Sólo en la Modernidad, en la fase última, se ha querido y podido ocultar la Desgracia al punto de organizar y estructurar la ilusión presentándola como sistema e imponiéndola como única realidad. La Modernidad no enfrenta; escapa y se engaña a sí misma. Los antiguos padecieron la Des-Gracia como ausencia de la gracia, y por tanto lucharon siempre para retornar a ella; guardando su poder y su recuerdo en el Mito y persiguiendo tenazmente la restauración del Oro, del Paraíso, en las hazañas que han forjado las Leyendas.

 

En nuestro tiempo la gracia también está ausente en la Des-Gracia y la Desgracia está oculta tras la ilusión, por ello la posibilidad de restauración heroica se hace imposible sin antes vencer primero al Reino de las Sombras, si no se lo destruye por completo. Y es por ello el sueño de cambiar el mundo un deseo inútil, un fuego sin trascendencia que se consume en sí mismo, dejando un desierto en nuestro interior.

 

Estamos en la fase última de la Edad de Hierro, pero también podemos abandonar por un momento los Símbolos de la Tradición y desentrañar el contexto actual en los términos en que ha sido comprendido, dentro de la modernidad misma. Así diremos que contemplamos el rostro del Nihilismo occidental, la carencia total de lo Sagrado, de la claridad y la verdad, del Sentido del mundo y de toda existencia. Este fenómeno que comenzó afectando a las altas esferas del pensamiento y el poder, hoy es una peste que afecta a casi toda la población de Occidente. Y no obstante, es más grave para quien recién despierta en esta tierra vacía de toda Gloria, de toda Felicidad real, es más grave para los jóvenes, y sin embargo el signo de la Victoria siempre se les ofrece. Tomarla o no depende de la Voluntad.

 

Dentro de la ilusión, adictos a ella, los artífices de la corrupción festejan sus logros y nos dicen: "¡Hemos des-hechizado el mundo! ¡Lo hemos limpiado de toda superstición! , y continúan su avance desencantando todo lo que tocan. ¡Adelante! ¡Sigan! Ya renunciaron al Cosmos, al Significado total, ya se afirmaron en una mísera individualidad enfrentándose a la tierra que conciben como una cosa a dominar por medio de su razón técnica, (a destruir por su ignorancia arrastrada por los sueños de un "progreso" desquiciado). Esta ratio que es la expresión devaluada del Pensamiento; aquel que arrancó mundos de la Nada, por el cual todo se nos hizo presente, aquel que detentaron nuestros sabios, nuestros líderes y nuestros poetas, hoy es la herramienta de manipulación de científicos, políticos e intelectuales.

 

¡Continúen! La Nada espera.

 

El desierto crece y el hombre moderno guarda desiertos dentro de sí. Como la pandemia más aterradora que ha enfrentado la humanidad se extienden las enfermedadesde la personalidad (lo que ellos llaman patologías mentales) por todos los rincones de Occidente. ¿Podría ser de otra manera? ¿No fue la modernidad acaso una gran Neurosis que desarraigó a los hombres de la claridad del Cosmos, ocultando el Sentido, para dejar a los individuos hacerse de su propio sentido y sus propios ritos? ¿No cristalizaron ellos lo efímero, afirmándolo como la única realidad? ¿No convirtieron la personalidad en una ilusión sin sustento, sin suelo en el cual afirmarse? ¿No transformaron la vida en algo eficientemente insoportable, con la gota constante de la monótona cotidianeidad cayendo sobre cada hombre hasta partir incluso a los más fuertes?

 

Así avanzan, así arriban a la locura, la lucidez volverá a acompañarlos justo al final del camino, un instante antes de enfrentar la Muerte... y será tarde.

 

Éste es el Nihilismo que hoy carcome las entrañas del Sujeto moderno. Ese Sujeto que profanó a la Diosa, que desacralizó la Tierra, y la puso como Objeto; ése que se desendiosó a sí mismo poniéndose como Sujeto, encerrándose en la prisión sin Cosmos de su individualidad, arrojando la divinidad fuera de sí y del mundo, al infinito, a un Cielo en el cual ya no puede creer.

 

De este modo agoniza hoy el espíritu enfermo de una época; y en su agonía comienza a mostrarnos su verdadero rostro, poco a poco la penumbra se disipa, y los Signos del final aparecen... a quien puede Ver.

 

La edad técnica aturde con sus habladurías con sus fanfarrias progresistas, y con su frenético movimiento. Pronto tales sonidos se fusionan, se tornan homogéneos, se vuelven fondo: Silencio. Donde como un poderoso rayo la Voz de los Cielos puede irrumpir.

 

Podríamos acabar esta tragedia diciendo que: Así es como en la modernidad, esa edad que puso la vida por sobre todo, tratando de apartarla del sufrimiento, de la dura búsqueda de la Sabiduría y del arriesgado heroísmo; terminamos por darnos cuenta de que: La Vida ha perdido ya toda su Gracia, y lo que es peor, ha degenerado en algo monstruoso.

 

La edad muere, y en su caída arrastra un mundo con ella, un mundo que se desfigura y que con sus cosméticos recursos técnicos trata de ocultar su faz cadavérica.

 

Bien, éste es el contexto en el que realmente deben habitar las nuevas generaciones, ellas pueden conocerlo o no, pero su esencia entera depende del enfrentarlo o el padecerlo: de la pérdida o la conquista del propio Ser. A su alrededor se agita una orbe de espectros; adictos al consumo, a los sustitutos de sentido, a lo efímero; muertos en vida que precisan de sangre joven para continuar la farsa, de la cual su alma a caído prisionera.

 

Pero hay quien ve la Pesadilla y hay también quien puede despertar. Existen quienes pueden sentir un rechazo hacia este mundo, tener ante él una experiencia angustiante y liberadora ante la Nada de la cual es expresión, enfrentar el vacío y superarlo. Algunos disiparán el espejismo de felicidad en esta quimera repleta de hipócritas, de infelices tras máscaras sonrientes, de pragmáticos utopistas y de ateos creyentes. Algunos podrán desenmascarar la farsa, y ver tras la máscara: las Ruinas. Y no las reconocerán como su verdadero mundo.

 

Todavía hay quienes pueden sentir una Unión, un vínculo con lo divino, una percepción velada, una Idea, una Visión; tal como si la Tierra Mágica los visitará en sueños para guiarlos a su futuro encuentro.

 

Éste es el Recuerdo de lo Sagrado; fruto del llamado del Origen cuyos sonidos, tras el ruido maquinal de la edad técnica, aún algunos pueden escuchar. Tal clamor es el que llega bajo la forma de la visión sesgada y del recuerdo. Como la eterna nostalgia por un Paraíso perdido, nos convoca a Conquistar los Cielos, a liberar la divinidad.

 

Ese llamado, que proviene del pasado remoto y del futuro próximo, tiene el poder de hacernos sentir como Ángeles, caídos en esta oscuridad. La fuerza de conectarnos con una guerra arcaica, presente y venidera: Perpetua, fiel al anillo del Ser... ¿Podremos reconocer en la guerra misma el Paraíso?

 

El recuerdo despierta en muchos, pero no a muchos despierta. A quienes les abre los ojos les abre también un camino; disolviendo el ensueño, la falsa felicidad. Tras la farsa emergerá la Des-Gracia... y percibir esta gracia ausente es quererla de vuelta e ir a buscarla. Quienes comprometen su existencia en esta misión, buscan el Grial, la piedra del exilio, lo sepan o no; y van tras una nueva santificación del mundo... Tras el Nuevo Mundo. Percibir el Reino caído y al Rey postrado, "hacer la pregunta" por el fundamento de tal estado: su "por qué"; y a partir de allí emprender la misión, el viaje a la Fuente, a la Potencia de la cual emana la Gloria, para lograr la Restauración de la Tierra. Éstos son símbolos con los cuales la Tradición ilumina el rumbo de aquellos que combaten la Desgracia.

 

Es la reminiscencia de lo Sagrado el fundamento de la Búsqueda. Sin embargo, muchos han emprendido una búsqueda sin fundamento que es sólo hija del vacío, una reacción ante él. Nos encontramos en una época de búsqueda. Ella acontece incluso en aquellos que desde sus funciones o posiciones sociales nos parecen más persuadidos; y es que esta quimera ya no convence a nadie. Incluso el político, el intelectual o cualquiera de ésos que hoy "mandan" y "saben", saben sólo como deben actuar cuando salen a escena; pero al bajar el telón ya no Creen, y muchos, heridos por la Nada; dirigen su mirada más allá. Mas tal persecución troca en una pasión inútil cuando no se compromete la existencia entera en ella. Asumir el Anhelo que bendice y llama a nuestro alma, de modo impropio, hará naufragar la existencia en la hipocresía patológica, en el abrazo desesperado a sustitutos de sentido y en enfermedades de la personalidad.

 

Sin embargo la búsqueda sin fundamento encierra un valor, en tanto reacción o rechazo ante lo vacuo, implica un paso afuera del mundo, pero también un paso dentro de nada. De uno u otro modo, muchos participamos de este proceso, de esta Cruzada. Algunos se pierden en ella y otros avanzan rumbo al nuevo amanecer marchando sobre una senda eterna.

 

Y es justamente en esta época de extravío y de paso a un nuevo horizonte, que la Sabiduría, la Obra y el Ser de Julius Evola irrumpen como el rayo nocturno, para traer a la Tierra la velada luz divina.

 

A través de su genial Obra, la Tradición se hizo presente en las postrimerías de la modernidad, como la manifestación de la Voz primordial para despertar la Memoria sagrada. Y esto es así porque la Tradición, con sus mitos, sus símbolos y sus ritos, devela las vías por las cuales la búsqueda se realiza en forma verdadera. Porque ella es la revelación de la Gracia y su camino: de su Ausencia y de su Retorno.

 

Y sin embargo, como nos advierte Evola, incluso dentro del sendero tradicional, la Búsqueda puede vivirse de dos maneras:

 

Una consiste en concebir esta edad decadente como un estado pasajero del cual debemos esperar su término para arribar a una nueva Edad Dorada. Tal búsqueda es pasiva, es una espera.

 

El otro modo de encararla es sabiendo que: "el río de la historia corre por el lecho que el hombre mismo le traza". Que este mundo en ruinas es producto de oscuros artífices, de los mercaderes, esclavos y parias que han poseído y poseen el poder político, cultural y económico. Esta Cruzada es contra la decadencia y sus artífices: es la Guerra.

 

Evola afirma su existencia en esta posición, tras la visión del orbe derruido como una prueba, un gran riesgo y un llamado al combate.

 

Ahora se nos hace clara la relevanciaque el pensamiento evoliano encierra para los jóvenes, quienes en el marco actual se debaten entre la adhesión, la resignación y la búsqueda, y en cuyo interior se dirime el conflicto por la continuidad de la corrupción o el regreso de la Salvación. A través del filósofo italiano, y en momentos decisivos, reciben la llamada al combate, a Velar junto a una Legión eterna.

 

Mas lo dicho no debe hacernos creer que la doctrina tradicional da "recetas" acerca de cómo pelear esta guerra, y menos aún que nos dice cuál y cómo será el nuevo aparecer de la Esencia. ¡Abandonemos la modernidad de una vez por todas! La Tradición no da soluciones técnicas, no se encuentra en manuales que facilitan información sobre el objeto para operar sobre él. Ella es la senda que transforma nuestra existencia en camino al Ser absoluto, una sustancia que cobra nueva vida en nosotros, no un conjunto de teorías interesantes o útiles para la vida cotidiana. No es el determinismo actual, es la Libertad Absoluta.

 

Por ello, realizar el camino tradicional no es nunca aplicar lo ya hecho en otro tiempo, eso no es hacer acontecer lo Eterno. Hoy podemos levantar antiguos templos, vestir viejos uniformes, desempolvar pretéritas manifestaciones de lo Sagrado, pero el Sentido no estará con nosotros y tal obra no será más que una parodia.

 

Lo Sagrado siempre es lo mismo, pero no es lo igual. Es lo mismo que aflora siempre de modo diferente. Por esto recuperar la Tradición es retomarla de forma creadora, haciendo comenzar lo mismo (la Gracia original) pero necesariamente de forma diferente. Así, mediante cada Iluminación, se descubre que el anillo del Ser es tal vez una espiral oculta…

 

Sin la potencia de la Iluminación sólo desenterraremos piezas de museo. Pero ¿es hoy posible la Creación "en tiempos en que los dioses han huido"? Y no lo es sino sólo como fruto de una guerra. No lo es si no puede vencerse primero está vida desarraigada de todo significado auténtico, esta existencia que se esfuma y se disuelve en lo Infero, en un pasar sin un porqué y un para qué, en un Abismo en el cual aún nuestra era no se atreve a Caer.

 

Durante mucho tiempo, un conflicto a veces imperceptible, cobra forma a nuestro alrededor. Cada nueva generación es la esperanza de gloria para unos pocos y la renovada promesa de la Victoria final por sobre un mundo.

 

¡El desierto crece! ¿Acaso tú no has experimentado ya ese anonadamiento interior? ¿Nunca has creído tenerdentro de tí un páramo? ¿No has padecido el embate de una fuerza que te transforma en suelo Infértil? ¿No has vivido en carne propia la muerte del Espíritu, reflejo del Ocaso?...Y sin embargo, otras veces ¿No has sentido el fuego que se inflama enloquecido ante el apagamiento del propio Ser? Y ardiente de tal furia ¿No has decidido arrojarte por entero contra la ruina de tí mismo, lanzarte al final precipitado o a la Salvación?

 

¡Esto es la Guerra!

 

La búsqueda del Sentido misma nos conduce a desocultar la Amenaza que se oculta en esta vida cotidiana e intrascendente, en las pequeñas pero constantes y arteras heridas que nos hace día a día el desierto creciente, al punto de hacer añicos millones de espíritus y voluntades.

 

La Rebelión debe hacerse manifiesta como contracara de la vida efímera y estéril, porque tal lucha santifica la propia vida, la vincula y la abre a lo trascendente.

 

No debe creerse que confundimos aquí la Fase Heroica, una parte del Ciclo, con la finalización del mismo. Si bien no podemos, en esta ocasión profundizar acerca de tal cuestión, diremos que aún en la Edad de Hierro, mediante el heroísmo, muchos se abren paso a los Jardines del Paraíso. Incluso algunos valientes guerreros han trazado límite ('Katechon') a la desgracia y a la miseria de la edad, en las Islas, poniendo a resguardo a sus pueblos y ligándolos a la trascendencia. Pero ¿Es todavía posible realizar tal proeza? Y si es posible lograr el emerger de territorios donde la Gloria triunfa, ¿No retrasa esto la caída absoluta y el nuevo comienzo?, ¿No debemos acelerar la destrucción?

 

¿O el heroísmo es sólo rumbo que conduce o a la propia inmortalidad o a la conclusión del Ciclo y la conquista de la nueva Edad de Oro?

 

Ante tales interrogantes, debemos responder: quien quiera mandamientos que los busque en otro lado.

 

Los Ciclos, las Edades y el Cosmos mismo, todo es Símbolo iluminado y alumbrador. Símbolo que existe para ser re-encontrado en el propio camino, para cobrar nueva vida, para ser re-creado y no para cosificarse y pudrirse como objeto de culto de una veneración idólatra y ciega.

 

Hacia la recreación de los símbolos nos conduce la luminosa guía del Pensador-Legionario, cuya Obra arenga hoy más que nunca, a las nuevas generaciones, llamándolas a enfrentar como una riesgosa prueba su destino actual. Pues sólo a través de esta lucha podrán liberar su propio Ser.

 

Evola, quien es parte de la eterna Legión que Vela en torno al fuego de Ur, a la llama Eterna que transporta la Tradición; nos convoca a recuperar el poder del Origen, a empuñarlo en una ofensiva a través de la cual nos lancemos a conquistar el Mundo, creando otra realidad.

 

Y no sólo las Tierras Áureas pueden ser Conquistadas mediante la Batalla. En esta Búsqueda activa también podremos alcanzar nuestro verdadero Ser. Porque es la Guerra el camino en que la Gracia se manifiesta a través de lo heroico. Es la marcha por la senda de la Gloria y la Victoria contra el Reino de los muertos en vida, más allá del cual se encuentra la Inmortalidad...

 

Sí, sabemos lo que se encuentra allende el Abismo, tras la Cruzada, tras ella, sin haberlo alcanzado aún, sabemos lo que nos espera: el Origen, la Divinidad, la Tierra Mágica, otra vez... ¡La Inmortalidad!, ahí está, para quien pueda conquistarla.

 

Poco a poco las nubes de la última Tempestad nublan el cielo de una era; cuatro jinetes se aprestan a liberar la destrucción, y un Dios Peregrino, oculto tras el sayo y el olvido, comienza a reunir a aquellos que velan para la Batalla. En tales tiempos el Llamado se abre paso y brinda sus señales en la Obra de Julius Evola.

 

Un final y un nuevo comienzo se retrasan o se avecinan, y la guía que el pensamiento evoliano representa puede servirle a los jóvenes, a las nuevas generaciones, para abandonar causas efímeras y estar a la altura del tiempo, del fin de los tiempos, que les toca enfrentar.

 

Concluimos este viaje por el Reino de las Sombras, a través de una época tenebrosa, en la cual también Evola libró su Guerra.

 

¡Qué la Gloria sea para quienes se atreven a lanzarse a tal precipicio y probar su Ser en él! ¡Que la Gloria sea con quienes han buscado la Divinidad en el fondo del Abismo, porque aún en el Infierno, han podido recordar el Paraíso!

 

Finalizamos también aquí nuestro homenaje a Julius Evola, Sabio de la Tradición; quien, a diferencia de los "sabios" actuales, no cayó -en el enredo de lo efímero- prisionero de la decadencia reinante y comprometió su existencia toda en conquistar el sentido absoluto del Cosmos, batiéndose en una Guerra en los Cielos donde el destino del Universo se define.

 

Por ello, y porque es parte de la defensa del Fuego Divino mantener vivo el Recuerdo de los héroes; quienes hoy decidimos, combatir este mundo desencantado y unirnos a la rebelióncontra el mundo moderno, en nombre de la Tradición y el Retorno de lo Sagrado, evocamos hoy a Julius Evola. ¡Que su Espíritu Inmortal luche con nosotros esta gran Guerra!