LA INUNDACIÓN DE BUENOS AIRES
Resultan sumamente alarmantes las conclusiones que se han hecho conocer en la reciente reunión realizada en Paris, bajo los auspicios de la UNESCO, por parte de la Comisión Internacional sobre el Cambio Climático (CICC) en donde se efectuaron las proyecciones respecto de las mudanzas acontecidas en el clima del planeta, las que nos presentan perspectivas totalmente sombrías para este siglo que recién comienza, si es que la situación que vivimos no cambia abruptamente, tal como muchos proponen desde hace tiempo.
A raíz de fenómenos deletéreos tales como el efecto invernadero, producido por la emisión desaforada de dióxido de carbono generado principalmente por el elefantiásico desarrollo industrial de nuestro planeta, se ha operado un recalentamiento del mismo por lo que en los próximos años se elevará la temperatura progresivamente entre 1,4 y 5,8 grados centígrados. Ello ya está produciendo una serie de acontecimientos concurrentes tales como grandes sequías así como el aumento de las lluvias y la disolución paulatina de los hielos polares por lo cual, como consecuencia última, de mantenerse la actual tendencia, tendremos el incremento del nivel de nuestros océanos en hasta 90 centímetros para el 2030. De este modo 2.000 islas del Pacífico, así como varias del Caribe, como las Bahamas, quedarán bajo el agua y, de continuarse con este proceso de crecimiento, muchos países perderán superficie costera corriendo un riesgo más severo aquellas ciudades que se encuentran en contacto directo con las aguas. Además el hecho más significativo del encuentro es que, de acuerdo a los informes presentados, la degradación climática de estos últimos 10 años ha superado las previsiones más alarmantes expresadas en encuentros anteriores. Se hizo saber también que la temperatura general del planeta ha aumentado en cuatro grados centígrados en los últimos 200 años, fenómeno éste que, de no haberse tenido el actual desarrollo industrial, se habrían necesitado al menos 17.000 para ello. Es decir que no sería de extrañar que, de continuarse de manera invariable con la progresiva tendencia hacia el incremento desaforado de la industrialización del planeta, estas consideraciones efectuadas ahora sean aun leves en relación a lo que está por venir. Agreguemos a todo ello que no se necesita ser un científico para notar cómo el clima ha cambiado en los últimos años, resultando además llamativa la indiferencia con la cual nuestra dirigencia encara tales problemas cruciales para el futuro, confirmando una vez más el hecho de que la clase política sólo piensa en función de su presente electoral.
Pero lo que aun ha resultado más llamativo ha sido notar cómo la prensa gráfica y oral argentina en su totalidad ha silenciado otro detalle muy importante para nosotros de lo que se manifestó en tal reunión, el que en cambio puede leerse en otros medios que no son del país, como por ejemplo Le Monde (28-01-07) de Francia. Se manifiesta expresamente allí que las dos ciudades costeras que corren más peligro de sucumbir ante el avance de las aguas son las de Shangai en China y.... Buenos Aires en la Argentina.
Resulta indubitable al respecto que para muchos tal noticia no es conveniente propalarla pues sus efectos inmediatos serían para ellos peores que los de futuro. Por ejemplo, si se difunde que esta ciudad quedaría sumergida en 40 años disminuirían vertiginosamente los negocios inmobiliarios, el valor de la propiedad caería por el suelo, el movimiento gay suspendería su proyecto de construir el costosísimo hotel cinco estrellas en pleno centro porteño, el que embellecerá con seguridad nuestra ciudad gratificando así nuestra vista para aquellos que dentro de 40 años no estaremos aquí para no verlo más. Además convengamos también, en concordancia con nuestros liberales, que, de acuerdo a la paradojal dialéctica con que se desenvuelven los acontecimientos, por lo que lo malo a primera vista resultaría en cambio muy bueno en una segunda instancia, no sería tan negativo el desarrollo desaforado de la industria *, pues si bien ha convertido a nuestro Riachuelo en una cloaca apestosa –la que afortunadamente nuestra clase política nos saneará en 1000 días como nos prometiera–, la alta cuota de hollín y smog que producen sus industrias aledañas nos proporcionará una verdadera capa protectora ante la contaminación visual, por lo que tendremos una indubitable ventaja respecto de nuestros aun desindustrializados compatriotas de Gualeguaychú quienes, por carecer en abundancia de las mismas, pueden ver a la papelera uruguaya en la orilla de enfrente, afeándoles así el paisaje. Nosotros en cambio, gracias al progreso y desarrollo, desde el Buenos Aires aun no inundado nunca veremos la española que se nos construirá bajo nuestras narices en la opuesta ribera, por lo que entonces nos abstendremos de protestar y podremos seguir votando para los próximos 40 años.
* En una obra imperdible por lo ridículo de sus conclusiones, titulada El progreso y sus enemigos (Bs. As., 2002), el autor liberal Guy Sorman, habitual columnista del matutino La Nación, llega a rechazar no sólo que existan peligros ecológicos como el aludido efecto invernadero, sino incluso a decirnos que es la tecnología moderna la que va a salvar al planeta de su natural desgaste producido no por la acción del hombre, sino “por el transcurso de los años”.
Marcos Ghio
Buenos Aires, 2-02-07